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En la segunda ola de COVID-19, es “la deuda o la vida”

OPINIÓN de Sergio Ortiz

Las estadísticas cantan y los sanitaristas coinciden en que el país sufre la segunda ola del COVID-19. En ese marco sería capitulador y/o criminal que Argentina pague la sospechosa deuda externa con dólares que no tiene.
El 26 de marzo dejó una certeza, avalada por la mayoría de los sanitaristas e infectólogos: está la segunda ola del coronavirus. Sólo ese viernes hubo 143 muertos y casi 13.000 contagios, un aumento exponencial respecto a semanas anteriores.
Otra vez la CABA y el conurbano están a la cabeza de esos tétricos registros, con muchas provincias juntas a la par. La mirada se volvió muy preocupada sobre las camas críticas, ocupadas entre el 55 y 58 por ciento. Hay un margen para impedir un colapso de ese renglón decisivo, que marca la diferencia entre la vida y la muerte de muchos pacientes.
La gravedad no podía solucionarse con la vacunación sino atenuarse. Y algo de eso debe haber ocurrido porque ese viernes luctuoso 3.3 millones de argentinxs ya tenían la primera dosis. Aunque les falta la segunda, se puede colegir que sino se hubieran puesto esas vacunas, el saldo habría sido peor.
Como lo informó Alberto Fernández en su segunda cadena nacional, el 18 de marzo, hay demoras y limitaciones para hacerse de las vacunas. El total de lo contratado con laboratorios y organizaciones internacionales como Covax son 65 millones de dosis, pero han arribado 5 millones.
Esa cifra se engrosará con un millón de Sinopharm, de China, que la ministra Carla Vizzotti espera que aterricen en Ezeiza el miércoles 31. Luego llegarían otros dos millones de esa marca.
Las demoras llevaron a una decisión polémica, aunque acertada, de privilegiar la primera dosis en más gente antes que completar con la segunda a un contingente limitado. La medida fue consensuada en el Consejo Federal de Salud (Cofesa) con las provincias y sus ministerios; Clarinete y la escuadra mediática opositora no podrán adjudicarla a una “infectadura” del FdT.
En esa cadena nacional AF puso el dedo en la llaga: el faltante de vacunas es es el resultado del acaparamiento de las naciones ricas. Estados Unidos, con una población de 330 millones de habitantes, tiene amarrocadas 1.300 millones de dosis. Otro dato: AstraZeneca tenía ocultas en Italia 29 millones de vacunas para enviarlas a Londres, pasando por encima a la Unión Europea.
Con Donald Trump o Joe Biden, la “mayor democracia del mundo” es el peor ejemplo de inhumanidad. “Es el capitalismo y el imperialismo, estúpido”, deformo y parafraseo a Bill Clinton.

Vacunas y cuidados
La pandemia no tiene visos cercanos de finalizar, pero hay opiniones diversas sobre la segunda ola. Las pesimistas creen que puede ser peor que la primera, por las cepas más contagiosas y agresivas, como la británica o la de Manaos. También por la mencionada desigualdad de distribución global de vacunas, que pone en situación más vulnerable a naciones pobres. Estas pueden realimentar las infecciones en las capitales ricas que se creían a salvo tras su acaparamiento de esos insumos.
Otros sostienen que el Segundo Tiempo (sin copyright a Mauricio Macri) va a ser más aliviado por el avance de la vacunación y la inmunidad de rebaño.
Ese futuro más positivo demorará en llegar, porque tal inmunidad demanda un 70 por ciento de vacunados, meta lejana en el mundo y ni hablar en nuestra nación. Encima se nos vienen los primeros fríos, cuando no habitamos ambientes ventilados. El bicho se frota las antenas y quiere hacerse un banquete que le dispute el ranking de lutos a Brasil.
Es de sentido común acelerar y ampliar la campaña de vacunación. Se dijo que con las vacunas no valen las fronteras ideológicas, algo parcialmente cierto. En el fondo no lo es, porque son mercancías fabricadas por empresas cuyos capitales persiguen el lucro. Y están en países de distintos sistemas sociales y políticos, con leyes y procederes diferentes.
Hay que comprar todas las vacunas que se consigan, pero se puede confiar en que Moscú y Beijing -una capital de un país que fue socialista y otra de uno que sigue siéndolo - cumplirán sus compromisos sanitarios, económicos y políticos con Argentina. En cambio hay que desconfiar de Pfizer, estadounidense, que “ya se portó muy mal con nosotros”, según el exministro Ginés González García. Y no lo hizo sólo acá sino también en Perú y Brasil, al reclamar a los estados contrapartes que le garantizaran su impunidad ante posibles negligencias, con leyes específicas, bienes del Estado, reservas de sus bancos centrales y recursos naturales.
¿Qué bancada de diputados en el Congreso reclamó al gobierno de los Fernández que privilegiara los convenios con Pfizer? Acertó. Los macristas del PRO y sus aliados de Juntos por el Cambio.
Además de poner el hombro a las vacunas, los argentinos debemos extremar los cuidados, cosa que no se hace. Hay muchísimos malos ejemplos. Si se confirma la segunda ola, el gobierno nacional y los provinciales deberían resolver un Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio como en marzo de 2020, que duró dos meses con rigurosidad.
No es una medida stalinista, aunque fue bien empleada por China, el país que mejor luchó y venció al coronavirus. Gobiernos capitalistas de Francia, Alemania y el Reino Unido se vieron obligados a confinar a las poblaciones de sus capitales y varias provincias, ante tantos contagios y muertes.
Algo similar habrá que hacer aquí, aunque no lo quiera el oficialismo y mucho menos la oposición. Sin demagogia y con ideología, se llegó a un punto crítico donde la cuarentena de la Formosa de Gildo Insfrán es mejor ejemplo que el “Viva la Pepa” de la CABA del “Guasón” Rodríguez Larreta.

Rol del Estado
Volver al aislamiento, con variantes de plazos y zonas, es una necesidad que puede urgir a las autoridades en el corto plazo. La idea de un toque de queda nocturno de 23 horas a 6 de la mañana, que dejaron trascender desde Salud, es una sábana corta que no cubrirá la desnudez sanitaria. Las aspirinas no solucionan un cáncer y aquel toquecito contra el tránsito de noche se parece a un Geniol. No es una idea genial.
El Estado deberá tener autoridad para decisiones importantes, comprendidas y aceptadas por la población, e implementadas aunque un sector social se oponga, con la cabeza llena de rulos hechos por la runfla de Magnetto.
Otras fases de aislamiento volverían a enfriar la economía, que no está nada caliente, aunque desde Página/12 y C5N pinten una recuperación espléndida, en coincidencia con Miguel Acevedo, titular de la UIA y directivo de Aceitera General Deheza. Es uno de los exportadores, subfacturadores, no liquidadores de dólares y responsable de aumentos de precios de alimentos.
La pandemia y su oleaje han dejado en cueros al presidente Fernández, su vice CFK, el ministro Guzmán y los legisladores oficialistas y opositores que votaron el Presupuesto 2021. Este no contempló ningún Ingreso Familiar de Emergencia que al menos en 2020 se pagó tres veces a 9 millones de personas. Esta ley tiene cero IFE para 2021 cuando el COVID-19 nos está llenando otra vez los hospitales y cementerios.
Ese pago no fue incluido para que el dibujo de Presupuesto diera menos déficit fiscal, ante los ojos del establishment, la UIA y sobre todo del FMI, durante la renegociación de la deuda (ahora se le dio largas al asunto, ¿para después de las elecciones de octubre?).
¿Tanto miedo le tiene el gobierno al látigo del Fondo? Debería tener en cuenta a EE UU, que en tiempos de Trump votó una ayuda estatal para la pandemia de 1.9 billón de dólares, luego aumentado en 900.000 millones, tras la victoria de Biden. Para este año la administración demócrata aprobó un paquete similar de 1.9 billón de dólares, al margen de lo que opine el Buró de Kristalina Georgieva.
¿Por qué Argentina no puede disponer una ayuda estatal, más modesta que la del Capitolio, para amortiguar el parate económico? Claro que puede, con una condición: no seguir los consejos “made in USA”, repetidos por las clases dominantes, sus mafias mediáticas y judiciales, y la oposición colonizada y amarillenta.
El 24 de marzo pasado la vicepresidenta dijo en Las Flores “que no podemos pagar la deuda porque no tenemos plata”. En 2021 este gobierno pagará 4.000 millones de dólares al FMI y al Club de París. Eso podría amenguarse con los nuevos Derechos Especiales de Giro (DEG) que dispondría el Fondo para diversos países, por la crisis. De ellos 4.300 millones serían para Argentina. Aún sin estos dólares, aquella suma podría pagarse, pero con tremendos sacrificios de la población.
El gobierno, que reconoció la deuda macrista de 2018 como legal, trata de conseguir una forma más o menos digerible, de pagarla. Un periodista afín a Cristina, como Horacio Verbitsky, escribió ayer que con los DEG “sería posible cumplir con todos los pagos de este año, pero no los de 2022 y 2023 que llegan a la astronómica suma de 37.000 millones de dólares”.
Como el 24 de marzo fue el día de los Derechos Humanos, además de marchar presté oídos a las palabras de Hebe de Bonafini y Norita Cortiñas. Por separado, cuestionaron la deuda y los acuerdos con el FMI. Las dos Madres, de extraordinarios y diversos pañuelos blancos, fueron unánimes. Las traduzco: en la segunda ola de COVID-19, es “la deuda o la vida”.




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Sergio Ortiz




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