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Segundas partes nunca fueron buenas, dice el refrán

OPINIÓN de Sergio Ortiz

La segunda ola viene con toda la furia, queriendo ser peor que la anterior. Y combatirla requiere muchos factores, entre ellos un gobierno que haga más que la vez pasada. ¿Lo harán los Fernández? Por ahora dejan dudas.

La verdad contenida en ese refrán popular es relativa. Deben haber habido muchas segundas partes que no fueron buenas y de ahí su formulación; pero también existido muchas continuidades que superaron lo inicial. Y en todo caso, para no caer en derrotismos, no olvidemos que – según ese lenguaje popular – la vida da terceras oportunidades: “la tercera es la vencida”.

En lo que parece haber coincidencia es que la segunda ola viene con una velocidad de contagio, agresividad y muertes que no se imaginaban hasta la primera semana de abril.

Ahora es imposible no verlo, cuando en una semana hay 24.000 contagios diarios y casi 300 muertes, con el Área Metropolitana de Buenos Aires al tope de esas estadísticas, tal cual ocurriera en el comienzo de la pandemia. En esos tiempos para buena parte del interior el coronavirus parecía “cosa de porteños”.

“El bicho” no tenía pensado quedarse a vivir desde la General Paz para el río; quería conocer y hacer daño en todo el país. No era algo de los porteños, como tampoco “de viejos”. Y no se pueden simplificar los contagios adjudicándoselos todos a “los jóvenes” (obvio, llamándoles la atención sobre lo peligroso de sus fiestas, legales o clandestinas, para ellos y sus familias).

Enfrentando un mal tan absoluto, la primera condición de la salud bien podría ser no mentir. No mentir con que era un “virus chino”. Con que el gobierno de Alberto Fernández disponía la cuarentena porque era “una infectadura”. Con que la vacuna rusa “era veneno”. Con que esas medidas preventivas atacaban “nuestras libertades”. Es obvio quiénes eran las agrupaciones políticas mentirosas, pero como siempre hay algún desinformado, lo reitero: Juntos por el Cambio, o sea el PRO, UCR y Coalición Cívica, con sus autoridades, referentes y bloques. Y su fuerza de tareas mediática: Clarinete, Gaceta Ganadera, Desinfobae y (Norte) América 24, que repiten esas patrañas mil veces por día.

Combatir una pandemia excede el sacrificado trabajo del personal de salud y de parte de la sociedad, porque es una batalla mundial, de los cinco continentes. Nunca más apropiada la condición de internacionalistas para cada una de las naciones que se deberían integrar en la lucha contra el COVID-19, en vez de tolerar el hegemonismo de los 10 países ricos acaparando el 75 por ciento de las vacunas.

Necesitamos una alianza internacional contra el coronavirus, una suerte de Frente Único Anti-COVID como el que convocaba la URSS en 1936 contra el nazi-fascismo.


Un gobierno que vaya a más

Es imprescindible que el gobierno de Alberto Fernández supere su buena performance de la primera ola. Si el COVID-19 fue a más, el gobierno también debe hacer más y mejor que en 2020. ¿Lo está haciendo? Por ahora, en forma cuidadosa, hay que decir que no. No está yendo a más.

Prohibir la circulación entre las 00 hora y las 6 de la mañana desde el 9 de abril hasta el 30 del mismo mes es una medida light. Y además AF no dio una batalla cultural y política por convencer a la población de la necesidad de esa disposición. Y habrá que ver si las fuerzas policiales y de seguridad, que muchas veces son represivas y de inseguridad, controlan lo suficiente y bien para lograr un acatamiento aceptable.

Muchos sanitaristas e infectólogos eran partidarios de un corte más abrupto de actividades con un confinamiento total por tres semanas. Y también una marcha atrás en lo atinente al trabajo presencial a favor del teletrabajo, que ya cuenta con una ley. Y volver a las clases virtuales como el año pasado, en rigor mejores porque hay que pagar mejores sueldos a los docentes e invertir más en conectividad, redes y equipos para las familias, sobre todo las menos pudientes.

Lamentablemente en estos dos rubros el gobierno hace seguidismo a quien marca la agenda, el de Horacio Rodríguez Larreta. Los trabajadores que tienen una sola dosis de vacuna colocada tienen que volver al trabajo presencial. Y las clases se dan en las aulas, supuestamente en burbujas y en grupos menores, cuando muchas escuelas no están en condiciones, sobre todo en el interior. Y hay docentes que ganan sueldos por debajo de la línea de pobreza de 60.000 pesos.

Las diferencias entre Fernández y Rodríguez Larreta eran por una o dos horas más de parálisis nocturna, pero ninguna cuestión de fondo. Esa mesa quedó servida para el coronavirus, que proseguirá su segunda ola sin mayores inconvenientes. Y la oposición macrista derechosa le echará la culpa de los enfermos y muertos a los Fernández, tal como viene haciéndolo, para sacar ventajas electorales en las PASO de agosto que ahora serían en septiembre y las legislativas que pasarán a noviembre.

En vez de tomar medidas contundentes para combatir la pandemia, el presidente se enoja con críticas opositoras y dice que son imbéciles y miserables. Coincido, señor presidente. Son eso y mucho peor, pero usted, debería adoptar un plan de aislamiento social, y oponerse por el vértice a Larreta y Mauricio Macri, los jefes políticos de esos imbéciles y miserables que tuitean porque el wifi es gratis.

Como la provincia de Buenos Aires ostenta el triste primer puesto de contagios y muertes, el decreto de Axel Kicillof -en línea con el nacional y su colega porteño – al menos dejó una puerta abierta para extender la prohibición de circulación. Y también para analizar la suspensión de clases presenciales, si el riesgo epidemiológico aumenta. Algo es algo, pero no van adelante sino atrás del incendio.

¿Hay fondos?

Para luchar por la salud hay que mejorar sensiblemente los salarios de médicos y enfermeros, y no con un par de bonos, y sus condiciones de trabajo. Eso demanda más personal para repartir mejor el trabajo, tener reservas para afrontar más horas en UTI y contar con nuevas camas críticas. También mejorar la infraestructura hospitalaria; la televisión mostró un hospital en provincia de Buenos Aires que se llovía todo, con equipos arruinados por el agua.

También hay que conseguir más vacunas, participando de un frente mundial para que los países ricos cesen en su acaparamiento obsceno, interviniendo al grupo Insud y fomentando una vacuna nacional.

Los sueldos de docentes y trabajadores de la educación deben aumentase, como la inversión en escuelas, en computadoras y redes para la educación a distancia. Así millones de personas no deberán llevar los chicos a la escuela, todos los días, ida y vuelta, con los contagios que eso supone.

Una cuarentena que decidan el gobierno y la sociedad, escuchando a la mayor cantidad de especialistas, médicos, maestros y gente común, supondrá un alto costo económico y financiero. Caerá el PBI o al menos no aumentará en 2021 el 5,5 por ciento que imaginó Martín Guzmán.

Un nuevo aislamiento, altamente justificado para cuidar la salud y la vida, demandará fondos porque millones de personas no podrán trabajar del modo callejero para rebuscarse el mango. Muchas empresas deberán parar y no sólo los bares, teatros y cines. Y todo eso resentirá los bajos ingresos de los eslabones más débiles de la cadena social: desocupados, trabajadores informales, cuentapropistas, jubilados que ganan la mínima y un largo etcétera que nutre al 42 por ciento de los argentinos que se tutean a diario con la pobreza.

La primera parte de la pandemia tuvo sólo tres IFE (Ingreso Familiar de Emergencia) de 10.000 pesos para 9 millones de personas y más ATP para que las empresas pagaran sueldos. Ahora no hay nada previsto, cuando hay que superar esos registros: aquella ayuda estatal, bienvenida, no alcanzó. Se debe llegar a más gente y empresas, con más ayuda y montos, pues la inflación del año pasado fue del 36,1 por ciento y la del primer trimestre de este año superó el 12 por ciento.

¿De dónde pueden salir esos fondos? Del no pago de 5.072 millones de dólares que se deberían entregar en septiembre y diciembre al FMI por el fraudulento crédito concedido a Macri. Y del no pago en mayo de 2.418 millones de dólares que reclama el Club de París.

Con eso sobraría para atender los mayores gastos e inversiones en salud y educación. Como dice el tango, “y si alguna deuda chica por ahí se me ha olvidado” se puede cargarla a cuenta de los bancos, que no son ningunos otarios y ganaron 200.000 millones de pesos en 2020.

Los fondos están, lo que falta es decisión política de meter mano allí. El segundo gobierno del general Perón fue más timorato que el primero, de 1946; su tercer gobierno, tras su fallecimiento, dejó a Isabel Perón y la Triple A entre 1974-1976, o sea un desastre; el segundo gobierno de Cristina Fernández, 2011-2015 fue menos feliz que el primero, de 2007 a 2011, y dejó la puerta abierta a la victoria de Macri.

Esas segundas partes del peronismo no fueron buenas porque retrocedieron desde la confrontación con la oligarquía hacia la línea de claudicación, pero la historia no condena. Enseña y da oportunidades para una revancha nacional y popular, en segunda instancia. Y en el peor de los casos, también dice que la tercera es la vencida, o sea la vencedora.





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