OPINIÓN de Santiago Íñiguez
Como manager o empresario, ¿es recomendable leer a Marx y a otros autores comunistas o socialistas utópicos? ¿Por qué leer a autores que desaprobamos o que nos disgustan? Muchos piensan que es mejor olvidarlos, y si es posible, arrumbarlos. ¿Qué tenemos que ver con un pensador que sostenía que la historia evoluciona a través de la lucha de clases, y que el capitalismo sucumbirá cuando el proletariado se imponga a la burguesía, estableciendo la propiedad colectiva de los medios de producción?
La historia ha demostrado que las propuestas marxistas no tienen muchas posibilidades de prosperar y alcanzar sus objetivos en la vida real. Los estados que adoptaron regímenes comunistas en el pasado siglo ya implosionaron o se abren abiertamente a los principios de la economía capitalista. Sin embargo, Marx pudo tener razón en entender la historia de manera cíclica, en la cual se repiten determinados fenómenos, como por ejemplo la tensión entre libertad, crecimiento y desigualdad. En este sentido, el debate sobre la creciente desigualdad en la distribución de la riqueza en el mundo, tanto dentro países desarrollados como a escala global, ha vuelto a poner en boga la filosofía marxista, y un buen número de universidades han reincorporado a Marx dentro de sus programas de estudios.
Mi recomendación es que es conveniente saber de todo, y especialmente leer no solo a los autores con los que se mantiene una afinidad, lo que Marx llamaría ideología, sino especialmente a los autores que retan nuestros principios. Esto nos permitirá fortalecer o modificar nuestros propios planteamientos.
La ignorancia es más bien el origen de malentendidos, odios y actitudes irracionales. Recuerdo que cuando en mi colegio, de carácter religioso, asistía a clases de filosofía, al llegar a Marx las explicaciones se centraron en hablar de sus supuestos defectos o problemas personales: que gustaba de consumir vino y caviar, que había sido un apátrida toda la vida -como si esto fuera un delito para un pensador-, que había desatendido a su familia y que, en general, su mala vida le hacía estar permanentemente enfermo. Sin embargo, no tratamos ni una sola de las ideas de Marx. Esto es lo que en retórica se suele denominar como ataque “ad hominem”, una crítica a la persona, que es falaz porque se centra en cuestiones personales de nuestro oponente dialéctico, pero no entra a evaluar sus planteamientos.
Es un recurso muy frecuente en la política, o en las discusiones informales, y muy efectista ante públicos amplios, más incluso que los argumentos intelectuales. Sin embargo, en filosofía, donde la discusión se centra en las ideas, y no en las personas que las defienden, el argumento “ad personam” es ilegítimo y descartable.
Algunas personas creen que los filósofos deben vivir como piensan, que debe existir consistencia entre los principios y teorías que se sostienen y las acciones que se ejecutan. Nos chocaría encontrar a filósofos que sean hipócritas, que defendieran por ejemplo la redistribución de la renta a través de impuestos para implementar una mayor igualdad y a la vez tuvieran cuentas bancarias en paraísos fiscales.
La filósofa objeto de este artículo, Simone Weil, es uno de los ejemplos extremos donde la vida encarna las creencias personales, incluso a costa de la salud y de la propia muerte. Es difícil encuadrar su pensamiento en una corriente distintiva, incluso categorizarla como filósofa, mística o escritora. Su pensamiento construye puentes con la filosofía de Platón, que intenta conciliar con el cristianismo e incluso con algunos planteamientos de la filosofía marxista. Ha inspirado a personas tan dispares como Susan Sontag, Carlos Fuentes, el Papa Pablo VI o Albert Camus, que recopiló su obra para la editorial Gallimard. Durante su vida conoció a personajes como Trotsky o De Gaulle quien aunque contó con ella para algunas actividades del gobierno francés en el exilio, dijo de ella “¡Pero si está loca!’ Mary Warnock, filósofa y autora del libro “Women Philosophers”, la excluyó de su selección de pensadoras contemporáneas por considerarla una mística y adherirse a principios religiosos, más que a una estricto criterio filosófico
Weil nació en una familia acomodada, de ascendencia judía y agnóstica, donde la joven pensadora recibió múltiples estímulos intelectuales. Desde joven se sintió atraída por el cristianismo, y algunos de sus misterios como la crucifixión o la transubstanciación. Ella relata tres momentos místicos que marcaron su aproximación al catolicismo, aunque nunca llegó a bautizarse. La primera fue en una romería de pescadores en un puerto del norte de Portugal, cerca de Viana do Castelo, donde el fervor popular y la sencillez de los feligreses le cautivaron. El segundo, en la capilla románica de Santa Maria degli Angeli en Asis, Italia, donde la belleza y el sentimiento le producen un deseo irrefrenable de arrodillarse. Y la tercera, en la abadía benedictina de Solesmes, durante unos oficios de Semana Santa, oyendo el canto gregoriano, cuando siente en palabras de un poeta inglés, que «Cristo mismo descendió y me tomó».
La vida de Weil va más allá del compromiso, y casi roza el martirio, aunque no es fácil entender los móviles de su sacrificio. Quizás los dos momentos más extremos de su experiencia, que algunos entenderían como heroicos, porque no obedecen a una lógica explicable fácilmente, fueron su entrada como trabajadora de la línea en una factoría de Renault, que comentaré más en detalle, y su enrolamiento en el bando republicano, durante la Guerra Civil Española (1936-39). Un episodio que vive de primera mano, en el que unos milicianos amenazan a un menor de edad con fusilarle si no reniega del bando nacional, éste se niega y termina siendo ejecutado entre las risas de sus verdugos, le decepciona profundamente y le hace volver a Francia con los suyos. Este abandono ha llevado a algún autor a comentar que Weil siempre tenía una red de seguridad que le proporcionaba su familia, y que su exposición al riesgo no es tan temeraria como parece.
Pero es posiblemente su muerte el episodio más dramático de su existencia, que desde una mirada agnóstica no encuentra explicación. Tras ser internada en un hospital de Ashford, Reino Unido, en 1943, donde se niega a consumir raciones que excedan la cantidad disponible por los combatientes en el frente. Al cabo de una semana, debilitada por una inanición voluntaria, fallece.
Publicado originalmente en Linkedin. 

Una versión ampliada de este artículo se puede encontrar en el libro de Santiago Iñiguez de Onzoño In an Ideal Business
Santiago Iñiguez de Onzoño es el Presidente de IE University. Es Doctor en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid, MBA por IE Business School y Recognized Student por la Universidad de Oxford.
Iñiguez ha trabajado como Consultor de Dirección y ha desempeñado un papel destacado en el ámbito del control de calidad y el desarrollo de la educación en dirección de empresas en Europa. Es Chairman de GFME (Global Forum for Management Education, Bélgica) y Miembro del Board of Directors de AACSB (Association of Collegiated Schools of Business, Estados Unidos).
También es miembro del Awarding Body de EQUIS (European Quality System) y del International Advisory Board de AMBA (Association of MBAs, Reino Unido). Es asimismo miembro de los Consejos de varias escuelas de negocios internacionales: CENTRUM (Universidad Católica, Perú), Mazars University (Francia), Jiao Tong University School of Business (China), Renmin University Business School (China), Fundaçao Getulio Vargas (Brasil) y la Academia Presidencial de Rusia. Ha sido descrito por Financial Times como “una de las figuras más significativas en la promoción internacional de las escuelas Europeas”.
Iñiguez es también Presidente de IE Fund en Estados Unidos, la fundación que impulsa proyectos de desarrollo para la escuela de negocios que dirige.
Iñiguez es Profesor de Dirección Estratégica en IE Business School. Su libro “The Learning Curve: How Business Schools Are Reinventing Education”, (http://bit.ly/dXriHU), publicado por Palgrave Macmillan en 2011, analiza los retos de la educación de directivos y empresarios en el futuro. Iñiguez es co-editor de www.deanstalk.net , un blog centrado en la educación de directivos y emprendedores. Iñiguez participa habitualmente en conferencias internacionales y escribe frecuentemente en revistas académicas y en medios de comunicación.