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El historiador en tiempos de redes

OPINI脫N de 脕ngel Vi帽as

@angelvinashist

Kellyanne Conway, consejera de Trump, en una imagen de archivo, quien populariz贸 la expresi贸n "hechos alternativos". EFE/Chip SomodevillaKellyanne Conway, consejera de Trump, en una imagen de archivo, quien populariz贸 la expresi贸n «hechos alternativos». EFE/Chip Somodevilla


Hubo una 茅poca, no tan lejana en el tiempo, en la que no exist铆an dudas acerca de lo que era el pasado. Se reflejaba m谩s o menos n铆tidamente en documentos, peri贸dicos, memorias, monumentos etc. Era deber del historiador interpretar dicho pasado ateni茅ndose a evidencias. Algo que ven铆a haci茅ndose desde la m谩s remota antig眉edad. ¿C贸mo, si no, hubiese escrito Edward Gibbon su historia sobre la decadencia y ca铆da del Imperio romano? 

Sin embargo, si hay una cosa que no es est谩tica es el pasado. La gran historiadora canadiense Margaret MacMillan lo explicaba con un viejo chiste de los tiempos sovi茅ticos: “No hay cosa que cambie tanto como el pasado”. Hac铆a referencia a la costumbre de que, cuando ciertos protagonistas de este ca铆an en desgracia, sus nombres desaparec铆an de fotos, de art铆culos e incluso de sesudos ensayos en la Enciclopedia Sovi茅tica. Luego, algunos volvieron a reaparecer como si no hubiera pasado nada. 

Reconozco que, en tales condiciones, la tarea del historiador se hac铆a un poco m谩s complicada de lo que es en realidad. 

Ahora las circunstancias son diferentes. Mucho de lo que se escribe sobre el pasado fluye de alguna manera hacia un repositorio, una biblioteca. Incluso se digitaliza y perenniza. Por lo menos mientras existan los instrumentos t茅cnicos que permitan leer tales versiones. 

Sin embargo, la profesi贸n de historiador, academizada a lo largo de los decenios positivistas y racionalistas del XIX cuando la historia aspir贸 a tener consistencia cient铆fica, se ha devaluado. Hoy, cualquier hijo de vecino con acceso a un ordenador se cree en el derecho de opinar y de difundir sus conocimientos, sea cual sea su procedencia, en el amplio mundo digital. Las redes han democratizado hasta l铆mites insospechados la capacidad de intervenir en un debate con opiniones que otrora no hubieran salido del entorno de una tertulia de caf茅.

Es vano quejarse de ello. Los avances tecnol贸gicos son irreversibles e imparables. Continuar谩n y se acentuar谩n. Solo el cielo es el l铆mite. Adem谩s, la acumulaci贸n y democratizaci贸n del conocimiento no es de por s铆 algo negativo. Antes al contrario. Es -y en mi modesta opini贸n debe ser- una pieza fundamental de cualquier concepci贸n acerca de los avances deseables en un sistema democr谩tico. La educaci贸n para todos fue siempre una aspiraci贸n de los pensadores m谩s razonables del pasado (aunque hubo excepciones). Es una conquista de la civilizaci贸n a defender por todos los medios.

Con todo, parece evidente que esa difusi贸n del conocimiento, pero tambi茅n de lo que servidor se permitir铆a denominar “anticonocimiento”, no est谩 exenta de riesgos o, por lo menos, de trampantojos. No todas las opiniones valen. A algunas se llega mediante procesos exigentes de investigaci贸n, reflexi贸n y contrastaci贸n inter pares. Otras se lanzan alegremente a la red bas谩ndose en suposiciones, cuentos chinos (con perd贸n) o meras ganas de provocar. Las redes son tambi茅n un instrumento de manipulaci贸n. 

Este es el caso de uno de los pa铆ses m谩s tecnol贸gicamente avanzados del mundo, Estados Unidos. Como es obvio, ha sufrido durante a帽os. Tal vez sufra algunos m谩s en el pr贸ximo futuro. Hemos visto las consecuencias de la manipulaci贸n de las redes desde la mism铆sima Casa Blanca. Tambi茅n desde un partido pol铆tico otrora responsable. En todo caso, potenciados por una caterva de opinadores sin freno sobre todo lo divino y humano. Un expresidente consigui贸 la proeza de dise帽ar, mantener y propagar una realidad paralela, basada en no hechos, rebautizados como “hechos alternativos”. ¡Un hallazgo!

Servidor no tiene ni la varita m谩gica ni la bola de cristal necesarias para ense帽ar c贸mo abordar tales “hechos alternativos”. Sesudos tecn贸logos, polit贸logos, soci贸logos, periodistas, te贸ricos del conocimiento, etc. est谩n en la tarea. 

Mi experiencia es mucho m谩s prosaica. El pasado ha quedado reflejado de diversas maneras en huellas materiales (documentos, monumentos, campos de batalla, fosas, residuos de campos de concentraci贸n y de exterminio). Si estas huellas pueden afrontar las inclemencias del tiempo y los efectos del cambio clim谩tico no todo est谩 perdido. 

A la “ciencia” de los hechos alternativos hay que oponer las ciencias de la realidad, tanto de cara al presente como de cara al pasado. Ciertamente, hoy no estamos como en los tiempos de Gibbon. 脡l se bas贸 en historiadores romanos, estableci贸 un m茅todo y una forma de cr铆tica. Se trata de un cl谩sico porque, aunque sus contenidos han quedado ampliamente superados, su enfoque respond铆a a un tipo de racionalidad que no se ha agotado. 

Hoy incluso se habla de historia en casos en los que en el pasado no se hubiera utilizado. Historia de la tierra. Historia del tiempo. Historia del clima. Son, en mi modesta opini贸n, extrapolaciones sin base real. 

La historia no es simplemente evoluci贸n. Exige la agencia humana. Hombres y mujeres que act煤an, viven y mueren en condiciones dadas. No las crean conscientemente. Les vienen transmitidas desde el pasado y/o son productos de los esfuerzos de generaciones anteriores por modificarlo. 

Para el investigador es una disciplina: una forma de pensar. No aleatoria. Se basa en una metodolog铆a, en un savoir faire. Las afirmaciones que hace el historiador genuino (no los cantama帽anas) no son gratuitas. Deben tener una referencia 铆ntima y directa a realidades pasadas, aprehendidas con toda la panoplia de instrumentos t茅cnicos disponibles en una 茅poca y en un tiempo determinados. 

Son de muy diversos tipos y sometidos a constante proceso de cambio. Los testimonios personales, si no est谩n fijados en alg煤n soporte material, se evaporan. Si est谩n fijados, se convierten en “evidencia”. Compete al historiador enjuiciar su mayor o menor adecuaci贸n como materiales explicativos de alguna parcela de la realidad pasada. 

Una forma de entrar en materia estriba, para m铆, en leer y releer Montaillou. La historia y tragedia de una diminuta aldehuela occitana interpretada por el gran historiador franc茅s Emmanuel Le Roy Ladurie. Con base en documentaci贸n de la Inquisici贸n (Santa Inquisici贸n habr铆a, para algunos, que decir) reconstruy贸 una gran parte de la vida, amores, rencillas, pugnas y peleas de los habitantes del pueblecito. De no haberse conservado, no hubiera sido posible sacar aquel diminuto panel del pasado occitano a la luz de nuestra contemporaneidad. 

O, en el otro extremo, leer y releer El queso y los gusanos, de Carlo Ginzburg. Microhistoria en estado puro, como eran las creencias de un molinero italiano, v铆ctima tambi茅n de la “Santa” Inquisici贸n, sobre el origen del mundo, la relaci贸n del hombre con la divinidad en una especie de teogon铆a en trazo grueso. 

¿Y para qu茅? No solo para explicar la sed de conocimiento inherente en el ser humano. Tambi茅n para indagar en nuestros or铆genes. Ya remotos, ya m谩s pr贸ximos. Porque los “hechos alternativos” han llegado para quedarse, envueltos adem谩s en ropaje “seudocient铆fico”. Nunca ha sido m谩s necesaria, en mi opini贸n, la buena historia que en los momentos actuales. 
















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