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La guerra que llevamos dentro

OPINI脫N de Jorge Majfud

El a帽o pasado publicamos que, luego de la costosa derrota de Washington en Afganist谩n, hab铆a que prepararse para una nueva guerra; que mucho antes que China vendr铆a un conflicto con Rusia. Cuando la nueva guerra finalmente lleg贸, intentamos entenderla. Aparte de las donaciones que son como aspirinas cada vez que un pa铆s es invadido, la importancia de nuestros esfuerzos dial茅cticos, por importante que sea el medio donde se publican, es igualmente irrelevante.

Hay una realidad que no ocupa ni a tirios ni troyanos en los medios internacionales: la guerra que todos llevamos dentro y que, en gran medida, explica una parte de esta guerra y de todas las guerras pol铆ticas. Me dir谩n que eso pertenece a la psicolog铆a, que no debo meterme en esos temas. Bueno, en los m谩s de 530 art铆culos que llevo publicados desde la cat谩strofe neoliberal en Am茅rica latina a fines de los a帽os 90, en todos los casos hice ejercicio ilegal de la profesi贸n de ensayista. 

Para resumir, vamos a tomar un par de casos entre miles. Como dijo alguien hace mucho tiempo, voy a empezar hablando de m铆 mismo que es quien tengo m谩s cerca.  

A principios de 2017, unos amigos de un medio espa帽ol para el cual colabor茅 por muchos a帽os, me pidieron que me pronunciara sobre el caso del conflicto en Catalu帽a. Les insist铆 que, aparte de aficionado a la cultura y la tr谩gica historia de Espa帽a, no era ni soy un experto en Catalu帽a y que, desde mi perspectiva exterior, hab铆a que dejar a los catalanes realizar su refer茅ndum sobre la debatida independencia, como lo hab铆a hecho Escocia en 2014. Un refer茅ndum no vinculante, como el que quiso hacer Manuel Zelaya en Honduras. Como resultado, al igual que me ocurri贸 con el caso de Honduras, perd铆 varios amigos. Llam茅moslo as铆, “amigos”, aunque todos saben que los amigos de verdad no se pierden por diferencias pol铆ticas. As铆, en unas pocas horas, pas茅 de ser, por a帽os, “el intelectual m谩s importante de Am茅rica Latina” a la categor铆a de “idiota”. En ambos casos exageraban, aunque de lo 煤ltimo nadie nunca puede estar tan seguro.

Estrictamente lo mismo ha ocurrido con el conflicto de Ucrania. Mi posici贸n, como en el caso de Catalu帽a, nada tiene de radical. Otra vez, asumo y reconozco que no soy un experto en temas de Ucrania. S贸lo intento aportar una perspectiva exterior, basada en mis limitados conocimientos hist贸ricos y globales (¿qu茅 no es este conflicto sino un choque hist贸rico-geopol铆tico?). 

El mismo d铆a de la invasi贸n de Putin, publiqu茅 en varios diarios una comparaci贸n del discurso de Bush antes de invadir Irak y el de Putin antes de invadir Ucrania. Claro que hay grandes diferencias factuales, pero por entonces entend铆, y entiendo, que Putin estaba enviando un mensaje con el paralelo ret贸rico. Las acusaciones de rusofobia no se hicieron esperar. Poco despu茅s, a pedido de un par de editores, envi茅 otras notas, con resultados semejantes: era un “zurdo” que estaba justificando la muerte de cientos de ucranianos al mencionar la responsabilidad de la OTAN en su avance sobre la frontera rusa, las matanzas ucranianas en Donbas, el paramilitarismo nazi del Batall贸n Azov, la censura en los medios occidentales y la diferente vara para juzgar otras invasiones y matanzas que no son solo historia sino presente, como Palestina, Irak, Afganist谩n, Libia, Siria, Yemen, Somalia… “No es momento de hablar de imperialismo occidental porque v铆ctimas ucranianas est谩n sufriendo”; “¿racismo contra los refugiados negros de Ucrania?”; “no es momento para mencionar la pol铆tica de fronteras abiertas para gente rubia y fronteras cerradas para los de 脕frica o Medio Oriente; le est谩s haciendo el juego a Putin”.

Aunque todas las cr铆ticas son respetables, en una gran proporci贸n los comentarios no s贸lo demostraban que sus autores no hab铆an le铆do con cuidado cada art铆culo (equivocado o no), sino que combat铆an argumentos que no estaban en ellos o repet铆an otros que ya estaban, como acusaciones. Claro, en gran parte puede deberse a las mismas carencias de cada art铆culo. No es f谩cil ser claro cuando se debe decirlo todo en menos de mil palabras, como si uno fuese Maradona sac谩ndose de encima dos adversarios y tirando un centro de rabona, todo en una baldosa. 

Hasta aqu铆, bien. Todo esto es parte de una din谩mica necesaria para cualquier democracia, para cualquier maduraci贸n de la libertad de los pueblos. Pensar diferente est谩 en la naturaleza humana y no es eso lo que deseamos corregir en nosotros. El problema (caso de studio) surge cuando los desacuerdos pol铆ticos terminan con amistades de a帽os. Es ah铆 donde tenemos un problema global y la zona de conflicto es s贸lo un escenario de las rabias y frustraciones personales. M谩s cuando se trata de conflictos imprevistos que reposicionan a mucha gente. Cuando Rusia bombarde贸 Chechenia y en un par de a帽os caus贸 la muerte de 50.000 civiles, no inflam贸 el pecho de casi nadie. Los palestinos, iraqu铆es o afganos “son todos terroristas” y no “tienen los ojos celestes”. Lo mismo otras incontables masacres de las potencias occidentales. Estamos acostumbrados; nuestras opiniones no toman a nadie por sorpresa.

Como en el caso de Catalu帽a, con Ucrania perd铆 varios amigos. Repito, no es que sea algo importante, porque los verdaderos amigos no se pierden por diferencias de opiniones; tampoco se trata de un conflicto sobre el cual yo mismo tenga opiniones acabadas desde hace a帽os. Lo que importa, creo, es el estado psicol贸gico en el que estamos sumergidos todos, el que se parece mucho al momento en que la euforia de un borracho comienza a descender la Campana de Gauss y se transforma en imperiosa necesidad de pelea con quien se cruce por delante.

Claro que nada de esto es casualidad. Los conflictos por opiniones siempre existieron, y tambi茅n en el pasado bastaba una diferente interpretaci贸n sobre el sexo de los 谩ngeles para terminar con una masacre en la civilizada Par铆s, como La noche de San Bartolom茅. Pero luego de algunos siglos de progresos sociales basados en la lucha por la Igual-libertad, m谩s recientemente hemos ido perdiendo terreno. El auge del fascismo y del nazismo son solo s铆ntomas de una realidad mayor: el secuestro del progreso de la Humanidad por los due帽os de los medios (medios productivos; medios de informaci贸n). 

Vieja historia. Tambi茅n en esto, las redes sociales est谩n jugando un papel decisivo: acerc谩ndonos, pero no pocas veces como quien, en una autopista, alguien se acerca a los otros conductores–a contramano. En gran parte, se trata de una ingenier铆a social. Unos pocos est谩n capitalizando todo este odio, y lo hacen muy bien. ¿Es muy dif铆cil adivinar en qu茅 invierten trillones de d贸lares las agencias secretas con, por ejemplo, mega softwares como Pegasus, esas cuevas del verdadero poder que no tienen rostros como Biden o Putin y que todo lo hacen en nombre de la Seguridad y la Defensa? Pues, no en otra cosa que, en pol铆tica, porque esa es el arma del siglo XXI. La Tercera Guerra mundial ya comenz贸 en el ciberespacio y es mucho m谩s poderosa que cualquier ej茅rcito y que esas payasadas de soldados de elite entrenados para aguantar cinco minutos bajo el agua.

El resto tenemos un problema invisible, pero global. Esta guerra pasar谩 y vendr谩n otras, y los culpables no ser谩n s贸lo Bush o Sadam, Hussein Obama, Osama, Biden, Putin o Rasput铆n, sino gente muy parecida a ellos que se creen mejores que ellos solo porque no tienen el poder destructivo que tienen ellos: nosotros, odi谩ndonos, divididos, manipulados y peleando una guerra equivocada.

Una guerra ajena.

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