OPINIÓN de Olga Rodríguez
Este país está repleto de grandes historias de lucha por la democracia y la libertad apenas conocidas. Entre ellas se encuentran las de las presas políticas de la cárcel de Ventas, cuyas resistencias han sido invisibles durante décadas, primero por la dictadura franquista y posteriormente por la amnesia cultivada durante la Transición. Ya en democracia hemos sido varias las generaciones que no hemos podido estudiar ni en colegios ni institutos las historias de personas y colectivos que lucharon para conquistar algunos de los derechos de los que hoy disfrutamos.
Lo que no se cuenta desaparece. En España se nos ha transmitido que la verdad, la justicia y la reparación -los tres pilares que defiende Naciones Unidas- son incompatibles con la convivencia. Que la impunidad es imprescindible para la reconciliación. De ese modo se ha hilvanado una dañina antipedagogía que justifica la injusticia, el desconocimiento de nuestra Historia reciente y la persistencia del olvido. Lo contrario del olvido no es solo la memoria, es también la verdad.
Durante décadas el franquismo se ocupó de ir casa por casa, pueblo por pueblo, escuela por escuela, adoctrinando contra aquellas personas y agrupaciones que habían defendido la República e intentado evitar el golpe de Estado. Se impulsó un relato franquista, dictatorial, golpista, que atentaba contra libertades y derechos esenciales.
Cuando el dictador falleció en su cama y se inició el camino hacia la Transición, no se diseñó un proyecto de divulgación de cultura democrática de la envergadura suficiente para contrarrestar el adoctrinamiento inoculado durante décadas por el franquismo. Eso explica que a día de hoy perduren el silencio, el miedo, las tergiversaciones, los relatos falseados, el desconocimiento. Por eso la recuperación de la memoria es tarea ineludible para el avance democrático en nuestro país. Porque lo contrario de la memoria no es solo el olvido, sino también la mentira.
Desde hace más de veinte años he trabajado como periodista en numerosos países donde he podido hacer seguimiento de procesos en busca de verdad, justicia o reparación. He cubierto informativamente comisiones de la verdad, exhumaciones, reparaciones colectivas por parte de instituciones públicas e incluso juicios a criminales de lesa humanidad, con cargos y sentencias firmes. Aquellas experiencias, unidas al contacto mantenido con personas cultivadas en el cuidado de los derechos humanos y del derecho internacional en circuitos internacionales me ayudó a formularme una pregunta, como ciudadana española y nieta de represaliados: ¿por qué en España no? ¿A qué se debe la llamada anomalía española? ¿Por qué se perpetúa un relato equidistante?
Sin memoria histórica, sin el conocimiento de lo ocurrido, sin verdad, es imposible que podamos explicarnos ni como seres individuales ni como sociedad. Ignoramos y nos desconocemos. Lo que no se cuenta es como si no existiera. Por eso son tan importantes iniciativas como la que ahora recupera, con el impulso de la Fundación Rosa Luxemburg, la página web carceldeventas.org, donde se reconstruyen las historias de las presas políticas que lucharon contra el franquismo y se organizaron en aquella prisión.
En torno a la recuperación de la verdad se extraen las historias enterradas, las palabras ocultas, las identidades sustraídas. No podemos entendernos como seres humanos ni como sociedad si no sabemos de dónde venimos, qué causas condicionaron nuestra existencia, nuestro entorno. En la búsqueda de la verdad, la justicia y la reparación por parte de la sociedad civil surge una gran conversación: la conversación pendiente que aún tiene este país, la que necesita todo marco democrático para desarrollarse como tal. Lo que no se nombra no existe. Como escribió el poeta Juan Gelman, padre de un desaparecido por la dictadura argentina, un país sin memoria no puede tener un civismo sano.
Rosa-Luxemburg-Stiftung Büro Brüssel
https://www.rosalux.eu/es/article/2177.la-anomal%C3%ADa-espa%C3%B1ola.html
