La batalla de Anual, que tuvo lugar el 22 de julio 1921 en el norte de Marruecos entre rebeldes rifeños y tropas españolas, cumple este jueves su centenario sin tener un sitio entre las celebraciones oficiales del Estado marroquí.
"Desastre de Annual" para los españoles o "Epopeya de n" para los marroquíes, la batalla terminó con la derrota estrepitosa del ejército español dirigido por el general Manuel Fernández Silvestre, frente a las tropas del líder rifeño Abdelkrim el Jatabi (1882-1963), y costó la vida a más de 11.000 soldados españoles e indígenas rifeños del bando español.
El desastre de Annual fue una grave derrota militar española en la guerra del Rif y una importante victoria para los rifeños comandados por Abd el-Krim. Se produjo entre el 22 de julio y el 9 de agosto de 1921, cerca de la localidad marroquí de Annual, situada entre Melilla y la bahía de Alhucemas.
La batalla ocasionó la muerte de alrededor de once mil quinientos miembros del ejército español, nueve mil españoles y dos mil quinientos rifeños afectos a España encuadrados en unidades indígenas, más de la mitad ejecutados tras rendirse. No se dispone de datos sobre las bajas de las fuerzas rebeldes de Abd el-Krim. Esta derrota condujo a una redefinición de la política colonial de España en la Guerra del Rif y a una crisis política que socavó los cimientos de la monarquía liberal de Alfonso XIII.
En enero de 1922, la revista ‘Blanco y Negro’ publicaba una serie de fotografías tomadas por uno de los prisioneros de Abd el-Krim en el desastre de Annual, donde dejaba constancia de la precaria vida de nuestros soldados.
Revista ‘Blanco y Negro’, 8 de enero de 1922: «Todas estas fotografías, sacadas por el capitán de Estado Mayor Sigifredo Sáinz Gutiérrez, reproducen la vida del cautiverio en aquellos días a los que alude, también, en su diario. El objetivo ha llevado a las placas las amargas escenas y, por mucha emoción que pusiéramos en el relato, nunca llegaríamos a la que provocan estas imágenes, donde se ve la miseria en que viven los pobres prisioneros con cruda realidad, justo en la inmunda corraliza donde se encerraban antes los ganados de Abd-el-Krim».
Habían pasado seis meses desde el desastre de Annual, la mayor catástrofe de la historia del Ejército español. En aquella pequeña población al noroeste de Marruecos, a tan solo 60 kilómetros de Melilla, murieron más de diez mil españoles. Sus cadáveres, muchos de ellos descuartizados con saña por las hordas indígenas marroquíes, fueron olvidados sobre el terreno para siempre. Tan desesperada fue la situación vivida después de que las tropas del general Silvestre fueran desarboladas, que algunos de nuestros soldados se mataron entre sí para hacerse con un transporte en el que huir. La mayoría cayó también en el intento.
Uno de los principales problemas a los que se tuvo que enfrentar el Gobierno español tras la tragedia fue, sin embargo, el del gran número de prisioneros que cayeron en manos de Abd-el-Krim y que continuaban en el Rif cuando se publicó este reportaje seis meses después. Una pesadilla también para las familias de estos, que habían sufrido el horror del desastre desde la Península, las terribles noticias llegadas desde Monte Arruit, después, y la desesperación de saber si sus maridos, hijos o padres regresarían con vida de Marruecos.
El problema de los prisioneros se convirtió en un asunto de primer orden para el país, sobre todo a raíz de las numerosas peticiones de socorro que le llegaban al Rey Alfonso XIII, por parte de las familias, y que la prensa recordaba en artículos tan críticos como el citado: ‘El cautiverio de Axdir: la vida de los prisioneros’. Tres páginas donde se incluían las fotografías enviadas a nuestra redacción por uno de aquellos cautivos, el mencionado capitán Sáinz, destinado a Melilla poco antes del desastre e incorporado a la columna de socorro del general Navarro. Allí fue un testigo privilegiado de la retirada y de la desdichada defensa de Monte Arruit, donde fue hecho prisionero por los rifeños.
«Los besos del sol»
En el artículo no especifica cómo consiguió hacer llegar las imágenes a ABC, siendo prisionero, pero sí que fueron las últimas en dejar constancia de aquellos días de cautiverio en los que, según cuenta el historiador Javier Ramiro de La Mata en su artículo ‘Los prisioneros españoles de Abd-el-Krim: un legado del desastre de Annual’ (Anales de Historia Contemporánea, 2002), apenas recibían alimentos, eran obligados a trabajar hasta la extenuación y eran apaleados brutalmente. «Los guardianes han extremado su rigor y ya el capitán Sáinz no dispone de la máquina fotográfica para recoger en sus placas la vida de rigor. Todo cuanto tenían de valor o lo que les proporcionaba alguna distracción han tenido que entregárselo a los rapaces guardianes. Ahora pasan las semanas incomunicados de sus familias y recluidos en la inmunda corraliza. No disponen ni de aquellas horas en que gozaban de la libertad de aquellas rocas, que les permitían recibir los besos del sol y de las brisas marinas, aunque fuera bajo vigilancia de los centinelas», apuntaba ‘Blanco y Negro’.
Melilla se convirtió durante aquellos días en un punto de encuentro de los familiares de los soldados desaparecidos o prisioneros, que buscaban información desesperadamente. Se sabía que los cautivos eran unos 700, tanto militares como civiles, que en un primer momento habían quedado repartidos por las cabilas, pero que posteriormente fueron concentrados en Axdir y en Annual, para acabar concentrados, por último, en el primer destino, que es al que hace referencia nuestro artículo y que se había sido proclamada capital de la proclamada República del Rif.
Las demandas de los familiares tuvieron el apoyo de gran parte de la opinión pública. Periódicos como ‘La Correspondencia de España’ y ‘La Libertad’, además de ABC, organizaron movilizaciones a favor del rescate de los españoles, sobre todo, cuando Abd el-Krim rebajó sus exigencias para la liberación al pago de cuatro millones de pesetas y el canje por prisioneros rifeños en poder de España. El 5 de noviembre de 1921, el primero de estos diarios publicó una emotiva carta escrita por las madres y las esposas de los cautivos en Axdir, dirigida al Gobierno, en la que se solicitaba que se pagara el rescate. Hasta los empleados del Ayuntamiento de Madrid apoyaron la propuesta.
Los héroes cautivos
A medida que se publicaban reportajes como el de ‘Blanco y Negro’, donde se mostraban las condiciones de vida de los presos, la tensión en Melilla fue en aumento. «Cuando tantos españoles sufren el infortunio del cautiverio, no es el momento de evocar si entre ellos hubo o no quien se olvidó de sus deberes. Habrá días de sobra para depurar las responsabilidades. Hoy por hoy no debemos olvidar que entre los prisioneros de Axdir hay un puñado de héroes, que en los días desgraciados de la rota sostuvieron con gran entereza del alma la dignidad nacional», aseguraba este.
En la prensa mencionan a la madre del capitán Sáinz, a una hija del teniente coronel Pérez Ortiz y a la esposa del coronel Araujo, que se reunieron con los Infantes. Y a algunos de ellos se referirá también el reportaje de ‘Blanco y Negro’. Del primero, por ejemplo, recuerda que, «cuando llegaron a Melilla noticias de la catástrofe, se prestó voluntario y marchó a Dar Drius para incorporarse a las fuerzas del heroico Primo de Rivera. Con ellas hace la retirada a Arruit y en la defensa de la posición es uno de los que más se distinguen. Una granada posterior que provocó más de treinta bajas, le hirió en la cabeza con uno de los cascos de metralla» . Y del segundo destaca que, «en la famosa retirada con las cinco compañías que quedaban del regimiento de San Fernando, organizó el servicio de seguridad de la columna y, durante aquella marcha de la muerte, lo mismo se le veía en vanguardia que a retaguardia, animando siempre con el ejemplo a sus soldados».
A la salida de la entrevista se unen a estas mujeres parte de la población melillense y recorren las calles del centro de la ciudad pidiendo el cierre de los comercios y locales de ocio que encuentran a su paso. Cerca del puerto comienzan a producirse disturbios y hasta se apedrean negocios regentados por marroquíes. Junto a esta protesta se hizo público un manifiesto dirigido a los españoles en el que se describía el sufrimiento de los prisioneros en Axdir. Después se decretó la censura de la prensa en Melilla. Un esfuerzo que no dio muchos resultados porque, hasta un año después, en enero de 1923, no se produjo la esperada liberación tras el pago de lo exigido por Abd el-Krim.