Ingoma Nshya es el primer grupo de mujeres tamboreras de Ruanda
Diez a帽os despu茅s del genocidio que marc贸 la historia reciente de Ruanda, varias mujeres cogieron las baquetas y crearon Ingoma Nshya, un grupo de tamboreras hutus y tutsis de diferentes clases sociales. Son el ejemplo de la sanaci贸n, el camino hacia la reconciliaci贸n y la muestra de que la creatividad no entiende de sexos. MUNDO NEGRO estuvo en uno de sus ensayos.
Carla Fibla Garc铆a-Sala. Mundo Negro.- 125 kil贸metros al sur de Kigali, y despu茅s de una secuencia interminable de colinas, est谩 Huye. Con cerca de 320.000 habitantes, hasta 2013 alberg贸 la universidad m谩s antigua del pa铆s. Aqu铆 se puede visitar el Museo Etnogr谩fico, donde se conservan herramientas tradicionales de la 茅poca de los 煤ltimos reyes ruandeses (ver MN 604, pp. 38-42). Estos vestigios, a los que no se renuncia en Ruanda, parecen renovados cuando se observan los movimientos, cantos y acrobacias de la veintena de mujeres que hace casi dos d茅cadas crearon el primer grupo de tamboreras del pa铆s.
Odile Gakire Katese, actriz, directora de teatro, cineasta, poeta y tamborera, fue la fundadora de Ingoma Nshya (ingoma puede significar ‘nuevo’, ‘reino’ o ‘poder’, y nshya hace referencia al ‘tambor’). Ese mismo a帽o, 2004, naci贸 su hija Aurore, que recibe orgullosa a MUNDO NEGRO en un local mezcla de librer铆a y helader铆a llamado Sweet Dreams (Dulces sue帽os), reconvertido en sala de ensayo tras la pandemia.

Cada d铆a sacan los tambores tradicionales al aire libre, a un espacio elevado desde el que se divisa la c谩rcel de Huye –la organizaci贸n Prison Fellowship Rwanda empez贸 all铆 su trabajo de reconciliaci贸n entre verdugos y familiares de las v铆ctimas del genocidio–, para repetir los movimientos, sentir el ritmo y percibir c贸mo su cuerpo parece fundirse con la estructura s贸lida del tambor. Bailan con el instrumento que les ha permitido obtener un recurso econ贸mico –perciben un salario mensual por esta actividad–, viajar, crear y, sobre todo, sentirse libres.
«Acabo de terminar Secundaria y me gustar铆a meterme de lleno en Ingoma Nshya porque siempre ha estado presente en mi vida. Quiero ayudar y, si tengo aptitudes, unirme a ellas», comenta Aurore Katese ante la mirada de algunas de las mujeres que almuerzan aprovechando el descanso. Katese explica las diferencias que existen entre los tipos de tambores que utilizan e insiste en la necesidad de buscar nuevas formas de expresarse porque el grupo ya lleva muchos a帽os funcionando.
«Cuando comenz贸 Ingoma Nshya hab铆an pasado solo diez a帽os del genocidio, la reconciliaci贸n era dif铆cil y la gente no lograba integrarse, era complejo que aquellos que hab铆an matado y los familiares de los fallecidos o los heridos, las v铆ctimas, se juntasen. Estaba prohibido que las mujeres tocaran el tambor y mi madre se pregunt贸 por qu茅. No era porque las mujeres no tuvieran fuerza para tocar este instrumento, sino que sencillamente se les privaba de hacerlo», contin煤a.
Odile Gakire Katese empez贸 invitando a las mujeres a practicar con el tambor al terminar sus labores en la casa, mientras sus hijos estaban en la escuela. Tras el genocidio, las mujeres eran m谩s del 70 % de la poblaci贸n, por lo que tuvieron que cambiar sus roles. Empezaron a desarrollar trabajos asociados tradicionalmente al hombre: alba帽iles, pol铆ticas, militares, abogadas… Asumieron, en definitiva, la responsabilidad de sacar al pa铆s adelante. Este cambio supuso la apertura de Ruanda a la cuesti贸n del g茅nero, momento que Gakire Katese aprovech贸 para escribir un nuevo cap铆tulo en la cultura nacional. Lo que empez贸 siendo una necesidad para mantener vivas costumbres ancestrales, ayud贸 tambi茅n a sanar las heridas del genocidio.
Sin embargo, a lo largo de este tiempo, no han tenido una acogida homog茅nea en Ruanda, donde no perciben el mismo entusiasmo que en los festivales internacionales en los que participan desde 2009. Sus actuaciones en su pa铆s son limitadas, y el contacto con la capital o el acceso a fondos p煤blicos destinados al arte, escasos. Por eso, Marie Moella Uwsenma, de 45 a帽os y miembro del grupo desde 2008, recuerda el viaje que hicieron a Gran Breta帽a. La gente las aplaudi贸 tanto que se emocionaron, «todos levantados sin dejar de mostrarnos lo mucho que les hab铆a gustado… Fue un regalo».
La llegada al grupo
«En mi caso, entrar en el grupo en 2008 no fue algo improvisado. Mi vecino tocaba el tambor y a m铆 me gustaba mucho verle y escucharle. En un momento determinado, invit贸 a su mujer a aprender, y como yo mostraba inter茅s por los ritmos, me pidieron que me uniera a ellos. As铆 empec茅», explica Marguerite Mushimiyimana. Con 29 a帽os es una de las m谩s j贸venes del grupo, aunque lleva 14 a帽os perfeccionando su t茅cnica.

«Al ver tocar a otras mujeres me pregunt茅 por qu茅 no yo. Le coment茅 a mi marido que quer铆a unirme a Ingoma Nshya y estuvo de acuerdo», cuenta Uwsenma, para quien tocar el tambor es «algo natural en m铆, algo en lo que no tengo que esforzarme». Ah铆 se siente «relajada y feliz», igual que sus compa帽eras, algo f谩cil de apreciar cuando se ponen detr谩s del tambor.
Los s谩bados acuden a las escuelas para ense帽ar su arte a ni帽os y ni帽as. «Muchos piden a sus padres que les apunten, y tambi茅n hay padres que deciden que el tambor forme parte de su educaci贸n», apunta Uwsenma, que cuando era peque帽a quer铆a ingresar en el Ej茅rcito. «Con nuestro grupo hemos vencido las diferencias sociales, la segregaci贸n. Aqu铆 todas somos iguales, nos sentimos unidas por el tambor».
«No se puede cambiar lo pasado ni hacer que desaparezcan los problemas sociales, pero tocar el tambor nos relaja y creemos que proporciona paz. Lo que hacemos tiene que gustarnos a nosotras y a los que acuden a nuestro espect谩culo. Esto nos anima, nos reconstruye y sentimos que genera algo bueno», a帽ade Moella Uwsenma ante la escucha atenta de Marguerite, que asiente con la cabeza: «Tocamos a nuestra manera. Mientras los hombres permanecen est谩ticos, nosotras balanceamos todo el cuerpo, nos giramos, nos ponemos en cuclillas, saltamos… Nuestro estilo es din谩mico».
El ambiente es tan relajado que es dif铆cil decidir el momento de despedirse. Por eso aprovechamos la concentraci贸n de la pr谩ctica de los malabares con las baquetas al ritmo de un par de tambores, algo que les har谩 practicar algunas horas m谩s.