Las condiciones y circunstancias en que se produjo el ingreso de la mujer en el mercado del trabajo no han desmentido, sino confirmado, la discriminaci贸n de que la mujer ha sido y sigue siendo objeto en este campo.
OPINI脫N de Mirta Sofia Brey Teitelbaum-A
I. La cuesti贸n de la legalizaci贸n –o despenalizaci贸n– del aborto voluntario tiene una vertiente social que determina una diferencia importante entre las mujeres de las clases con ingresos medios y altos y las mujeres pobres. Cuando rige la prohibici贸n del aborto, las mujeres de las clases medias y altas disponen de recursos suficientes para asegurarse una atenci贸n m茅dica calificada en el mismo pa铆s o en el extranjero y, en cambio, las mujeres pobres deben conformarse con intervenciones artesanales y a veces insalubres con las consiguientes altas tasas de mortalidad. Dichas tasas de mortalidad vinculadas a la maternidad proporcionan una de las pruebas m谩s patentes de la situaci贸n particularmente desventajosa de la mujer pobre.
La UNICEF informa que tomando en cuenta todos los factores, el riesgo de morir por causas vinculadas al embarazo o al parto es por los menos 40 veces m谩s alto en los pa铆ses pobres que en los pa铆ses pr贸speros y es hasta 150 veces mayor en los pa铆ses m谩s pobres. En un documento de 2016 de la Organizaci贸n Mundial de la Salud se lee: Cada d铆a mueren en todo el mundo unas 830 mujeres por complicaciones relacionadas con el embarazo o el parto. En 2015 se estimaron unas 303 000 muertes de mujeres durante el embarazo y el parto o despu茅s de ellos. Pr谩cticamente todas estas muertes se producen en pa铆ses de ingresos bajos y la mayor铆a de ellas podr铆an haberse evitado. …El alto n煤mero de muertes maternas en algunas zonas del mundo refleja las inequidades en el acceso a los servicios de salud y subraya las diferencias entre ricos y pobres. La casi totalidad (99%) de la mortalidad materna corresponde a los pa铆ses en desarrollo: m谩s de la mitad al 脕frica subsahariana y casi un tercio a Asia Meridional. M谩s de la mitad de las muertes maternas se producen en entornos fr谩giles y contextos de crisis humanitaria. La ratio de mortalidad materna en los pa铆ses en desarrollo en 2015 era de 239 por 100 000 nacidos vivos, mientras que en los pa铆ses desarrollados era tan solo de 12 por 100 000. Hay grandes disparidades entre los pa铆ses pero tambi茅n en un mismo pa铆s y entre mujeres con ingresos altos y bajos y entre la poblaci贸n rural y la urbana. (http://www.who.int/mediacentre/factsheets/fs348/es/).
II. En el plano internacional, el tema del acoso sexual se ha visibilizado especialmente a trav茅s de las denuncias de personajes del mundo del espect谩culo que debieron someterse para poder hacer carrera y llegar al estrellato. Pero poco se habla de la infinidad de obreras y empleadas que lo sufren cotidianamente y deben soportar el acoso sexual para poder conservar su empleo. Un sondeo del Instituto Franc茅s de Opini贸n P煤blica publicado el 28 de febrero de 2018 indica que en 2014 el 20% de las mujeres en Francia sufr铆an diferentes formas de acoso sexual en el empleo, porcentaje que aument贸 al 32% en 2017 (https://viehealthy-1278.kxcdn.com/wp content/ uploads/2018/02/VieHealthy_Ifop_Harcelement_Travail_26.02.2018-1.pdf). En un documento de la OIT (Acoso sexual en el lugar de trabajo– http://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---ed_norm/---declaration/documents/publication/wcms_decl_fs_115_es.pdf) se puede leer: La OIT define el acoso sexual como un comportamiento en funci贸n del sexo, de car谩cter desagradable y ofensivo para la persona que lo sufre. Para que se trate de acoso sexual es necesaria la confluencia de ambos aspectos negativos. El acoso sexual puede presentarse de dos formas:
1) Quid Pro Quo, cuando se condiciona a la v铆ctima con la consecuci贸n de un beneficio laboral –aumento de sueldo, promoci贸n o incluso la permanencia en el empleo– para que acceda a comportamientos de connotaci贸n sexual, o;
2) ambiente laboral hostil en el que la conducta da lugar a situaciones de intimidaci贸n o humillaci贸n de la v铆ctima.
Comportamientos que se califican como acoso sexual. F铆sico: Violencia f铆sica, tocamientos, acercamientos innecesarios. Verbal: Comentarios y preguntas sobre el aspecto, el estilo de vida, la orientaci贸n sexual, llamadas de tel茅fono ofensivas. No verbales: Silbidos, gestos de connotaci贸n sexual, presentaci贸n de objetos pornogr谩ficos.
ESTAD脥STICAS CLAVES. Una encuesta publicada en Hong Kong en febrero de 2007 mostraba que cerca del 25 por ciento de los trabajadores entrevistados sufr铆a acoso sexual, de los cuales un tercio eran hombres. Entre los varones, s贸lo el 6,6 por ciento denunci贸 su situaci贸n (en comparaci贸n al 20 por ciento de las mujeres) por miedo a hacer el rid铆culo. Seg煤n un estudio publicado en 2004 en Italia, el 55,4 por ciento de las mujeres entre 14 y 59 a帽os declararon haber sido v铆ctimas de acoso sexual. Una de cada tres trabajadoras sufren intimidaciones para progresar en la profesi贸n, con el 65 por ciento de acusaciones de chantaje semanal por parte del mismo acosador, generalmente un compa帽ero o supervisor. Asimismo, el 55,6 por ciento de las mujeres que sufren intimidaci贸n sexual han presentado su dimisi贸n. En la Uni贸n Europea, entre el 40 y el 50 por ciento de las mujeres han denunciado alguna forma de acoso sexual en el lugar de trabajo. Oficina Internacional del Trabajo Declaraci贸n relativa a los Principios y Derechos Fundamentales en el Trabajo.
TRABAJAR EN LIBERTAD. Seg煤n una encuesta realizada por la Comisi贸n Australiana de Igualdad de Oportunidades en 2004, el 18 por ciento de los entrevistados de edades comprendidas entre los 18 y los 64 a帽os declararon haber sufrido acoso sexual en el lugar de trabajo. De entre ellos, el 62 por ciento sufrieron acoso f铆sico y menos del 37 por ciento quisieron denunciar los hechos. La investigaci贸n muestra que el tipo de mujer m谩s vulnerable al acoso sexual es la mujer joven, econ贸micamente dependiente, soltera o divorciada y con status de inmigrante. Respecto a los hombres, aquellos que sufren un mayor acoso son los j贸venes, homosexuales y miembros de minor铆as 茅tnicas o raciales.
El derecho al aborto y la lucha contra el acoso sexual son reivindicaciones totalmente leg铆timas de la mujer, cualquiera sea su clase social, pero que no debieran dejar entre par茅ntesis u omitir, como suele suceder, la cuesti贸n de los derechos de la mujer relacionados con las p茅simas condiciones de vida de las mujeres que trabajan, con o sin salario o directamente en condiciones de esclavitud. Porque adem谩s del acoso sexual existe la esclavitud sexual y laboral de mujeres y ni帽as. El comercio de personas, seg煤n se帽ala Naciones Unidas, constituye la tercera actividad m谩s lucrativa del mundo, despu茅s del tr谩fico de armas y el de drogas, generando miles de millones de d贸lares por a帽o. Cuatro millones de personas son retenidas anualmente para su explotaci贸n, de las cuales las mujeres y las ni帽as constituyen el 75 por ciento. La ONU (Tr谩fico de Personas. Modelos Mundiales. Oficina sobre Droga y Delito de la ONU) advierte que las redes de tr谩fico, sobre todo para prostituci贸n pero tambi茅n para la esclavitud laboral, se extienden por todo el planeta.
Pr谩cticamente ning煤n Estado permanece ajeno a la trata. Hay 127 pa铆ses de origen, 98 de tr谩nsito y 137 de destino. Entre estos 煤ltimos hay 10 con una incidencia muy alta como Estados Unidos, Alemania, Jap贸n y Holanda, entre otros. Tambi茅n incluye una veintena de Estados con una incidencia alta, entre los cuales se encuentra Espa帽a. 脕frica es sobre todo un continente emisor de personas traficadas dentro del propio continente y a Europa occidental. Nigeria es el principal pa铆s de origen de las v铆ctimas. En Asia las personas traficadas suelen permanecer en el continente. Proceden principalmente de China y la India. En Europa las v铆ctimas suelen proceder del sureste y el centro de Europa, sobre todo de Albania, Bulgaria, Lituania y Ruman铆a. Su destino m谩s frecuente es Europa Occidental. Bielorrusia, Moldavia, Rusia y Ucrania son los principales pa铆ses de origen de las v铆ctimas, que van hacia Europa Occidental y Am茅rica del Norte. Australia y Nueva Zelandia son los destinos de personas traficadas procedentes sobre todo del sureste asi谩tico. Esta calidad de vida deplorable y muchas veces dram谩tica de la mujer pobre est谩 铆ntimamente relacionada con la situaci贸n laboral de la gran mayor铆a de las mujeres que trabajan en relaci贸n de dependencia.
III. Nos referiremos, as铆 sea esquem谩ticamente, a este tema crucial de la sociedad capitalista contempor谩nea, que afecta a centenares de millones de mujeres en el mundo. Abordaremos la situaci贸n de las mujeres trabajadoras con relaci贸n a los salarios, a la jornada de trabajo, a la seguridad e higiene en el trabajo, a la seguridad social, al acceso a la educaci贸n, al tiempo libre y a la situaci贸n de las trabajadoras migrantes.
IV. La mundializaci贸n ha producido cambios en las relaciones sociales y, en particular, en las relaciones de trabajo, una de cuyas caracter铆sticas es la irrupci贸n masiva de la mujer en el mercado de trabajo. Las condiciones y circunstancias en que se produjo este ingreso en el mercado del trabajo no han desmentido, sino confirmado, la discriminaci贸n de que la mujer ha sido y sigue siendo objeto en este campo.
La mujer se incorpor贸 al mercado de trabajo por dos razones: la primera, su deseo de ser reconocida como persona y como ciudadana en una sociedad en la que tal reconocimiento depende sobre todo de la participaci贸n en el mercado de trabajo; la segunda, por la ineludible necesidad de trabajar frente al desempleo y la disminuci贸n de los ingresos de los miembros masculinos de la familia y frente a la disminuci贸n o desaparici贸n de los beneficios sociales de que gozaba la familia encabezada por el hombre, miembro activo fundamental. Pero esta incorporaci贸n se produjo en condiciones tan discriminatorias como las preexistentes, con el agravante de que la mujer fue utilizada como mano de obra de reserva para imponer la disminuci贸n de los salarios y ofrecer condiciones menos favorables a todos los trabajadores.
En efecto, las empresas buscaron disminuir sus costos de producci贸n para aumentar su competitividad en el mercado internacional. Muchas trasladaron sus sedes a pa铆ses de mano de obra de m谩s bajo precio y muy a menudo a las llamadas «zonas de elaboraci贸n para la exportaci贸n» (zonas industriales francas). Las altas tasas de desempleo funcionaron como factor de coerci贸n en la negociaci贸n en que las empresas lograron disminuir los costos salariales, con el fin, alegaron, de resultar m谩s competitivas. Las mujeres fueron quienes primero aceptaron la oferta de trabajo de 铆nfima remuneraci贸n, a tiempo parcial y sin beneficios sociales, como forma de asegurar la supervivencia familiar ante el desempleo de los hombres. Pero esta tendencia a la incorporaci贸n de las mujeres al mercado de trabajo, aun en condiciones desfavorables, se ha estancado en los 煤ltimos a帽os y aun se ha invertido.
V. Un informe de la OIT (Las mujeres en el trabajo. Tendencias en 2016) comienza as铆: A lo largo de su vida laboral, las mujeres siguen experimentando grandes dificultades para acceder a empleos decentes. S贸lo se han logrado mejoras m铆nimas desde la Cuarta Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en Beijing en 1995, por lo que existen grandes brechas que deben colmarse en la puesta en pr谩ctica de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, adoptada por las Naciones Unidas en 2015.
La desigualdad entre mujeres y hombres persiste en los mercados laborales mundiales, en lo que respecta a las oportunidades, al trato y a los resultados. En los dos 煤ltimos decenios, los notables progresos realizados por las mujeres en cuanto a los logros educativos no se han traducido en una mejora comparable de su posici贸n en el trabajo. En muchas regiones del mundo, en comparaci贸n con los hombres, las mujeres tienen m谩s probabilidades de encontrarse y permanecer en situaci贸n de desempleo, tienen menos oportunidades de participar en la fuerza de trabajo y suelen verse obligadas a aceptar empleos de peor calidad.
Los progresos realizados para superar estos obst谩culos han sido lentos, y se limitan a algunas regiones del mundo. Incluso en muchos de los pa铆ses en los que la disparidad en la participaci贸n de la fuerza de trabajo y el desempleo se ha reducido, y en los que las mujeres est谩n dejando de lado el trabajo familiar auxiliar para centrarse en el sector de los servicios, la calidad de los empleos de las mujeres sigue suscitando preocupaci贸n. El reparto desigual de las labores de cuidado y las tareas dom茅sticas no remuneradas entre las mujeres y los hombres, y entre las familias y la sociedad, es un determinante importante de las desigualdades de g茅nero en el trabajo.
En un comunicado de la CEPAL emitido el 7 de marzo de 2017 en v铆speras de la Jornada Internacional de la Mujer se puede leer: Si bien durante la 煤ltima d茅cada los indicadores del mercado de trabajo hab铆an mostrado una evoluci贸n positiva, la tasa de participaci贸n laboral femenina se ha estancado en torno al 53%.Y el 78,1% de las mujeres que est谩n ocupadas lo hacen en sectores definidos por la CEPAL como de baja productividad, lo que implica peores remuneraciones, baja cobertura de la seguridad social y menor contacto con las tecnolog铆as y la innovaci贸n. Asimismo, las tasas de desempleo de las mujeres son sistem谩ticamente mayores que las de los hombres, subraya un documento preparado por el Observatorio de Igualdad de G茅nero de Am茅rica Latina y el Caribe (OIG) de la CEPAL.
En mayo de 1953, es decir hace 64 a帽os, entr贸 en vigor el Convenio 100 de la OIT relativo a la igualdad de remuneraci贸n entre la mano de obra masculina y la mano de obra femenina por un trabajo de igual valor. Pero pese al tiempo transcurrido las diferencias salariales entre hombres y mujeres– otra de las maneras de acentuar la explotaci贸n capitalista– subsisten en todas partes. En el Prefacio del documento de la Organizaci贸n Internacional del Trabajo Informe Mundial sobre Salarios 2014/2015 Salarios y desigualdad de ingresos (http://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/---dgreports/---dcomm/---publ/documents/publication/wcms_343034.pdf) se puede leer: …el crecimiento salarial mundial en los 煤ltimos a帽os se vio impulsado por las econom铆as emergentes y las econom铆as en desarrollo, donde el salario real ha ido en aumento desde 2007, si bien el crecimiento salarial se ha desacelerado en 2013 en comparaci贸n con 2012. En las econom铆as desarrolladas, en general, los salarios permanecieron estancados en 2012 y 2013, y en varios pa铆ses se mantuvieron por debajo de su nivel en 2007 …En el clima actual, en el que la econom铆a global corre el riesgo de volver a caer en una trampa de crecimiento bajo, ser铆a deseable un mayor crecimiento salarial en los pa铆ses cuyos salarios en el pasado quedaron a la zaga del crecimiento de la productividad…En muchos pa铆ses la distribuci贸n de los salarios y del empleo remunerado ha sido un determinante fundamental de las tendencias recientes de la desigualdad. …La disparidad salarial entre mujeres y hombres, y entre nacionales y migrantes, sigue siendo importante…,
El informe muestra adem谩s que los grupos de ingresos m谩s bajos dependen excesivamente de las transferencias sociales o de ingresos procedentes del empleo independiente. En realidad, en casi todos los pa铆ses, las fuentes de ingresos son m谩s diversas en los extremos superior e inferior, que en la parte media de la distribuci贸n de la renta familiar, donde los hogares dependen en mucha mayor medida de los salarios. Ello ilustra la importancia de lograr coherencia entre las pol铆ticas salariales y la protecci贸n social, junto con la creaci贸n de empleo remunerado, para reducir la desigualdad. Por ejemplo, actualmente en Espa帽a, la diferencia salarial entre hombres y mujeres se revela en una cifra: 64,8%. Es el porcentaje del salario medio masculino que cobran las mujeres.
Uno de los factores m谩s importantes en el tama帽o de esa brecha salarial es el hecho de que, mientras solo un 7% de los hombres trabaja a tiempo parcial, esa cifra asciende al 25% entre las mujeres. Eso hace que mientras que apenas un 7,8% de los asalariados varones gana el equivalente a menos de un salario m铆nimo interprofesional, esa cifra se dispara a un 18,6% entre las mujeres. Cada vez m谩s empresas recurren a trabajadores temporarios o de tiempo parcial, a contratos por tiempo limitado, a trabajadores exteriores, subcontratan una buena parte del trabajo o recurren a otras formas de trabajo exterior a la empresa.
Antes, el trabajo temporario respond铆a a una necesidad del empleado, a una elecci贸n. Las mujeres forman parte esencial de estas “fuentes exteriores” de trabajo. Tambi茅n constituyen una parte importante de los trabajadores informales, no declarados, que no disfrutan de ning煤n beneficio social o realizan tareas por cuenta propia que no les aseguran ingresos m铆nimos para la supervivencia. En la mayor铆a de los pa铆ses industrializados la mayor participaci贸n de las mujeres en la poblaci贸n activa se explica por la generalizaci贸n de los trabajos de dedicaci贸n parcial. Una gran parte de las mujeres en empleos de dedicaci贸n parcial son madres de ni帽os peque帽os y existe una correlaci贸n entre el trabajo de dedicaci贸n parcial y la disponibilidad de guarder铆as y horarios escolares m谩s o menos extensos. Como este tipo de trabajo no entra帽a las mismas prestaciones, perspectivas de carrera y oportunidades de formaci贸n que el de dedicaci贸n plena, esto parece indicar la posible marginaci贸n de las mujeres que tienen responsabilidades familiares.
La tendencia a la flexibilizaci贸n de las pautas y pr谩cticas de trabajo, conjuntamente con el desempleo, han hecho que muchas mujeres con escasas calificaciones hayan sido empujadas al trabajo ocasional, temporal, dom茅stico o «independiente», as铆 como al trabajo a domicilio o a formas de trabajo en el sector no estructurado, como vendedoras callejeras, empleadas dom茅sticas o trabajadoras a domicilio no declaradas.
En 脕frica, Asia y Am茅rica Latina sobreviven y permiten sobrevivir a sus hijos en condiciones de pobreza o extrema pobreza, gracias a este tipo de empleos del que se benefician las grandes empresas, sus subcontratistas u otras empresas lanzadas a la explotaci贸n irrestricta de mujeres, ni帽os y minor铆as, con la protecci贸n o la tolerancia de los gobiernos y de los poderes econ贸micos.
El trabajo a domicilio tambi茅n se desarroll贸 notablemente tanto en los pa铆ses industrializados como en los menos desarrollados. Esta modalidad de trabajo que permite a las mujeres superponer una actividad asalariada al trabajo dom茅stico y est谩 remunerada muy por debajo de las normas generales para esas actividades y por debajo del salario m铆nimo. En general, obliga a realizar jornadas muy superiores a las legales, pues la modalidad de pago a destajo y la retribuci贸n insuficiente fuerzan al trabajador a tratar de producir el m谩ximo posible a fin de obtener lo necesario para su subsistencia. Por estar aislados, los trabajadores a domicilio son m谩s propensos a ser explotados, a lo cual se a帽ade que la red de agentes, contratistas y subcontratistas tambi茅n est谩 al acecho de alguna ganancia a sus expensas.
En la agricultura, la introducci贸n de nuevas tecnolog铆as como las relacionadas con la mecanizaci贸n y la biotecnolog铆a, produjo en un primer momento un aumento de la mano de obra femenina por el aumento de la superficie cultivada y la persistencia, durante cierto tiempo, de algunas tareas tradicionales que luego quedaron desplazadas. En realidad, las nuevas tecnolog铆as suplantaron la mano de obra femenina en el campo y redujeron la participaci贸n de la mujer en la llamada poblaci贸n activa agr铆cola. En general, cuando la mecanizaci贸n y las nuevas tecnolog铆as son aplicadas a la actividad rural, los hombres suelen tomar los puestos de trabajo existentes, mucho menos numerosos que los ofrecidos por el trabajo agr铆cola tradicional.
En el 脕frica al sur del S谩hara, donde la mujer hab铆a tenido generalmente una situaci贸n favorable comparada con la de otros pa铆ses subdesarrollados, seg煤n los indicadores de mortalidad, nutrici贸n y salud, gracias a su importante funci贸n en el sistema agr铆cola, la nueva tecnolog铆a agr铆cola las ha desplazado de esa funci贸n. Tambi茅n ha contribuido a deteriorar su situaci贸n la promoci贸n de los cultivos de exportaci贸n, que emplean mano de obra esencialmente masculina y el ajuste estructural. Ambos la han perjudicado al disminuir su acceso a la tierra, pues la adjudicaci贸n de tierras como consecuencia de los programas de ajuste estructural a menudo le han hecho perder sus tradicionales derechos de usufructo sobre tierras cultivables, debilitando as铆 sus posibilidades de ingresos.
La introducci贸n de derechos de propiedad individual y la reducci贸n de los derechos comunales sobre la tierra ha reducido el acceso de la mujer a recursos productivos tambi茅n en Asia meridional. Otro de los efectos de la mundializaci贸n sobre la situaci贸n y el trabajo de la mujer es la migraci贸n hacia otros pa铆ses. Seg煤n algunas fuentes, 80 millones de personas trabajaban fuera de su pa铆s en 1994 y dentro del territorio de Asia solamente, cada a帽o, unos 300.000 trabajadores transponen las fronteras de su pa铆s para trabajar en el extranjero. En 2010, seg煤n la Divisi贸n sobre poblaci贸n de las Naciones Unidas, los migrantes internacionales en el mundo eran 214 millones, la mitad de los cuales eran mujeres.
Una buena parte de dichas mujeres trabajan en el servicio dom茅stico, en peque帽as empresas o industrias de gran densidad de mano de obra y en el sector no estructurado de los servicios. En Filipinas, que es el pa铆s asi谩tico de mayor emigraci贸n, el n煤mero de mujeres que emigra supera al de sus compatriotas varones en la proporci贸n 12 a 1. Muchas de ellas quedan sometidas a una situaci贸n de verdadera esclavitud y sufren toda clase de maltratos. Entre las causas del aumento de la pobreza y de la extrema pobreza en el mundo, caracter铆stico de este per铆odo de mundializaci贸n, se encuentra la desocupaci贸n, pero tambi茅n la creaci贸n de empleos remunerados por debajo de las necesidades m铆nimas de subsistencia y la disminuci贸n o supresi贸n de los servicios sociales que eran prestados por el Estado. Las mujeres se encuentran entre las principales v铆ctimas de la pobreza, seg煤n la regla general de que, cuanto m谩s bajo en la escala social est谩n los individuos o los grupos, m谩s graves son para ellos las consecuencias de las pol铆ticas econ贸micas que se est谩n aplicando actualmente. Seg煤n la OIT, «varios estudios han demostrado que la distribuci贸n flexible del tiempo de la mujer ha sido uno de los aspectos que forman parte de la adaptaci贸n a la pobreza creciente; las mujeres han aumentado el tiempo que dedican a las actividades productivas y comunitarias, con frecuencia a expensas del trabajo en el hogar, del cuidado de la familia y de su propio tiempo libre».
En el marco de la mundializaci贸n, la contracci贸n del papel que desempe帽a el Estado en la econom铆a, particularmente la dr谩stica disminuci贸n de los gastos sociales, perjudica m谩s a las mujeres que a los hombres, porque muchos de los servicios reducidos o eliminados las ayudaban a aliviar una parte de sus tareas familiares y a hacer compatible el empleo con la maternidad. La disminuci贸n de los servicios de guarder铆a las obliga a aceptar empleos de tiempo parcial o a dejar a sus hijos al cuidado de otras mujeres de la familia, lo que aumenta la carga de estas 煤ltimas. Los recortes en los gastos de educaci贸n o de salud les obligan a tratar penosamente de reemplazar dichos servicios o a dejar a sus hijos y familiares desamparados. La privatizaci贸n de los servicios de salud obliga a las mujeres de condici贸n m谩s modesta a cuidar ellas mismas a sus enfermos. Todo eso ha aumentado significativamente la carga de trabajo de la mujer.
Como se indica en un documento de las Naciones Unidas, «hay cada vez m谩s pruebas de que al aumentar la pobreza, el desempleo y el desamparo, las pol铆ticas de ajuste estructural llegan a exacerbar la violencia contra la mujer, ya que reducen su poder econ贸mico y aumentan su carga debido a la disminuci贸n o a la p茅rdida de servicios sociales».(ONU, “Paz: Medidas para eliminar la violencia contra la mujer en la familia y en la sociedad”, informe del Secretario General a la Comisi贸n de la Condici贸n Jur铆dica y Social de la Mujer en su 38潞 per铆odo de sesiones, E/CN.6/1994/4, Nueva York, 7 al 18 de marzo de 1994, p谩rr. 54). Las mujeres est谩n, en todo el mundo, a cargo de las funciones reproductivas , que implican no s贸lo dar a luz sino tambi茅n criar, alimentar, educar, cuidar la salud y ayudar a la socializaci贸n de los hijos y realizar tareas de cuidado de otros miembros de la familia y de los bienes de la misma. Ese trabajo dom茅stico no es remunerado, no es reconocido en las estad铆sticas econ贸micas y no es tenido en cuenta para la jubilaci贸n. Por ejemplo en Espa帽a el trabajo dom茅stico no remunerado es realizado en su mayor铆a por la mujer (73%) y equivaldr铆a al 27,4% del PIB espa帽ol, seg煤n datos del Instituto Nacional de Estad铆stica. Un trabajo no remunerado y, por tanto, invisible para la econom铆a de un pa铆s, pues dicho trabajo realizado en el hogar queda fuera del c谩lculo del Producto Interior Bruto.
La incorporaci贸n masiva de la mujer al mercado de trabajo ha reducido el tiempo que dedica a esas tareas, pero ha reducido sobre todo su tiempo libre. La falta de tiempo libre obstaculiza no solamente su derecho al descanso y el esparcimiento, sino tambi茅n a la educaci贸n y a su participaci贸n en la vida cultural y cient铆fica. Cuando la mujer carece del tiempo necesario para todas las tareas de que debe hacerse cargo (acarreo de agua y de le帽a, agricultura de subsistencia, preparaci贸n de alimentos y, muy a menudo, participaci贸n en el mercado de trabajo) suele descargar una parte de ellas en sus hijas mujeres, que est谩n obligadas a abandonar la escuela.
En 1990 hab铆a en el mundo 948 millones de adultos analfabetos, encontr谩ndose las tasas m谩s altas de analfabetismo en los pa铆ses pobres y, dentro de cada pa铆s, entre los pobres, especialmente las mujeres y las ni帽as (UNESCO, 1991). Y en los que se refiere a las ni帽as, «…la creciente tendencia en muchas zonas a mantener a las ni帽as fuera de la escuela para que ayuden en las tareas de sus madres, virtualmente asegura que otra generaci贸n de mujeres crecer谩 con menores perspectivas que sus hermanos. En 脕frica por ejemplo, «es cada vez mayor el n煤mero de ni帽as que abandonan la escuela tanto primaria como secundaria o que no asisten a ella debido a la creciente pobreza», seg煤n dice la se帽ora Phoebe Asiyo, del Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer» (Jodi Jacobson, 1992). «Hoy todav铆a, el 70% de los pobres y las dos terceras partes de los analfabetos en el mundo son mujeres. Las mujeres solo ocupan el 14 % de los puestos de responsabilidad y administrativos, el 10% por ciento de las bancas parlamentarias y el 6% de los cargos de ministros...Trabajan a menudo m谩s horas que los hombres, su trabajo es sin embargo en gran parte ignorado, no reconocido y desvalorizado»… (PNUD, 1995). De este modo se encadena el c铆rculo vicioso en el que la mujer carece de la formaci贸n necesaria y debe aceptar los puestos de trabajo de menor jerarqu铆a, peor remunerados y de condiciones m谩s duras, a menudo cercanas de la esclavitud.
Zonas francas y empresas maquiladoras. Las zonas francas son creadas por los Estados en las cuales 茅stos proporcionan exoneraciones fiscales y otras ventajas a las empresas extranjeras que se instalen en ellas para fabricar productos destinados a la exportaci贸n o la fabricaci贸n de una parte de un producto o realicen el montaje de piezas provenientes de otros pa铆ses (maquiladoras). Estas 煤ltimas tambi茅n existen en gran n煤mero fuera de las zonas francas como parte de la fragmentaci贸n del proceso productivo a escala mundial con miras a abaratar los costos de producci贸n, en primer lugar el costo de la mano de obra. A mediados del decenio de 1980 hab铆a unas 176 zonas francas en 47 pa铆ses perif茅ricos, donde las sociedades transnacionales empleaban 1.300.000 personas y 600.000 m谩s en sitios similares a las zonas francas.
Veinte a帽os m谩s tarde se estimaba que en el mundo hab铆a 2000 zonas francas que empleaban a 27 millones de trabajadores, en 2006 eran unas 3.500 repartidas entre 130 pa铆ses –perif茅ricos y centrales– con 66 millones de trabajadores, la mayor铆a mujeres. El denominador com煤n de las zonas francas y las maquiladoras es el desconocimiento de los derechos laborales en materia de salarios, de jornada de trabajo, de seguridad e higiene, etc. Y la prohibici贸n de la organizaci贸n sindical. Cualquier intento en ese sentido es duramente reprimido.
En 2015 escrib铆amos: La frontera de M茅xico con Estados Unidos, que tiene una longitud aproximada de 3.185 kil贸metros es sumamente permeable, legal e ilegalmente. Del lado mexicano de la frontera las “maquiladoras” en n煤mero de aproximadamente 3000, forman parte de cadenas binacionales de producci贸n: importan componentes y materias primas de Estados Unidos, que las/os trabajadoras/os mexicanas/os se encargan de ensamblar por salarios unas diez veces inferiores a los de Estados Unidos y una vez terminados son reexportados al otro lado de la frontera. Por ejemplo en Ciudad Ju谩rez (los asesinados por a帽o se cuentan por miles), fronteriza con la ciudad de El Paso de los Estados Unidos, muchas mujeres trabajan en las “maquiladoras” en condiciones laborales penosas (salarios 铆nfimos y horarios prolongados) con el agravante de la inseguridad: viajan al trabajo de madrugada, en parte en 贸mnibus y en parte a pie, caminando en zonas pr谩cticamente des茅rticas cuando todav铆a no hay luz de d铆a y vuelven a sus domicilios ya de noche en las mismas condiciones. Algunas de ellas son atacadas y desaparecen. A veces se encuentran sus cad谩veres y a veces no. (Pobre M茅xico, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos https://www.alainet.org/es/active/79762). El 80% de los trabajadores en la industria textil y del vestido son mujeres j贸venes de entre 18 y 24 a帽os. La mayor铆a de ellas trabaja en p茅simas condiciones, con bajos salarios, horarios prolongados y condiciones de seguridad pr谩cticamente inexistentes.
Y eso ocurre en pa铆ses de todos los continentes. El 25 de marzo de 1911 murieron 146 mujeres y 76 resultaron heridas en el incendio de la f谩brica de camisas Triangle Shirtwaist de New York. Murieron por asfixia, quemadas vivas o porque se arrojaron por las ventanas para escapar al incendio. La tragedia adquiri贸 esa magnitud porque hab铆a salidas clausuradas a fin de que los patrones pudieran controlar mejor a las trabajadoras. M谩s de 100 a帽os despu茅s las condiciones laborales de las mujeres de la industria textil y del vestido no parece haber cambiado demasiado en varias partes del mundo. Esto qued贸 en evidencia el 24 de abril de 2013, luego del derrumbe de la f谩brica textil de Rana Plaza en Bangladesh, que tuvo como resultado 1.134 muertes, en su gran mayor铆a mujeres.
Tambi茅n, como un siglo antes en Nueva York, las v铆ctimas fueron tan numerosas porque varias salidas estaban clausuradas para mejor control patronal de las trabajadoras. Unos d铆as despu茅s un incendio en otro taller textil caus贸 8 muertes y en noviembre de 2012 otro incendio en un taller de confecci贸n de ropa, tambi茅n en Bangladesh, hab铆a causado 111 muertes. En los 煤ltimos a帽os hubo en Bangladesh un total de 1700 muertos en accidentes similares. En otros sectores industriales la situaci贸n es semejante. Hay una especie de escala o “ranking” mundial de la explotaci贸n de las trabajadoras. Entre las m谩s explotadas est谩n las de varios pa铆ses asi谩ticos, africanos y de Am茅rica Latina, Am茅rica Central y el Caribe.
VI. La mujer trabajadora en Europa. En febrero de 2007 la Confederaci贸n Sindical Internacional (CSI) public贸 un Informe sobre Las normas fundamentales del trabajo reconocidas internacionalmente en la Uni贸n Europea, donde se analizaba la situaci贸n en este aspecto pa铆s por pa铆s. Entre otras cosas, en el Informe se dec铆a: Todos los Estados miembros de la UE han ratificado los dos convenios fundamentales de la OIT sobre trabajo forzoso. Con todo, la trata de personas, esencialmente mujeres y ni帽as para destinarlas a trabajos forzosos y a la explotaci贸n sexual, es un problema en cierta medida en pr谩cticamente todos los pa铆ses.
En algunos Estados miembros, los presos est谩n obligados a trabajar para empresas privadas. En las Conclusiones del Informe se puede leer: En los Estados miembros de la UE sigue habiendo una profunda brecha entre la legislaci贸n y la pr谩ctica con respecto a la igualdad entre hombres y mujeres. En Europa las mujeres ganan hasta un 40 por ciento menos que sus colegas masculinos, registran 铆ndices de desempleo m谩s elevados y est谩n escasamente representadas en los cargos directivos.
La discriminaci贸n econ贸mica que sufre la mujer es particularmente grave en algunos de los Estados miembros de Europa Oriental, donde las diferencias salariales en el sector p煤blico muchas veces son incluso mayores a las del sector privado. En cualquier caso, la importante concentraci贸n de mujeres en puestos de trabajo a tiempo parcial y en el sector de servicios tambi茅n ha cambiado de manera desfavorable la situaci贸n de las mujeres en algunos pa铆ses de Europa Occidental. La discriminaci贸n de que son v铆ctimas las minor铆as 茅tnicas, particularmente la comunidad roman铆, es objeto de profunda preocupaci贸n. El desempleo es muy superior entre los roman铆es en relaci贸n con otros grupos de distintos or铆genes 茅tnicos. En muchos pa铆ses, el acoso sexual sigue siendo un problema.
VII. En cuanto a los convenios internacionales de trabajo de la OIT, las medidas de protecci贸n para las mujeres en el empleo han sido en algunos casos derogadas, alegando que son un obst谩culo para la igualdad de trato y de oportunidades para las mujeres en el empleo. Lo mismo ha ocurrido –y sigue ocurriendo– en muchas legislaciones nacionales.
Se dice que la prohibici贸n del empleo de mujeres en ciertos trabajos les cierra oportunidades, o que las diferentes condiciones a que tienen derecho, en algunos casos, las hace m谩s onerosas como mano de obra o les resta rendimiento en el trabajo, lo cual conduce a su discriminaci贸n. Lo que est谩 en tela de juicio, en principio, no son las normas de protecci贸n de la maternidad, que todos parecen considerar necesarias, (aunque el Convenio 103 de Protecci贸n de la maternidad fue modificado por el 183 en el sentido de flexibilizar su aplicaci贸n) sino las que abarcan a todas las mujeres como tales o a aqu茅llas en edad f茅rtil.
Se dice que el hecho de que las mujeres se concentren en las industrias tradicionalmente femeninas y en actividades poco calificadas, impide que sus salarios sean elevados, obstaculiza sus posibilidades de ascenso y las expone al desempleo. En los hechos, como lo hemos visto, en las industrias que tradicionalmente emplean de preferencia mano de obra femenina las remuneraciones son menos elevadas, no porque requieran menos calificaci贸n, sino porque los empleadores se valen de la desvalorizaci贸n social de la mujer (pues ella misma, a menudo, es no s贸lo receptora, sino tambi茅n difusora de las nociones culturales desvalorizantes) y se aprovechan de sus calificaciones sin una contraprestaci贸n adecuada. Por supuesto, los empleadores alegan generalmente que el mayor ausentismo de las mujeres debido a sus obligaciones familiares, la prohibici贸n del trabajo nocturno, la obligaci贸n de instalar guarder铆as o servicios independientes, la licencia por maternidad o las protecciones que se les deben durante la maternidad y la lactancia, las hacen menos rentables como trabajadoras.
Bas谩ndose en que la legislaci贸n de protecci贸n de las mujeres promueve la discriminaci贸n contra ellas, uno de los primeros pa铆ses que derog贸 toda legislaci贸n en ese sentido fue Estados Unidos, donde no existen actualmente reglamentos u otras medidas legales con respecto al horario de trabajo, ni limitaciones a las ocupaciones o al trabajo nocturno de las mujeres, ni requisitos sobre servicios especiales 煤nicamente para mujeres.
En Australia, una ley de discriminaci贸n sexual de 1984 tuvo el efecto de invalidar las leyes estatales para la protecci贸n especial de las mujeres. En Nueva Zelandia se han derogado disposiciones especiales relativas al horario de trabajo de las mujeres en f谩bricas y las que prohib铆an a 茅stas trabajar con plomo. En cambio, se han extendido a todos los trabajadores las disposiciones relativas a los as铆entos y a las pausas de descanso, que antes exist铆an s贸lo para las mujeres. Esta 煤ltima medida que extiende los beneficios de una ley a los hombres aparece como excepcional frente a la corriente general de limitar la protecci贸n de los trabajadores.
En 1976, la Directiva 76/207/EEC de la Comunidad Europea, sobre la aplicaci贸n del principio de igualdad de trato entre hombres y mujeres, condujo a una revisi贸n, cuando no a la supresi贸n, de las diversas medidas de protecci贸n de la mujer en el trabajo que existen en los Estados miembros de la Uni贸n Europea, en materia de trabajo nocturno, manipulaci贸n de pesos m谩ximos autorizados, trabajos con materiales conteniendo plomo, etc.). En base a esta Directiva, la Comisi贸n Europea impuso a Francia en 1999 una multa de 900.000 francos diarios a partir del 30/11/2000 hasta que aboliera la prohibici贸n legal del trabajo nocturno de las mujeres. As铆 fue como Francia aboli贸 totalmente dicha prohibici贸n en mayo de 2001. En B茅lgica fue revocada la prohibici贸n de actividades que entra帽en exposici贸n a compuestos de plomo o el levantamiento de cargas pesadas. En Grecia, las disposiciones por las que se conced铆a a las mujeres una protecci贸n especial han sido suprimidas de la legislaci贸n sobre la conservaci贸n y lubrificaci贸n de la maquinaria y el mantenimiento de las calderas, sobre los talleres de carpinter铆a y la preparaci贸n y utilizaci贸n de pinturas a base de plomo y sobre actividades en diversas industrias. Irlanda ha revocado las restricciones sobre el empleo de mujeres en actividades industriales durante los fines de semana y sobre el empleo de las mujeres en trabajos subterr谩neos en algunas actividades no manuales. Los Pa铆ses Bajos han sustituido las disposiciones relativas a los servicios de aseo que hac铆an distinci贸n entre hombres y mujeres. El Reino Unido ha revisado la legislaci贸n de protecci贸n con respecto al empleo subterr谩neo de mujeres en minas y canteras, al horario de trabajo y a la manipulaci贸n manual de objetos pesados. Espa帽a est谩 sustituyendo la legislaci贸n de protecci贸n por una legislaci贸n igual para ambos sexos.
Las organizaciones de trabajadores se han pronunciado reiteradamente por el mantenimiento de las medidas de protecci贸n de las mujeres y por la extensi贸n de las mismas a los hombres. Se opusieron a toda derogaci贸n de las medidas especiales de protecci贸n de las mujeres en el trabajo en virtud de que exist铆an diferencias biol贸gicas que justificaban dichas medidas especiales y que, adem谩s, la divisi贸n tradicional de funciones entre los sexos segu铆a existiendo en la sociedad actual, sometiendo a millones de trabajadoras a la doble carga de dedicarse a una actividad remunerada y, al mismo tiempo, ocuparse de los quehaceres dom茅sticos y de la familia. Debido a que los trabajadores estaban experimentando cambios en las condiciones de trabajo, a causa del aumento de la intensidad y el ritmo de trabajo, de las nuevas tecnolog铆as, al ruido, a las sustancias peligrosas, etc., opinaron que era necesario aumentar de forma general la protecci贸n en vez de debilitarla.
Los organismos gubernamentales y las organizaciones de empleadores, por el contrario, opinaron que las medidas de protecci贸n no se justificaban. La Comisi贸n Europea, despu茅s de estudiar la legislaci贸n de protecci贸n de las mujeres en los Estados miembros de la Uni贸n Europea, expuso, entre otras, las siguientes conclusiones: «...con el paso del tiempo resulta claro que muchas medidas de protecci贸n pueden ahora criticarse dado que son an贸malas o inadecuadas porque han perdido su justificaci贸n original....por ejemplo, el trabajo arduo o las tareas que implican el levantamiento de cargas pesadas pueden ser prohibidos a todas las mujeres debido a que, en general, las mujeres suelen ser f铆sicamente m谩s d茅biles que los hombres; se proh铆be a las mujeres trabajar con ciertas sustancias que pueden ser peligrosas para la reproducci贸n mientras que no se tienen en cuenta los casos particulares ni los peligros para las funciones reproductoras de ambos sexos y, algunas mujeres, pero no todas, y en ciertos sectores 煤nicamente, reciben una protecci贸n especial contra el trabajo nocturno… en consecuencia, la Comisi贸n opina que la legislaci贸n de protecci贸n deber铆a, en principio, ser la misma para ambos sexos y para todos los sectores profesionales.»
Resulta bien claro que la Comisi贸n Europea esgrimi贸 argumentos que ser铆an v谩lidos si propusiera la extensi贸n de las medidas de protecci贸n a los hombres, pero que su ambigua conclusi贸n («la legislaci贸n deber铆a ser la misma») est谩 concebida para abrir el paso a modificaciones legislativas que no ampl铆en sino que restrinjan la protecci贸n. En los hechos, es esto lo que han estado haciendo la mayor铆a de los Estados miembros de la Uni贸n Europea, dentro de su plan de liberalizaci贸n de las normas que rigen el trabajo estructurado. Particularmente afectados han sido los horarios de trabajo, los per铆odos y d铆as de descanso obligatorio y el tiempo libre, pues los trabajadores est谩n siendo obligados cada vez m谩s a permanecer a disposici贸n de los empleadores en cualquier momento; el trabajo nocturno de las mujeres y la prolongaci贸n de los horarios nocturnos sin remuneraci贸n compensatoria; las normas que exclu铆an a las mujeres de trabajos pesados, arduos o malsanos, porque su derogaci贸n lleva a muchas mujeres a asumir cargas de trabajo antes reservadas a los hombres (como en el trabajo subterr谩neo), pese a la intensidad del esfuerzo requerido. Tambi茅n han sido gravemente afectados los salarios m铆nimos, la edad de la jubilaci贸n de las mujeres y todas las prestaciones sociales, incluyendo las de maternidad. Todo esto se realiza invocando una pretendida «racionalizaci贸n» que consiste en eliminar puestos de trabajo y a menudo descargar en un solo trabajador las tareas que antes realizaban varios.
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