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En su nombre



La juventud, v铆ctima principal de la crisis hispano-marroqu铆

Por Carla Fibla Garc铆a-Sala (Mundo Negro)

Las crisis bilaterales entre Espa帽a y Marruecos son c铆clicas y se basan en temas recurrentes, como Sahara Occidental, sobre los que no se avanza desde hace d茅cadas. Tampoco es nuevo el uso de vidas humanas para ejercer presi贸n, pero esta vez la moneda de cambio ha sido la desesperaci贸n y pobreza de menores marroqu铆es dispuestos a jugarse la vida por muy poco.

La ciudad de Fnideq, o Castillejos, ha cambiado radicalmente desde que Marruecos cerr贸 la frontera en marzo de 2020 como medida sanitaria contra la covid-19. Cuesta recordar el bullicio, el intercambio de productos, a las mujeres cargadas con impresionantes bultos a la espalda… Son im谩genes del pasado sustituidas por la escasa actividad en la calle, los restaurantes vac铆os y la sensaci贸n de que el lugar ha ca铆do en un extra帽o letargo.

El viernes es el d铆a del rezo en el mundo musulm谩n, y cuando la situaci贸n socioecon贸mica es insostenible tambi茅n se convierte en jornada de la protesta. Es lo que ocurri贸 en Fnideq a principios de a帽o, cuando decenas de ciudadanos de todas las edades secundaron unas manifestaciones que fueron reprimidas con dureza por las fuerzas del orden marroqu铆es. La acci贸n de salir a la calle era un grito desesperado lanzado por personas que, tras un a帽o de pandemia, ya no tienen ni ahorros, ni pertenencias que vender, ni posibilidad de pedir ayuda a nadie de su entorno porque todos viven la misma situaci贸n.

El Producto Interior Bruto (PIB) espa帽ol ascendi贸 en 2020 a 1,280 billones de d贸lares, mientras que el marroqu铆 fue m谩s de 11 veces menor –113.000 millones de d贸lares–, seg煤n el Fondo Monetario Internacional. Si nos detenemos en el PIB por habitante, la diferencia es de 30.000 d贸lares frente a 3.000 al a帽o. No es la frontera m谩s desigual del mundo –la que separa Arabia Saud铆 de Yemen es mucho peor–, pero factores hist贸ricos y de cercan铆a entre ambos pueblos basados en una desproporci贸n de medios de vida tan brutal explican muchas cosas.

De izquierda a derecha, Hamza, Zakarias y Achraf, tres de los ocho miembros del colectivo Viajes de Bondad en una cafeter铆a de Fnideq. Fotograf铆a: Carla Fibla Garc铆a-Sala



Zakarias y Hamza, de 23 y 20 a帽os respectivamente, decidieron en las vacaciones de finales del a帽o pasado aprovechar la visita de Ismail El ­Majdoubi (ver MN 661, pp. 52-54), hermano de Zakarias, para ir de acampada. «All铆 encontramos a unos chicos que conoc铆an a mi hermano por Instagram. Cuando nos levantamos para ir a buscar el desayuno, nos encontramos con ni帽os descalzos y con poca ropa en pleno invierno. Estaban esperando al profesor para que abriera la escuela. Era en Jebel Zeitun, un pueblo peque帽o cerca de Tetu谩n al que solo puedes llegar tras media hora de caminata. Nos dio mucha pena ver a esos ni帽os desfavorecidos y surgi贸 la idea de buscarles ropa», explica Zakarias, vestido con una sudadera con el nombre del colectivo que crearon al regresar: Viajes de Bondad. Castillejos 75.

Tras ese contacto con la pobreza de su pa铆s, un nivel m谩s de desesperaci贸n y mucha m谩s miseria de la que habr铆an podido imaginar desde sus modestas vidas, el colectivo colg贸 una foto del lugar en Instagram y pidi贸 dinero para comprar abrigos, guantes, bufandas y botas para los ni帽os de la aldea. En pocos d铆as hab铆an recaudado 600 euros, suficiente para equipar a 50 menores y llevarles tambi茅n alimentos.

As铆 funciona el tejido asociativo m谩s primario, a golpe de instinto, en Marruecos. En las siguientes semanas, los miembros de Viajes de Bondad acudieron a otras aldeas donde reprodujeron el modus operandi. Grababan v铆deos comprando ropa, material o comida y, luego, entreg谩ndolo, como prueba inequ铆voca de que el dinero se destinaba al fin prometido. «En los otros pueblos los ni帽os ­estaban en una situaci贸n parecida, sin ropa, calzado, hambrientos… Lanz谩bamos los mensajes, contact谩bamos con ellos para comprobar sus necesidades y cuando ten铆amos todo, lo llev谩bamos», a帽ade Hamza.

Al mismo tiempo, decidieron ocuparse de los menores llegados desde muchos lugares de Marruecos que deambulaban por Fnideq, a la espera de su oportunidad para cruzar a Ceuta. «Preparamos bocadillos para los que viven en la calle. Intentamos hablar con ellos y decirles que es peligroso cruzar a nado, que el acceso a los camiones en el puerto tampoco es f谩cil», explica Zakarias.

«Haya o no coronavirus, la situaci贸n es muy mala. La gente de los pueblos vive aislada, de lo que les da la tierra y el ganado. No tienen nada. Viven con recursos m铆nimos. Cuando les vi pens茅 que estaba en otro mundo, no imagin茅 nunca que hubiera gente as铆 en mi pa铆s. No es posible vivir de este modo. Con el coronavirus las cosas han empeorado. Necesitan ayuda», contin煤a Zakarias despu茅s de que su compa帽ero comente que las redes sociales les permiten contar las cosas a un gran n煤mero de personas que luego comparten la informaci贸n en otros grupos. «Cada viernes damos el bocadillo a los chicos que tienen la intenci贸n de emigrar, les decimos que no se precipiten. Es una forma de ayudarnos entre nosotros».

Una mujer marroqu铆 transporta en un patinete un fardo de mercanc铆a en la frontera de Melilla. Fotograf铆a: David Ramos/Getty


No emigrar a toda costa

Al concretar los argumentos que utilizan para que los menores no se jueguen la vida para llegar a territorio espa帽ol, tanto Zakarias como Hamza dicen que les entienden, que pueden conectar porque ellos tambi茅n quieren emigrar. «Somos j贸venes de Castillejos, vivimos en la frontera. Aqu铆 todos tenemos la idea de ir a la otra orilla, donde hay oportunidades. Porque adem谩s, con el problema de la covid-19 todo ha salido a la luz… Al cerrarse la frontera han aparecido situaciones extremas, la gente se muere de hambre».

«Nosotros tambi茅n quer铆amos emigrar, pero cuando vimos a los chicos que han muerto cambiamos de idea y queremos hacerlo con visado. Hay que salvar a los que se quieren ir a la desesperada», contin煤a Hamza.

Llega un tercer miembro del grupo, Achraf, y asiente ante la descripci贸n que hace Zakarias de la situaci贸n de las familias de Fnideq: «La gente vive al d铆a. Al cerrarse la frontera de golpe dejaron de trabajar. Sin alternativas tuvieron que vender sus cosas para alimentar a sus hijos. La gente quiere un trabajo digno, no una ayuda puntual, necesitan algo que sustituya el trabajo que ten铆an».

Como cuenta Achraf, desde Viajes de Bondad rechazan las «bolsas b谩sicas de productos alimenticios» porque «no resuelven el problema de fondo», y esperan ser capaces de llegar a alguna organizaci贸n internacional que les permita seguir aportando su peque帽o-gran grano de arena.


Ghali, atiende a periodistas en la Audiencia Nacional. Ghali declar贸 por videoconferencia desde el hospital de Logro帽o por presuntas violaciones de derechos humanos. Fotograf铆a: Pierre-Philippe Marcou/Getty


La identidad de un enclave

Ante la pregunta de si Ceuta debe ser espa帽ola o marroqu铆, no lo dudan ni un segundo: «Espa帽ola, que se quede como est谩, porque si fuera marroqu铆, no cabr铆amos todos dentro», dice uno de ellos. «¡Que Castillejos pase a ser espa帽ola!», suelta otro entre risas.

El pasado 17 de mayo, 10.000 personas –entre ellas unos 3.000 menores– cruzaron a nado o en precarias embarcaciones la frontera. Al d铆a siguiente, el presidente espa帽ol Pedro S谩nchez acudi贸 a Ceuta para declarar que no se permitir铆a la violaci贸n de «la integridad territorial» de Espa帽a, de la frontera sur de Europa. Ni siquiera en ese momento se prioriz贸 la crisis migratoria que estaban protagonizando miles de personas marroqu铆es y subsaharianas. Ni fue lo suficientemente impactante la desorientaci贸n de los menores que, seg煤n informaron varios medios espa帽oles, hab铆an respondido a un supuesto mensaje en las redes para que aprovecharan y cruzaran al otro lado. Ni que los padres marroqu铆es, que al no poder localizar a sus hijos esperaban angustiados para confirmar que estaban bien, y sin haber podido despedirse, se ve铆an forzados a mostrar alegr铆a porque sus hijos podr铆an ahora tener un futuro.

Las relaciones entre Espa帽a y Marruecos se asientan sobre unos cimientos endebles que analistas a ambos lados del Estrecho han calificado durante las 煤ltimas semanas como de «desconfianza», «incomprensi贸n» e «incapacidad de entablar un di谩logo franco y directo», que permita avanzar en intereses comunes, cediendo ambas partes para lograr acuerdos reales. El famoso «colch贸n de intereses» que durante la crisis del islote de Perejil (2002) permiti贸 reconducir la situaci贸n, se ha convertido casi 20 a帽os despu茅s en algo mucho m谩s complejo. La relaci贸n con Marruecos, aunque a Rabat le cueste asumirlo, es multilateral porque comprende a la Uni贸n Europea. De hecho, es lo que demostr贸 el Parlamento Europeo, aprobando el 10 de junio una resoluci贸n en la que «rechaza el uso de menores no acompa帽ados como m茅todo de presi贸n». Poco despu茅s, con el apoyo de sus socios europeos, el Gobierno espa帽ol anunci贸 que se est谩 planteando incluir a Ceuta y Melilla en el espacio Schengen, lo que obligar铆a a los marroqu铆es a obtener un visado para entrar en ambos territorios.


Una disputa eterna

El motivo de «la actual crisis bilateral y pol铆tica», explicado por el ministro de Asuntos Exteriores marroqu铆 Naser Burita y por varios comunicados oficiales, es una «crisis de confianza mutua» despu茅s de que el Gobierno espa帽ol permitiera que el l铆der saharaui Brahim Ghali fuera trasladado desde Argelia a un hospital de Logro帽o para ser tratado de coronavirus debido a la gravedad de su estado. All铆 permaneci贸 hasta el 1 de junio. Desde el Ministerio de Asuntos Exteriores espa帽ol se explic贸 que las razones por las que se permiti贸 su entrada en el pa铆s fueron «humanitarias». El argumento no fue aceptado por Marruecos al recordar que la crisis existe porque siguen sin resolverse «las causas profundas» del conflicto saharaui.

La ofensiva internacional marroqu铆 para cerrar la cuesti贸n del Sahara Occidental –pendiente de descolonizaci贸n desde 1991, seg煤n la ONU– adquiri贸 una velocidad in茅dita a finales de 2020, cuando el entonces presidente estadounidense, Donald Trump, orden贸 a su embajador en Rabat que se fotografiase firmando sobre un mapa en el que EE. UU. reconoc铆a t谩citamente que el territorio en disputa forma parte de Marruecos. A partir de ese momento, ­Rabat ha potenciado el acercamiento a pa铆ses africanos dispuestos a abrir representaci贸n diplom谩tica en El Ai煤n, y ha acentuado el enfrentamiento contra pa铆ses europeos como Alemania, y Espa帽a, para exigir un cambio de postura.

Sobre la llegada masiva de personas en situaci贸n irregular a Ceuta los d铆as 17 y 18 de mayo, Espa帽a, a trav茅s de su ministra de Asuntos Exteriores, Arancha Gonz谩lez Laya, pas贸 de declarar que no le constaba «que se intentara hacer a prop贸sito», a mostrarse firme en la negativa de variar la postura de Espa帽a respecto a Sahara Occidental, de acuerdo a lo que dicta la ONU.




Amina Bargach, psiquiatra especializada en menores. Fotograf铆a: Carla Fibla Garc铆a-Sala


Moneda de cambio

Mientras ambas Administraciones intercambiaban comunicados, reiteraban sus posturas y se recordaban los intereses econ贸micos y de seguridad en juego, los menores quedaban en un segundo plano.

El 1 de junio, el Ministerio del Interior marroqu铆 asegur贸 que «la cuesti贸n de los menores marroqu铆es no acompa帽ados que se encuentran en situaci贸n irregular en determinados pa铆ses europeos est谩 definitivamente resuelta porque existe un compromiso firme de aceptar el regreso de los menores debidamente identificados». Una afirmaci贸n que no se sostiene ante los argumentos de los Gobiernos de Espa帽a y Francia, que desde hace a帽os comprueban c贸mo la burocracia marroqu铆 y la escasa colaboraci贸n consular frustra la reagrupaci贸n familiar de los menores marroqu铆es llegados a Europa.

«El sue帽o, el deseo de ir a un lugar donde se est茅 mejor sigue en ebullici贸n. Antes pasaban a Ceuta o Melilla el padre, la madre, una t铆a, la abuela, o las mujeres que trabajaban a domicilio…, pero eso acab贸», apunta Amina Bargach, psiquiatra especializada en menores de Tetu谩n. «Se ve en la cotidianidad que el deseo est谩, y la imposibilidad de realizarlo tambi茅n, la falta de perspectivas. Todo es un poco oscuro».

Bargach explica que en Marruecos se ha experimentado un cambio significativo con la pandemia. El confinamiento oblig贸 a cambiar patrones familiares y los menores tuvieron que adaptarse a estudiar en casa: «Si antes no hab铆a una garant铆a de que la ense帽anza p煤blica pudiera dar una perspectiva de futuro a estos j贸venes, ahora no sabemos lo que pasa. Las madres est谩n sobrecargadas de responsabilidades porque son las que mantienen a los ni帽os en casa».

«Al carecer de alternativas para la gente que pasaba la frontera todos los d铆as, la frustraci贸n es tremenda. Las madres sol铆an llevar la mercanc铆a, los padres ocupaban un lugar en la casa con los ni帽os, pero cuando ellas han dejado de traer la mercanc铆a para vender, se acent煤a la precariedad y los ni帽os son las primeras v铆ctimas», a帽ade Bargach refiri茅ndose en varias ocasiones a la precariedad transmitida a los menores.

A pesar de la natural solidaridad de los marroqu铆es, con acciones como la del colectivo Viajes de Bondad, Bargach se帽ala al Estado como el principal responsable de la situaci贸n. «La Administraci贸n debe encargarse de mantener la dignidad. Cuando empujamos a alguien a hacer un trabajo por una solidaridad innata a hacer el bien, no sabemos el efecto que tendr谩 sobre el otro. No me gusta participar en el fomento de esperar simplemente a que se les d茅. Estamos ante la dignidad del pobre». Y a帽ade: «El Estado debe invertir en las familias porque nadie puede hacerlo con sus hijos mejor que ellas. La familia debe ser un factor de integraci贸n social, y eso se logra mejorando las condiciones laborales. No tenemos que hacer una formaci贸n especial para que se ocupen de los ni帽os, lo que debemos hacer es darles esa confianza».


¿Futuro?

«Para pensar que el futuro existe tiene que cambiar todo. Que nos den oportunidades de trabajo a los que somos de aqu铆, porque cuando se abre una f谩brica traen a chicos de otras ciudades. Si tuvi茅semos un trabajo digno nos quedar铆amos», argumenta Zakarias. A lo que Hamza, secundado por Achraf, a帽ade, elevando el nivel de pesimismo: «No veo ning煤n futuro porque aunque estudies, solo se colocan los que tienen conocidos o poder. Si encontrase un trabajo que me garantizase una pensi贸n para cuando sea mayor, aunque sean 150 euros al mes… Con eso ser铆a feliz».



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