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Régimen sionista va a elecciones por cuarta vez en dos años

Palestina sigue sufriendo por culpa de Netanyahu

Es una simplificación pues la culpa no es sólo del primer ministro sino de todo el régimen sionista, cívico y militar. Una Navidad amarga para la Ciudad Santa.


OPINIÓN de Sergio Ortiz

El primer ministro Benjamin Netanyahu tiene sensaciones contradictorias en este fin de año. Por un lado es feliz porque está en funciones desde 2009, habiendo batido todos los récords de permanencia como primer ministro, incluso el de los fundadores de ese Estado. En esa cuota ancha de felicidad mucho ha contribuido la alianza política de los últimos cuatro años con Donald Trump, otro neonazi. Con su apoyo logró que Estados Unidos en mayo de 2018 hiciera la punta en el traslado de su embajada desde Tel Aviv a Jerusalén, contraviniendo las convenciones internacionales según las cuales esa ciudad debe ser la capital de dos estados. Palestina es el otro, nacida históricamente antes, pero sin los “papeles” estatales por bloqueo sionista-estadounidense.


Pero no todas son flores para Bibi. El martes 22 en el parlamento (Knesset) no tuvo mayoría suficiente (61 sobre 120 bancas) para sancionar el Presupuesto Nacional 2020 (venía con bastante demora, casi al final del año). Y en consecuencia deberá llamar a elecciones de nuevo.


Eso certifica la inestabilidad del sistema político de Israel pues serán las cuartas elecciones generales en un año. La última había sido a principios de marzo de 2020 y al igual que en las dos anteriores el partido de Netanyahu, el derechista Likud, no había logrado mayoría frente al movimiento Azul y Blanco del ex general Benny Gantz. Pragmáticos y oportunistas ambos, frente a ese impasse, se aliaron y decidieron alternarse en el poder. Hasta noviembre de 2021 estaría Netanyahu y ahí debía dejarle paso a Gantz. Como forma de asegurar la alianza, debían aprobarse juntos los Presupuestos de 2020 y de 2021, pero el actual primer ministro separó los presupuestos y no tuvo la mayoría suficiente. Esa jugada terminó rompiendo la unidad y acelerando la convocatoria a nuevos comicios.


No hace falta ser mal pensados para suponer que el premier lo hizo a propósito para no dejar el cargo a su socio-rival que ahora vuelve a ser adversario. Los mal pensados, entre ellos el cronista, creen que necesita el blindaje de la jefatura de gobierno para afrontar en mejores condiciones el juicio iniciado en su contra el 17 de marzo pasado en un tribunal de Jerusalén, donde se le leyeron los cargos de soborno, fraude y abuso de confianza. Léase corrupción.

Las cuartas elecciones van a ser en marzo de 2021 y el panorama político es confuso porque tres ministros de la coalición, aliados del Likud, han aceitado sus propios partidos bien de derecha y amagan con disputarle el gobierno a Bibi.

Por otro lado la inestabilidad política local se conecta con los cambios de aire que habrá en enero en la Casa Blanca. Del incondicional y todo terreno Trump, se pasará a un aliado político como Joe Biden, pro-sionista igual que su vice, Kamala Harris, pero que puede querer atraer otra vez a la mesa de negociaciones al presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, y volver a las pérdidas de tiempo de los “acuerdos de paz” en Medio Oriente. A Palestina le quedó siempre el sabor amargo de la derrota.

Navidad triste

En un posteo de Palestina Libre se lee: “Si María y José tuvieran que caminar hoy desde Nazaret a Belén, tendrían que cruzar 11 puestos de control israelís, una brecha de seguridad y un muro de 8 metros de altura. ¡Bienvenides a la Tierra Santa!”.

Ese muro fue considerado ilegal por organismos internacionales, pues lo hizo la potencia ocupante en Cisjordania, separando a comunidades y familias palestinas y quitando más superficie a la poca que queda en poder de éstas. Se lo conoce como el “muro del apartheid”, asociándolo a los que separaban a la gente en la racista Sudáfrica, que concitó otrora mucha oposición internacional.

El muro levantado por los sionistas, si bien provoca críticas, aún no pone en riesgo su estructura. Allí oró por la paz el Papa Francisco en mayo de 2014, luego de visitar en Belén al presidente de la ANP y celebrar misa en la iglesia de la Natividad. Pasaron 6 años y el apartheid continúa...

Con el apoyo total de Trump y su secretario de Estado, Mike Pompeo, el gobierno israelí aumentó colonias ilegales en zonas de Cisjordania, que se conectan entre sí por nuevas rutas y autopistas. Y amplió barrios propios en la zona árabe del este de Jerusalén, que supuestamente debía ser la capital del futuro estado palestino.

Israel se queda con el grueso de la poca agua de la zona. También siguió con su bloqueo por tierra y mar a la Franja de Gaza, gobernada por Hamas. Ni alimentos ni medicina deja pasar a esa franja varias veces invadida y bombardeada por Netanyahu y Gantz, donde hay energía eléctrica muy pocas horas al día.


En nombre de Dios

Esa colonización de tierras palestinas se combina con la demolición de casas y edificios palestinos para ampliar barrios judíos en la Ciudad Santa que en teoría debía ser de las tres religiones monoteístas en pie de igualdad. Una pena grande que el primer viaje al exterior del presidente argentino Alberto Fernández, en enero de 2020, haya sido a esa Jerusalén, a una conferencia internacional manipulada por el jefe del Likud.

En junio de 2020 autoridades de las iglesias católica, anglicana y luterana de Jerusalén pidieron ayuda al mundo. “Escribimos este llamamiento como cristianos árabes palestinos, que han estado viviendo aquí desde Pentecostés y son parte integral de la sociedad; La Tierra Santa está en llamas, en una situación de guerra, y su santidad debe ser restaurada”. Firmaban el Patriarca de la Iglesia Católica Romana Michael Sabbah, el Obispo Emérito de la Iglesia Anglicana Riah Abu El Assal y el Obispo Emérito de la Iglesia Luterana Munib A. Younan. Afirmaban: “la justicia está ausente. La tierra de Dios invita a todas las Iglesias, gobiernos y personas de buena voluntad a actuar y poner fin a esta tragedia”.

Este 22 de diciembre 17 grupos cristianos solicitaron a Biden que “cambie la política de EEUU con Israel porque los palestinos cristianos sufren la ocupación israelí”. La Iglesia Metodista Unida y la Iglesia Presbiteriana de EE UU cuestionaron a la administración Trump por haber puesto fin a la ayuda financiera a la Autoridad Palestina dentro de la ONU y haber resuelto que los altos del Golán, pertenecientes a Siria, eran de Israel.

Esos sectores estiman que Biden, también cristiano, podría introducir cambios en la actual política, excesivamente pro-sionista, y mutar a un enfoque favorable a negociaciones de paz y a la idea de los dos estados, por la que también abogó el Papa.

¿Eso será posible? Es muy, pero muy difícil. Los creyentes en esas tres religiones, deben rezar mucho en esta Navidad. Los ateos y agnósticos también prendemos una vela por ese milagro, sin dejar de lado el escepticismo y múltiples evidencias en contra.





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