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Australia, un mensaje al mundo




Jorge Zavaleta Alegre.

Hoy en día Australia es una de las naciones más multiculturales del mundo, una nación rica en culturas aborígenes y migratorias. Y aproximar la mirada a esta cultura permitirá saber cuan cerca o lejos está Latinoamérica en el Siglo XXI.

Australia es una sociedad democrática estable, culturalmente diversa y con una de las economías más fuertes del mundo. Con una población estimada en más de 22,5 millones de habitantes, Australia es la única nación que gobierna un continente entero. Es la isla más grande del planeta y el sexto país más grande en superficie, acercándose al tamaño de la parte continental de los Estados Unidos de Norteamérica y una vez y media al de toda Europa.



Australia alberga a una de las más antiguas culturas vivientes del mundo. Los aborígenes arribaron al menos 50.000 años atrás, y la cultura del isleño del Estrecho de Torres, 10.000 años antes de la colonización europea. Es un país amigable y su reputación como sociedad exitosa y próspera ha colocado en el segundo lugar en el “Informe sobre Desarrollo Humano 2011 del Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas”.



Australia posee el 10 por ciento de la biodiversidad mundial, y una gran proporción de su fauna y flora. Posee varios sitios declarados internacionalmente como Patrimonio de la Humanidad, incluyendo la Gran Barrera de Coral, el Parque Nacional Uluru–Kata Tjuta y el emblemático Teatro de la Ópera de Sydney.



En la OCDE se informa que Australia hasta 2011, era la 13º economía más importante del mundo, con un fuerte compromiso con la reforma económica que enfatiza el libre comercio y la inversión. Más de un cuarto de la población australiana ha nacido en el exterior. Pero ese modelo si hoy se analiza en otras localidades como las republicas andinas, el modelo derivo también en una informal y corrupción, deformaciones que tampoco son excluyentes de las economías socialistas. Rusia, con la guerra contra Ucrania, ha sido descubierto un corrupción oficial y asesina.





La revista ‘The Economist‘ opina que si Estados Unidos tuviera la misma tasa de mortalidad por covid que Australia, se habrían salvado unas 900.000 vidas.



Australia ofrece quizás las comparaciones más nítidas con la experiencia estadounidense. Ambos países son democracias de habla inglesa con perfiles demográficos similares. En Australia y en los Estados Unidos, la mediana de edad es de 38 años. Aproximadamente el 86 por ciento de los australianos viven en áreas urbanas, en comparación con el 83 por ciento de los estadounidenses.



Sin embargo, la tasa de mortalidad por covid de Australia es una décima parte de la de Estados Unidos, que coloca a la nación de 25 millones de personas (con alrededor de 7500 muertes) cerca de la cima de las clasificaciones mundiales en la protección de la vida.



La ubicación de Australia en el lejano Pacífico a menudo se cita como la causa de su relativo éxito con Covid. Sin embargo, eso no explica completamente la diferencia en los resultados entre Australia y los EEUU.



Australia ha estado durante mucho tiempo, al igual que Estados Unidos, altamente conectada con el mundo a través del comercio, el turismo y la inmigración. En el 2019, mas de 9,5 millones de turistas internacionales llegaron a Australia. Sídney y Melbourne podrían haberse vuelto tan invadidos por el covid como Nueva York o cualquier otra ciudad estadounidense.



Una investigación de Asanka Brendon Ratnayake para The New York Times formula la siguiente pregunta: Entonces, ¿qué salió bien en Australia y mal en Estados Unidos?



Australia restringió los viajes y la interacción personal hasta que las vacunas estuvieron ampliamente disponibles, luego maximizó la aceptación de las vacunas, priorizando a las personas más vulnerables antes de reabrir gradualmente el país.



De un brote a otro, también hubo algunos errores: fallas en el protocolo en los hogares de ancianos que llevaron a grupos de muertes; un lanzamiento de vacunas obstaculizado por compras lentas. Y con Omicron y la relajación de las restricciones, las muertes han aumentado.



Los australianos mostraron desde la cima del gobierno hasta el hospital mas lejano su preocupación, y “que los estadounidenses han demostrado que les falta: confianza en la ciencia y las instituciones, pero especialmente el uno en el otro”.



Cuando comenzó la pandemia, el 76 % de los australianos dijeron que confiaban en el sistema de atención médica (en comparación con alrededor del 34 % de los estadounidenses), y el 93 % de los australianos informaron que podían obtener apoyo en tiempos de crisis de personas que vivían fuera de su hogar. En parte debido a ese cumplimiento masivo, que mantuvo el virus más bajo control, la economía de Australia ha crecido más rápido que la de Estados Unidos durante la pandemia.



Australia agregó el coronavirus, como una amenaza “un nivel de compromiso muy reflexivo, con políticos y científicos, justo en esa fase inicial”;



El primer caso positivo apareció en Australia el 25 de enero. Cinco días después, cuando los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades confirmaron la primera transmisión humana del virus en Estados Unidos, el presidente Donald J. Trump minimizó el riesgo. “Creemos que va a tener un final muy bueno para nosotros”, dijo.



El mismo día, el gobierno de Australia opto por un tono más práctico. En menos de 24 horas después, el 1 de febrero, Australia cerró su frontera con China, su mayor socio comercial. El 3 de febrero, 241 australianos fueron evacuados de China y puestos en cuarentena por el gobierno durante 14 días. Mientras los estadounidenses todavía se reunían en grandes grupos, el sistema de contención de covid de Australia estaba en funcionamiento.



En EEUU, la coordinación dentro del sistema de atención médica fue irregular. En Australia, que tiene un programa nacional de seguro de salud y un sistema hospitalario que incluye opciones tanto públicas como privadas, hubo acuerdos para compartir la carga y un servicio de transporte para el traslado de pacientes. Los hospitales trabajaron juntos, confiando en que el pago se resolvería.



Se agudizan las asimetrías mundiales. La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, en términos prácticos, está fuera de la consideración de las políticas de mediano y largo plazo de las economías regionales. En términos comunes la pobreza se ha multiplicado, los hospitales no tienen ni capacidad física ni profesional para emprender acciones.



Por ejemplo, los magros presupuestos de salud en Perú, Ecuador, Bolivia son insuficientes en extremo, mientras la informalidad marcha comprometiendo a las instituciones públicas.



Los enfrentamientos políticos siguen ubicados entre izquierda y derecha, cuando las dificultades de hoy van mucho más allá de teorías y doctrinas que ayudaron a modernizar las decisiones. La llamada derecha no da la cara porque ya no funciona la economía de libre mercado y los sindicatos han dejado de actuar. El Perú, sus cinco presidentes de los últimos 30 años o están presos, en juicios que impiden la salida del país, uno que logro llegar a EEUU y no ha retornado a su pais. El dos presidente Alan Garcia se suicido, porque su salud mental era muy vulnerable por depresiones periodicas. En la lista no se ennumera a magistrados que fugaron a Europa.



En Latinoamerica no hay capacidad, voluntad y recursos para emprender un esfuerzo como país y mejorar los patrones de producción y de consumo, así como la calidad y cobertura de los servicios públicos, cuya importancia ha sido resaltada por la pandemia por coronavirus.





El calentamiento global tiene fuertes impactos en la región. Voces desde Chile nos dicen que los últimos 30 años han sido los más cálidos de la historia en la región y los aumentos más agudos de temperatura se registraron en los países en mayores latitudes norte y sur.



Y a manera de conclusión, recordemos a Pablo Neruda (12 Julio1904, Parral, Chile-23.09.1973 Santiago de Chile): “Que nadie piense en mí./ Pensemos en toda la tierra, / golpeando con amor en la mesa./ No quiero que vuelva la sangre/ a empapar el pan, los frijoles,/ la música: quiero que venga conmigo el minero, la niña,/ el abogado, el marinero,/ el fabricante de muñecas,/ que entremos al cine y salgamos/ a beber el vino más rojo”.




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