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Almirante Faller tratado como gran amigo en el Río de la Plata

EL COMANDO SUR DEBERÍA LLAMARSE COMANDO NORTE

OPINIÓN de Sergio Ortiz

El almirante Craig Faller, jefe del Comando Sur de las Fuerzas Armadas estadounidenses, estuvo de visita en Uruguay y Argentina, donde fue recibido por el ministro de Defensa, Agustín Rossi.

Ese Comando tiene su sede en Miami, La Florida, y se autoasignó jurisdicción sobre toda América Latina, Central y el Caribe. Lo hizo sin que nadie le diera cartas en el asunto, pero ellos consideran esta región como su “patio trasero” y no tuvieron que mostrar escrituras a nadie.

Los yanquis consideran a todo el mundo como de su propiedad. Este Comando Sur es uno de los diez que tienen alrededor del globo, que monitorean a los marines y demás soldados que pueblan las mil bases militares instaladas en 130 países.

Una de esas bases es la de Guantánamo, en Cuba, usurpada mediante al Enmienda Platt, de 1901, y convertida en un puñal apuntado a la garganta de la Patria de José Martí.

Y esto no lleva a preguntar: ¿está bien que el ministro Rossi reciba al jefe del Comando que mantiene una base militar en una zona robaba a Cuba? Es algo así como que el gobierno de Miguel Díaz Canel, recibiera como un gran amigo a un almirante inglés de la autoridad máxima en las Malvinas usurpadas desde 1833. No sería una actitud muy sana para la unidad de la Patria Grande Latinoamericana que tanto se ensalzó en los discursos del presidente y la vicepresidenta argenta el reciente 2 de abril…

Hay que echar un vistazo al prontuario del almirante visitante, para saber si recibirlo como un amigo o no. La biografía publicada por la embajada de EE UU puntualiza que “el Comando Sur de los EE UU es responsable de toda la cooperación de seguridad del Departamento de Defensa en las 45 naciones y territorios de América Central y Sur, y el Mar Caribe, un área de 16 millones de millas cuadradas”.

Faller es el jefe máximo de esa maquinaria bélica, de ocupación y de invasiones (remember Cuba 1961, Santo Domingo 1965, Granada 1983, Panamá 1989, etc).

Su biografía cuenta: “como oficial de mando del destructor USS Stethem (DDG 63), se desplegó al Golfo Arábigo y participó en operaciones de interceptación marítima en apoyo de las sanciones de las Naciones Unidas contra Irak. Como comandante del Grupo de Ataque John C. Stennis/ Grupo de Ataque de portaaviones 3, se desplegó al Medio Oriente en apoyo a las operaciones New Danm (Irak) y Enduring Freedom (Afganistán). También fue Director de Operaciones (J3) del Comando Central de los EE UU”.

Al destacar esos antecedentes de las guerras contra Irak y Afganistán libradas por los reaccionarios y mentirosos gobiernos de George Bush, se los considera como distinciones. En cambio, para los pueblos del mundo amantes de la paz son la muestra de que Faller es un criminal de guerra. Ese es el tipo que hoy 8 de abril tendrá las puertas abiertas del Edificio Libertador, como si fuera un sanmartiniano, o al menos un amigo o neutral. Y no es nada de eso.


No queremos limosnas

La excusa del viaje es que el almirante realizará donaciones humanitarias en representación del Departamento de Defensa de EE UU para apoyar a Argentina en combatir la pandemia del COVID-19. Donó equipos para montar tres módicos hospitales de campaña, por un total de 3.5 millones de dólares. Poquito. Limosna.

Similar excusa esgrimió en Uruguay para justificar su paso por ese país, antes de recalar en Buenos Aires; luego llegará a Ushuaia, un lugar que les interesa mucho a los militares estadounidenses. Durante el gobierno de Mauricio Macri conversaron con el ministro Oscar “Milico” Aguad para proyectar una base militar en la zona. Obvio, disimulada con el barniz de estudios climáticos, como se estila en estos tiempos posmodernos.

Poco antes de esta visita el gobierno yanqui donó equipamiento para hacer frente a “incidentes químicos, biológicos, radiológicos y nucleares por más de 300.000 dólares”. El material fue entregado por el agregado de Defensa, Coronel Eddie Ortiz, en la escuela de cadetes de la Policía Federal Argentina. Una forma poco elegante de meter a Argentina en la lógica de que el enemigo al acecho es “el terrorismo”, detrás del cual se moverían Irán, China, Rusia y por qué no Venezuela y Cuba, a la que Donald Trump volvió a meter en la lista de patrocinadores del terrorismo y el bueno de Joe Biden aún no la sacó, como corresponde a una infamia.

Otra limosna llegó en febrero, con la donación de 22 cápsulas para el traslado de pacientes con COVID-19. Ese material fue entregado por la Encargada de Negocios MaryKay Carlson, porque el embajador Edward Prado ya se había vuelto a EE UU el 7 de enero, al día siguiente de la asunción de Biden. No debe ser muy importante el país de destino, para el imperio, si pasaron tres meses y no designó el reemplazante.


Yanquis go home

El 6 de enero pasado, cuando míster Prado estaba haciendo sus valijas, la cancillería argentina emitió un comunicado de “Enérgico rechazo de la Argentina a los ejercicios militares británicos en las Islas Malvinas”.

El gobierno argentino se quejaba de que el Reino Unido había realizado, una vez más, ejercicios militares en las Islas Malvinas. El comunicado de Felipe Solá denunciaba la participación “de soldados del Grenadiers Guards y del Scots Guards en conjunto con fuerzas de la Royal Navy de la Royal Air Force, los que forman parte del despliegue militar de ocupación ilegal del Reino Unido en las Islas Malvinas”.

Habría sido importante que Agustín Rossi cuestionara ante Faller esas maniobras pues constituyeron una grave ofensa a nuestra soberanía. Y que el almirante no se haga el desentendido porque los británicos son sus aliados y su base militar de Mount Pleasant es parte de la OTAN y, de hecho, de la jurisdicción de su Comando Sur.

Si el almirante sigue poniendo cara de “yo no fui” en el tema Malvinas habrá que recordarle que en febrero pasado un submarino nuclear bajo su jefatura ingresó en nuestros mares, cerca de Malvinas. Fue el USS Greenville (SSN 772), que realizó maniobras con dos aviones británicos en una Zona considerada de Paz y Cooperación por Naciones Unidas.

El vicealmirante Daryl Caudle, jefe del Comando de Fuerzas Submarinas del Atlántico estadounidense, a través de Twitter, justificó políticamente la incursión: “nuestras Fuerzas Submarinas dependen de alianzas y asociaciones para disuadir la agresión marítima, defender nuestros intereses nacionales y dominar el dominio submarino”.

Rossi tendría que haberle dicho que no queremos limosnas sino que respeten la soberanía argentina, en Malvinas y todo el territorio nacional; que mantengan sus manos afuera de Cuba y Venezuela. Y que China y Rusia ya eran amigas de Argentina y, vacunas mediante, hoy lo son mucho más. ¿Se atrevió el “Chivo” a tanto? No. Arrugó. “Estamos muy contentos de estar recibiendo esta ayuda, va a ser de muchísima utilidad, no sólo para Defensa sino también para Salud”, dijo, casi lamiendo la mano enguantada de Faller.




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