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La amistad y por consecuencia los amigos

OPINIÓN de Teodoro Rentería Arróyave

Lo hemos dicho desde siempre, desde muy jóvenes, es seguro que mis padres me lo inculcaron y mis maestros me lo ratificaron: El parentesco es un accidente, la amistad es la sublime decisión de dos o más congéneres, por ello quiero recordar a mi hermano Fortino Ricardo en su tercer aniversario de haber emprendido el viaje al eterno éter, porque más que más que mi consanguíneo fue y es mi amigo de vida.

Por ello mismo, antes de que termine febrero el mes de la “Amistad y el Amor”, y pese a la distorsión comercializadora, voy a reproducir en tres entregas el artículo de la sección de simbiosis que lograron las revistas “El Español” y “Cultura” de la autoría del colega madrileño Rafael Narbona Fernández del Cueto que, titula “La amistad según Aristóteles” con el siguiente apóstrofe: “Sin amigos, nuestra existencia siempre estará incompleta, pero el afecto no debe oscurecer la pasión por la verdad”

“En el libro VIII de la Ética a Nicómaco, Aristóteles afirma que la amistad es "lo más necesario para la vida". Sin embargo, en el capítulo sexto del libro I había refutado las Formas o Ideas de su maestro Platón, alegando que un filósofo no puede sacrificar la verdad en el altar de los afectos. Aunque le resulte difícil, debe postergar la amistad para defender lo que considera verdadero. Aristóteles exalta la amistad y al mismo tiempo reconoce sus límites. Es valiente en sus conclusiones, pues toma el camino más áspero. Entre la verdad y la amistad, escoge la verdad.

Imagino el conflicto que representó para él romper con la doctrina de su maestro. Platón no pasó por algo semejante, quizás porque reinventó a Sócrates. No hasta el extremo de falsificar su pensamiento, pero sí es probable que desarrollara sus intuiciones hasta transformarlas en teorías complejas. ¿Incurre Aristóteles en una contradicción al hablar de la amistad? En absoluto. No niega que sea "lo más necesario para la vida". Solo aclara que lo más necesario para el filósofo no es la amistad, sino la verdad, lo cual significa que pensar puede ser ingrato, pues a veces nos obliga a prescindir de lo más querido. La filosofía es una vocación heroica. Nos enseña que vivir bien no es vivir placenteramente. La verdadera felicidad se obtiene haciendo lo correcto, no lo que nos resulta más sencillo y agradable.


Sabemos poco de Platón. Todo indica que permaneció soltero y no engendró hijos. Atlético y reservado, a veces obró con obstinación, como cuando intentó convertir a los tiranos de Siracusa en filósofos, pero evitó manifestar sus emociones, salvo cuando relató la muerte de Sócrates o el desengaño que le provocó la política, asegurando que no volvería a frecuentar ese dominio. ¿Se parecía al anciano venerable –barba blanca, mirada grave, frente alta- que pintó Rafael Sanzio en La escuela de Atenas, sosteniendo un ejemplar del Timeo, el diálogo donde expuso su cosmogonía?

La vida no es caos y azar, sino algo bello y digno de estima, como lo demuestra la existencia de la amistad

En ese mismo fresco, Aristóteles aparece como un hombre enérgico con el pelo corto, anacrónica barba de estoico y ojos de rapaz oteando una vasta planicie. Los testimonios de la época no lo describen con ese aspecto, sino como un hombre nada corpulento, de talla escasa y parcialmente calvo. En su testamento, se revela como una persona con cierta delicadeza. Manifiesta una sincera preocupación por el porvenir de su viuda y sus hijos, y ordena liberar a sus esclavos al llegar a la mayoría de edad. Para muchos de sus contemporáneos, la inquietud por su familia podía interpretarse como debilidad o incluso indignidad. Los romanos habrían calificado su actitud de sentimentalismo más propio de un bárbaro que de un patricio.

“Al margen de sus discrepancias, que dividieron el pensamiento de la posteridad en platónicos y aristotélicos, los dos albergaban un alto concepto de la amistad. Para Platón, conocer a Sócrates constituyó el gran acontecimiento de su vida. Su existencia habría sido diferente sin sus enseñanzas, que despertaron su vocación filosófica. Platón desempeñó un papel parecido en la biografía de Aristóteles, si bien no dejó una impronta tan carismática. Los tres grandes nombres del pensamiento griego se comunican mediante el cálido hilo de la amistad, lo cual revela que las ideas y los afectos muchas veces discurren por el mismo cauce.

Aristóteles sostiene que "sin amigos nadie querría vivir". Incluso los que disfrutan de poder y grandes riquezas, necesitan amigos, pues son "el único refugio" en la pobreza y la desgracia. La amistad ayuda a los más jóvenes a no cometer errores y alivia la vulnerabilidad de los más viejos. Y en los momentos de plenitud, contribuye a que prosperen los buenos proyectos y las nobles acciones. Aristóteles cita un célebre párrafo de la Ilíada: "Dos marchando juntos". Y añade: "Con amigos los hombres están más capacitados para pensar y actuar". 

La convivencia con los hombres buenos es un inmejorable estímulo para la virtud 

La amistad es una oportunidad de "hacer el bien". Sin vínculos cálidos y estrechos, el ser humano no puede desarrollar sus sentimientos más dignos: la justicia, la benevolencia, la magnanimidad. La amistad crea lazos entre las personas y mantiene la paz en las ciudades: "Cuando los hombres son amigos, ninguna necesidad hay de justicia".

La polis es una forma de amistad, pues su misión es garantizar el bien de todos. Cuando impera en la sociedad, surge la concordia, sin la cual la convivencia se despeña por la aspereza y la confrontación. Desgraciadamente, los políticos suelen alimentar los enconos. Es lo que nos ha enseñado la historia. Desde la muerte de Aristóteles en 322 a.C., las guerras se han sucedido y muchas veces han sido fruto de enemistades artificiales”. 

El ejemplo más próximo es el que estamos observando con angustia, el conflicto entre Rusia y Ucrania que por desgracia escaló al belicismo.

“‘La amistad’ -nos amplía el concepto Aristóteles-, ‘es algo que nos permite objetivar nuestros afectos y explorar nuestro interior. Se parece a una obra de arte, que siempre obedece al impulso de hacer el bien, purificando las pasiones mediante la experiencia estética’. 

En ese sentido, la amistad es una forma de amor a uno mismo, pues no es posible mejorar sin experimentar apego hacia nuestro propio yo y buscar su plenitud. ‘El hombre bueno debe ser amante de sí mismo porque se ayudará a sí mismo haciendo lo que es noble y será útil a los demás’. 

El hombre bueno se guía por el intelecto, que le revela que vivir noblemente siempre es mejor que entregarse a los placeres efímeros. Al realizar ‘una acción hermosa y grande’, como dar la vida por la patria o los amigos, ‘elige para sí el bien mayor’. 

La convivencia con los hombres buenos es un inmejorable estímulo para la virtud. ‘La vida es buena por naturaleza’, pero a veces lo olvidamos. 

La cercanía de amigos de espíritu noble y justo nos permite vivir otras vidas, salir de nosotros mismos y enriquecernos con las virtudes ajenas. En los momentos de infortunio, su proximidad nos alivia, pero no debemos esperar que gimoteen con nosotros –algo que Aristóteles considera propio de mujeres y hombres débiles-, sino que nos acompañen con serenidad, compartiendo nuestra pena dignamente. 

Hemos perdido la mayor parte de la obra de Aristóteles. Solo conservamos los apuntes que escribía para preparar sus clases y unos pocos tratados, como la Ética a Nicómaco. Sabemos que escribió diálogos con forma literaria, semejantes a los de Platón. Cicerón dijo que la obra del fundador de la Academia era ‘plata’ y la de Aristóteles, ‘oro’, un hilo dorado que deslumbraba con su belleza y elegancia. 

Las páginas dedicadas a la amistad corroboran que su juicio no era desatinado. ¿Podemos concluir algo sobre esas enseñanzas, que han sobrevivido a las contingencias de la historia y la criba del tiempo? 

Pienso que sí. La vida no es caos y azar, sino algo bello y digno de estima, como lo demuestra la existencia de la amistad. Sin amigos, nuestra existencia siempre estará incompleta, pero el afecto no debe oscurecer la pasión por la verdad. 

La filosofía es un esfuerzo de comprensión, no una forma de acomodarnos a las circunstancias. De todas formas, la verdad no nos impone romper con los amigos. Podemos discrepar sin que eso menoscabe el aprecio. Solo debemos ser intransigentes con el mal. No podemos amar a los malvados. Nos lo impide el compromiso con el bien, que es la esencia de una filosofía correctamente orientada. 

Aristóteles no escribió solo para sus conciudadanos. Sus palabras sobre la amistad son un aldabonazo en el porvenir. Lejos de haber caído en el olvido, siguen escuchándose como ese rumor áureo del que habló Cicerón, recordándonos que nuestra civilización se forjó en Atenas, esa pequeña ciudad donde el espíritu sopló con la delicadeza de una lira y la fuerza de una tempestad”. 

Lo dicho: los parientes son accidentes, hacer amigos es lo grandioso de la vida cuando se funda en la verdad y en el bien, no en la mentira y la maldad. Sublime cuando los parientes: padre e hijos, hermanos, primos y demás familiares se reconocen como amigos. ¡Qué legado de la sabiduría aristotélica! La enseñanza la tuve en casa, mi padre fue mi primer amigo.




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