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Los mariachis siguen presentes

Jorge Zavaleta Alegre



Los mariachis, constituyen iconos de la m煤sica tradicional mexicana, porque unen fuerzas para mantener su tradici贸n y seguir vigentes en medio  de la multiplicaci贸n  de  gustos y la p茅rdida de reconocidos cantantes y compositores.

La pandemia de los 煤ltimos cinco a帽os ha tenido incidencia sobre todas las actividades p煤blicas. Sin embargo, la m煤sica mexicana en sus ritmos m谩s antiguos ha vuelto a reinar en la casa familiar de Am茅rica. En mi tierra natal, Huaylas, al pie de los nevados del Huandoy, Huascar谩n y Alpamayo, la  m煤sica mexicana sigue presente, alternando   con el huayno, la marinera, el vals y el bolero. La Lira Huaylina, es un conjunto representante de esta regi贸n tur铆stica del Per煤.

El Encuentro del Mariachi ha promocionado este g茅nero musical no solo en M茅xico sino tambi茅n en otros pa铆ses. Cada a帽o llegan a Jalisco decenas de grupos de lugares tan lejanos como Jap贸n, Ucrania, Francia o Israel 谩vidos de interpretar sus melod铆as en la tierra del mariachi y del tequila.

Estas agrupaciones son la prueba de que la m煤sica del mariachi sigue viva y fuerte en el gusto del p煤blico, afirm贸 Mauricio Rodr铆guez, cantante del Mariachi Juvenil Primera Clase, originario de Bogot谩, Colombia.

“En Colombia, Per煤. Bolivia, Paraguay el mariachi no puede faltar en las celebraciones, el d铆a del padre, de la madre, para todo. G茅neros (musicales) hay para todos, pero esto es algo que en momentos de reuniones o si siente un despecho o un desamor, va a dedicar una canci贸n a lo tradicional. Siempre va a estar muy viva la m煤sica mexicana.

Alan Riding escribe para The New Times, desde  Ciudad de M茅xico. Y  sumamos unas l铆neas de la frondosa literatura de Octavio Paz, recordando ese gran costumbre del mexicano de ser un pa铆s generoso, anfitri贸n de quienes visitan este pa铆s o de quienes cruzan el rio fronterizo de El Paso de Texas a la ciudad de Benito Ju谩rez, gobernante que fund贸 Escuelas Normales reconstruyo el Palacio de Gobierno y dej贸 excedentes en la hacienda estatal. Sus inicios en la pol铆tica datan del a帽o 1831, cuando se desempe帽贸 como Regidor del Ayuntamiento de Oaxaca.

Los mexicanos, se suele decir, aunque valga la pena repetirlo, viven detr谩s de m谩scaras que ocultan su respuesta a las buenas y malas suertes que les depara el destino. Pero hay un momento de catarsis en el que se cae la m谩scara y fluyen las emociones. Esa es la fiesta.

''Nuestras fiestas son explosiones'', escribi贸 el poeta Octavio Paz. “No hay nada tan alegre como una fiesta mexicana, pero tampoco hay nada tan triste. Se unen la vida y la muerte, la alegr铆a y la tristeza, la m煤sica y el mero ruido. ‘‘

La Plaza de Garibaldi en el centro de la Ciudad de M茅xico sirve casi como el sof谩 de un psiquiatra. Todas las tardes hasta casi el amanecer tiene lugar el ritual de la fiesta. No es una fiesta organizada en un d铆a especial para una ocasi贸n espec铆fica. M谩s bien, es una fiesta permanente que espera ser explotada casi como una terapia. En la plaza de estilo colonial y los ruidosos bares que la rodean, la m煤sica y el alcohol traen liberaci贸n a quienes la buscan.

Los turistas pueden visitar la plaza por otras razones: para maravillarse con los cientos de m煤sicos congregados en un solo lugar, para escuchar a decenas de grupos compitiendo por el espacio o, menos aventureros, para ver espect谩culos llamados "Fiesta Mexicana" en los locales nocturnos cercanos. .

La Plaza de Garibaldi no es para todos. Exige una aceptaci贸n de M茅xico que raya en la tolerancia. Sus vistas, sonidos y olores, crudos, cacof贸nicos y acre, se lanzan sobre el visitante y pueden perturbar a los que no est谩n preparados. Pero para los que saborean experiencias ins贸litas, una velada en la plaza es divertida, conmovedora, esclarecedora y agotadora. Pero no se quede demasiado tarde porque despu茅s de las 2 a. m. la noche puede volverse inc贸modamente salvaje, relatan algunos viajeros.

Incluso antes de que el visitante llegue a la plaza, se anuncia de formas extra帽as. Por Santa Mar铆a la Redonda, la avenida que pasa junto a la plaza, los mariachis, como se conoce a los juglares, corren entre los autos que pasan ofreciendo una canci贸n. Los autos estacionados est谩n rodeados por otros mariachis, tocando una serenata a todo volumen. En un autom贸vil, una pareja joven se abraza, ajena al entorno. Pero cuando termina la canci贸n, piden otra.

En la plaza hay m煤sicos por todas partes. La mayor铆a son mariachis, con sombreros de ala ancha, camisas con volantes, pantalones ajustados y chaquetas cortas decoradas con hebillas plateadas. Un grupo suele estar formado por 10 instrumentos -violines, guitarras y trompetas- y un cantante principal que, por tradici贸n, puede llevar una pistola en la cintura.



Si bien la Plaza de Garibaldi es sin贸nimo de mariachis, otros m煤sicos act煤an, aunque con m谩s timidez, en el exterior de la plaza. Vestidos de blanco, con solo tres guitarras y un arpa son grupos veracruzanos. Con sombreros Stetson y botas vaqueras y acompa帽ados de acorde贸n, contrabajo y percusi贸n son tr铆os del norte de M茅xico, tocando m煤sica de las estancias.

La m煤sica de mariachi, sin embargo, es la m谩s atractiva. Cuenta historias de amor perdido e infidelidad y tragedia y violencia. Est谩 lleno de bravuconer铆a y sentimentalismo, de machismo que confronta a cualquier hombre pero se derrite al ver a una mujer hermosa.

Todo mexicano, al parecer, conoce todas las canciones. Un joven contrata a un grupo para que pueda cantar la voz principal, echando la cabeza hacia atr谩s como si representara las palabras. Otro, a 10 pies de distancia, contrata a un grupo diferente, pero escucha en silencio y solemnemente, solo mirando hacia abajo para tomar un sorbo de una botella de tequila metida en una bolsa de papel marr贸n.

En una noche cualquiera, los mariachis casi superan en n煤mero a los visitantes. Algunos parecen demasiado viejos para estar trabajando, y en las noches fr铆as se envuelven en gruesos ponchos, luciendo tan tr谩gicos como sus canciones.

Otros son enormemente gordos y, como luchadores de sumo en reposo, se balancean en el borde de bancos de piedra, con sus instrumentos alineados a su lado, como si esperaran el llamado a las armas. Sin embargo, los mariachis no necesitan quitarse la m谩scara. Act煤an con una gran energ铆a, superada 煤nicamente por su indiferencia ante la respuesta -ya sea de gritos o de silencio- que provocan.

Abundan los comerciantes y los m煤sicos: ni帽os vendiendo rosas, viejos con c谩maras fotogr谩ficas que ofrecen una foto con un sombrero de mariachi y un tipo de comerciante que rara vez se ve fuera de M茅xico, el hombre que deambula entre la multitud haciendo sonar dos barras de metal unidas por cables a una caja que cuelga de su cuello.

Al salir de la plaza hay un gran sal贸n, de 100 metros de largo, 30 metros de ancho, repleto de peque帽as mesas y puestos de comida, un mercado que est谩 abierto las 24 horas. Se recomienda a los visitantes que cenen en otro lugar antes de visitar la plaza, pero es posible que deseen deleitar sus ojos con la carne cruda y el cerdo asado que se amontonan en los mostradores, las ricas sopas de pozole o birria que se cuecen a fuego lento en ollas enormes, los tazones de salsas de chile y limones en rodajas que se destacan en cada mesa y los jugos de frutas y frutas en conserva que completan el caleidoscopio de color.

Alrededor de la plaza hay muchos bares y discotecas donde la m煤sica se puede escuchar con mayor comodidad. Una de las favoritas de los viajeros, o al menos de los agentes de viajes, es la Plaza de Santa Cecilia, donde se presenta un espect谩culo folcl贸rico mexicano cuatro veces por noche.

Sin embargo, el p煤blico de los clubes nocturnos tiende a estar compuesto por turistas y forasteros mexicanos. Los residentes locales se dirigen a los bares, entre ellos el Tlaquepaque, un lugar laber铆ntico donde los grupos de mariachis que compiten dificultan la conversaci贸n. Sin embargo, la bienvenida es c谩lida y los visitantes pronto se relajan y dejan que la atm贸sfera los abrace.

Dos grupos de mariachis tocan simult谩neamente y ambos est谩n m谩s alegres que los de la plaza. Una mujer de unos 50 a帽os es animada por amigos mientras canta con todo su coraz贸n con un grupo. Cerca, un anciano en silla de ruedas dibuja a una pareja que finge ignorarlo. En una pared, un enorme mural retrata los rostros de algunos de los famosos cantantes que lanzaron carreras desde El Tenampa. Otra pared lleva la letra de una de las tantas canciones dedicadas al bar: ''Cuantas veces me he ca铆do de El Tenampa/Pues borracho, con un nudo en la garganta…''

Es en parte gracias a El Tenampa que los mariachis est谩n en la Ciudad de M茅xico. La m煤sica se origin贸 en Guadalajara, la segunda ciudad m谩s grande de M茅xico, y los mariachis reci茅n llegaron a la capital en la d茅cada de 1920.

Fundado en 1925, El Tenampa se convirti贸 en uno de sus primeros hogares. A帽os m谩s tarde, los mariachis se convirtieron en una caracter铆stica de las pel铆culas mexicanas, y ahora se escuchan en todo el pa铆s en todas las ocasiones imaginables, brindando de todo, desde una serenata frente a la ventana de una prometida hasta un saludo a un presidente visitante.

El hogar de los mariachis hoy es la Plaza de Garibaldi, donde el sonido de sus trompetas anuncia el inicio de la fiesta nocturna. La mayor铆a de los mexicanos que vienen a la plaza son relativamente pobres, por lo que sus visitas no son accidentales. Las fiestas, despu茅s de todo, no son asuntos casuales.

Los asistentes a la fiesta vienen decididos a gastar el dinero que tanto les cost贸 ganar en m煤sica, comida y bebida, y se quedan hasta que est谩n en bancarrota, borrachos o exhaustos. A medida que la noche avanza hacia la ma帽ana, la electricidad en la plaza aumenta hasta el punto, en palabras de Octavio Paz, de "explosi贸n". Luego pasa. A las 4 AM empiezan a salir los mariachis, a las 5 AM cierran los bares, a las 6 AM amanece. La emoci贸n se ha liberado y la fiesta ha terminado.

“El mariachi es el mariachi, la tradici贸n sigue a donde quiera que va uno, est茅 la m煤sica que est茅 (sonando), llega el mariachi y es a levantar a la gente (a bailar), nuestra m煤sica la tocamos para todo: bodas, a personas que se van, no hay como la m煤sica mexicana”, expres贸.

“Alma tapat铆a” es una de las 25 agrupaciones de m煤sica vern谩cula provenientes de 10 pa铆ses que se re煤nen en el Encuentro Internacional del Mariachi y la Charrer铆a en el estado de Jalisco (oeste de M茅xico), conocido como la cuna del mariachi, que pretende difundir y mantener vivo este g茅nero mediante conciertos p煤blicos.

Rub铆 Corona Ruiz, directora del mariachi femenil “Flor de agave”, comenta a la prensa que esta m煤sica se mantiene porque est谩 muy arraigada en la cultura mexicana llena de fiesta, tradiciones y costumbres que “dif铆cilmente pueden morir de la noche a la ma帽ana”.

Asegura que la pandemia fue “un golpe muy duro” para quienes viven de la m煤sica mexicana por la restricci贸n de fiestas o reuniones masivas, que son unas de las principales actividades que les trae ingresos econ贸micos.

No obstante, la pandemia tambi茅n ha tra铆do una buena noticia y es que las familias y los amigos valoraron m谩s esa posibilidad de reunirse, de convivir y de cantar a todo pulm贸n canciones indispensables en las fiestas como El Rey y Cielo rojo o bailar El mariachi loco.

“Ha habido buena respuesta despu茅s de la pandemia, la gente sigue teniendo ganas de fiesta, de escuchar el mariachi y en lo personal nos ha ido muy bien con nuestros eventos, sobre todo porque tenemos las redes sociales, que son una ventana abierta para que nos conozcan en otros lugares”, expres贸.

El Encuentro del Mariachi tiene programadas actividades como galas en el centenario Teatro Degollado, donde tres mariachis renombrados conjugar谩n su m煤sica con la orquesta filarm贸nica de Jalisco, adem谩s de conciertos gratuitos en plazas p煤blicas y comerciales.


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