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La energía solar mejoró la vida de pacientes en poblaciones de Zulia y Bolívar (Venezuela)

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El Cruce, ha sido históricamente un pueblo de los que llaman "paso fronterizo" por su cercanía con la frontera colombiana, a unos 20 minutos en carro. En total, el ambulatorio cubre a una población de 14.000 personas que viven en comunidades como Campo Rosario, San Benito, Caño Grande y Guaicaipuro. Allí, también están presentes algunas etnias indígenas como Bari y Wayuu, que frecuentemente usan este centro de salud.

La violencia armada en el sector ha afectado a la población, al personal de salud y a la infraestructura del hospital, lo que dificulta el desenvolvimiento normal de las actividades, porque el personal de salud se siente inseguro, con mayor presión y en algunos casos, la población no puede acceder a los servicios de salud, esta situación que se agrava con la ausencia de servicios básicos como el agua y la electricidad lo que en muchas ocasiones le ha impedido al personal de salud atender a los pacientes que llegaban a las puertas del ambulatorio en búsqueda de alivio.

En zonas afectadas por la violencia armada, los servicios de salud juegan un rol clave para brindar asistencia neutral, oportuna y efectiva a heridos y pacientes a causa de estas situaciones. El CICR trabaja para responder a las necesidades más urgentes de la población en diversas áreas y además promueve, a través de su diálogo con autoridades y portadores de armas, la protección de estos y otros servicios esenciales, para que las personas que requieren de ellos puedan acceder sin limitaciones y para que el personal pueda realizar su trabajo de una manera imparcial y apegado a la ética médica.

La doctora Jennire Mercado, es la directora del ambulatorio y todos los días está al frente dispuesta a colaborar con quienes lo necesiten. Para ella ha sido de gran apoyo el trabajo que realizó el CICR. "Quedábamos a oscuras cuando se iba la luz por 24, hasta 48 horas, porque no teníamos una planta eléctrica", dice.

Ángel Pulgar, miembro de la comunidad indígena Guaicaipuro, explicó que en varias oportunidades tuvo que acudir a centros de salud en Cacigua (a unas cuatro horas de distancia) porque no había luz en El Cruce. Ese traslado suponía para ellos mayor gasto económico y un riesgo de seguridad personal alto y en situaciones de emergencia, un retraso en la atención de salud requerida.

El inicio del proyecto. En el 2021, después de las evaluaciones con las autoridades de salud del municipio y la orientación del personal, se propuso la instalación de paneles solares en el techo del ambulatorio para obtener energía y así garantizar el funcionamiento continuo de este centro de salud. A finales del 2022, ya los paneles eran una realidad y podían recibir la continua radiación solar propia de esta región.

A más de 1.700 kilómetros de El Cruce, en otro extremo del país, está la comunidad de El Chocó, estado Bolívar. Allí, la violencia armada también ha afectado el acceso a la salud y el trabajo del personal en el consultorio de la zona. Este, aunque es relativamente pequeño, alivia las necesidades de 250 personas que acuden a él. En Bolívar, el proyecto empezó en septiembre de 2022 y ha servido para que la sala de parto y otras áreas tengan luz constante.

Un trabajador del CICR revisando los paneles solares en El Chocó

La doctora Yusleidy Jiménez, encargada del centro de salud, indica que ahora ella y su equipo se sienten con más capacidad de ayudar a las personas necesitadas, porque tienen energía eléctrica para que los equipos médicos funciones siempre.

Obtener energía de fuentes naturales es innovador, no solo para estas comunidades, sino también para el CICR en Venezuela. Esto responde al interés por desarrollar proyectos que sean conscientes con el planeta, el cambio climático y que representen una solución sustentable para las comunidades afectadas por la violencia armada.

Este tipo de paneles solares tiene muchas ventajas, como lo son mejorar las condiciones de trabajo para el personal, así como garantizar la atención médica en un lugar cercano a la comunidad al que los pacientes pueden acudir ante cualquier emergencia, lo que reduce a su vez los gastos de traslado y, sobre todo, los riesgos de seguridad.

El proyecto -en ambos lugares- incluyó formación para el personal sobre el funcionamiento y mantenimiento de los paneles. Yanis Olivieri, encargado de mantenimiento en el ambulatorio de El Cruce, cuenta que, luego de la capacitación, ha sido sencillo para él, que sube al techo una o dos veces al día para limpiar cuidadosamente los paneles, pero que el sistema funciona solo y la preocupación de que se vaya la luz ha desaparecido.

"Esos paneles cambiaron por completo el confort del ambulatorio y la comunidad", dice Raida Fernandez, líder comunitaria en El Cruce que siempre ayuda a que las personas necesitadas lleguen al ambulatorio. Por su parte, el señor Angel resalta que para ellos respetar la tierra es muy importante. Por eso este proyecto es especial, porque significa "trabajar en función de cuidar la madre naturaleza y aprovechar los recursos de una energía limpia sin contaminar".

En El Chocó, Yusleidys menciona que "la comunidad está muy contenta con todo el trabajo y que desde que están los paneles solares han podido atender a todos los pacientes que llegan al ambulatorio". Los paneles solares son -literalmente- una luz para los pacientes.





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