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La extrema derecha y el derecho extremo

OPINI脫N de Jorge Majfud

S铆ntesis para comprender los eventos en Estados Unidos desde su ra铆z

Una de las especialidades de un poder dominante es su capacidad para secuestrar logros y m茅ritos ajenos, desde los progresos materiales hasta los progresos sociales. As铆, el capitalismo, el neoliberalismo y la nueva ideolog铆a radical de los negocios (por la cual hasta los peque帽os y sufridos empresarios y emprendedores se creen miembros del mismo gremio que integran Elon Musk, la familia Walton y Donald Trump) ha convencido al mundo que le debemos todos los progresos econ贸micos, tecnol贸gicos, cient铆ficos y el pan que comemos a su orden benefactor. Este absurdo, f谩cil de refutar pero fosilizado en la superstici贸n popular, es tan absurdo como la idea de que el capitalismo y la democracia van juntos, cuando la historia demuestra que, en la abrumadora mayor铆a de los casos, ha significado lo contrario. Los grandes negocios y las corporaciones han promovido m煤ltiples guerras y dictaduras, con la excepci贸n de aquel pa铆s de donde proced铆a ese poder y el inter茅s de orden y buen ejemplo. Uno de estos problemas (solo uno pero de vital importancia) lo advirti贸 y denunci贸 por cadena de televisi贸n el mismo presidente y general Dwight Eisenhower en 1961, al momento de despedirse de la presidencia: la obscena alianza en su pa铆s entre el poder militar y las corporaciones. Lo mismo hab铆a hecho el presidente Rutherford Hayes en 1886: “este no es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo; es un gobierno de las corporaciones, por las corporaciones y para las corporaciones”.

La democracia es otro ejemplo de secuestro perfecto, tal como lo fueron las religiones oficiales, por la cual hasta Jes煤s termina siendo el protector del capitalismo, el portavoz de la ambici贸n desenfrenada de los multimillonarios y bendiciendo guerras y dictaduras de todo tipo. Cuando las democracias fueron inevitables en m煤ltiples pa铆ses, se las coloniz贸 a trav茅s de la gran prensa y de los nuevos medios de comunicaci贸n masivos como la radio y el cine. 

En Estados Unidos, a fines del siglo XIX los blancos esclavistas, derrotados en la Guerra civil, se rebelaron contra los nuevos derechos de los negros. Crearon el grupo terrorista m谩s antiguo que existe, el KKK, y se popularizaron los alzamientos, linchamientos y hasta intentos directos de golpes de Estado, estilo banana republic. Alguno tuvo 茅xito. El 9 de noviembre de 1898, una turba tom贸 la corte de Wilmington, la mayor ciudad de Carolina del Norte, y declar贸 la “Independencia de la Raza Blanca” en base a la “superioridad del hombre blanco” y la constituci贸n del pa铆s, que “no hab铆a sido escrita para incluir a gente ignorante de origen africano”. Los negros, la mayor铆a de esta ciudad, hab铆an logrado participar en las 煤ltimas elecciones, eligiendo a algunos representantes. Al d铆a siguiente, dos mil blancos armados tomaron por asalto las calles, destruyeron y quemaron negocios y el 煤nico diario de la ciudad administrado por negros. Como era de esperar, se corri贸 la voz de que algunos negros abrieron fuego contra los v谩ndalos blancos, por lo cual se orden贸 “matar a cualquier maldito negro que se deje ver”. Para poner orden, el gobernador orden贸 a los soldados que hab铆an regresado de Cuba (donde le secuestraron a otros negros su propia revoluci贸n) tomar la ciudad. Como resultado, algunos cientos de negros fueron ejecutados y miles debieron abandonar sus casas. El gobierno y sus representantes negros, elegidos en las urnas, fueron reemplazados por una dictadura que nunca se llamar谩 dictadura, sino el gobierno de ciudadanos responsables y pac铆ficos que hab铆an restaurado “la ley y el orden” y la voluntad de Dios. ¿Suena como algo reciente?

Incluso feministas, luchadoras por el voto femenino como Rebecca Latimer Felton, recomendar谩 linchar a los negros que ganaron las elecciones de 1898 en Carolina del Norte, ya que cuanto m谩s educados y cuanto m谩s participan en pol铆tica, mayor amenaza suponen a la virginidad de las indefensas mujeres blancas. El linchamiento fue (es) una instituci贸n establecida por la raza superior que, no sin iron铆a, le teme a la superioridad f铆sica y sexual de las razas inferiores. Rebecca Latimer Felton, campeona de la modernizaci贸n de la educaci贸n, no dejaba de insistir que, cuanto m谩s dinero se invierte en la educaci贸n de los negros, m谩s cr铆menes comenten. Por a帽os, argument贸 que otorgarle el derecho al voto a los negros conducir铆a a la violaci贸n de las mujeres blancas. Aunque desde inmemoriales generaciones las violaciones generalmente eran cometidas por hombres blancos contra mujeres negras, la fantas铆a pornogr谩fica del poder nunca descans贸 y Felton recomend贸 mil linchamientos por semana para menguar el apetito sexual de estos hombres oscuros e ignorantes que ella considera gorilas. En 1922, por 24 horas, la feminista racista Felton se convirti贸 en la primera senadora de Estados Unidos por Georgia. La segunda mujer fue Kelly Loeffler, tambi茅n por Georgia, quien, en enero de 2021, perdi贸 con el candidato negro Raphael Warnock. Ese mismo d铆a, miles de fan谩ticos blancos asaltaron el Congreso en Washington, donde el colegio electoral iba a confirmar su derrota.

En el siglo XX, como forma de evitar la cat谩strofe de la raza blanca anunciada por Charles Pearson, se sustituir谩 la palabra raza por comunismo. El enroque sem谩ntico es tan efectivo que sobrevivir谩 a varias generaciones de cr铆ticos inadaptados, antipatriotas y todo tipo de radicales extremistas de izquierda. En Am茅rica latina, la extrema izquierda m谩s radical tambi茅n fue un inevitable efecto colateral del poder imperial. M谩s recientemente, ni Cuba ni Venezuela ni ninguna otra experiencia independentista hubiesen sido lo que fueron y lo que son sin la persistente y profunda intervenci贸n de Washington y las megacorporaciones del norte. La extrema derecha, desde las dictaduras militares hasta las democracias tuteladas, justificadas en la reacci贸n contra la reacci贸n, tambi茅n. Theodore Roosevelt lo hab铆a puesto por escrito en 1897: “la democracia de este siglo no necesita m谩s justificaci贸n para su existencia que el simple hecho de que ha sido organizada para que la raza blanca se quede con las mejores tierras del Nuevo mundo”. Los blancos ricos, para ser m谩s precisos.

Ahora en Estados Unidos, los hechos presentes y por venir mover谩n el espectro pol铆tico un poco hacia la izquierda, el cual, debido al recambio generacional, ya iba en esa direcci贸n antes de la reacci贸n conservadora liderada por Trump. Trump no lograr谩 el apoyo del Pent谩gono por una diferencia funcional entre los ej茅rcitos de EE.UU. y los de Am茅rica latina. Siempre han sido complementarios: el de Estados Unidos se encarga del nivel internacional y los del Tercer mundo del asunto dom茅stico, no peleando ninguna guerra con otros ej茅rcitos sino reprimiendo los reclamos populares en el interior de sus pa铆ses.

En Estados Unidos, los movimientos populares y progresistas fueron centrales en sus cambios sociales m谩s profundos, desde la abolici贸n de la esclavitud, la lucha por los derechos laborales, el voto femenino, hasta la lucha por los derechos civiles de los a帽os sesenta y setenta (como recordamos m谩s arriba, con frecuencia estos movimientos tambi茅n fueron secuestrados  por la reacci贸n del poder herido). La extrema derecha, en cambio, es la permanente reacci贸n en favor de los amos, de los de arriba, casi siempre liderada por los mismos esclavos y capataces de abajo. Ahora, en Estados Unidos, como en Europa y en Am茅rica Latina, la extrema derecha es una manifestaci贸n colateral del poder social y pol铆tico que, con la frustraci贸n de sus miembros sin poder, crean una inestabilidad social que se convierte en una amenaza a los mismos intereses del poder a los que sirven. De repente, Wall Street y las corporaciones dominantes claman por la “restauraci贸n del orden”. La impredictibilidad es el segundo mayor enemigo de los inversionistas. 

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