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Sudán: la hambruna mata a cada vez más niñas y niños


Tres millones de niños menores de cinco años sufren desnutrición severa, según datos de la ONU. Entre ellos, «más de 100 000 niños corren el riesgo de morir de hambre si no se les atiende», advierte Leni Kinzli, responsable de comunicación del Programa Mundial de Alimentos (PMA) en Sudán.

No todos los niños de Sudán están en peligro de muerte, pero un tercio de los menores de cinco años están «por debajo de la estatura media de esta edad», y cerca de la mitad de las ciudades y pueblos tienen «una tasa de retraso en el crecimiento del 40%», advierte la ONG de ayuda humanitaria Alight. En Kalma y sus alrededores, se registraron 63 muertes de niños por inanición en 2022.

«Elegir a quién ayudar»

En este campamento, que alberga a 120 000 desplazados de la guerra de Omar al Bashir, el dictador sudanés derrocado en 2019, el hambre siempre ha estado presente. Pero aumentó en 2022, tras el golpe de Estado de octubre de 2021 que desencadenó el cese de la ayuda internacional en represalia.

En esta zona el hambre siempre ha estado presente. Pero aumentó en 2022, tras el golpe de Estado de octubre de 2021 que desencadenó el cese de la ayuda internacional en represalia.

El año pasado hubo «un aumento masivo de las admisiones y las solicitudes de servicios de nutrición de emergencia» en Kalma, según informa la directora de operaciones de Alight en Sudán, Heidi Diedrich.

La ONG anunció que acogió a «863 nuevos niños, un 71% más que en 2021». Además, el aumento de los inscritos se ha visto acompañado de un aumento en el número de muertes: «un 231% de personas más en 2022, todos niños de más de seis meses».

En uno de estos centros en Kalma, Hawa Souleimane, de 38 años, espera obtener algo para alimentar a su bebé.

«En casa no tenemos nada, a menudo nos acostamos con el estómago vacío», se lamenta.

En Sudán, los problemas económicos no hacen más que acumularse: al embargo de la época de al Bashir le siguió la pandemia de COVID-19 y ahora otras crisis humanitarias, como la de Ucrania, que encarecen los precios de los alimentos y hacen que entren en competencia directa para recibir las ayudas.

En Sudán, los problemas económicos no hacen más que acumularse: al embargo de la época de al Bashir le siguió la pandemia de COVID-19 y ahora otras crisis humanitarias, como la de Ucrania, que encarecen los precios de los alimentos y hacen que entren en competencia directa para recibir las ayudas.

A lo largo de los años, el PMA ha reducido a la mitad sus raciones de alimentos a los refugiados y desplazados de Sudán «por restricciones presupuestarias», admite Kinzli.

Los trabajadores humanitarios se encuentran ahora en «una situación insostenible en la que hay que elegir a quién ayudar», añade. Esto, cada vez, «es desgarrador».

«Nunca en paz»

Con estos recortes, Nouralcham Ibrahim, de 30 años, y sus cinco hijos, ya no pueden contentarse con la ayuda alimentaria.

«Tratamos de ganar dinero trabajando en los campos alrededor del campamento, pero eso ni siquiera nos da suficiente para alimentarnos un día», se lamenta.

En un país donde la recesión es total, la inflación está en su punto más alto y la especulación no está regulada, «incluso el pan es demasiado caro», afirma.

Ansaf Omar, por su parte, tiene demasiado miedo de aventurarse fuera del campamento de Kalma en una zona donde regularmente estallan conflictos tribales o por la tierra. Según la ONU, este tipo de violencia causó cerca de 1 000 muertos en todo el país en 2022.

Ansaf Omar, por su parte, tiene demasiado miedo de aventurarse fuera del campamento de Kalma en una zona donde regularmente estallan conflictos tribales o por la tierra. Según la ONU, este tipo de violencia causó cerca de 1 000 muertos en todo el país en 2022.

«Nunca nos dejan en paz cuando salimos del campamento en busca de trabajo», asegura la Sra. Omar. «Hay mujeres a las que violan y hombres a los que asesinan», dice.

Y todo esto para intentar ganar menos de un dólar al día en los campos.

https://www.rfi.fr/es/m%C3%A1s-noticias/20230226-el-hambre-mata-cada-vez-a-m%C3%A1s-ni%C3%B1os-en-sud%C3%A1n

UMOYA

Traducido por: Belén Moreno Regaña

Revisado por: Carmen San Emeterio Rábago





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