OPINI脫N de Macarena Marey*
Hay algo que ocurre en la historia argentina m谩s reciente que deber铆a llamarnos la atenci贸n bastante m谩s de lo que nos la llama en general: el abuso (el uso indebido) de la apelaci贸n a la rep煤blica y a su constelaci贸n conceptual (virtud, instituciones, imperio de la ley, libertad) con fines antipopulares, es decir, con fines antirrepublicanos. Lo m谩s llamativo del caso argentino es que por fuera de la obra de un conjunto de colegas de la academia no hay una disputa p煤blica extendida por el sentido de rep煤blica. Yo creo que tenemos que hacer algo al respecto, y este texto trata de por qu茅.
El abuso capitalista de los derechos
En la Argentina de los 煤ltimos a帽os hay varias instancias de apropiaci贸n de las banderas republicanas por parte de diferentes actores conservadores, desde Lilita Carri贸 (una de las l铆deres de la coalici贸n de derecha que gobern贸 la naci贸n durante la presidencia de Macri) con su performance en las redes sociales como madre de una «rep煤blica beb茅» hasta incipientes movimientos de j贸venes republicanos que son abiertamente neoliberales, conservadores y de derecha, pasando por los jueces de la Corte Suprema que recientemente han justificado en la «virtud republicana» la suspensi贸n de las elecciones para gobernador en dos provincias y las frecuentes diatribas de los columnistas de los dos peri贸dicos nacionales m谩s poderosos (Clar铆n y La Naci贸n) contra el populismo. Estos fen贸menos no son algo novedoso en la historia ni de la Argentina ni de otros contextos occidentales, y tampoco son algo que dejar谩 de ocurrir en lo inmediato.
El capitalismo siempre se las arregla para absorber casi cualquier l茅xico emancipador. El ejemplo m谩s claro de este proceso de apropiaci贸n y tergiversaci贸n es el modo en el que el liberalismo acapar贸 la idea de democracia y el lenguaje de los derechos. Esta usurpaci贸n no es inocua. Digo —aclaro— «usurpaci贸n» no porque los liberales no sean partidarios de (una determinada concepci贸n de) la democracia ni deban recurrir al lenguaje de los derechos subjetivos. Por el contrario, si usaran adecuadamente ese lenguaje las doctrinas liberales ser铆an menos nocivas para nuestro contexto, tan solo quiz谩s porque se orientar铆an a satisfacer los reclamos sociales y materiales m谩s cercanos a las necesidades de la mayor铆a de nuestro d茅mos con pol铆ticas p煤blicas generadas en las pr谩cticas concretas de quienes realmente viven las consecuencias de la crisis, en lugar de profundizarlas.
Ilustro con un ejemplo actual: en medio de la crisis habitacional y del aumento desmedido de los precios de los alquileres de viviendas, el gobierno liberal y «republicano» de la Ciudad de Buenos Aires ofrece a los j贸venes cr茅ditos para cubrir los gastos iniciales del alquiler, que suelen ascender a varias veces el monto mensual. El chiste se cuenta solo: la medida no solo no aborda la problem谩tica que viven cotidianamente la mayor铆a de quienes habitan la ciudad, sino que profundiza las pr谩cticas abusivas de las inmobiliarias y los due帽os de las viviendas al «facilitar», mediante el endeudamiento de los inquilinos, el pago de los gastos cada d铆a m谩s altos de ingreso a una vivienda de alquiler.
Es apropiado hablar de usurpaci贸n porque cancelar en la teor铆a y en la praxis toda posibilidad de disputa por el sentido de «democracia» y de «derechos subjetivos» es una de las t谩cticas centrales de la estrategia liberal de monopolizar el espacio p煤blico y dominar el territorio de lo pol铆tico invisibilizando el conflicto y la dominaci贸n detr谩s de la pantalla de la deliberaci贸n racional entre iguales formales. La voluntad de cancelar el debate sobre el significado de la democracia se ve muy claramente cuando los intelectuales liberales afirman que el liberalismo como doctrina y movimiento pol铆tico hist贸rico es el padre fundador de los derechos humanos y de la democracia moderna. Para justificar esto, inventan un canon y una tradici贸n en los que ubican textos, personas, movimientos y luchas que dif铆cilmente compartan el n煤cleo ideol贸gico y normativo del liberalismo (los liberales suelen ser te贸ricos con metodolog铆as historiogr谩ficas y exeg茅ticas bastante endebles).
Dec铆a que la apropiaci贸n en cuesti贸n no es inocua porque su efecto m谩s inmediato es el de limitar y restringir el alcance de aquello que puede ser reclamado en una democracia; en otras palabras, el efecto de la apropiaci贸n capitalista de la democracia es la reducci贸n del orden normativo de los derechos subjetivos. Espec铆ficamente, el liberalismo acota el universo de los derechos al acorazar un conjunto acotado de ellos (eminentemente, la propiedad privada, la libertad de expresi贸n y la libertad de conciencia) y dejar el resto en el limbo de los reclamos que, sostiene esta doctrina, «chocan» con estos derechos b谩sicos. Pero los derechos subjetivos no chocan conceptualmente entre s铆 de manera necesaria, lo hacen en determinados contextos, pr谩cticas y discursos por cuenta del modo en el que se los concibe.
La lista de derechos que el liberalismo inscribe en sus banderas no es, en rigor, para nada abstracta. Tiene un contenido muy determinado. As铆, por «propiedad privada» entiende la propiedad de los medios de la producci贸n y la especulaci贸n inmobiliaria, es decir, la propiedad privada capitalista y no el acceso universal a tener una vivienda digna sin temor al desalojo y sin tener que someterse a pagar alquileres alt铆simos, por ejemplo.
Por «libertad de expresi贸n» el liberalismo entiende el privilegio que tienen quienes protagonizan el espacio p煤blico para manejarse discursivamente de manera absolutamente irresponsable frente a colectivos marginalizados y no el derecho a ejercer la cr铆tica frente a esos privilegios. Cuando la injusticia es estructural, la libertad de expresi贸n protege solamente a los opresores y desampara a los oprimidos.
Por «libertad de conciencia» (y esto es muy preocupante especialmente en la actualidad en varios lugares del mundo c茅lebremente «liberales» y «democr谩ticos», como los Estados Unidos), entiende el derecho a realizar toda clase de actos discriminatorios y contrarios a la igualdad de derechos por cuenta de la «libertad religiosa» y no la defensa de las visiones del mundo que no se encuadran en los par谩metros de la concepci贸n hegem贸nica de la religiosidad (i.e., cristiana, anclada en la convicci贸n personal individual antes que en pr谩cticas comunitarias, tendiente a militar preferencias externas hom贸fobas y tr谩nsfobas e intolerante respecto de otras visiones de lo religioso).
Por supuesto, otorgar contenido concreto a los derechos subjetivos abstractos no est谩 mal. Sin contenido, los derechos no son m谩s que declaraciones vac铆as de buenas intenciones que no sirven para sostener reclamos y guiar protestas sociales frente a la estatalidad. El problema con este contenido liberal en particular es que rechaza de la esfera de la normatividad democr谩tica conceptualmente, a priori, los reclamos de los trabajadores y de personas y colectivos relegados y marginalizados. Fundamentalmente, obtura otros usos de esos mismos t铆tulos, de modo tal que el derecho a la propiedad no puede ser usado por personas que no sean ya propietarias, la libertad de expresi贸n no puede ser usada para criticar a quienes hacen un uso indebido, discriminatorio y estigmatizante de ella bajo el amparo del monopolio de la palabra y la libertad de conciencia no puede ser usada por las personas de los colectivos LGBTIQ para exigir el respeto a sus derechos religiosos.
Pero esto no quiere decir que debamos desterrar «democracia» y «derechos» de nuestros l茅xicos pol铆ticos. Quiere decir, por el contrario, que hay que disputarlos p煤blicamente. Es claro que el liberalismo no puede ser rescatado para proyectos transformadores, pero el lenguaje de los derechos y la democracia republicana s铆 pueden ser recanalizados en esa direcci贸n.
La rep煤blica, temor de los republicanos
El proceso de apropiaci贸n y usurpaci贸n que sufri贸 el republicanismo en la Argentina tiene una diferencia respecto del que sufrieron la democracia y los derechos. Mientras que s铆 hay vigente una disputa por el sentido y la orientaci贸n de la democracia y del lenguaje de los derechos, no hay, hoy, una puesta en cuesti贸n popular, cr铆tica y extendida del modo en el que el capitalismo se adue帽贸 del l茅xico republicano. Esta carencia es especialmente nociva porque, a diferencia del liberalismo, el republicanismo s铆 tiene un acervo conceptual e hist贸rico que puede ser reactivado para muchas de las luchas del presente. Regalarle el republicanismo a la derecha es bastante m谩s que cederle la memoria republicana, porque lo que est谩 en juego es una cuesti贸n republicana central de participaci贸n pol铆tica: a qui茅nes ponen como protagonistas de la pol铆tica argentina hoy esas narraciones de la historia republicana.
Una constante que comparten liberales y republicanos conservadores en la Argentina es la insistencia exclusiva en el aspecto procedimental de la institucionalidad republicana. La «virtud republicana» se reduce, as铆, al respeto de principios de dise帽o e ingenier铆a institucional y pol铆tica como la alternancia en el poder. Este 茅nfasis en lo procedimental no es meramente formal ni mucho menos una defensa de la imparcialidad de la ley. Por el contrario, es una t谩ctica en la estrategia del capitalismo para separar las instituciones de las relaciones sociales y econ贸micas (las relaciones de producci贸n). La idea b谩sica de los procedimentalistas (de cualquier signo, aqu铆 podemos incluir tambi茅n a populistas) es que, si est谩n bien dise帽adas en papel, las instituciones tendr谩n la habilidad de producir resultados epist茅mica y moralmente correctos, sin importar el input, qui茅nes las habiten ni el contexto en el que est谩n emplazadas.
Pero no existen las instituciones «en papel» por fuera de contextos pol铆ticos, econ贸micos y sociales determinados. El republicanismo conservador de la Argentina quiere que creamos que s铆 porque su intenci贸n es invisibilizar la supeditaci贸n de las virtudes republicanas a la l贸gica del capital. Esto, y que lo que estructura esas relaciones sociales es la dominaci贸n. El hincapi茅 exagerado en el aspecto procedimental e institucional de la rep煤blica, sobre todo cuando viene acompa帽ado de la presuposici贸n de que las instituciones pueden ser neutrales, tiene un fin muy claro: el de vaciar las instituciones de cualquier contenido popular y reemplazarlo por una orientaci贸n hacia la defensa del capital y la obturaci贸n de las demandas populares.
En directa oposici贸n a esto, el republicanismo popular y de izquierda pone en el centro de su propia teor铆a y pr谩ctica la tesis de que la dial茅ctica de las relaciones sociales y la l贸gica de las instituciones se implican mutuamente. El republicanismo popular sostiene que las instituciones, la legalidad y la estatalidad pueden o bien profundizar esa dominaci贸n o, por el contrario, transformar esa realidad dependiendo de por qui茅n y para qui茅n ellas son creadas y protagonizadas.
Desde hace un tiempo, un conjunto de colegas de la academia (como Mar铆a Julia Bertomeu, Luciana Cadahia, Eduardo Rinesi, Gabriela Rodr铆guez Rial, Eugenia Mattei, Diego Fern谩ndez Peychaux, por citar solo algunos nombres argentinos) venimos insistiendo en la necesidad de disputarle el republicanismo a la derecha. Como sostienen Luciana Cadahia y Valeria Coronel, existe un «acumulado hist贸rico de luchas colectivas» que tiene un «rol fundamental en la construcci贸n de algunas de las experiencias emancipatorias m谩s importantes, no solo de Am茅rica Latina, sino de todas las regiones del mundo que han sufrido el colonialismo». Contra el republicanismo olig谩rquico y contra el rechazo absoluto a la modernidad, la revitalizaci贸n del republicanismo popular pone en el centro de la discusi贸n —digo con palabras de Luciana y Valeria— «la tensi贸n entre proyectos olig谩rquicos y proyectos plebeyos, es decir, entre aquellas aspiraciones elitistas que hacen de las instituciones formas de dominaci贸n —donde la academia del Norte Global sigue cumpliendo un rol clave— y aquellas apuestas populares que pujan por hacer del Estado y el derecho un mecanismo de emancipaci贸n».
Sin contenido, los derechos son in煤tiles. Pero sin normatividad, el contenido de los reclamos es ineficaz. Por «normatividad» me refiero aqu铆 tanto a la estatalidad como a la responsabilidad pol铆tica colectiva que se distribuye a lo largo y a lo ancho del pueblo. Aqu铆 es donde el republicanismo nos sirve para recuperar un lenguaje con el que poner en el centro de la agenda pol铆tica el derecho a la existencia digna y para construir una cosa p煤blica que no sea territorio del capital.
El «republicanismo» medi谩tico, judicial y de los partidos e intelectuales de la derecha en la Argentina contempor谩nea no es m谩s que un intento de contenci贸n institucional de las demandas sociales populares frente al capital y a los proyectos de flexibilizaci贸n laboral y reforma previsional que muy probablemente veamos en el futuro inmediato. Si las instituciones est谩n dise帽adas para contener a las masas, para arrear las tendencias igualitarias de los reclamos populares y evitar que la cosa p煤blica se desboque y son usadas con fines antipopulares, la virtud verdaderamente republicana es, entonces, ocupar las instituciones para volverlas los frenos y contrapesos (los checks and balances) que limiten el poder de los pocos.
Disputar la rep煤blica es una consigna necesaria en un presente en el que la desposesi贸n nos ha quitado hasta nuestro vocabulario emancipatorio. El comp谩s pol铆tico est谩 tan corrido a la derecha que hoy el sentido original de «libertario» ha ca铆do casi en desuso frente a su apropiaci贸n capitalista. No podemos seguir cediendo ni la palabra ni las palabras a quienes no nos reconocen como interlocutores iguales. La tarea republicana es, hoy, tomar todos los espacios en los que se hace la cosa p煤blica para que en esa producci贸n de sentido p煤blico se hable el idioma del anticapitalismo. La isegor铆a jam谩s implicar谩 unanimidad y por lo tanto (y por suerte) presupone la apertura a la disputa por el sentido.
[N. de la A.] Trato con mayor detalle este tema en el art铆culo «Contra el posibilismo, o por qu茅 disputarle el republicanismo a la derecha», que saldr谩 en el pr贸ximo n煤mero de la revista Pol铆ticas de la Memoria. Anuario de investigaci贸n e informaci贸n del CeDInCI
Hay algo que ocurre en la historia argentina m谩s reciente que deber铆a llamarnos la atenci贸n bastante m谩s de lo que nos la llama en general: el abuso (el uso indebido) de la apelaci贸n a la rep煤blica y a su constelaci贸n conceptual (virtud, instituciones, imperio de la ley, libertad) con fines antipopulares, es decir, con fines antirrepublicanos. Lo m谩s llamativo del caso argentino es que por fuera de la obra de un conjunto de colegas de la academia no hay una disputa p煤blica extendida por el sentido de rep煤blica. Yo creo que tenemos que hacer algo al respecto, y este texto trata de por qu茅.
Parten贸n. La tarea republicana hoy consiste en tomar todos los espacios en los que se hace la cosa p煤blica para que en esa producci贸n de sentido p煤blico se hable el idioma del anticapitalismo
El abuso capitalista de los derechos
En la Argentina de los 煤ltimos a帽os hay varias instancias de apropiaci贸n de las banderas republicanas por parte de diferentes actores conservadores, desde Lilita Carri贸 (una de las l铆deres de la coalici贸n de derecha que gobern贸 la naci贸n durante la presidencia de Macri) con su performance en las redes sociales como madre de una «rep煤blica beb茅» hasta incipientes movimientos de j贸venes republicanos que son abiertamente neoliberales, conservadores y de derecha, pasando por los jueces de la Corte Suprema que recientemente han justificado en la «virtud republicana» la suspensi贸n de las elecciones para gobernador en dos provincias y las frecuentes diatribas de los columnistas de los dos peri贸dicos nacionales m谩s poderosos (Clar铆n y La Naci贸n) contra el populismo. Estos fen贸menos no son algo novedoso en la historia ni de la Argentina ni de otros contextos occidentales, y tampoco son algo que dejar谩 de ocurrir en lo inmediato.
El capitalismo siempre se las arregla para absorber casi cualquier l茅xico emancipador. El ejemplo m谩s claro de este proceso de apropiaci贸n y tergiversaci贸n es el modo en el que el liberalismo acapar贸 la idea de democracia y el lenguaje de los derechos. Esta usurpaci贸n no es inocua. Digo —aclaro— «usurpaci贸n» no porque los liberales no sean partidarios de (una determinada concepci贸n de) la democracia ni deban recurrir al lenguaje de los derechos subjetivos. Por el contrario, si usaran adecuadamente ese lenguaje las doctrinas liberales ser铆an menos nocivas para nuestro contexto, tan solo quiz谩s porque se orientar铆an a satisfacer los reclamos sociales y materiales m谩s cercanos a las necesidades de la mayor铆a de nuestro d茅mos con pol铆ticas p煤blicas generadas en las pr谩cticas concretas de quienes realmente viven las consecuencias de la crisis, en lugar de profundizarlas.
Ilustro con un ejemplo actual: en medio de la crisis habitacional y del aumento desmedido de los precios de los alquileres de viviendas, el gobierno liberal y «republicano» de la Ciudad de Buenos Aires ofrece a los j贸venes cr茅ditos para cubrir los gastos iniciales del alquiler, que suelen ascender a varias veces el monto mensual. El chiste se cuenta solo: la medida no solo no aborda la problem谩tica que viven cotidianamente la mayor铆a de quienes habitan la ciudad, sino que profundiza las pr谩cticas abusivas de las inmobiliarias y los due帽os de las viviendas al «facilitar», mediante el endeudamiento de los inquilinos, el pago de los gastos cada d铆a m谩s altos de ingreso a una vivienda de alquiler.
Es apropiado hablar de usurpaci贸n porque cancelar en la teor铆a y en la praxis toda posibilidad de disputa por el sentido de «democracia» y de «derechos subjetivos» es una de las t谩cticas centrales de la estrategia liberal de monopolizar el espacio p煤blico y dominar el territorio de lo pol铆tico invisibilizando el conflicto y la dominaci贸n detr谩s de la pantalla de la deliberaci贸n racional entre iguales formales. La voluntad de cancelar el debate sobre el significado de la democracia se ve muy claramente cuando los intelectuales liberales afirman que el liberalismo como doctrina y movimiento pol铆tico hist贸rico es el padre fundador de los derechos humanos y de la democracia moderna. Para justificar esto, inventan un canon y una tradici贸n en los que ubican textos, personas, movimientos y luchas que dif铆cilmente compartan el n煤cleo ideol贸gico y normativo del liberalismo (los liberales suelen ser te贸ricos con metodolog铆as historiogr谩ficas y exeg茅ticas bastante endebles).
Dec铆a que la apropiaci贸n en cuesti贸n no es inocua porque su efecto m谩s inmediato es el de limitar y restringir el alcance de aquello que puede ser reclamado en una democracia; en otras palabras, el efecto de la apropiaci贸n capitalista de la democracia es la reducci贸n del orden normativo de los derechos subjetivos. Espec铆ficamente, el liberalismo acota el universo de los derechos al acorazar un conjunto acotado de ellos (eminentemente, la propiedad privada, la libertad de expresi贸n y la libertad de conciencia) y dejar el resto en el limbo de los reclamos que, sostiene esta doctrina, «chocan» con estos derechos b谩sicos. Pero los derechos subjetivos no chocan conceptualmente entre s铆 de manera necesaria, lo hacen en determinados contextos, pr谩cticas y discursos por cuenta del modo en el que se los concibe.
La lista de derechos que el liberalismo inscribe en sus banderas no es, en rigor, para nada abstracta. Tiene un contenido muy determinado. As铆, por «propiedad privada» entiende la propiedad de los medios de la producci贸n y la especulaci贸n inmobiliaria, es decir, la propiedad privada capitalista y no el acceso universal a tener una vivienda digna sin temor al desalojo y sin tener que someterse a pagar alquileres alt铆simos, por ejemplo.
Por «libertad de expresi贸n» el liberalismo entiende el privilegio que tienen quienes protagonizan el espacio p煤blico para manejarse discursivamente de manera absolutamente irresponsable frente a colectivos marginalizados y no el derecho a ejercer la cr铆tica frente a esos privilegios. Cuando la injusticia es estructural, la libertad de expresi贸n protege solamente a los opresores y desampara a los oprimidos.
Por «libertad de conciencia» (y esto es muy preocupante especialmente en la actualidad en varios lugares del mundo c茅lebremente «liberales» y «democr谩ticos», como los Estados Unidos), entiende el derecho a realizar toda clase de actos discriminatorios y contrarios a la igualdad de derechos por cuenta de la «libertad religiosa» y no la defensa de las visiones del mundo que no se encuadran en los par谩metros de la concepci贸n hegem贸nica de la religiosidad (i.e., cristiana, anclada en la convicci贸n personal individual antes que en pr谩cticas comunitarias, tendiente a militar preferencias externas hom贸fobas y tr谩nsfobas e intolerante respecto de otras visiones de lo religioso).
Por supuesto, otorgar contenido concreto a los derechos subjetivos abstractos no est谩 mal. Sin contenido, los derechos no son m谩s que declaraciones vac铆as de buenas intenciones que no sirven para sostener reclamos y guiar protestas sociales frente a la estatalidad. El problema con este contenido liberal en particular es que rechaza de la esfera de la normatividad democr谩tica conceptualmente, a priori, los reclamos de los trabajadores y de personas y colectivos relegados y marginalizados. Fundamentalmente, obtura otros usos de esos mismos t铆tulos, de modo tal que el derecho a la propiedad no puede ser usado por personas que no sean ya propietarias, la libertad de expresi贸n no puede ser usada para criticar a quienes hacen un uso indebido, discriminatorio y estigmatizante de ella bajo el amparo del monopolio de la palabra y la libertad de conciencia no puede ser usada por las personas de los colectivos LGBTIQ para exigir el respeto a sus derechos religiosos.
Pero esto no quiere decir que debamos desterrar «democracia» y «derechos» de nuestros l茅xicos pol铆ticos. Quiere decir, por el contrario, que hay que disputarlos p煤blicamente. Es claro que el liberalismo no puede ser rescatado para proyectos transformadores, pero el lenguaje de los derechos y la democracia republicana s铆 pueden ser recanalizados en esa direcci贸n.
La rep煤blica, temor de los republicanos
El proceso de apropiaci贸n y usurpaci贸n que sufri贸 el republicanismo en la Argentina tiene una diferencia respecto del que sufrieron la democracia y los derechos. Mientras que s铆 hay vigente una disputa por el sentido y la orientaci贸n de la democracia y del lenguaje de los derechos, no hay, hoy, una puesta en cuesti贸n popular, cr铆tica y extendida del modo en el que el capitalismo se adue帽贸 del l茅xico republicano. Esta carencia es especialmente nociva porque, a diferencia del liberalismo, el republicanismo s铆 tiene un acervo conceptual e hist贸rico que puede ser reactivado para muchas de las luchas del presente. Regalarle el republicanismo a la derecha es bastante m谩s que cederle la memoria republicana, porque lo que est谩 en juego es una cuesti贸n republicana central de participaci贸n pol铆tica: a qui茅nes ponen como protagonistas de la pol铆tica argentina hoy esas narraciones de la historia republicana.
Una constante que comparten liberales y republicanos conservadores en la Argentina es la insistencia exclusiva en el aspecto procedimental de la institucionalidad republicana. La «virtud republicana» se reduce, as铆, al respeto de principios de dise帽o e ingenier铆a institucional y pol铆tica como la alternancia en el poder. Este 茅nfasis en lo procedimental no es meramente formal ni mucho menos una defensa de la imparcialidad de la ley. Por el contrario, es una t谩ctica en la estrategia del capitalismo para separar las instituciones de las relaciones sociales y econ贸micas (las relaciones de producci贸n). La idea b谩sica de los procedimentalistas (de cualquier signo, aqu铆 podemos incluir tambi茅n a populistas) es que, si est谩n bien dise帽adas en papel, las instituciones tendr谩n la habilidad de producir resultados epist茅mica y moralmente correctos, sin importar el input, qui茅nes las habiten ni el contexto en el que est谩n emplazadas.
Pero no existen las instituciones «en papel» por fuera de contextos pol铆ticos, econ贸micos y sociales determinados. El republicanismo conservador de la Argentina quiere que creamos que s铆 porque su intenci贸n es invisibilizar la supeditaci贸n de las virtudes republicanas a la l贸gica del capital. Esto, y que lo que estructura esas relaciones sociales es la dominaci贸n. El hincapi茅 exagerado en el aspecto procedimental e institucional de la rep煤blica, sobre todo cuando viene acompa帽ado de la presuposici贸n de que las instituciones pueden ser neutrales, tiene un fin muy claro: el de vaciar las instituciones de cualquier contenido popular y reemplazarlo por una orientaci贸n hacia la defensa del capital y la obturaci贸n de las demandas populares.
En directa oposici贸n a esto, el republicanismo popular y de izquierda pone en el centro de su propia teor铆a y pr谩ctica la tesis de que la dial茅ctica de las relaciones sociales y la l贸gica de las instituciones se implican mutuamente. El republicanismo popular sostiene que las instituciones, la legalidad y la estatalidad pueden o bien profundizar esa dominaci贸n o, por el contrario, transformar esa realidad dependiendo de por qui茅n y para qui茅n ellas son creadas y protagonizadas.
Desde hace un tiempo, un conjunto de colegas de la academia (como Mar铆a Julia Bertomeu, Luciana Cadahia, Eduardo Rinesi, Gabriela Rodr铆guez Rial, Eugenia Mattei, Diego Fern谩ndez Peychaux, por citar solo algunos nombres argentinos) venimos insistiendo en la necesidad de disputarle el republicanismo a la derecha. Como sostienen Luciana Cadahia y Valeria Coronel, existe un «acumulado hist贸rico de luchas colectivas» que tiene un «rol fundamental en la construcci贸n de algunas de las experiencias emancipatorias m谩s importantes, no solo de Am茅rica Latina, sino de todas las regiones del mundo que han sufrido el colonialismo». Contra el republicanismo olig谩rquico y contra el rechazo absoluto a la modernidad, la revitalizaci贸n del republicanismo popular pone en el centro de la discusi贸n —digo con palabras de Luciana y Valeria— «la tensi贸n entre proyectos olig谩rquicos y proyectos plebeyos, es decir, entre aquellas aspiraciones elitistas que hacen de las instituciones formas de dominaci贸n —donde la academia del Norte Global sigue cumpliendo un rol clave— y aquellas apuestas populares que pujan por hacer del Estado y el derecho un mecanismo de emancipaci贸n».
Sin contenido, los derechos son in煤tiles. Pero sin normatividad, el contenido de los reclamos es ineficaz. Por «normatividad» me refiero aqu铆 tanto a la estatalidad como a la responsabilidad pol铆tica colectiva que se distribuye a lo largo y a lo ancho del pueblo. Aqu铆 es donde el republicanismo nos sirve para recuperar un lenguaje con el que poner en el centro de la agenda pol铆tica el derecho a la existencia digna y para construir una cosa p煤blica que no sea territorio del capital.
El «republicanismo» medi谩tico, judicial y de los partidos e intelectuales de la derecha en la Argentina contempor谩nea no es m谩s que un intento de contenci贸n institucional de las demandas sociales populares frente al capital y a los proyectos de flexibilizaci贸n laboral y reforma previsional que muy probablemente veamos en el futuro inmediato. Si las instituciones est谩n dise帽adas para contener a las masas, para arrear las tendencias igualitarias de los reclamos populares y evitar que la cosa p煤blica se desboque y son usadas con fines antipopulares, la virtud verdaderamente republicana es, entonces, ocupar las instituciones para volverlas los frenos y contrapesos (los checks and balances) que limiten el poder de los pocos.
Disputar la rep煤blica es una consigna necesaria en un presente en el que la desposesi贸n nos ha quitado hasta nuestro vocabulario emancipatorio. El comp谩s pol铆tico est谩 tan corrido a la derecha que hoy el sentido original de «libertario» ha ca铆do casi en desuso frente a su apropiaci贸n capitalista. No podemos seguir cediendo ni la palabra ni las palabras a quienes no nos reconocen como interlocutores iguales. La tarea republicana es, hoy, tomar todos los espacios en los que se hace la cosa p煤blica para que en esa producci贸n de sentido p煤blico se hable el idioma del anticapitalismo. La isegor铆a jam谩s implicar谩 unanimidad y por lo tanto (y por suerte) presupone la apertura a la disputa por el sentido.
[N. de la A.] Trato con mayor detalle este tema en el art铆culo «Contra el posibilismo, o por qu茅 disputarle el republicanismo a la derecha», que saldr谩 en el pr贸ximo n煤mero de la revista Pol铆ticas de la Memoria. Anuario de investigaci贸n e informaci贸n del CeDInCI
*Macarena Marey naci贸 en Necochea en diciembre de 1978. Es Doctora en Filosof铆a, Investigadora de CONICET y Directora del N煤cleo de Estudios Cr铆ticos y Filosof铆a del Presente (Instituto de Filosof铆a de la Facultad de Filosof铆a y Letras de la Universidad de Buenos Aires) y ense帽a de Filosof铆a Pol铆tica en la UBA y en la UNLa. Hizo estancias de investigaci贸n en Alemania, Espa帽a e Inglaterra. Se especializa en la tradici贸n del contrato social y teor铆as de la democracia y actualmente investiga sobre secularismo en el siglo XXI. Es autora de Voluntad omnilateral y finitud de la tierra (La Cebra: 2021) y editora de Teor铆as de la rep煤blica y pr谩cticas republicanas (Barcelona, Herder: 2021). Public贸 trabajos sobre filosof铆a pol铆tica en numerosas revistas (como Constellations, Kant-Studien, Critical Horizons, Problemos, Isegor铆a, Ideas y valores, Aret茅, etc.) y en libros de diferentes pa铆ses. Dirige el proyecto de investigaci贸n “La noci贸n de consentimiento en las teor铆as modernas del contrato social: cuestiones conceptuales y normativas” (Agencia Nacional de Promoci贸n Cient铆fica y Tecnol贸gica).
m.marey@conicet.gov.ar
https://jacobinlat.com/2023/05/17/debemos-disputarle-el-republicanismo-a-la-derecha/