Ir al contenido principal

Razones para recordar a Julián Grimau

Enrique Santiago Romero y Mauricio Valiente*

20130420_grimau_pintada.jpg

El Partido Comunista de España ha querido recordar los 60 años transcurridos desde el asesinato de Julián Grimau con un conjunto de actos de homenaje. Son muchas las razones para hacerlo. Los historiadores detallarán y contextualizarán su recorrido vital en sus presentaciones y artículos, algunos en este mismo número de Mundo Obrero. Nosotros nos queremos detener en la significación política que ha adquirido su figura y también, ¿por qué no?, en las motivaciones que tenemos los comunistas para reivindicarle en este momento histórico en el que nos jugamos mucho.

Julián Grimau representa muy bien la voluntad de lucha de una generación indomable, que vivió la experiencia de la Segunda República española con la esperanza de hacer posible un nuevo país y que se enfrentó al fascismo consciente de lo que suponía para el conjunto de la sociedad la aplicación de sus políticas liberticidas. Lo descrito hasta aquí podría ser el relato de muchos partidos de izquierda y revolucionarios en Europa y el mundo. Lo excepcional en el caso español fue la capacidad de los militantes del PCE de enfrentar la derrota más dura, con el trasfondo del genocidio franquista y de una Europa ocupada por las huestes de Hitler y Mussolini, con la suficiente cabeza fría como para ser capaces de resistir, adaptarse y hegemonizar la lucha democrática en España.

Nada estaba escrito de antemano. Otras fuerzas políticas que sufrieron en la misma manera la represión de la dictadura tuvieron, al menos, el amparo de sus partidos homólogos y de gobiernos afines una vez liberada Europa occidental. El PCE siempre fue visto bajo sospecha y desde el inicio de la guerra fría sometido a persecución, deriva que culminaría con su ilegalización en Francia tras la ‘operación BoleroPaprika’. Si ‘el partido’, expresión que no necesitaba de mayores aclaraciones, se convirtió en el eje vertebrador de la oposición, un hecho difícil de cuestionar incluso por quienes critican su actuación, se lo debió a su militancia y a las políticas que elaboró durante esos años.

Crimen de Estado

Fueron miles quienes transitaron por este largo periodo de represión, penumbras y lucha empecinada. Recordar a Julián Grimau es tener presente el compromiso y el sacrificio de todos ellos. Fue el último en ser condenado en los consejos de guerra que no dejaron de producirse desde el golpe de estado de 1936, en una maniobra del régimen para que no se le aplicara la nueva legislación que instauraría los tribunales de orden público y asegurar de esta forma su asesinato legal. Este ensañamiento, casi un cuarto de siglo después del final de la guerra de España tenía una clara intencionalidad. Se pretendía amedrentar a todo un partido que avanzaba día a día en su capacidad de movilización desde la puesta en marcha de la política de ‘reconciliación nacional’ y que, un año antes del fusilamiento de Grimau, había impulsado las huelgas de los mineros en Asturias.

La dictadura no logró su objetivo de doblegar al PCE. Tras el asesinato de Grimau miles de personas ingresaron en el Partido

El impacto de su asesinato fue enorme. La firme y aguda voz de Dolores Ibárruri pudo escucharse en Radio Pirenaica denunciando la atrocidad, un crimen de estado cometido con toda premeditación. La repercusión internacional del fusilamiento movilizó la solidaridad de los amigos del pueblo español. En algunas ciudades de Europa se asaltaron consulados. Artistas como Violeta Parra y Chicho Sánchez Ferlosio inmortalizaron su indignación con hermosas canciones. La impotencia de las peticiones de clemencia llegadas desde todos los rincones del planeta se transformó en rabia. Pero la dictadura no logró el objetivo que pretendía de doblegar y debilitar al PCE. Fueron miles las personas que ingresaron al partido a raíz de este crimen, toda una generación de militantes que protagonizarían la lucha por la democracia y las libertades en los estertores del régimen.

Más allá del reconocimiento a la militancia representada por Julián Grimau, su recuerdo nos sirve también para reivindicar las señas de identidad que hicieron del PCE un instrumento decisivo en esos años: su disciplina y su espíritu unitario. No son dos conceptos opuestos como a veces se ha pretendido argumentar, al contrario, sólo quien es consciente al asumir lo que significa el compromiso con un proyecto político partidario comprende la necesidad de sumar fuerzas de la manera más amplia. La propia trayectoria personal de Grimau, desde su militancia en el republicanismo histórico a la del comunismo, es una clara muestra de esta realidad y de la importancia que supuso la opción por la república y el Frente Popular en el PCE. No fue un caso aislado. El partido se fortaleció y creció siempre que fue capaz de desarrollar una amplia política unitaria.

Julián Grimau, tercero por la izquierda, con Dolores Ibárruri y otros miembros de la dirección del PCE | Foto: Archivo Histórico PCE

Este camino unitario y original no siguió un guion prestablecido. El purismo y el individualismo de quienes se creen poseedores de una verdad revelada conducen inexorablemente al aislamiento y al sectarismo, en definitiva, a la derrota. La política de ‘reconciliación nacional’ que enmarcó la actividad de Julián Grimau antes de su detención, en noviembre de 1962, es una clara muestra de la inteligencia colectiva puesta en marcha por el PCE para adaptarse a las circunstancias de una dictadura que sólo podía ser derrocada desde la más amplia unidad popular. No fue fácil encontrar el camino, ni tampoco estuvo exento de críticas internas y externas. Algunos denunciaron una supuesta claudicación. Por supuesto toda acción política y la del PCE en esos años puede y debe ser sometida a una revisión crítica. No se acertó en todo sin duda, pero lo anterior no nos debe hacer perder de vista lo esencial de la valoración de la opción estratégica adoptada.

Impulsar el desarrollo de la Ley de la Memoria Democrática

Reivindicar el acierto de la orientación general y el valor de activistas como Julián Grimau es un acto de justicia frente a quienes quieren denigrar al PCE o ignorar su papel en la lucha por las libertades y los derechos sociales, como hizo Manuel Fraga desde el gobierno de la dictadura y como hacen sus sucesores del PP, Vox y Ciudadanos hoy. Estos días hemos tenido que soportar los mismos insultos, las mismas acusaciones, las reiteradas falsedades, lo que nos recuerda el papel que tiene que desempeñar la memoria democrática en nuestro país. ¡Que nos sirva este duro trago para recordar la agenda pendiente para el desarrollo de la ley que aprobamos en el parlamento en octubre pasado! Para jugar el papel que se le asigna en el conjunto de la sociedad española, esta ley requiere de una voluntad política constante y de concreciones que lleguen al conjunto de la sociedad.

La Ley de Memoria Democrática se aprobó después de un prolongado proceso parlamentario de debate y negociación, en el que fueron decisivas las aportaciones de la izquierda y la presión social para que introdujera aspectos como la condena al franquismo, la nulidad de las sentencias, el reconocimiento a las víctimas, el derecho a la verdad y a la reparación, la retirada de la simbología franquista y la introducción de medidas para el combate a la impunidad. Después de superar todas las trabas y dar los primeros pasos en su aplicación, no podemos dejar pasar la obligación de garantizar su desarrollo reglamentario e impulsar su aplicación con firmeza. Quedan pendientes la aprobación de la conocida como ley de ‘bebés robados’ y la puesta en marcha de los principales mecanismos de participación social y evaluación de las incautaciones, el trabajo esclavo y suplir las carencias en la atención a las víctimas de la Transición, entre otros retos.

La ausencia de referencias al edificio de la Puerta del Sol, donde fue torturado y defenestrado Julián Grimau, es un baldón permanente para cualquier demócrata

La ausencia de referencias al edificio de la Puerta del Sol, donde fue torturado y defenestrado Julián Grimau, es un baldón permanente para cualquier demócrata. También en este aspecto el dirigente del PCE es todo un símbolo. No borraremos este agravio con indignación o con una retórica grandilocuente sino con lo mejor que nos aportó su ejemplo militante: la perseverancia, la organización, la unidad y la coherencia en la defensa de los intereses de la mayoría social trabajadora de nuestro país.

(*) Enrique Santiago Romero, secretario general del PCE; Mauricio Valiente, responsable del área ideológica del PCE

 Mundo Obrero

ARCHIVOS

Mostrar más


OTRA INFORMACIÓN ES POSIBLE

Información internacional, derechos humanos, cultura, minorías, mujer, infancia, ecología, ciencia y comunicación

El Mercurio (elmercuriodigital.es), editado por mercurioPress/El Mercurio de España bajo licencia de Creative Commons
©Desde 2002 en internet
Otra información es posible