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Mismo rumbo, con retoques y algunas caras nuevas, viejas

OPINIÓN de Sergio Ortiz





ERA AJUSTE NOMÁS

Es lógico que a los perdedores de una elección les cueste admitir la derrota, sobre todo si fue tan dura y relativamente inesperada como la sufrida por el peronismo el domingo 12 en las PASO.

Incluso quienes no fueron candidatos, pero alimentaron esa campaña, como Horacio Verbitsky, en su nota “Cartas”, empieza hablando del “resultado electoral del domingo” en forma eufemística y recién en la parte final da en la tecla, “sopapo”. Quizás él también estaba un poco groggy y confundido.

La vicepresidenta demoró cuatro días en dar su opinión en forma de Carta pública. Fue el jueves 16 y antes tuvo una reunión, pedida con ella, con el presidente, el martes a la noche. Como no tuvo noticias del presidente antes ni después, sino solo operaciones de prensa de su círculo, ella optó por sacar esa declaración muy reveladora. No es para ponerle un 10, como hace el mencionado HV, pero sí es interesante por señalamientos que hace la vicepresidenta sobre la crisis que vive su gobierno, en relación al comicio, antes y después.

Una primera conclusión, hecha desde la izquierda, en relación a cómo están digiriendo este mal trago los dirigentes del Frente de Todos es que se acabaron las orgánicas. En ellas, el partido o movimiento se reunía, discutían los dirigentes y votaban una determinada posición. Sigue siendo el mejor método político, que la izquierda llama “centralismo democrático”. El peronismo siempre fue caudillista. Y ahora bicéfalo, pero caudillista al fin. Cada jefe hace su balance y sale con su verdad, lo que opinen los demás dirigentes del espacio se verá luego de hechos consumados.

En descargo de Cristina hay que decir que al 90 por ciento de sus dirigidos les encanta ese sistema, del dedo de la Jefa, que siempre tiene razón, es una estadista mundial, única, extraordinaria, etc. La derecha macrista la insulta por todos los medios y la quiere ver presa hace años. Y los suyos la idealizan como una nueva y superior Eva Perón. 

Cristina no es ni una cosa ni la otra. Es una política muy inteligente y con experiencia de dos gobiernos representativos del capitalismo fifty-fifty como ella definió, o capitalismo productivo o inclusivo. O “ponele quieras, che”, diría en su estilo canchero de groncha peronista, pero vive en Recoleta igual que Esmeralda Mitre. Ambas se quejan de la nueva vecina, María Eugenia Vidal, cuyo ADN coincide mucho más con la mayoría del vecindario gorila de Uruguay y Arenales.

ES LA ECONOMÍA, ESTÚPIDO

De la Carta sobresale una verdad de Perogrullo: la derrota vino de la mano del ajuste que venía realizando el gobierno que ella co-preside. El ajuste empezó por lo menos a mitad del 2020 cuando acordaron con BlackRock. Llevaba más de un año, causando daño en la vida de las mayorías populares, tanto en sus ingresos (salarios, jubilaciones, AUH, Potenciar Trabajo, etc) como en el costo de la vida. Esto por la alta inflación que Martín Guzmán volvió a recalcular para este año en el Presupuesto 2022, en un 45 por ciento en vez del 29 original, pulverizado por la realidad. Esperemos que no se quede corto. La estimación es hecha sólo cuatro meses antes de que termine el año, pero quizás vuelva a fallar porque la mayoría de los economistas, no todos adversarios del gobierno, predicen un 48.

La vicepresidenta termina por admitir que su gobierno vino haciendo un ajuste fiscal feroz, cuestionando al ministerio de Economía en forma directa. Dice, en apoyo a su crítica, que el déficit fiscal primario a agosto era del 2,1 del Presupuesto (otras mediciones hablaron de 0,8 para el primer semestre) y reclama por el impacto electoral de la decisión de ajustar. Es casi un billón de pesos que pudo ponerse en el bolsillo de la gente, con la idea que se votara al FDT. 

Esto último es verdad pero no al cien por ciento. No todos los argentinos votan con el bolsillo ni sólo con el bolsillo. Esos mayores ingresos pudieron cambiar parcialmente el humor de mucha gente, pero no necesariamente la habrían llevado a votar al gobierno, que venía haciendo las cosas mal en el plano económico.

Según la Carta, ella vino advirtiendo que se marchaba por mal camino y que podía tener feas consecuencias electorales. Tales avisos fueron sólo para AF y el grupo íntimo. Ella estaba autoborrada de la campaña y reapareció en los últimos tres actos, vendiendo la idea de la unidad de un gobierno de tres patas: kirchnerismo, albertismo y massismo. En esos discursos suyos no hubo ninguna advertencia, aún leve ni “constructiva”, contra el ajuste. Sólo críticas al macrismo, por supuesto bien fundadas, pero un aval total al gobierno, aún con los funcionarios que no funcionan y sus mediocres candidatos como Tolosa Paz y Santoro, salvo excepciones.

Estaría bueno que tomen nota de esa admisión del ajuste los periodistas oficialistas que negaban ese hecho visible en sus largos artículos económicos, caso de Alfredo Zaiat en Página/12. Sí, había ajuste, señor Zaiat. Vuelva a estudiar lo básico de economía y mire la realidad con mente más despejada. Del Gato Sylvestre no digo nada porque todo lo que pueda decir quedaría corto. Es la voz felina de su patronal y su pauta.

Producido el “sopapo”, diría Verbitsky (puñetazo sería más gráfico porque uno es con la mano abierta y el otro con el puño cerrado), Cristina no acierta en cuál es el camino de salida.

Primero, porque sigue avalando la continuidad de Guzmán-Kulfas-Todesca y su política económica, de ajuste y arreglo a toda costa con el FMI, al que el 22/9 se le pagarán 1.900 millones de dólares del principal de la deuda fraudulenta, más una suma idéntica el 22/12 y otros 400 millones de intereses. Ahí se irán, por esa cloaca nauseabunda, casi la misma cantidad de Derechos Especiales de Giro que mandó el Fondo, por 4.335 millones de dólares.

No es una claudicación sólo del presidente Fernández y del presidente de Diputados, Massa; es también una política compartida por la presidenta del Senado. Son tres presidentes, tres patas del gobierno, no dos.

MALOS, LIMPIOS Y LINDOS

Con ese mecanismo de decisiones excluyentes de dos dirigentes, el presidente anunció el viernes 17 varios recambios ministeriales, para oxigenar su gabinete. Podrían poner en Olivos uno de esos aparatos que Axel Kicillof entregó a las escuelas para medir el dióxido de carbono. Capaz que el aire siga contaminado y circulen virus…

Hubo renunciantes pioneros que apuraron a Fernández, como Wado de Pedro, que quedará en Interior, y otros como Santiago Cafiero que voló desde lo alto de Jefatura a  cancillería. Y algunas caras nuevas, viejas, como las de Juan Manzur, Aníbal Fernández y Julián Domínguez.

Algunas de esas designaciones fueron pedidas por Cristina, como la del derechoso gobernador de Tucumán, represor de empleados estatales y un antiderechos que obligó a seguir con su embarazo a una niña de 11 años, Lucía, que había sido violada. Hablamos de Manzur.

Según la nota de Verbitsky, “las nuevas designaciones añaden volumen político al elenco”. Lo que suman es volumen político de centroderecha en los casos de Fernández y Domínguez, y de derecha total en el cristiano maronita y millonario top entre los miembros del gabinete de Cristina hasta 2015, donde ejercía en Salud.

La crítica Alicia Castro reprochaba bien que de los siete nuevos ministros ninguno era una mujer. Y pensar que Alverso se ufanaba de haber venido a terminar con el patriarcado. Otro globo más inflado y pinchado.

Las presentadas como nuevas figuras no tienen nada de tal. El que fuera secretario de la presidencia de Eduardo Duhalde cuando la bonaerense mató a los piqueteros Kosteki y Santillán, después fue ministro del Interior, jefe de Gabinete y frustrado candidato a gobernador de Buenos Aires en 2015. En el medio acusó a Pino Solanas y al “Pollo” Sobrero de incendiar trenes en el ramal Sarmiento, una mentira total. Aníbal F. es un lenguaraz que puede ser bueno polemizando con algún periodista de Clarín, pero Guillermo Moreno puede ser bueno en eso, o Leandro Santoro. De allí a que esos personajes sean buenos políticos, funcionarios o diputados, hay una gran diferencia. Me quedo con las opiniones íntimas de Fernanda Vallejos, que algún traidor o servicio filtró al público, porque están más cercanas a la realidad. 

Ser mejores que Macri y los suyos es una cosa. Ser buenos y servir al pueblo de verdad, es otra muy diferente.

Eso deberían tenerlo en cuenta los K enamorados de este recambio y “mayor volumen político al elenco”. Si no hay ruptura con el FMI y repudio de la deuda externa fraudulenta, sólo podría haber, en el mejor de los casos, algún bonito, un 10 por ciento en el salario mínimo (29.160 pesos en septiembre), otro para el Potenciar Trabajo (13.608 pesos en agosto) y un poco más de obra pública. Pero eso no alteraría el rumbo del Titanic…

Esos parches pueden ganar algunos votos, pero es dudoso que den vuelta el resultado de septiembre y seguro no borrarán la decepción esa derrota estrepitosa, donde perdieron 16.6 puntos y  4.8 millones de votos respecto a las PASO de 2019.

Recuperarse de una seria derrota demanda tres cosas, una más importante que las otras. La primera es admitirla. La segunda es entenderla. Y la tercera, la decisiva, es tomar las medidas para revertirla con un programa político y eligiendo bien a los dirigentes que habrán de llevarla a cabo. 

El líder chino Mao Tsé tung reflexionó: “Una vez determinada la línea política, los cuadros vienen a ser un factor decisivo”. La política va primero y los hombres después. Acá los dirigentes peronistas actúan al vesre: primero los cargos y después siguen con casi la misma política. Así les va.

En vez de Cumbres Climáticas con Joe Biden, el presidente Fernández y su vice Cristina deberían sentarse con Xi Jinping para aprender de las experiencias chinas. Teléfono para Sabino Vaca Narvaja, un embajador que funciona bien y lleva un apellido histórico, mal que les pese a Manzur, Massa y otros amigos de la embassy.


https://plsergio.wixsite.com/lasemanapolitica/post/mismo-rumbo-con-retoques-y-algunas-caras-nuevas-viejas






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