Ir al contenido principal

Quiero expandir la bendici贸n de la esclavitud al mundo

POR Jorge Majfud



Hazlehurst, Mississippi. 11
de setiembre de 1858—El senador y exgobernador de Mississippi, Albert Gallatin Brown, en un aplaudido discurso proclama: “Quiero poner un pie en Am茅rica Central, por las razones ya repetidas varias veces. Quiero Cuba, y todos saben que, antes o despu茅s, ser谩 nuestra. Si la comegusanos de Espa帽a la cede por un precio razonable, mejor. Si no, igual la tomaremos. Quiero Tamaulipas, Potos铆, y uno o dos estados m谩s de M茅xico… Y los quiero por la misma raz贸n: para que la esclavitud se expanda por todo el continente… S铆, quiero todos esos pa铆ses para que podamos expandir la esclavitud. Quiero expandir la bendici贸n de la esclavitud a todos los rincones del mundo, como expandimos la religi贸n del Se帽or… No quisiera imponerles nada, sino convencerlos, como convencemos a los dem谩s de las bendiciones de los Evangelios. Claro que s茅 que es una tierra de rebeldes y que no van a aceptar ni a recibir nuestra bendici贸n tan f谩cilmente…”

Mientras los estados del Sur contin煤an expandiendo el sistema eslavista, en mayo la revista United States Democratic Review de Nueva York, en su art铆culo “El destino de M茅xico”, asegura que: “Muchos pa铆ses nos acusan de insistir demasiado sobre eso del Destino manifiesto. En esto tienen raz贸n. Nosotros sentimos la mano de Dios sobre nosotros… M茅xico comenz贸 su historia con todo a su favor, excepto una: su gente no era blanca, no eran cauc谩sicos… Ten铆an una mala mezcla de sangre espa帽ola, ind铆gena y negra. Gente de este tipo no sabe c贸mo ser libre y nunca lo sabr谩 hasta que sea educada por la Democracia americana, por la cual el amo gobernar谩 sobre ellos hasta que un d铆a ellos aprendan c贸mo gobernarse solos… M茅xico no se puede gobernar a s铆 mismo. Pero ha llegado el tiempo por el cual la Providencia nos obliga a tomar posesi贸n de ese pa铆s… No vamos a tomar M茅xico por nuestro propio inter茅s, lo cual ser铆a una broma imposible de creer. No, vamos a tomar M茅xico por su propio beneficio, para ayudar a los ocho millones de pobres mexicanos que sufren por el despotismo, la anarqu铆a y la barbarie”.

El presidente, los senadores y los empresarios saben que Estados Unidos necesita acortar los seis meses de transito que necesita un barco para ir de la costa este a la costa oeste por el estrecho de Magallanes. Por Nicaragua o por Panam谩 podr铆an hacerlo en menos de un mes. Pero Inglaterra tiene necesidades similares y amenaza con establecerse en Am茅rica Central. El senador Albert Brown de Mississippi considera esta presencia inaceptable: “Si queremos Am茅rica Central, la forma m谩s barata y r谩pida es ir y tomarla, y si Francia o Inglaterra interfieren, le leeremos la doctrina Monroe y punto”.

No s贸lo la necesidad de ser ofendidos para luego reclamar un castigo por las ofensas recibidas ha sido un arma psicol贸gica, pol铆tica y preb茅lica del nuevo pa铆s, del nuevo imperio anglosaj贸n, sino tambi茅n de Gran Breta帽a. Ante la arrogancia de Estados Unidos sobre su derecho a decidir el destino de las Am茅ricas, su ministro de relaciones exteriores, Lord Clarendon, cuatro a帽os atr谩s hab铆a dicho que los estadounidenses eran “una naci贸n de piratas”. La historia ser铆a divertida si no fuese tr谩gica. El primer ministro Palmerston, hab铆a estado de acuerdo y se hab铆a burlado con acento de ingl茅s americano de la pretensi贸n de ser “la naci贸n m谩s grande del mundo”. En un memor谩ndum del 10 de setiembre de 1854, Lord Clarendon hab铆a observado que “no habr谩 ni un solo pa铆s que alg煤n d铆a no sea expuesto a la arrogancia de Estados Unidos… y un d铆a volver谩 a todas las naciones del mundo contra ellos”.

Pero no era solo arrogancia lo que hab铆a definido al nuevo imperio sino un profundo fanatismo racial y religioso que lo llevar谩, como a cualquier pueblo fan谩tico, a lograr grandes cosas mientras, por ser el ganador, ser谩 representado por propios y ajenos no como resultado del fanatismo sino del sentido com煤n y pragm谩tico de una raza, primero, y de una cultura superior, despu茅s. El representante de Missouri, Thomas L. Anderson, en 1859 se hab铆a sumado al debate expansionista sobre el Caribe y Am茅rica Central. Como la mayor铆a, no quer铆a ni imaginar la posibilidad de mezclar la superior raza anglosajona con la de idiotas negros y mestizos del sur, pero aun as铆 persist铆a la necesidad de controlar el 谩rea por razones geopol铆ticas y de tr谩nsito comercial entre el Atl谩ntico y el Pacifico. Aunque m谩s improbable que en el caso de los territorios arrancados a M茅xico, todav铆a quedaba la posibilidad de que “ola tras ola de inmigrantes” mejoren Am茅rica Central hasta que “sus supersticiones, su ignorancia y su anarqu铆a sea reemplazada por la paz, el conocimiento, el cristianismo y por nuestras instituciones nacidas en el Cielo”.

Del libro La frontera salvaje. 200 a帽os de fanatismo anglosaj贸n en Am茅rica latina.





ARCHIVOS

Mostrar m谩s


OTRA INFORMACI脫N ES POSIBLE

Informaci贸n internacional, derechos humanos, cultura, minor铆as, mujer, infancia, ecolog铆a, ciencia y comunicaci贸n

El Mercurio (elmercuriodigital.es), editado por mercurioPress/El Mercurio de Espa帽a bajo licencia de Creative Commons
©Desde 2002 en internet
Otra informaci贸n es posible