Ir al contenido principal

Consumismo, otra herencia del sistema esclavista

Por Jorge Majfud
 
(Versi贸n castellana de la conferencia para HowTheLightGetsIn, Institute of Art and Ideas, London, 2021)

Consumismo, otra herencia del sistema esclavista (parte I)

Estrategia y dogma

Para decretar la abolici贸n de la esclavitud tradicional en sus posesiones del Caribe, los ingleses previeron un tipo de esclavitud deseada por los nuevos esclavos. El 10 de junio de 1833, un miembro del Parliament, Rigby Watson, lo hab铆a resumido en t茅rminos muy claros: “Para hacerlos trabajar y crearles el gusto por los lujos y las comodidades, primero se les debe ense帽ar, poco a poco, a desear aquellos objetos que pueden alcanzarse mediante el trabajo. Existe un progreso que va desde la posesi贸n de lo necesario hasta el deseo de los lujos; una vez alcanzados estos lujos, se volver谩n necesidades en todas las clases sociales. Este es el tipo de progreso por el que deben pasar los negros, y este es el tipo de educaci贸n al que deben estar sujetos”. (1)

En 1885, el senador Henry Dawes de Massachusetts, reconocido como un experto en cuestiones ind铆genas, inform贸 sobre su 煤ltima visita a los territorios cheroqui que iban quedando. Seg煤n este informe, “no hab铆a una familia en toda esa naci贸n que no tuviera un hogar propio. No hab铆a pobres ni la naci贸n deb铆a un d贸lar a nadie. Los cheroquis construyeron su propia capital y sus escuelas y sus hospitales. Sin embargo, el defecto del sistema es evidente. Han llegado tan lejos como pueden, porque son due帽os de sus tierras comunales… Entre ellos no hay ego铆smo, algo que est谩 en la base de la civilizaci贸n. Hasta que este pueblo no decida aceptar que sus tierras deben ser divididas entre sus ciudadanos para que cada uno pueda poseer la tierra que cultiva, no har谩n muchos progresos…” (2)

Naturalmente, la opini贸n de los administradores del 茅xito ajeno prevalecer谩 y las tierras cheroquis ser谩n divididas y generosamente ofrecidas a sus habitantes en forma de propiedad privada. Exactamente la misma receta de privatizaciones continu贸 el Dictador Porfirio D铆az en M茅xico contra el sistema de producci贸n comunal y para copiar el 茅xito estadounidense, logrando el m茅rito de dejar sin tierras al ochenta por ciento de la poblaci贸n rural, lo que terminar铆a muchos a帽os despu茅s en la Revoluci贸n Mexicana.

En 1929, el periodista m谩s promocionado por la UFCo (y amigo de Henry Ford), Samuel Crowther, inform贸 que en Am茅rica Central “la gente trabaja s贸lo cuando se les obligaba. No est谩n acostumbrados, porque la tierra les da lo poco que necesitan… Pero el deseo por las cosas materiales es algo que debe cultivarse… Nuestra publicidad tiene el mismo efecto que en Estados Unidos y est谩 llegando a la gente com煤n, porque cuando aqu铆 se desecha una revista, la gente la recoge y sus p谩ginas publicitarias aparecen como decoraci贸n en las paredes de las chozas de paja. He visto los interiores de las caba帽as completamente cubiertos de p谩ginas de revistas estadounidenses… Todo esto est谩 teniendo su efecto en despertar el deseo de consumo en la gente” (3). Samuel Crowther consideraba al Caribe como el lago del Imperio americano, el cual proteg铆a y dirig铆a el destino de sus pa铆ses para gloria y desarrollo de todos.

La por entonces reciente derrota pol铆tica de la Confederaci贸n proesclavista se desquit贸 con varios triunfos culturales e ideol贸gicos. Todos pasaron inadvertidos. En tiempo r茅cord se levantaron cientos de monumentos a los h茅roes derrotados, se hicieron pel铆culas idealizando a los defensores de la esclavitud y las teor铆as sobre la raza superior en peligro de extinci贸n inundaron los escritorios de pol铆ticos y generales. 

Una de estas victorias secretas consisti贸 en idealizar a los amos y demonizar a los esclavos. En lenguaje moderno, los patrones y los asalariados. Por eso, por las muchas generaciones por venir, en Estados Unidos se celebrar谩 el Memorial Day (en memoria de los ca铆dos en las guerras) y el Veterans Day (en honor a los ex combatientes de esas guerras imperialistas), todo en nombre de la defensa y la libertad, una copia exacta de la ret贸rica de los esclavistas del sur que se expandieron sobre territorios indios, mexicanos y ultramarinos y crearon el nuevo imperio americano. 

El Memorial Day es un t铆tulo abstracto; el Veterans Day, algo concreto por dem谩s. Para los trabajadores no habr谩 D铆a de los Trabajadores y, mucho menos, ser谩 el primero de mayo que recordar谩 en todo el mundo la masacre de trabajadores en Chicago que, como en todo el pa铆s, reclamaban el derecho a las ocho horas laborales. Para olvidar este inconveniente, el presidente Grover Cleveland oficializar谩 el Labor Day (Dia del trabajo) en setiembre, casi en las ant铆podas de mayo, como si hubiese trabajo sin trabajadores, lo cual signific贸 otro oculto triunfo de los esclavistas derrotados en la Guerra Civil dos d茅cadas atr谩s: los negros, los pobres, los de abajo, los que trabajan, no s贸lo son holgazanes, inferiores y, al decir del futuro presidente Theodore Roosevelt, perfectamente idiotas, sino que tambi茅n son muy peligrosos. Sobre todo, por su n煤mero. Sobre todo, por esa costumbre de proponer uniones. Los amos (blancos), los de arriba, los sacrificados del champagne, son quienes crean trabajo con sus inversiones. Son quienes, cada tanto, deben ser protegidos por sus protegidos: las iglesias y los militares (en Estados Unidos con el culto al veterano de guerra que “protege nuestra libertad” y en Am茅rica Latina los militares que corrigen los errores de las democracias con sangrientas dictaduras). Para la vieja tradici贸n esclavista, para los amos de lo que el viento se llev贸, pero siempre vuelve, los verdaderos responsables del progreso, de la estabilidad, de la paz y de la civilizaci贸n son los amos de las plantaciones, los empresarios de las industrias, quienes controlan y se benefician en primer lugar del sistema dominante. Son la 茅lite del pueblo elegido y representan todo eso que los sucios y mal hablados esclavos (ahora blancos asalariados venidos de la pobre Europa) quieren destruir. 

El origen del consumismo como otra expresi贸n del esclavismo fue r谩pidamente ocultado por derrotas aparentes, como el sufrido en la Guerra civil estadounidense. Luego del trauma nazi en la admirada Alemania de Hitler, las potencias colonialistas de Noroccidente (retaguardias y garantes de transnacionales como UFCo, Standard Oil, Exxon Mobil, Chevron, BP, Shell, Nestl茅, ITT, Ford, Pepsi, etc.) abandonaron la antigua ret贸rica que justificaba sus invasiones e intervenciones por la inferioridad racial de los pa铆ses negros y mestizos. Mientras las potencias colonialistas se encontraban distra铆das con la guerra, una docena de pa铆ses latinoamericanos, desde Argentina hasta Guatemala, recuperaron sus democracias. 

Hasta que las nuevas ayudas de Washington terminen por imponer una nueva ola de dictaduras y la zanahoria del consumo se imponga sobre cualquier otra dimensi贸n humana como un acto de fe, como un dogma indiscutible. 

JM, abril 2021

Para la conferencia HowTheLightGetsIn del Institute of Art and Ideas de Londres a realizarse en mayo.

Consumismo, otra herencia del sistema esclavista (parte II)

Micropol铆tica y desmovilizaci贸n

Durante la Guerra fr铆a, las potencias noroccidentales vencedoras de la Segunda Guerra borraron de sus discursos la palabra negros y la sustituyeron por comunistas. Este enroque ling眉铆stico ten铆a la ventaja de que pod铆a ser aplicado a cualquiera y a piacere, sin importar su color de piel y, de paso, se evitaba un lenguaje inconveniente para que los imperios que no quer铆an m谩s ser llamados as铆, pudieran continuar haciendo lo mismo que hab铆an hecho en los 煤ltimos siglos. Gracias a la militarizaci贸n de los pa铆ses latinoamericanos por parte de Washington, en menos de dos d茅cadas la regi贸n frustr贸 todas sus revoluciones democr谩ticas y una decena de dictaduras fueron reinstaladas en esos pa铆ses para asegurar el “orden en el caos” (pieza ling眉铆stica heredada del per铆odo en que los indios y negros eran el problema), ahora bajo la doctrina de la Seguridad Nacional y en defensa de la libertad y la democracia. 

La nueva excusa de una lucha contra un comunismo, irrelevante en la regi贸n, se complement贸 con otro sustituto del racismo anterior: las naciones subdesarrolladas ten铆an “culturas enfermas” y “ra铆ces torcidas”. A todos aquellos que decidieron reivindicar las culturas colonizadas, como mi amigo Eduardo Galeano, se los calific贸 de “perfecto idiota latinoamericano” y se los responsabiliz贸 por el subdesarrollo de esos pa铆ses. Incluso, el repetido argumento para la vieja pr谩ctica expansionista de Estados Unidos (sobre territorios indios, mexicanos y luego ultramarinos), la repetida auto victimizaci贸n de “fuimos atacados primeros y tuvimos que defendernos” fue arrojada como otro bombardeo sobre los colonizados, como una enfermedad psicol贸gica de los otros: los subdesarrollados, los pobres est谩n como est谩n porque se victimizan. Del imperialismo y las m煤ltiples intervenciones militares y econ贸micas, de los bloqueos y las explotaciones de las poderosas corporaciones privadas, nada.

En Estados Unidos, la comunidad hispana ni siquiera pudo tener un Malcolm X. Cualquiera que se aproximara de lejos, cualquiera que pensara diferente y se atreviera a publicarlo fue demonizado como “comunista” o “antiamericano”. Los “coloridos h铆bridos”, fueron adoctrinados con discursos sobre el 茅xito, la libertad y la democracia, sin importar que la amplia mayor铆a de ellos nunca alcanz贸 ni lo uno ni lo otro, sino un rosario de dogmas ideol贸gicos y propagand铆sticos llenos de odio para sus hermanos que se quedaron en las rep煤blicas bananeras y m谩s odio a los pobres del sur, “los ilegales que quieren invadir esta gran naci贸n”.

No siempre fue as铆. Hace un siglo, en Estados Unidos hubo organizaciones como la American Anti-Imperialist League que protestaron contra las intervenciones en Cuba, Filipinas y hasta tomaron posici贸n en favor de Augusto Sandino en Nicaragua. Entre los antiimperialistas estuvieron escritores como Mark Twain, feministas como Jane Addams y hasta un millonario como Andrew Carnegie. M谩s recientemente, la guerra en Vietnam provoc贸 diversas protestas y movilizaciones, las que tuvieron alg煤n efecto, pero pronto fueron neutralizadas por las reacciones neoconservadoras, a fuerza de millones de d贸lares y una poderosa log铆stica enraizada en los grandes negocios, en varias iglesias y en el gobierno.

Ahora estos movimientos son pr谩cticamente inexistentes, a pesar de que las movilizaciones por una mayor justicia racial se han incrementado. Un factor ha sido la desmovilizaci贸n de la conciencia internacional, como la que en su momento resumi贸 el boxeador Mohammed Al铆: “¿Por qu茅 me exigen que me ponga un uniforme y vaya a tirar bombas sobre gente morena en Vietnam mientras que los negros en Louisville son tratados como perros y se les niegan los derechos humanos b谩sicos?” Por el contrario, los raperos que ahora venden rebeld铆a conveniente, rebeld铆as de coca铆na, de obscenidades t贸xicas y no paran de presumir en sus canciones que tienen muchos millones de d贸lares y que los perdedores no tienen nada. Como si todo se tratase de otra campa帽a multimillonaria de los servicios secretos, de esas que tanto abundan el pasado conocido. Ahora los movimientos antirracistas de Estados Unidos no organizan marchas ni protestas por el racismo internacional de las grandes potencias mundiales que interfieren a gusto en naciones m谩s d茅biles. Como si todo se hubiese resuelto. Este divorcio es estrat茅gico, como la fragmentaci贸n de la sociedad y del pensamiento, distra铆do en problemas de micropol铆tica. 

Nada nuevo. Poco antes de la Revoluci贸n Americana, los gobernadores lo ten铆an claro y lo escribieron en sus cartas: para evitar que negros, indios y blancos pobres continuasen peligrosamente conviviendo y trabajando juntos, se inocul贸 el odio entre las razas. As铆, los blancos pobres pudieron ver m谩s claramente el color de piel de sus vecinos y no la opresiva condici贸n social a la que pertenec铆an ambos. Se liquidaron las rebeliones de los oprimidos sustituy茅ndolas por el odio racial promovido por los de arriba. 

La otra estrategia, en este caso cuidadosamente planificada, consisti贸 en secuestrar reivindicaciones leg铆timas: en el siglo XIX Rebecca Latimer Felton, feminista, educadora y senadora por 24 horas en 1922, revindic贸 el linchamiento en masa de los negros para que no hagan caer en tentaci贸n a las doncellas blancas. En el siglo XX el publicista y manipulador de la opini贸n publica, Edward Bernays, secuestr贸 el movimiento feminista para vender m谩s cigarrillos con sus “antorchas de libertad”. M谩s recientemente, se reivindicaron y financiaron desde Washington los otrora peligrosos movimientos ind铆genas, ahora en contra de los gobiernos desobedientes como en Ecuador y Bolivia. En el resto del continente, la CIA secuestr贸 movimientos rebeldes financiando “sindicatos libres”, gremios de estudiantes opositores, libros y medios de centro izquierda, fundaron y financiaron cursos universitarios para “crear l铆deres responsables”. 

La misma estrategia de fraccionar-y-secuestrar contin煤a reproduci茅ndose hoy entre los rebeldes. Para resolver el antiguo conflicto racial se echa al olvido la injusticia internacional que, hist贸ricamente, se sustent贸 en el racismo, pero siempre sirvi贸 a intereses menos coloridos. Una parte de la ret贸rica de la supremac铆a blanca se sustituy贸 por el odio nacionalista. Las causas de la micropol铆tica (derecho a usar este o aquel ba帽o, reivindicaci贸n de una matem谩tica negra discriminada en la NASA, derecho de los homosexuales a ser soldados) suelen ser justas y necesarias, pero han perdido conciencia global, la idea del injusto marco general que incluye sus justos reclamos.

El consumismo es otra fragmentaci贸n y una reclusi贸n del pensamiento, de las emociones y los deseos en un marco estrecho que no solo impide pensar en otros pueblos que lo sufren, sino que impide cualquier cambio individual en los pueblos que supuestamente se benefician de ese t贸xico, ya que se trata de una adicci贸n anest茅sica. As铆 tambi茅n, el racismo y el clasismo internacional se reproducen en cat谩strofes olvidadas como los derramamientos de petr贸leo en pa铆ses pobres de 脕frica o de Am茅rica latina. Se reproduce en el olvido de la opini贸n p煤blica por la destrucci贸n del medioambiente debido al cambio clim谩tico, causado por las potencias mundiales y sufrido, sobre todo, por los pa铆ses pobres. Se reproduce en el odio por los desplazados de las guerras, de dictaduras amigas, de una econom铆a que descarta a los seres humanos cuando ya no le sirven. Se reproduce en el siempre conveniente odio entre los de abajo que no logran el consumo prometido por el dogma y la publicidad. 



(1) “To make them labour, and give them a taste for luxuries and comforts, they must be gradually taught to desire those objects which could be attained by human labour. There was a regular progress from the possession of necessaries to the desire of luxuries; and what once were luxuries, gradually came, among all classes and conditions of men, to be necessaries. This was the sort of progress the Negroes had to go through, and this was the sort of education to which they ought to be subject in their period of probation”

(2) “The defect of the [reservation] system was apparent. It is [socialist] Henry George’s system and under that there is no enterprise to make your home any better than that of your neighbors. There is no selfishness, which is at the bottom of civilization. Till this people will consent to give up their lands, and divide among their citizens so that each can own the land he cultivates they will not make much more progress.” 

(3) “[…] …I have seen the inside of huts completely covered by American magazines and with the timetable and folders issued by railroads. Our national advertisers would be surprised to discover how their products are known by picture and name.” “Romance and the Rise of the American Tropics.” (1929) Samuel Crowther




ARCHIVOS

Mostrar m谩s


OTRA INFORMACI脫N ES POSIBLE

Informaci贸n internacional, derechos humanos, cultura, minor铆as, mujer, infancia, ecolog铆a, ciencia y comunicaci贸n

El Mercurio (elmercuriodigital.es), editado por mercurioPress/El Mercurio de Espa帽a bajo licencia de Creative Commons
©Desde 2002 en internet
Otra informaci贸n es posible