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Sarah Marcha: “Tenemos cinco mil años de patriarcado, pero también de resistencia”

Sarah Marcha es integrante del Centro de Jineolojî

El movimiento de mujeres de Kurdistán tiene 40 años de experiencia antes de que surja la Jineolojî. Las primeras mujeres empezaron a juntarse en las filas del Partido de los Trabajadores de Kurdistán y aún antes de la fundación de la organización. Una de ellas fue Sakine Canzis, quien fue asesinada junto con Leila Saylemez y Fidan Dogan en París, en 2013. Ella fue la primera célula, podemos decir, del movimiento de mujeres kurdas.




Roma Vaquero Diaz y Leandro Albani / La tinta

El término Jineolojî está compuesto de la palabra kurda “jîn”, que significa mujer y proviene de la raíz “jiyan” (vida) y el sufijo “-ologî”, que nace del griego y puede designarse como logos, ciencia, estudio. Podríamos traducir la palabra Jineolojî como ciencia de mujeres.

La Jineolojî presupone un cambio radical en el modo de leer el universo, en una cosmovisión diferente y un cambio de paradigma. La primera vez que esta palabra aparece en algún tipo de registro es en 2003, en el texto Sociología de la Libertad, de Abdullah Öcalan, el líder del Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK), encarcelado desde 1999 en Turquía. Öcalan expresa la necesidad de una ciencia de mujeres como base fundamental para una sociedad libre, igualitaria y democrática, donde el Confederalismo Democrático -sistema social basado en la liberación de los géneros y la ecología- fuera posible.

La ciencia de las mujeres se pregunta acerca del sentido de la vida, de los saberes que la vida misma proporciona y de qué manera las mujeres los elaboran y construyen. Además, propone claves para descifrar los mecanismos de esclavitud y ampliar la noción de libertad, ya que, para que la unión entre mujer y vida sea posible, es necesario combatir el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado, sostenidos por la construcción de conocimientos dominantes.

Para profundizar sobre la ciencia de las mujeres, La tinta habló con Sarah Marcha, integrante del Centro de Jineolojî, con sede en Europa, sobre el largo proceso de este nuevo paradigma nacido en el corazón de Kurdistán.

La primera célula

El movimiento de mujeres de Kurdistán tiene 40 años de experiencia antes de que surja la Jineolojî. Las primeras mujeres empezaron a juntarse en las filas del Partido de los Trabajadores de Kurdistán y aún antes de la fundación de la organización. Una de ellas fue Sakine Canzis, quien fue asesinada junto con Leila Saylemez y Fidan Dogan en París, en 2013. Ella fue la primera célula, podemos decir, del movimiento de mujeres kurdas.

Por ese entonces, en la sociedad como en las filas revolucionarias, había una relación patriarcal, como influencia del colonialismo de Estado y del sexismo existente. Para que las mujeres pudieran realmente ser ellas mismas y no tener que imitar a los hombres, o no ser limitadas por ser mujeres por los compañeros y comandantes (del PKK), se decidió crear el ejército de mujeres, que fue un primer paso para la autonomía. Poco a poco, se vio la importancia de que las mujeres creasen su autonomía en base a la educación, las estructuras civiles y en todos los ámbitos de la vida, hasta que, en el 2000, las mujeres decidieron crear su propio partido.

Abdullah Öcalan propone la Jineolojî cuando habla de la necesidad de la autonomía de las mujeres en todas las esferas de la vida para llevar a cabo el proyecto de modernidad democrática que pueda romper con el capitalismo y recuperar todos los valores de la humanidad, ya sean ancestrales, de comunalidad, de liberación y de democracia de las mujeres. Y, al mismo tiempo, hacer un cambio profundo de la mentalidad.

Las raíces

Las mujeres kurdas comenzaron a hacer un estudio desde el Paleolítico y el Neolítico, pasando por las diferentes civilizaciones de la región y de la cultura de las mujeres, tanto kurdas como árabes, asirias, etc., y de todos los pueblos que viven en el territorio. Se trata de ver y encontrar los vestigios de un tiempo que llamamos la “sociedad natural”, que es anterior al patriarcado y al Estado, cuando la sociedad estaba centrada alrededor de las mujeres-madres, que fueron las pioneras de la Revolución Científica del Neolítico. Ellas construyeron la sociedad con valores de comunalidad, de apoyo mutuo, de respeto, de amor.

Es fundamental estudiar e investigar, tanto a nivel personal como colectivo, desde cada lugar, cuál fue la historia de las mujeres, cómo era la vida sin el patriarcado, cómo hacen las mujeres y sus pueblos para luchar contra el patriarcado, el Estado, la civilización dominante, el colonialismo. Y cuáles son los mecanismos de autodefensa que se crearon, cuál fue el rol de las mujeres en todas las revueltas contra el Estado. Además, debemos conocer los límites y los puntos que impiden la unión, porque hay mucha fragmentación en los movimientos de mujeres y de los pueblos. En general, el nacionalismo, el fundamentalismo religioso, el liberalismo, el cientificismo se imponen como la verdad de todo.

Por eso, hay que preguntarse cuál es la creencia impuesta por los sistemas y cuáles son las creencias de las mujeres y de los pueblos en resistencia. Al momento de alcanzar este conocimiento y saber de dónde venimos, quiénes somos y qué queremos, se genera una identidad de las mujeres, que es multicolor, pero con un objetivo común que pueda crear una unión sin matar las diferencias o la diversidad. Al mismo tiempo, en la Jineolojî, se interroga lo que cada una de nosotras tiene en nuestras culturas, en nuestras personalidades, que nos pueda llevar hacia la libertad o que nos limita las libertades. Luego, viene la cuestión de la transformación de los hombres. Lo que decimos es que todo es una cultura y una mentalidad de un sistema que oprime. Porque la idea es la liberación de toda la sociedad. Entonces, los hombres deben transformarse para liberarse del patriarcado.

La cuestión no es disminuir a los hombres, pero si queremos que las mujeres puedan tener un rol en esta sociedad y que los hombres puedan deshacerse del patriarcado, ellos mismos se deben dar cuenta de que no están libres. Eso es lo más difícil. Para las mujeres, es más fácil, porque ven contra qué tienen que luchar y por qué tienen que luchar, pero a los hombres les cuesta verlo.

Las mujeres como vanguardia

Se necesita una ciencia de las mujeres que pueda romper con la visión sexista y colonial de las ciencias, que llamamos positivismo y que surgió en el marco de la transición hacia el capitalismo. Y, así, poder encontrar la realidad de las mujeres, de las sociedades que luchan y resisten, y generar un conocimiento para que la identidad de las mujeres, que ha sido destrozada y atacada por el patriarcado desde hace más de cinco mil años, pueda ser revelada y que puedan construir su revolución a partir de entender lo que es la influencia del actual sistema.

La idea de esta ciencia también es resolver los problemas, como la violencia hacia las mujeres, los feminicidios. No nos limitamos a una ciencia de género, sino que es una ciencia de la vida. Es decir, que las mujeres sean entendidas como centro de la vida, como las que van a poder tomar sus vidas en sus propias manos, pero también transformarse en una vanguardia para su sociedad, para sus hijos e hijas, sus compañeros, sus familias, su pueblo y la humanidad en general.

La Jineolojî abraza a los feminismos, pero, al mismo tiempo, tiene como objetivo intentar analizar, entre todos los movimientos de mujeres, dónde están nuestros límites y cómo podemos superarlos.

También busca representar todos los valores, cómo los vamos a poner en la práctica y, luego, intentar llevarlos a nuestro entorno y entender cuál es la realidad de las mujeres que están en nuestro alrededor, porque, a lo mejor, mi historia es diferente a la tuya, es diferente a las de mis vecinas. Pero todo esto nos da a entender cómo el sistema ataca a la sociedad y a las mujeres. También vemos que la raíz es la misma, entonces, nos permite decir que esta solución no puede ser copiada y pegada, porque eso generará muchos problemas y lo hemos visto, sobre todo, en el feminismo occidental y liberal, que participa de un proyecto de asimilación o colonización. A veces, eso no es el feminismo. Es, en sí, la instrumentalización de por qué las mujeres buscan la libertad, pero el riesgo es que caigamos en esa influencia.

Romper con la mirada orientalista

La lucha de las mujeres no tiene que ser una herramienta del poder para obligar a otras mujeres, u otros pueblos, a transformarse de la manera que quiere el sistema hegemónico. Tenemos que romper con esta mirada orientalista y con las formas que tienen el patriarcado y el colonialismo del Estado para oprimir a las mujeres. Tenemos que entender lo que estamos viviendo desde las realidades locales y, así, entender a nivel global, con una mirada de lo micro hacia lo macro y de lo macro hacia lo micro. De esta manera, nadie nos va a instrumentalizar o a dividir entre mujeres y pueblos. Ahí vamos a poder crear algo en conjunto. Esto es la Jineolojî del día a día.

Lo que queremos es que, entre mujeres, antes de debatir, primero, podamos compartir. Compartir porque nos han dividido, separado. Y, después, intentar entender quiénes somos las mujeres para, entre todas, poder crear a partir de la empatía y del amor por la humanidad. Debemos resolver problemas a nivel personal, familiar y de sociedad, y, a su vez, democratizarnos. Por eso, hablamos de la construcción de una mujer libre, pero esta mujer libre no tiene un modelo, no hay una fórmula de cómo serlo. Es algo que vamos construyendo juntas, pero, por supuesto, el movimiento de mujeres kurdas y los movimientos de mujeres en el mundo tienen una experiencia para no empezar desde cero. Tenemos cinco mil años de patriarcado, pero también de resistencia.

Insistimos en que tenemos que organizar nuestro conocimiento, nuestra economía, nuestra salud. El sistema de autonomía de mujeres es la base para crear una educación hecha por nosotras mismas y aprender también en el hacer. Si tienes mucha teoría, pero a esta teoría no la puedes poner en la práctica o, cuando la pones en la práctica, no funciona, entonces, hay un problema en tu teoría. Pero si estás siempre en la práctica, por ejemplo, en reacción, reaccionando a los ataques, y si siempre estás respondiendo a lo que el Estado te impone, tampoco puedes desarrollarte.

No solo tenemos que decir en qué mundo no queremos vivir, sino construirlo. Esto será una respuesta para los problemas sociales y una barrera contra los ataques del Estado. Ya es hora de construir el mundo en el cual queremos vivir.

Los muchos mundos

En Europa, no hay esperanza y se dice que no se pueden cambiar las cosas, por eso, somos bastante críticas de muchos acercamientos, que llamamos modernidad capitalista. No es el fin del mundo, no es el fin de la historia, siempre hay algo que es posible, pero necesitamos un cambio de paradigma científico, otra mirada hacia el mundo y nuestra existencia.

La idea es ver, primero, quiénes somos, empezar por eso, dar a conocer la experiencia de las mujeres kurdas, de la revolución de Kurdistán, pero también ver que hay otras experiencias en el mundo, como, por ejemplo, la autonomía en Chiapas, las cooperativas en Europa o en el mundo en general, o en América Latina con la educación popular.

En Latinoamérica, nos interesa mucho el planteo de la relación entre mujer y vida. A lo largo de la historia de las mujeres, por la mirada patriarcal y, luego, con la trazada por el capitalismo y el positivismo, se acentuó que la única existencia de las mujeres es biológica, o sea, ligada a su biología de poder procrear. Si no es un instrumento de procreación, entonces, la mujer no tiene personalidad, identidad, no tiene historia. Todo el resto lo ha hecho el hombre, en realidad, el hombre de la élite blanca occidental.

Si vemos la vida y la identidad de las mujeres de otra forma, desde el Paleolítico, lo que nosotras llamamos la sociedad natural, que llevó a una revolución científica del Neolítico, que fue una revolución de la agricultura, la medicina, la astronomía, los valores sociales, las herramientas, la manera de pensar el enlace universal entre el ser humano, los seres vivos y las fuerzas del universo, etcétera, vemos que esta revolución fue dada en un sistema que era diferente, que no había Estado y no había patriarcado.

El patriarcado no ha creado nada, sino que destruye. Llegamos a un punto en que la vida, en algunos lugares del mundo, ya no tiene ni sentido. Por la crisis climática que estamos viviendo, todos los días desaparecen idiomas, especies de plantas, de animales. Lo que decimos es que el universo busca siempre la diversidad, no es una multiplicación a nivel de número, es de la calidad, que siempre es una dialéctica que construye algo. La relación entre las mujeres y la naturaleza era multicolor, tenía que ver con crear siempre más ideas, tener más creatividad, nuevas culturas, nuevas creencias, nuevas herramientas, tanto de las cosas materiales como inmateriales.





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