OPINI脫N de Jorge Majfud
“Biden defiende la retirada de Afganist谩n y declara el abandono de la pol铆tica de ‘Construcci贸n de pa铆ses'”
“El presidente inform贸 sobre una nueva pol铆tica exterior de Estados Unidos, diferente a la adoptada a partir del 11 de setiembre de 2001. Una que, dijo, estar铆a m谩s guiada por la competencia con China y Rusia”.
Titular del New York Times, Presidente Joe Biden, Casa Blanca, sobre la retirada de Estados Unidos y la entrega de Afganist谩n a los Talib谩n. Setiembre 2021
“Es por esta raz贸n (la lucha de intereses) que en el siglo XXI la mayor tensi贸n ser谩 provocada por Estados Unidos y China. Seg煤n las perspectivas de crecimiento chino, no ser铆a dif铆cil suponer que esta tensi贸n se har谩 cr铆tica en el a帽o 2015. Los pa铆ses isl谩micos a煤n poseen una de las m谩s importantes fuentes de energ铆a de la econom铆a moderna y los «intereses» de pocos de ellos difieren de aquellos de Occidente: el imperio teol贸gico. Pero China, la dormida e imperialista China, ir谩 en busca de aquello que Noroccidente posee: el poder econ贸mico mundial“.
Tiempos oscuros (octubre de 2002)
Tiempos oscuros
(art铆culo publicado Bit谩cora, Diario La Rep煤blica de Montevideo, 23 de octubre de 2002)
Hace unos a帽os, m谩s precisamente seis, escrib铆amos respondiendo a la muy de moda teor铆a de Francis Fukuyama, que «podemos vivir alg煤n tiempo en el Fin de la Historia, pero a煤n no podemos acabar completamente con ella. Por dos razones: es posible que a煤n quede algo por construir y, sobre todo, es seguro que a煤n queda mucho por destruir. Y basta con crear o destruir para hacer historia»1. Ahora, a煤n despu茅s de los tr谩gicos acontecimientos que el mundo conoce, considero que pretender entender la tensi贸n internacional bajo la 煤nica lupa del «choque de civilizaciones» (clash of civilizations) es una nueva simplificaci贸n, tan conveniente a intereses particulares como la anterior.
Empecemos por observar que pocas cosas hay m谩s inapropiadas que el t茅rmino «Aldea Global». De mi experiencia africana creo haber aprendido que una de las caracter铆sticas de una «aldea» no es la riqueza ni las comunicaciones a distancia ni el ego铆smo tribal, sino todo lo contrario. En una aldea de la sabana, cada mujer es la madre de cada integrante, y el dolor de uno es el dolor de todos. Sin embargo, en lo que parad贸jicamente se llama «aldea global», lo que predomina es la lucha de intereses: cada pa铆s y sobre todo cada min煤sculo grupo financiero lucha a muerte por la imposici贸n de sus intereses, los que casi siempre son econ贸micos. Todo por lo cual ser铆a m谩s apropiado llamar a nuestro mundo (si todav铆a est谩n interesados en usar met谩foras indigenistas) «tribalismo planetario». «Aldea global» es s贸lo un triste ox铆moron.
Como siempre, las diferencias m谩s visibles son las culturales. Y en un mundo construido por la imagen y la propaganda un turbante, un kimono y un smoking tienen m谩s fuerza simb贸lica que una idea transparente. Ya en otro espacio hemos defendido la diversidad de paradigmas culturales y existenciales. Sin embargo, la historia tambi茅n nos dice que existieron, desde hace miles de a帽os, culturas y concepciones religiosas y filos贸ficas tan distintas como se puedan concebir, conviviendo en un mismo imperio y en una misma ciudad, y no necesariamente sus integrantes se relacionaban intercambiando piedras y palos. Las piedras siempre aparecen cuando los intereses entran en conflicto. Tambi茅n el presente nos dice lo mismo: existen lugares geogr谩ficos donde la tensi贸n del conflicto es extrema y otros, con la misma o con mayor diversidad cultural, donde la tolerancia predomina.
En el actual contexto mundial, lo 煤nico cierto es la existencia de intereses opuestos: las castas financieras contra las castas productivas, los ricos contra los pobres, los poderosos contra los d茅biles, los due帽os del orden contra los rebeldes, los consumidores contra los productores, los honrados contra los honestos, and so on. Quiero decir que m谩s importante a煤n que el novedoso «choque de civilizaciones» es el antiguo pero siempre oculto «choque de intereses».
Lamentablemente, esa tensi贸n ir谩 en aumento si no hay cambios geopol铆ticos importantes, porque el llamado «mundo globalizado» es, antes que nada, un «mundo cerrado», esto es, un planeta que se encoge, con 谩reas geogr谩ficas fijas y con recursos escasos y limitados. Ya no quedan continentes por descubrir ni provincias ind铆genas por usurpar en nombre de la Justicia, la Libertad y el Progreso. Despu茅s de la desarticulaci贸n de los pa铆ses del Este y de su colonizaci贸n cultural y econ贸mica tampoco quedan consumidores blancos. S贸lo el entusiasmo de un Kenichi Ohmae pudo haber dicho: «people want Sony not soil» (entendi茅ndose «soil» tambi茅n como «tradici贸n» y «cultura»).
Como siempre, los m茅todos y las apariencias han cambiado: ya no existen «enfrentamientos» en el sentido tradicional: ahora se mata de sorpresa o a la distancia. Ya no existen «h茅roes» de batalla. Sin embargo, al mismo tiempo que el gran poder se ha ido concentrando en pocas manos, tambi茅n ha surgido un poder atomizado, desparramado en manos de individuos an贸nimos y oscuros. Y tambi茅n ellos disponen de un arma mortal: el conocimiento sin sabidur铆a.
¿Y cu谩l es la respuesta de nuestros sabios gobernantes? Bien, ya la conocemos. Pero no olvidemos que dividir el mundo entre Buenos y Malos s贸lo conduce a un violento di谩logo de sordos, ya que todos se consideran a s铆 mismos buenos, y malos a los dem谩s. El 煤nico camino hacia la paz y hacia la justicia sigue siendo el di谩logo, la negociaci贸n y, sobre todo, una mayor cultura de la reflexi贸n. Necesitamos m谩s de eso que se est谩 eliminando de nuestros programas de ense帽anza porque es «improductivo»: pensamiento filos贸fico.
Es por esta raz贸n (la lucha de intereses) que en el siglo XXI la mayor tensi贸n ser谩 provocada por Estados Unidos y China. Seg煤n las perspectivas de crecimiento chino, no ser铆a dif铆cil suponer que esta tensi贸n se har谩 cr铆tica en el a帽o 2015. Los pa铆ses isl谩micos a煤n poseen una de las m谩s importantes fuentes de energ铆a de la econom铆a moderna y los «intereses» de pocos de ellos difieren de aquellos de Occidente: el imperio teol贸gico. Pero China la dormida e imperialista China ir谩 en busca de aquello que Noroccidente posee: el poder econ贸mico mundial.
S贸lo la destrucci贸n de las Torres Gemelas es el s铆mbolo m谩s poderoso y tr谩gico de la historia de Estados Unidos (no por el n煤mero de v铆ctimas; el siglo XX conoci贸 horrores mayores y debemos decir que todos eran seres humanos, aunque fuesen pobres y tuviesen la piel negra o amarilla). Pero la fuerza del s铆mbolo impide ver otras realidades que tambi茅n amenazan su primac铆a sobre la Tierra. Estados Unidos no perder谩 su posici贸n predominante por los ataques terroristas; por el contrario, 茅stos han servido para consolidar su presencia militar en todo el mundo. Y no hay que dejarse enga帽ar por las estad铆sticas. Cada vez que un gobernante de cualquier pa铆s, sea electo democr谩ticamente o autoimpuesto por otro tipo de fuerza oscura, se ha embarcado en guerra con otro pa铆s, su popularidad ha crecido hasta niveles irracionales. Atacar a un pa铆s vecino o a otro m谩s lejano es muy ventajoso para el orgullo y la ambici贸n de un solo hombre que no alcanza a resolver los problemas propios de su pa铆s o de su lejana infancia (Si los «l铆deres» fuesen a las guerras que ellos mismos promueven, seguramente tendr铆amos un mundo en paz, por una raz贸n doble). Es mucho m谩s f谩cil ser l铆der en la guerra que en la paz, pero no es este tipo de liderazgo el que es propio de los gobernantes sabios. Claro, se podr谩 decir que el tiempo es el juez supremo. Pero no olvidemos que cuando la historia habla ya es tarde y, para entonces, los protagonistas se han convertido en piezas 贸seas de museos o en monumentos recordatorios.
Los a帽os dorados de Am茅rica no culminar谩n por las acciones de un hombre a caballo, escondido en una cueva inubicable, sino por el surgimiento de una nueva potencia. Los pa铆ses 谩rabes est谩n lejos de alzarse con el imperio que alguna vez ostentaron. No s贸lo porque no est谩n dadas las condiciones pol铆ticas y culturales que los aglutine, sino porque al Islam actual no le interesa tanto la conquista militar y econ贸mica como la conquista o imposici贸n de una moral que no es tan rentable ni imperialista como lo fue la 茅tica protestante de siglos anteriores.
En el a帽o 1996 escrib铆amos2: «Cuando los reg铆menes comunistas cayeron, no cayeron por sus carencias morales; cayeron por sus defectos econ贸micos. Y eso es, precisamente, lo que se les reprocha como principal argumento. Al parecer, la justicia s贸lo llega con el fracaso econ贸mico. ¿Qu茅 diremos de este anacr贸nico fin de siglo cuando fracase? ¿Debemos esperar hasta entonces para decir algo? (…) Sobre el pr贸ximo siglo se terminar谩 de dibujar un terrible tri谩ngulo, en cuyos v茅rtices se opondr谩n la concentraci贸n libre del Capital, los desplazados y la Pobreza, y la Democracia, la que ser谩 el objetivo y el instrumento de los otros dos v茅rtices que se oponen». Ahora, a seis a帽os de estas palabras, qu茅 es necesario que ocurra para que los entusiastas ide贸logos del Orden Mundial reconozcan que han fracasado, vergonzosa y criminalmente?
En los nuevos conflictos habr谩, naturalmente, muertos. Y sin duda ellos ser谩n, como siempre, los mismos inocentes sin rostros y sin nombres para la conciencia mundial: la muerte de cientos de miles de ellos no duele tanto como puede doler la desaparici贸n de Lady Di.
En este nuevo siglo, no sin tragedia como suele ocurrir siempre, el mundo comprender谩 que la solidaridad no s贸lo es justa sino que tambi茅n es conveniente. Lo que para una especie particularmente ego铆sta como la nuestra significa «suficiente». Ser谩 reci茅n entonces cuando las obscenas diferencias y privilegios que hoy gobiernan el mundo comiencen a disminuir.
Jorge Majfud, Montevideo.
Bit谩cora, Diario La Rep[ublica, 23 de octubre de 2002
“Biden defiende la retirada de Afganist谩n y declara el abandono de la pol铆tica de ‘Construcci贸n de pa铆ses'”
“El presidente inform贸 sobre una nueva pol铆tica exterior de Estados Unidos, diferente a la adoptada a partir del 11 de setiembre de 2001. Una que, dijo, estar铆a m谩s guiada por la competencia con China y Rusia”.
Titular del New York Times, Presidente Joe Biden, Casa Blanca, sobre la retirada de Estados Unidos y la entrega de Afganist谩n a los Talib谩n. Setiembre 2021
“Es por esta raz贸n (la lucha de intereses) que en el siglo XXI la mayor tensi贸n ser谩 provocada por Estados Unidos y China. Seg煤n las perspectivas de crecimiento chino, no ser铆a dif铆cil suponer que esta tensi贸n se har谩 cr铆tica en el a帽o 2015. Los pa铆ses isl谩micos a煤n poseen una de las m谩s importantes fuentes de energ铆a de la econom铆a moderna y los «intereses» de pocos de ellos difieren de aquellos de Occidente: el imperio teol贸gico. Pero China, la dormida e imperialista China, ir谩 en busca de aquello que Noroccidente posee: el poder econ贸mico mundial“.
Tiempos oscuros (octubre de 2002)
Tiempos oscuros
(art铆culo publicado Bit谩cora, Diario La Rep煤blica de Montevideo, 23 de octubre de 2002)
Hace unos a帽os, m谩s precisamente seis, escrib铆amos respondiendo a la muy de moda teor铆a de Francis Fukuyama, que «podemos vivir alg煤n tiempo en el Fin de la Historia, pero a煤n no podemos acabar completamente con ella. Por dos razones: es posible que a煤n quede algo por construir y, sobre todo, es seguro que a煤n queda mucho por destruir. Y basta con crear o destruir para hacer historia»1. Ahora, a煤n despu茅s de los tr谩gicos acontecimientos que el mundo conoce, considero que pretender entender la tensi贸n internacional bajo la 煤nica lupa del «choque de civilizaciones» (clash of civilizations) es una nueva simplificaci贸n, tan conveniente a intereses particulares como la anterior.
Empecemos por observar que pocas cosas hay m谩s inapropiadas que el t茅rmino «Aldea Global». De mi experiencia africana creo haber aprendido que una de las caracter铆sticas de una «aldea» no es la riqueza ni las comunicaciones a distancia ni el ego铆smo tribal, sino todo lo contrario. En una aldea de la sabana, cada mujer es la madre de cada integrante, y el dolor de uno es el dolor de todos. Sin embargo, en lo que parad贸jicamente se llama «aldea global», lo que predomina es la lucha de intereses: cada pa铆s y sobre todo cada min煤sculo grupo financiero lucha a muerte por la imposici贸n de sus intereses, los que casi siempre son econ贸micos. Todo por lo cual ser铆a m谩s apropiado llamar a nuestro mundo (si todav铆a est谩n interesados en usar met谩foras indigenistas) «tribalismo planetario». «Aldea global» es s贸lo un triste ox铆moron.
Como siempre, las diferencias m谩s visibles son las culturales. Y en un mundo construido por la imagen y la propaganda un turbante, un kimono y un smoking tienen m谩s fuerza simb贸lica que una idea transparente. Ya en otro espacio hemos defendido la diversidad de paradigmas culturales y existenciales. Sin embargo, la historia tambi茅n nos dice que existieron, desde hace miles de a帽os, culturas y concepciones religiosas y filos贸ficas tan distintas como se puedan concebir, conviviendo en un mismo imperio y en una misma ciudad, y no necesariamente sus integrantes se relacionaban intercambiando piedras y palos. Las piedras siempre aparecen cuando los intereses entran en conflicto. Tambi茅n el presente nos dice lo mismo: existen lugares geogr谩ficos donde la tensi贸n del conflicto es extrema y otros, con la misma o con mayor diversidad cultural, donde la tolerancia predomina.
En el actual contexto mundial, lo 煤nico cierto es la existencia de intereses opuestos: las castas financieras contra las castas productivas, los ricos contra los pobres, los poderosos contra los d茅biles, los due帽os del orden contra los rebeldes, los consumidores contra los productores, los honrados contra los honestos, and so on. Quiero decir que m谩s importante a煤n que el novedoso «choque de civilizaciones» es el antiguo pero siempre oculto «choque de intereses».
Lamentablemente, esa tensi贸n ir谩 en aumento si no hay cambios geopol铆ticos importantes, porque el llamado «mundo globalizado» es, antes que nada, un «mundo cerrado», esto es, un planeta que se encoge, con 谩reas geogr谩ficas fijas y con recursos escasos y limitados. Ya no quedan continentes por descubrir ni provincias ind铆genas por usurpar en nombre de la Justicia, la Libertad y el Progreso. Despu茅s de la desarticulaci贸n de los pa铆ses del Este y de su colonizaci贸n cultural y econ贸mica tampoco quedan consumidores blancos. S贸lo el entusiasmo de un Kenichi Ohmae pudo haber dicho: «people want Sony not soil» (entendi茅ndose «soil» tambi茅n como «tradici贸n» y «cultura»).
Como siempre, los m茅todos y las apariencias han cambiado: ya no existen «enfrentamientos» en el sentido tradicional: ahora se mata de sorpresa o a la distancia. Ya no existen «h茅roes» de batalla. Sin embargo, al mismo tiempo que el gran poder se ha ido concentrando en pocas manos, tambi茅n ha surgido un poder atomizado, desparramado en manos de individuos an贸nimos y oscuros. Y tambi茅n ellos disponen de un arma mortal: el conocimiento sin sabidur铆a.
¿Y cu谩l es la respuesta de nuestros sabios gobernantes? Bien, ya la conocemos. Pero no olvidemos que dividir el mundo entre Buenos y Malos s贸lo conduce a un violento di谩logo de sordos, ya que todos se consideran a s铆 mismos buenos, y malos a los dem谩s. El 煤nico camino hacia la paz y hacia la justicia sigue siendo el di谩logo, la negociaci贸n y, sobre todo, una mayor cultura de la reflexi贸n. Necesitamos m谩s de eso que se est谩 eliminando de nuestros programas de ense帽anza porque es «improductivo»: pensamiento filos贸fico.
Es por esta raz贸n (la lucha de intereses) que en el siglo XXI la mayor tensi贸n ser谩 provocada por Estados Unidos y China. Seg煤n las perspectivas de crecimiento chino, no ser铆a dif铆cil suponer que esta tensi贸n se har谩 cr铆tica en el a帽o 2015. Los pa铆ses isl谩micos a煤n poseen una de las m谩s importantes fuentes de energ铆a de la econom铆a moderna y los «intereses» de pocos de ellos difieren de aquellos de Occidente: el imperio teol贸gico. Pero China la dormida e imperialista China ir谩 en busca de aquello que Noroccidente posee: el poder econ贸mico mundial.
S贸lo la destrucci贸n de las Torres Gemelas es el s铆mbolo m谩s poderoso y tr谩gico de la historia de Estados Unidos (no por el n煤mero de v铆ctimas; el siglo XX conoci贸 horrores mayores y debemos decir que todos eran seres humanos, aunque fuesen pobres y tuviesen la piel negra o amarilla). Pero la fuerza del s铆mbolo impide ver otras realidades que tambi茅n amenazan su primac铆a sobre la Tierra. Estados Unidos no perder谩 su posici贸n predominante por los ataques terroristas; por el contrario, 茅stos han servido para consolidar su presencia militar en todo el mundo. Y no hay que dejarse enga帽ar por las estad铆sticas. Cada vez que un gobernante de cualquier pa铆s, sea electo democr谩ticamente o autoimpuesto por otro tipo de fuerza oscura, se ha embarcado en guerra con otro pa铆s, su popularidad ha crecido hasta niveles irracionales. Atacar a un pa铆s vecino o a otro m谩s lejano es muy ventajoso para el orgullo y la ambici贸n de un solo hombre que no alcanza a resolver los problemas propios de su pa铆s o de su lejana infancia (Si los «l铆deres» fuesen a las guerras que ellos mismos promueven, seguramente tendr铆amos un mundo en paz, por una raz贸n doble). Es mucho m谩s f谩cil ser l铆der en la guerra que en la paz, pero no es este tipo de liderazgo el que es propio de los gobernantes sabios. Claro, se podr谩 decir que el tiempo es el juez supremo. Pero no olvidemos que cuando la historia habla ya es tarde y, para entonces, los protagonistas se han convertido en piezas 贸seas de museos o en monumentos recordatorios.
Los a帽os dorados de Am茅rica no culminar谩n por las acciones de un hombre a caballo, escondido en una cueva inubicable, sino por el surgimiento de una nueva potencia. Los pa铆ses 谩rabes est谩n lejos de alzarse con el imperio que alguna vez ostentaron. No s贸lo porque no est谩n dadas las condiciones pol铆ticas y culturales que los aglutine, sino porque al Islam actual no le interesa tanto la conquista militar y econ贸mica como la conquista o imposici贸n de una moral que no es tan rentable ni imperialista como lo fue la 茅tica protestante de siglos anteriores.
En el a帽o 1996 escrib铆amos2: «Cuando los reg铆menes comunistas cayeron, no cayeron por sus carencias morales; cayeron por sus defectos econ贸micos. Y eso es, precisamente, lo que se les reprocha como principal argumento. Al parecer, la justicia s贸lo llega con el fracaso econ贸mico. ¿Qu茅 diremos de este anacr贸nico fin de siglo cuando fracase? ¿Debemos esperar hasta entonces para decir algo? (…) Sobre el pr贸ximo siglo se terminar谩 de dibujar un terrible tri谩ngulo, en cuyos v茅rtices se opondr谩n la concentraci贸n libre del Capital, los desplazados y la Pobreza, y la Democracia, la que ser谩 el objetivo y el instrumento de los otros dos v茅rtices que se oponen». Ahora, a seis a帽os de estas palabras, qu茅 es necesario que ocurra para que los entusiastas ide贸logos del Orden Mundial reconozcan que han fracasado, vergonzosa y criminalmente?
En los nuevos conflictos habr谩, naturalmente, muertos. Y sin duda ellos ser谩n, como siempre, los mismos inocentes sin rostros y sin nombres para la conciencia mundial: la muerte de cientos de miles de ellos no duele tanto como puede doler la desaparici贸n de Lady Di.
En este nuevo siglo, no sin tragedia como suele ocurrir siempre, el mundo comprender谩 que la solidaridad no s贸lo es justa sino que tambi茅n es conveniente. Lo que para una especie particularmente ego铆sta como la nuestra significa «suficiente». Ser谩 reci茅n entonces cuando las obscenas diferencias y privilegios que hoy gobiernan el mundo comiencen a disminuir.
Jorge Majfud, Montevideo.
Bit谩cora, Diario La Rep[ublica, 23 de octubre de 2002