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Salario universal ya

OPINI脫N de Jorge Majfud

La par谩bola “No hay que darle pescado a un pobre sino ense帽arle a pescar” no s贸lo es la preferida de los memes de las redes sociales y un instrumento de autocomplacencia cuando uno es un pobre que ha logrado ahorrar tres d贸lares (empleado o peque帽o empresario que se cree miembro del gremio de Elon Musk), sino otro recurso de moralizaci贸n del capitalismo colonialista que nunca pierde oportunidad de culpar al pobre de su miseria.

Pocos saben c贸mo pescar mejor que un pobre, pero no debe sorprender, sobre todo cuando aquellos que los odian en secreto los califican como holgazanes en p煤blico. Esos holgazanes que construyen nuestras casas, que cultivan y recogen a pleno sol nuestra comida, esos que limpian los ba帽os de nuestras universidades y de los aeropuertos y a los que nadie les dice siquiera gracias. Esos que trabajan como esclavos en trabajos esenciales pero no pueden ir al dentista y deben resignarse a expresar sus modestas alegr铆as sin dientes. Esos, cuyos hijos no pueden ir al psic贸logo ni al psiquiatra y mucho menos comprar las medicinas que los mantenga equilibrados hasta que su cerebro madure a los 25 a帽os y terminan antes, a los 17 o 19 a帽os, en los informativos policiales, en la c谩rcel y en el desprecio social por haber elegido una vida de crimen y violencia. Esos invisibles, malditos pobres, que mantienen nuestro mundo rico, orgulloso y putrefacto, funcionando al antojo de los orgullosos exitosos y mayordomos del sistema.

La historia contempor谩nea demuestra que la forma m谩s efectiva de reducir la pobreza y las obscenas diferencias sociales es dando dinero a los pobres. Esto, que provoca la risa un谩nime, se puede entender si uno le dedica un tiempo m铆nimo de reflexi贸n. Reducir la pobreza a cualquier precio es lo m谩s econ贸mico que tiene una sociedad, la mejor estrategia de desarrollo y lo m谩s justo desde cualquier punto de vista. La pobreza no deriva de una raza, de un s铆ndrome o de una carencia cultural. Deriva, profundamente, de las reglas y de un orden social establecido por una historia y, sobre todo, por las clases dominantes que controlan los recursos, la econom铆a, la pol铆tica y la narraci贸n de su realidad creada y deseada por medio de los medios.

Cada vez que un gobierno de Am茅rica Latina propuso alguna reforma agraria o la nacionalizaci贸n de sus recursos naturales, con pocas excepciones (como la nacionalizaci贸n del petr贸leo mexicano en 1938), siempre termin贸 en un golpe de Estado promovido por Washington y las grandes corporaciones. No hace mucho, cuando el presidente de Bolivia, Evo Morales expuls贸 a los semidioses del FMI y propuso que el pa铆s se hiciera cargo de sus propios negocios, fue acusado de dictador. Para peor, su partido pol铆tico inclu铆a la palabra socialismo. Los n煤meros de la econom铆a y la realidad social le dieron la raz贸n al “indio ignorante y dictador” (cito, porque es lo que deb铆 escuchar m谩s de una vez de visitantes bolivianos en mi oficina en la Jacksonville University), algo que los de arriba nunca le perdonaron. Lo mismo pod铆amos decir del presidente de Brasil, Lula da Silva, quien entre 2003 y 2010 sac贸 a 30 millones de brasile帽os de la miseria econ贸mica y redujo la desnutrici贸n infantil a la mitad, d谩ndole cheques (canastas) a los pobres.

 Pero cada vez que un l铆der de alg煤n pa铆s del Sur Global (de las excolonias) propone una redistribuci贸n de la riqueza por simple justicia y desarrollo social, es autom谩ticamente demonizado como “dictador socialista”. Ir贸nicamente, aquellos pa铆ses o estados nacionales que m谩s demonizan esta idea de redistribuci贸n de los recursos son los que m谩s la practican. Consideremos Arabia Saudita y otros pa铆ses petroleros, ultraconservadores, cuyos habitantes reciben subsidios directos de la explotaci贸n de sus recursos nacionales, considerados “recursos comunes”. Consideremos el caso de Alaska, basti贸n radical de la derecha estadounidense. Sus ciudadanos reciben un salario de sus recursos de petr贸leo, s贸lo por vivir all铆.

La propuesta del Salario Universal, desacreditada por neoliberales y corporaciones, ha sido criticada como una idea que promover铆a la holgazaner铆a. Lo que llamamos holgazanes suelen ser individuos con necesidades especiales que no han sido asistidos por la sociedad para lograr una vida m谩s plena y productiva. Ya explicamos estos efectos inversos del Salario Universal en otro espacio.

Eso no quiere decir que “los z谩nganos” tengan los mismos derechos que aquellos que se esfuerzan. (Me refiero a los holgazanes de las clases bajas y no a los de las clases altas, porque nadie necesita ampararse en derechos cuando le sobran privilegios.) El Salario Universal no elimina el principio basado en m茅ritos personales, ni la caracter铆stica intr铆nseca del ser humano por la cual la abrumadora mayor铆a de cualquier sociedad tiende a crear y producir cosas nuevas. Asumir que los seres humanos nos movemos s贸lo por intereses econ贸micos y de acumulaci贸n ilimitada de riquezas es asumir una concepci贸n simplificada y deshumanizada de la condici贸n humana. Condici贸n que ha sido corrompida por la cultura capitalista, mercantilista y utilitaria.

La propuesta de un Salario Universal tiene un antecedente contradictorio y parad贸jico. Durante la Segunda Guerra mundial, Juliet Rhys-Williams, pol铆tica del Partido Liberal (por entonces la izquierda en Inglaterra), propuso un “impuesto negativo” por el cual todos aquellos quienes tuviesen un ingreso por debajo de una l铆nea m铆nima de subsistencia deber铆an recibir un subsidio en relaci贸n inversa a su ingreso. Es decir, si consideramos una curva de ingresos ascendentes y la atravesamos con una recta horizontal definiendo un m铆nimo de subsistencia, todos aquellos que queden por debajo de la recta deber铆an recibir tanto como sea necesario para alcanzar el m铆nimo, mientras los dem谩s deber铆an pagar tanto m谩s cuanto m谩s altos sean sus ingresos. En su libro Where Do We Go from Here: Chaos or Community? (1967), el socialista Martin Luther King hab铆a entrevisto la soluci贸n: “Debemos crear pleno empleo o crear ingresos. Estoy convencido de que el enfoque m谩s simple demostrar谩 ser el m谩s efectivo: la soluci贸n a la pobreza es abolirla directamente mediante una medida ahora ampliamente discutida: el ingreso garantizado”.

Esta idea fue retomada d茅cadas despu茅s por uno de los ide贸logos del capitalismo neoliberal, Milton Friedman, y por el presidente Richard Nixon. ¿Por qu茅 este repentino gesto de ternura, cuando otros de su mismo signo ideol贸gico, como la escritora de novelas panfletarias Ayn Rand eran partidarios del ego铆smo moral? Octavio Paz escribi贸 que la derecha no tiene ideas sino intereses. Sin embargo, cuando de vez en cuando en la derecha aparece alguien que parece un intelectual, no faltan los capitales ni el aparato de los grandes medios para promocionarlo. Rand tuvo varios declarados admiradores en la pol铆tica, como el influyente director de la reserva federal, Alan Greenspan, uno de los arquitectos de la desregulaci贸n bancaria que sembr贸 diversas crisis en el imperio m谩s poderoso del mundo.

El capitalismo agoniza. El mayor problema es que, como el feudalismo, agonizar谩 por muchas generaciones.

Mientras tanto, podemos adelantarnos un poco al siglo XXII y comenzar por los cambios.


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