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¿Qué hacer después de la pandemia?

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Jorge Zavaleta Alegre. 

Las pandemias, con toda la carga que traen en contra de la vida, inducen a evaluar la función de las instituciones internacionales para prever respuestas en futuras calamidades. Este es el panorama que se percibe. Gracias a la tecnología, hoy el zoom, las instituciones dedican largas jornadas para encontrar respuestas y conocer el inmenso daño que implica al planeta el incumplimiento o violación de los acuerdos, de las leyes y que la “anomía” generalizada perjudica a todos, empezando por los más débiles.

Por ejemplo, en los EEUU, no abundan las cifras sobre la pobreza, la pobreza extrema. En la primera economía del mundo, la dimensión de las grandes fortunas se fortalecen con el conservadurismo en las decisiones políticas. En Europa, el modelo de la Monarquía se viene abajo al conocer solo algunas cifras y modalidades de sustracción del dinero público.

En este contento es saludable el despertar de los organismos internacionales. Por ejemplo, el foro sobre Objetivos de Desarrollo Sostenible en América Latina y el Caribe 2021, foro que incluye revisión de las estrategias público-privadas para la recuperación sostenible e inclusiva.

El clima de la pandemia COVID-19 ha resaltado todavía más la necesidad de fortalecer la cooperación entre múltiples actores, tanto en las respuestas de emergencia para enfrentar la crisis sanitaria como para abordar sus graves impactos económicos y sociales.

La pandemia ha profundizado los problemas estructurales de la región, incluyendo su elevada desigualdad e informalidad laboral. En el contexto de una contracción de 7.7% del PIB regional en 2020, la CEPAL estima que 2,7 millones de empresas formales habrían cerrado y la tasa de desocupación habría llegado en torno al 10,6%.

Los niveles de pobreza y pobreza extrema también aumentaron, alcanzando 33,7% (209 millones de personas) y 12,5% (78 millones de personas) respectivamente, al fin de 2020.
Los impactos económicos y sociales se diferencian entre mujeres y hombres, grupos etarios, étnicos y según el acceso a tecnologías digitales, entre otros. Debido a la segmentación laboral, los empleos de las mujeres se concentraban en aquellos sectores que enfrentaron mayor riesgo en términos de pérdida del empleo y caída de los ingresos.

Para el fin de 2020 la tasa de desocupación femenina sería del 15,2% y las mujeres se retiraron en mayor proporción del mercado laboral reflejando la mayor y desigual presión de tareas de cuidado que enfrentan.

Asimismo, la tasa ya elevada de desocupación de los jóvenes pasó del 27,3% en el segundo trimestre de 2019 al 30,8% en el mismo período de 2020.

Asimismo, la crisis ha acelerado el cambio tecnológico y profundizado las consecuencias del acceso desigual a la tecnología digital. Más de 40 millones de hogares no tienen conectividad digital, la mitad de los cuales se encuentran en los dos quintiles más pobres y más de un tercio de los países no tiene velocidad de descarga necesaria para actividades simultáneas de alto consumo.

Es un paso esperado la alianza que acaban de formalizar entre América Latina y el Caribe, de la mano de China, hacia la revolución digital, la economía verde y en políticas sociales que estén conectadas con las políticas industriales “para generar empleo y combatir la desigualdad”, según informa las Naciones Unidas desde Santiago, Chile.

-Información de El Mercurio Digital, Diario16, Time.

-Archivo de Julia Zavaleta Camerieri.

-Biblioteca del Congreso en Washington DC






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