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“Era la única manera de salir de esta situación. Esta vez no tenía miedo del agua ni de morir”

Seydou, de 19 años fue rescatado en el Mediterráneo central por el Geo Barents, barco de MSF, en marzo de 2022
 

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Por Médicos Sin Fonteras

Seydou salió de Costa de Marfil hasta llegar a Mali, Argelia… y atravesar el Sáhara antes de llegar a Libia. “Después de tres días en el desierto se nos acabó la comida y el agua”, recuerda antes de detallar su horrorosa travesía en el mar.

"Crecer en Costa de Marfil fue bastante difícil para mi familia y para mí. Siempre sentí, en el fondo, que nunca tendría una infancia normal. Vivía por mi cuenta y mis padres no estaban muy presentes, así que no tenía ningún apoyo y siempre me sentía responsable de todo en el día a día. No pude ser un niño y jugar al fútbol con otros niños de mi edad.

A partir de los 12 años, no volví a ir a la escuela. Todo lo que hice fue trabajar.

A los 15 años, mi mundo cambió. Mi novia se quedó embarazada y decidió que ya era hora de que nos fuéramos solos y empezáramos una vida en familia. Así que ahorré todo lo que pude para el año siguiente y emprendí mi viaje a Europa cuando tenía 16 años.

Primero viajé a Mali, donde me quedé unos meses; trabajaba en la construcción durante el día y por la noche en un mercado, barriendo.

Seydou, un superviviente de Costa de Marfil, a bordo del Geo Barents, el barco de búsqueda y rescate de MSF.

© Kenny Karpov

Luego en Argelia, donde viví algo menos de ocho meses. Era muy difícil encontrar trabajo así que acepté cualquier trabajo que pagara algo.

Luego crucé el desierto del Sáhara.

La travesía fue un momento difícil con muchos momentos críticos. Había muchos hombres apretujados en la parte trasera del camión, todos gritando por el espacio y peleando entre sí. Me subí y me agarré a un palo sin mirar a nadie. Permanecí en esta posición durante horas. No teníamos agua ni comida. Al caer la noche, el camión se averió. Las 45 personas recibieron la orden de salir. Salí y me senté junto a la parte trasera del camión con la esperanza de que viniera otro o de que alguien pudiera arreglar el problema.

Esto nunca sucedió. Me quedé una semana en el desierto. Después de tres días se nos acabó la comida y el agua. Cada día que pasaba perdía la esperanza.

Unos cuantos vimos la arena que se levantaba a lo lejos y nos dimos cuenta de que era un camión. Nos salvamos. El conductor pudo darnos agua y comida y se ofreció a llevarnos con él por el resto del Sáhara.

Llegamos a la ciudad de Debdeb, que hace frontera con Libia. El hombre conocía a un contrabandista y dijo que se pondría en contacto con él para que nos ayudara a entrar en Libia. Este hombre también nos informó de que la vida en Libia no sería fácil: hay una guerra y las palizas a los negros son habituales. No me importó. Sabía que tenía que ir.

Seydou, sentado para que le corten el pelo a bordo del Geo Barents

© Kenny Karpov

Ya había llegado hasta aquí. Una vez en Libia supe que tenía que encontrar la manera de hacer la travesía por mar. Encontré diferentes trabajos, pero el sueldo era horrible. A veces recibía 10 dinares, a veces 20. Lo peor era después del turno, cuando algunos hombres intentaban robarte el dinero o te golpeaban por ello.

En uno de mis muchos trabajos conocí a un joven que me dijo que había encontrado un contrabandista para que le llevara al mar.

En abril de 2021 comenzó su viaje por el mar. Unos días más tarde, me enteré de que él y otras 130 personas habían muerto después de que su barco se hundiera. Mi mente entró en pánico. ¿Qué debía hacer? Decidí retirarme un poco y seguir trabajando, ya que así se tranquilizaban mis pensamientos.

Me preocupaba que esto también me pudiera pasar a mí. Podría morir en el mar. Tenía muchas dudas. Después de unos meses, encontré un contrabandista y pagué 400 euros. Mi mente seguía dudando. Tuve que seguir adelante por el bien de mi mujer y mi bebé que me esperaban en casa.

Salimos de la costa de Zawiya a las 9 de la noche hacia el mar. Al día siguiente, hacia las 11 de la mañana, se acabó el combustible y nuestro motor dejó de funcionar. Pensé que era el fin y que iba a morir. Entonces, a las 6 de la tarde, vimos un barco rápido que se acercaba a nosotros con la bandera libia. Supe que se había acabado. No llegaría a Europa. Me llevarían de vuelta a Libia.

Seydou a bordo del Geo Barents. 9 de marzo de 2022.

© Kenny Karpov

Los libios nos detuvieron y nos lanzaron un cabo para atarlo a nuestro barco y desde allí todos entramos en su barco. Los libios nos llevaron a las 96 personas que estábamos en el barco, a un centro de detención en Trípoli, luego un par de guardias separaron a un pequeño grupo de nosotros. Desde allí, un par de hombres en coches de alta gama nos llevaron a los seis a una casa. No había luz. Yo tenía miedo. Pensé que nos habían secuestrado y que nos iban a matar.

Al día siguiente, nos dijeron que trabajáramos en una obra. Trabajé día y noche, sin parar, sin apenas comer. Por fin conseguí mi libertad el tercer día. Fue una gran sensación. Inmediatamente después de ser liberado, empecé a pensar en volver a cruzar.

Tenía miedo de ser interceptado de nuevo por los libios, pero era la única manera de salir de esta situación. Esta vez no tenía miedo del agua ni de morir. La muerte es el destino de todos los seres humanos.

Pasaron algunas semanas y pagué mi viaje por el mar. Esta vez, los contrabandistas me llevaron a Sabratha y me dejaron en un edificio abandonado con otras personas. Estuvimos allí dos semanas. No había nada que comer ni beber y nos dijeron que no saliéramos: si lo hacíamos, habría problemas y la ruta se acabaría para nosotros.

Finalmente, los hombres vinieron y nos llevaron al mar a última hora de la tarde. Después de casi 10 horas en el mar nos rescató este barco [el buque de búsqueda y rescate de MSF Geo Barents]. No podría estar más feliz de estar a bordo. Todavía no puedo creer que nos hayan rescatado y salvado. A veces me despierto a las 3 o 4 de la mañana pensando que estoy soñando, que esto no es real. Me siento agradecido por todo, pero seré más feliz cuando toque tierra en Europa. No puedo esperar a llamar a mi mujer y a mi hijo cuando lleguemos a Europa. No es una buena sensación estar lejos de ellos. Algunos días me siento fatal por mi decisión, pero al final, sé que he tomado la decisión correcta para mi familia".





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