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Cuando se habla del conflicto en Palestina se ocultan las violencias añadidas que sufren las mujeres

Madrid,  AmecoPress.- Sandrine Amer y Hala Alwali son mujeres activistas por los derechos humanos en Palestina. Han estado en España para participar en el Encuentro de Voluntariado organizado por Alianza por la Solidaridad-ActionAid en Valencia, y para concienciar sobre la situación humanitaria y las vulneraciones de derechos humanos que se viven en los territorios ocupados por Israel, agravadas por la pandemia de Covid-19. Tuvimos la oportunidad de conversar con ellas.

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Para Hala Alwali es la primera oportunidad de caminar por unas calles que no están llenas de escombros y de edificios derruidos por las bombas. Ayer, al pasear por el campus universitario, recordaba a su hija, que estudia Farmacia en una universidad con un aspecto bien diferente. Hala Alwali es especialista en cuestiones de género y derechos de las mujeres. Es la coordinadora de los proyectos de Alianza por la Solidaridad en Gaza, donde la organización tiene proyectos con los centros de salud como punto de entrada para identificar a víctimas de la violencia de género.

Cuando se habla del conflicto en Palestina siempre se trata desde la visión general de la violencia de una guerra, desde la óptica patriarcal de lo que sucede a los hombres, pero se ocultan las violencias añadidas que sufren las mujeres palestinas por el hecho de ser mujeres. Recordemos que en Gaza viven mas de dos millones de personas. Es un lugar que tiene una de las poblaciones más jóvenes del mundo y una densidad de las más altas. Una estructura social vertebrada sobre el trabajo que realizan las mujeres.

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Hala Alwali se detiene en situaciones cotidianas que evidencian las consecuencias sobre las mujeres de los ataques bélicos, la demolición de viviendas, el desplazamiento, el encarcelamiento, la tortura, las restricciones a los desplazamientos y los viajes, las dificultades en el acceso a servicios tan fundamentales como la salud, la educación o la electricidad, la pérdida de seres queridos, el asesinato de niñas, la confiscación de tierras y la destrucción de instalaciones económicas.

El confinamiento derivado de la pandemia ha agravado la desigualdad y la violencia hacia las mujeres

Una desigualdad y violencia estructural que se ha visto agravada por la pandemia. Las mujeres quedaron encerradas en unas casas en las que viven con muchas dificultades, en muchos momentos sin electricidad –es llamativo escuchar a la defensora describir con detalle el efecto dominó que los cortes de electricidad tienen en la vida de las mujeres y la imposibilidad de hacerse con generadores, convertidos en objetos de lujo-. Tuvieron que hacerse cargo de un montón de hijos e hijas, de sus madres, de sus padres, de las madres y de los padres de sus maridos…, “quedamos en casa sin tener garantizada la comida y la bebida, ocupándonos de la educación de los hijos sin medios tecnológicos, sin medicinas…” Además, cuando hablamos de maltrato, el confinamiento supuso estar encerradas con sus maltratadores.

El clima general de inseguridad se convierte en un caldo de cultivo para un mayor conservadurismo y, por lo tanto, hay mayores imposiciones sobre las libertades y derechos de las mujeres. Además, la crisis económica acentuada por el Covid 19 ha aumentado la tasa de matrimonios tempranos -casi el 25% de las palestinas se casan antes de los 18 años- y el desempleo femenino, que entre las más jóvenes alcanza el 73,3%, frente al 55,2% de los hombres.

Por la labor que realiza en Alianza por la Solidaridad, Hala Alwali conoce de primera mano las carencias en materia de salud y en concreto de salud sexual y derechos reproductivos que enfrentan las mujeres. Gaza presenta una alta tasa de cáncer de mama relacionada con la exposición a armas químicas y a otros factores derivados de la guerra. Pero las mujeres diagnosticadas en este territorio sometido desde 2007 a un bloqueo por mar, tierra y aire se enfrentan a distintos muros difíciles de derribar. Ni entran los medicamentos necesarios ni les dejan acudir a un centro médico palestino de Cisjordania o Jerusalén. Es una de las consecuencias concretas que el bloqueo tiene en la vida diaria de las gazatíes. Necesitan pedir un permiso especial para poder salir y recibir tratamiento en hospitales de Cisjornania, que no siempre les es concedido. La Organización Mundial de la Salud calcula que en 2019 Israel solo aprobó un 64% del total de permisos presentados.

Durante la pandemia, Alianza por la Solidaridad acudía a las casas de mujeres que estaban embarazadas para atenderlas. El aborto no está permitido, “desafortunadamente”, explica Alwali, “solo cuando la madre corre peligro extremo y puede perder la vida, se permite”. Y es que se trata de una sociedad muy patriarcal, donde las mujeres, sin la aprobación de sus maridos, incluso exmaridos, no pueden viajar con sus hijos o hijas, ni solicitarles el pasaporte, ni tan siquiera abrirles una cuenta bancaria. El padre debe estar presente o, en su lugar, un tío o abuelo. Aún sigue siendo necesario para la mujer obtener el consentimiento del wali (tutor masculino) para casarse o para trabajar fuera de casa, y todavía se incluyen en la ley excepciones para consentir el matrimonio infantil que dependen de la decisión de un tribunal religioso.

Para las defensoras, la solidaridad internacional significa protección

En Jerusalén Este, donde vive Sandrine Amer, no hay ninguna autoridad palestina y todo el poder está en manos israelíes. La abogada y activista, que centra su acción en proyectos culturales con jóvenes, tiene que cuidar lo que dice y no vincularse a ninguna actividad política. Durante la entrevista recuerda la Resolución 1325 de Naciones Unidas y se refiere a tratados y organismos internacionales para denunciar que no se están cumpliendo y que se sigue impidiendo la participación de las mujeres en los procesos de paz. No solo por parte de Israel, sino también desde las autoridades palestinas y la comunidad internacional. “Nos sentimos olvidadas”, advierte.

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Recientemente el Gobierno de Israel calificó, sin haber aportado aún las pruebas, a 6 organizaciones palestinas de derechos humanos como terroristas, en una estrategia para dificultar el trabajo de las organizaciones. Para las defensoras, la solidaridad internacional significa protección. Ello explica en gran medida la apretada agenda durante su corta visita a España: urge el encuentro con estudiantes en la universidad, con activistas feministas y de derechos humanos, con organizaciones palestinas y con representantes institucionales. Esas redes protegen vidas.

Al final de la entrevista les preguntamos qué le dirían a una feminista que nos esté leyendo para que entienda que estamos en la misma lucha. “El contexto es diferente, pero tenemos mucho en común y es importante sentir que no estamos solas”, sostiene Hala Alwali, poniendo en valor el rol activo y la fuerza de las mujeres en contextos tan complejos como la franja de Gaza. Para Sandrine Amer hay un argumento de peso: “El feminismo lucha por los derechos humanos, la dignidad y la libertad. Eso es lo que estamos haciendo y lo que necesitamos”.

Foto: Archivo Amecopress y cedidas por Alianza por la Solidaridad





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