OPINI脫N de Ilka Oliva Corado
Despu茅s del cerco la patria se convierte en a帽oranza perenne. Lo saben los indocumentados m谩s que nadie. Se convierte en esa carta vieja de papel roto por tanto doblarse y desdoblarse. Est谩 en el recuerdo de los d铆as de lluvia, de la milpa creciendo, de las flores de chipil铆n frescas y del aroma a caf茅 cocido en olla de barro. La niebla de la tierra que se dej贸 al otro lado del cerco atraviesa las fronteras y se cuela por las rendijas de las ventanas de los rascacielos donde trabajan limpiando los ba帽os y los pisos las generaciones que tuvieron que emigrar porque en la tierra de uno, no encontraron m谩s que violencia y hambre; fueron echadas al olvido y obligadas a emigrar en masa.
Las hojas tiernas de los guayabos rojos se aparecen titilando entre la quemaz贸n del medio d铆a en los surcos de cultivo donde trabajan en cuadrillas miles de indocumentados, sue帽an con el agua fresca del r铆o y con la sombra de los tamarindos; la patria entonces es un delirio. La sienten los hombros de los alba帽iles que cargan los bultos en las grandes construcciones, porque el indocumentado siempre es el 煤ltimo, el que carga m谩s, el que trabaja m谩s horas, el que recibe menos paga, el que siempre dice s铆, el que nunca puede decir no; ah铆 duele la patria en la herida del alma.
Duele en las manos de las mujeres que limpian casas, en la artritis de los huesos, en los brazos de las ni帽eras que cobijan ni帽os ajenos mientras los propios se quedaron en la tierra lejana a cuidado de los abuelos o de las t铆as; la patria entonces es un vac铆o insondable. Duele en las despedidas que no se pudieron dar, en las noticias que llegan de los decesos de los seres queridos, en los abrazos postergados, en las promesas, en los planes a futuro, en la necesidad del reencuentro, en los adioses definitivos cuando se enciende un cirio y se reza en la lejan铆a por el descanso del alma de quien muri贸; ah铆 en el bullicio de una habitaci贸n plagada de indocumentados.
Duele en el reclamo de los hijos que exigen desde el otro lado del cerco, el cobijo y la compa帽铆a. Duele en los pies ampollados y la piel reventada de los que han caminado durante d铆as huyendo del hambre y la exclusi贸n, buscando en otras tierras un respiro. Duele en el pubis tierno de las ni帽as mancilladas que fueron carne de ca帽贸n en el camino espinado donde transitan los migrantes indocumentados en las carreras despavoridas en otros suelos donde son vistos como despojos; entonces la patria es una herida en carne viva y un trauma de por vida.
La patria que excluye, que violenta, que mata de hambre, que desaparece, que escupe, que humilla, que obliga a emigrar. Que separa familias. Es la patria que duele, el pedacito de tierra de uno que va anclada al pecho, que emerge entre los poros, que palpita sin cansancio en el coraz贸n herido, que se curte en la piel, que se a帽eja en el cansancio de los a帽os y a la que desean volver un d铆a, es la patria mal agradecida que recibe millones de d贸lares en remesas de los hijos que oblig贸 a migrar y que jam谩s la olvidan: es la patria del indocumentado y para amarla as铆 hay que tener las agallas de saltar al otro lado del cerco, ¡no cualquiera!
Ilka Oliva Corado