Calle 19 de Septiembre
A menudo me preguntan para qu茅 sirve la literatura en las sociedades africanas. Desde fuera, resultan incomprensibles tantas horas de soledad reflexionando sobre los anhelos y las frustraciones del ser humano, en pugna con cada palabra para escoger la m谩s adecuada para incidir en corazones y mentes. Sobre todo, cuando el escritor apenas recoge alg煤n fruto del empe帽o—ni sus potenciales lectores tienen f谩cil acceso a su obra. Parece un esfuerzo in煤til, realizado por vagos o est煤pidos; algunos afirman que somos diletantes que escriben para los blancos, principales consumidores de bienes culturales. Discrepo. No siendo la primera vez que viajo a Estados Unidos, este nuevo periplo prueba que alg煤n escrito nuestro abre la mente—quiz谩s hasta el coraz贸n- de personas honestas, personas que consideran de inter茅s cuanto podamos aportar. Les introduce a realidades desconocidas, o soslayadas por lejanas. Mi presencia aqu铆, como la de otros muchos colegas antes y despu茅s, justifica plenamente nuestro oficio, una de cuyas funciones es comunicar. Al no poder acotarse la comunicaci贸n, nos dirigimos a cualquier lector que desee bucear en nuestras realidades: nuestros compatriotas, quienes deben asomarse al espejo y cotejar si la imagen reflejada se corresponde con sus sue帽os; a la gente de cualquier parte del mundo dotada de sensibilidad, que deben conocer desde nuestra voz nuestro af谩n de cada d铆a. Este es el papel inherente a la literatura en todas las sociedades, en cualquier 茅poca y lugar, con una particularidad: los escritores africanos heredamos el rol desempe帽ado por los trovadores en nuestras culturas milenarias.
A menudo me preguntan para qu茅 sirve la literatura en las sociedades africanas… Parece un esfuerzo in煤til, realizado por vagos o est煤pidos; algunos afirman que somos diletantes que escriben para los blancos, principales consumidores de bienes culturales. Discrepo.
El griot no era un mero buf贸n en la corte de los poderosos, ni ilusionista manipulador de enso帽aciones adormecedoras, sino el elaborador y depositario de las ideas, guardi谩n de la memoria y transmisor de los anhelos colectivos; en suma, el intermediario por excelencia entre la palabra y la acci贸n. En nuestras culturas pre-coloniales, la palabra no era mero sonido desprovisto de significado; no gru帽铆amos, aunque la peligrosa mezcolanza de ignorancia y prejuicios, traducida en racismo por los colonizadores y sus ep铆gonos, considerase nuestras lenguas "dialectos groseros", seg煤n escribi贸 alg煤n tratadista espa帽ol. Nuestros mayores nunca hablaban por hablar; el verbo persuad铆a, orientaba, compromet铆a, defin铆a y calificaba a quien lo expresaba, encerraba cuantos valores subyacen en el alma de un pueblo. En aquellas sociedades "primitivas", la principal diferencia entre un mayor y un joven estaba en la capacidad de razonar y exponer juicios certeros en el momento adecuado, transmitiendo ideas 煤tiles para los ciudadanos. Un mayor dicharachero o mendaz era considerado insensato, no merec铆a respeto, nadie le tomaba en serio. Por otro lado, un joven prudente era captado para asumir responsabilidades en beneficio del conjunto. Enriquecidos hoy con la escritura—que, record茅moslo, no naci贸 en Europa—tales caracter铆sticas adquieren una nueva dimensi贸n. Desprovista de los caprichosos efectos de la memoria f铆sica e inmune al transcurrir del tiempo, la palabra puede ser fijada para recordar permanentemente nuestra trayectoria, el origen, el rumbo y las metas propuestas. Esta concepci贸n explica nuestra desde帽osa indiferencia ante demasiadas palabras sin sentido dirigidas a nuestras culturas, a nuestro continente, a nuestras personas, por gente incapaz de realizar un m铆nimo esfuerzo de empat铆a hacia otras realidades distintas de su rutinaria inmediatez.
Como mayor, podr铆a aconsejar prudencia a los j贸venes, decirles que hagan o铆dos sordos a palabras necias. Pero no lo har茅. Precisamente la edad y la experiencia me obligan a prevenir sobre las consecuencias de tanta necedad esparcida de modo impulsivo, irreflexivo y mal茅volo; la historia vivida y analizada advierte que nuestro desd茅n resulta perjudicial. No debemos seguir callando, limit谩ndonos a esbozar sonrisillas misericordiosas ante ideas insensatas expuestas por ignorantes poderosos. Esa ignorancia, envuelta en soberbia, te帽ida de mala fe, resulta tan peligrosa que, tolerada, conduce a tragedias y genera atrocidades. Sobran ejemplos en la historia de la intolerancia. Los africanos, explotados, vejados y humillados durante los 煤ltimos cinco siglos y medio por otros humanos imbuidos en su jactanciosa autocomplacencia, estamos obligados a contraponer las mentiras con la verdad. Mientras gocemos—todav铆a – de cierta libertad para expresarnos con palabras y escritos, us茅mosla para desenmascarar el discurso tendencioso que estimula instintos mezquinos como el odio. No combatiremos la mentira con mentiras, el insulto con insultos, el odio con m谩s odio. Empleemos armas m谩s eficaces: avergonzarles con su ignorancia, ridiculizar su injustificada altivez y remover en sus corazones el poso de humanidad, de reflexi贸n, que suponemos en todo b铆pedo implume, seg煤n la definici贸n de Plat贸n.
Por eso escog铆 este tema para mi charla aqu铆 y ahora: parafraseando a Wole Soyinka, "alg煤n d铆a ense帽aremos a leer a la soldadesca". Es nuestra responsabilidad ilustrar a quienes, creyendo poseer la verdad absoluta, pudieran descubrir que ignoran las verdades esenciales de la existencia.
Por eso escog铆 este tema para mi charla aqu铆 y ahora: parafraseando a Wole Soyinka, "alg煤n d铆a ense帽aremos a leer a la soldadesca". Es nuestra responsabilidad ilustrar a quienes, creyendo poseer la verdad absoluta, pudieran descubrir que ignoran las verdades esenciales de la existencia. Bastar铆a que leyesen Nations N猫gres et Culture o Civilizaci贸n y barbarie, del historiador senegal茅s Cheik Anta Diop, para obligarles a cerrar la boca. Si leyesen a Nadine Gordimer y Doris Lessing (que no eran negras), no abrir铆an sus bocas. Les bastar铆a saber que el rey belga Leopoldo II asesin贸 a m谩s de 10 millones de congoleses entre 1885 y 1908 para callarles.[1] Su drama es que desconocen su propia historia. Deber铆an saber que los alemanes exterminaron etnias enteras en Namibia, Togo y Tanganika a principios del S. XX. Deber铆an conocer las atrocidades cometidas por oficiales del Ej茅rcito espa帽ol en mi pueblo, donde quemaban beb茅s solo porque les molestaba su llanto. Si leyeran, comprender铆an las emociones de los descendientes de los millones de africanos masacrados por franceses, portugueses, italianos y brit谩nicos que en las cuatro esquinas de 脕frica destruyeron las estructuras sociales y frenaron en seco la evoluci贸n natural de nuestras culturas. Si fuesen honestos, les avergonzar铆an sus antepasados, aventureros glorificados que dominaron el mundo impulsados por la codicia y las hambrunas de la mis茅rrima Europa del S. XV.
No es necesario seguir desgranando argumentos; los ejemplos anotados son suficientes para hacerles callar. No queda lugar para falacias esparcidas durante siglos por esclavistas y colonialistas, cuando Prehistoria, Biolog铆a y Psicolog铆a desmienten supuestas diferencias m谩s all谩 de las distintas tonalidades de la piel que nos envuelve. Al saber que son burdas mentiras las supuestas fatalidades deterministas, es hora de actuar con seguridad, al no existir razones para que interioricemos la inferioridad que nos inocularon, conden谩ndonos a vivir atenazados en la zozobra permanente.
Escribimos para no ser meros cuentacuentos; concebimos nuestro oficio como un s贸lido compromiso 茅tico y moral ante nuestras sociedades dolientes, espectros miserables deambulando sobre suelos inmensamente ricos.
Escribimos para no ser meros cuentacuentos; concebimos nuestro oficio como un s贸lido compromiso 茅tico y moral ante nuestras sociedades dolientes, espectros miserables deambulando sobre suelos inmensamente ricos. Escogimos entre apoyar a los cuerdos o a los locos, a los opresores o a los oprimidos, a los verdugos o a las v铆ctimas. Pavorosa circunstancia cotidiana que convierte la indiferencia en deshumanizaci贸n: el don que poseemos no nos inmunizara ante el dolor ajeno, un dolor colectivo que es nuestro propio dolor. El escritor africano no se encierra en una urna de cristal desde la cual contempla impasible los fen贸menos que describe. No somos, como en Occidente, seres privilegiados que elucubran desde la altura de sus torres de marfil c贸mo deleitar el ocio de los cuerpos bien nutridos. Sabemos que la literatura es arte, proposici贸n; y el arte, para ser tal y no mera artesan铆a, simple imitaci贸n o repetici贸n, no puede olvidar su dimensi贸n est茅tica. Pero no basta la est茅tica en s铆 misma; la belleza es una banalidad, cambiante seg煤n las modas de la 茅poca o el lugar. El africano no concibe el "arte por el arte". No encerramos nuestra creaci贸n en museos y palacios para deleite exclusivo de expertos y poderosos. Aunamos en nuestra obra, literaria o pl谩stica. Est茅tica, 茅tica y utilitarismo, conjunci贸n armoniosa e inseparable que dota a nuestras culturas de los elementos necesarios para motivar las transformaciones sociales, noci贸n que genera t贸picos en quienes desprecian cuanto ignoran. Pero sobre ese tr铆pode descansan nuestras realizaciones desde los albores, instrumentos valios铆simos hoy, cuando sentimos la necesidad de trascender la oralidad y adoptar la escritura, al descubrir que no necesit谩bamos intermediarios que distorsionaban cuanto no comprend铆an. Escribimos, tambi茅n, para expresar nuestras almas desde nuestras almas: un sistema de creencias y valores, los estado de 谩nimo, nuestra percepci贸n del mundo, que bien pudieran beneficiar al resto de la Humanidad.
Afirmemos entonces, con orgullo y seguridad, que los intelectuales negro-africanos tuvieron un papel vanguardista, determinante, en la conquista de la dignidad del g茅nero humano. El pensamiento africano de principios del S. XX, entroncado, como era natural, con su di谩spora afroamericana y caribe帽a, puso al mundo ante sus contradicciones; siendo larga y prolija la enumeraci贸n, pondr茅 un solo ejemplo: ¿libr贸 el mundo una sangrienta y devastadora guerra contra el racismo y el totalitarismo, con importante aportaci贸n de los pueblos colonizados, para que la victoria de la libertad y la democracia beneficiara a una 煤nica raza, a una 煤nica cultura? Record茅moslo: en 1945, la mayor铆a de los habitantes de esta Tierra segu铆a sometida a una opresi贸n tan cruel como la padecida por las razas y pueblos ultrajados por la barbarie nazi. La cuesti贸n fundamental era – es – si libertad, democracia y dignidad son derechos exclusivos acotados a unos pocos, o inherentes a la condici贸n humana. Fueron los intelectuales africanos y afroamericanos quienes llevaron a la conciencia universal un principio b谩sico: la construcci贸n y consolidaci贸n de la paz no puede ignorar ni soslayar los cr铆menes y la explotaci贸n padecidas en los territorios coloniales, disfrazados bajo eufemismos edulcorantes como "civilizaci贸n".
Afirmemos entonces, con orgullo y seguridad, que los intelectuales negro-africanos tuvieron un papel vanguardista, determinante, en la conquista de la dignidad del g茅nero humano.
Si desbrozamos la historia reciente de prejuicios, aparece n铆tido que la Declaraci贸n Universal de los Derechos Humanos de 1948 es el compendio de reivindicaciones de libertad y dignidad formuladas por el V Congreso Panafricano, reunido en Manchester (Inglaterra) en 1945, cuyas conclusiones permitieron extender los valores de la democracia a todas las naciones, pueblos y personas de la Tierra. En ese encuentro participaron las mentes negras m谩s preclaras; entre otros, el afroamericano W. E. B. Du Bois, el jamaicano Georges Padmore y los africanos Nnamdi Azikwe (Nigeria), Jomo Kenyatta (Kenia), Julius Nyerere (Tanzania) y, sobre todo, el ghan茅s Kwame Nkrumah. Ellos acordaron priorizar la liberaci贸n pol铆tica de 脕frica como tarea inmediata, decisi贸n que sustitu铆a la emoci贸n por las ideas, el sentimiento por la acci贸n. Esta determinaci贸n benefici贸 al conjunto de la Humanidad al establecer el respeto y el di谩logo como factores de disuasi贸n de los conflictos, universalizando el derecho de autodeterminaci贸n de los pueblos y aboliendo el "derecho de ocupaci贸n"- eje de las relaciones internacionales a lo largo del S. XIX y pretexto que legitim贸 la ocupaci贸n de 脕frica en la Conferencia de Berl铆n (1884-1885). Lo demuestran la creaci贸n de Naciones Unidas y otros acontecimientos relevantes de la 茅poca, hoy minimizados, olvidados: la creaci贸n de la editorial y su revista Pr茅sence Africaine por el senegal茅s Alioune Diop en 1947, y el I Congreso Internacional de Escritores y Artistas Negros de Par铆s. En septiembre de 1956 se reunieron, entre otros muchos, Aim茅 C茅saire, L茅opold S茅dar Senghor, Jacques Rabemananjara, Richard Wright, Cheik Anta Diop, Mercer Cook, John Davis y Jean Price-Mars.
Es imposible negar que las ideas emanadas de ese decisivo encuentro regulan desde entonces las relaciones culturales entre los pueblos. Conceptos como multiculturalismo, di谩logo de civilizaciones, diversidad e interculturalidad los formularon por primera vez estos intelectuales negros. Marc贸 de modo fruct铆fero no solo las relaciones pol铆ticas y culturales, sino la forma de percibir al "otro"; parec铆a hallada la f贸rmula definitiva que armonizara las relaciones entre las diferentes razas, credos y culturas.
Es de suma importancia recordar estas cosas aqu铆 y ahora, cuando renacen anacr贸nicas cruzadas y movimientos revisionistas, cuando asistimos al intento de exhumar viejas teor铆as que llevaron el horror y el sufrimiento a centenares de millones de personas. Esas ideas supremacistas contenidas, por ejemplo, en la Filosof铆a de la historia de Hegel y en la obra del Conde de Gobineau[2], son el germen de intolerancias y el alimento espiritual de racistas y xen贸fobos. Quiz谩 resulte 煤til poner las cosas en su sitio, cuando se alzan voces de ignorantes poderosos reclamando la recolonizaci贸n de 脕frica y la re-esclavizaci贸n de los negros; 煤til e importante porque tales formulaciones hubiesen sido est茅riles sin la complicidad de influyentes intelectuales no africanos, como Andr茅 Gide, Andr茅 Breton, Jean-Paul Sartre, Albert Camus o Th茅odore Monod, a los que pronto se sumaron Pablo Picasso, Roger Bastide, Basil Davidson, Michel Leiris y otros muchos. De ah铆 nuestra propuesta recurrente: es necesaria una convergencia de objetivos, la complicidad activa entre los dem贸cratas africanos, americanos y europeos para conseguirlo. La lucha contra la intolerancia no concierne a un solo pa铆s, pueblo o raza; conquistar y mantener la libertad y la dignidad nos concierne a cada uno de los integrantes de nuestra especie. Parece hoy incuestionable que, sin aquella conjunci贸n, que culminaba cinco siglos de resistencia contra esclavitudes y opresiones, el colonialismo—convertido en un anacronismo poco despu茅s—no hubiese perdido su fuerza.
Al surgir las independencias a mediados del siglo XX, los intelectuales africanos se encontraron ante un dilema. Hab铆an ideado la rebeli贸n anticolonial y asesorado a los pol铆ticos en la estrategia para recuperar la soberan铆a. Militaban en partidos independentistas, eran activistas sindicales o de movimientos juveniles. Su tarea hab铆a consistido en concienciar a las poblaciones sobre las inmensas ventajas de la libertad. Alcanzado el objetivo prioritario, deb铆an optar entre colaborar con los poderes emergentes, dedicarse a su oficio, apartados de los vaivenes pol铆ticos, o, combatir a quienes les hab铆an contribuido a encumbrar ante la amarga deriva de los nuevos Estados. Bien saben ustedes que pronto fue evidente que las independencias no tra铆an ni libertad ni progreso.
Dilema profundamente humano: un escritor, artista o profesor universitario no est谩 exento de emociones, pasiones e intereses. Por ello estamos contra los mitos, tal como se construyen en las sociedades occidentales: escribir libros no convierte a nadie en 谩ngel incorp贸reo pese a la coherencia exigible.
Dilema profundamente humano: un escritor, artista o profesor universitario no est谩 exento de emociones, pasiones e intereses. Por ello estamos contra los mitos, tal como se construyen en las sociedades occidentales: escribir libros no convierte a nadie en 谩ngel incorp贸reo pese a la coherencia exigible. Resulta inevitable que alguno se gu铆e por su est贸mago en lugar de las ideas—como anot贸 Chinua Achebe—y oculte la sensibilidad tras la seguridad. En cualquier lugar y tiempo, el ser humano reacciona igual ante ciertos desaf铆os. Los africanos resistieron juntos la barbarie colonial; pero con las independencias, surgieron las divergencias metodol贸gicas, t谩cticas, de enfoque, prioridades y objetivos. Aflor贸 una pluralidad ideol贸gica que hab铆a estado solapada durante la opresi贸n. Reduccionismos simplistas consideran a todos los negros iguales cuando la raza no es un uniforme; cada cual adopta sus actitudes seg煤n su tendencia y expectativas. Sucedi贸 en otros lugares: no toda la portentosa 茅lite cultural de la Rep煤blica de Weimar tuvo el valor de enfrentarse a la barbarie hitleriana. La inmensa mayor铆a busc贸 acomodo en aquella siniestra estructura, fen贸meno repetido en los pa铆ses del "socialismo real": las academias cient铆ficas y human铆sticas, el periodismo y el mundillo literario se nutrieron de "intelectuales org谩nicos" al servicio del estalinismo.
No somos distintos los africanos, cuando la naturaleza humana es tan poco proclive al hero铆smo pocos prefieren el escarnio, la marginaci贸n, la pobreza, la c谩rcel, el exilio y hasta el martirio antes que secundar la iniquidad. Si valoramos, adem谩s, la brutal presi贸n del totalitarismo sobre mentes y cuerpos, al alimentarse las tiran铆as de adhesiones inquebrantables y lealtades absolutas hasta en el crimen, hallaremos otra raz贸n que imposibilita la unidad de acci贸n frente a la opresi贸n del negro sobre el negro que sustituy贸 a la opresi贸n del colonizador. Dif铆cilmente comprensible en sociedades como la norteamericana, una objetiva contextualizaci贸n requiere situarnos en pa铆ses subdesarrollados, donde, a menudo, la 煤nica fuente de ingresos y supervivencia es el dedo portentoso del dictador. Realidades que inutilizan determinados ejercicios ut贸picos tendentes a buscar comportamientos id铆licos impropios de nuestra especie, que ensalza el hero铆smo precisamente por su infrecuencia.
Ser铆a imposible trazar aqu铆 la historia pormenorizada de cuanto acontece en cada una de las 55 naciones africanas en 60 a帽os de supuesta "libertad", ni detallar el comportamiento de sus 茅lites culturales ante tales convulsiones. Tenemos todos en la mente la imagen de 脕frica, paradigma de todos los desastres: crueles dictaduras vitalicias; enfermedades, hambrunas, guerras e inestabilidad permanentes; millones de refugiados; ignorancia y desprecio del saber; miseria lacerante, que contrasta con la opulencia vergonzante de oligarqu铆as insaciables; l铆deres insensibles al sufrimiento de sus compatriotas; asombrosa ineficacia, que cuestiona la capacidad de raciocinio de muchos dirigentes; nula protecci贸n a ni帽os y ancianos; violencia y cosificaci贸n de la mujer . . . en suma, conculcaci贸n sistem谩tica de todos los derechos fundamentales, reflejada en los pavorosos 铆ndices de desarrollo humano; tragedias cotidianas contempladas impasibles ante la masiva emigraci贸n de nuestros j贸venes:. pavorosos efectos descritos en la literatura africana del 煤ltimo medio siglo.
Reduccionismos simplistas consideran a todos los negros iguales cuando la raza no es un uniforme; cada cual adopta sus actitudes seg煤n su tendencia y expectativas.
Le铆dos en otros mundos, parecer铆a que nuestros libros legitiman la estampa del "脕frica imposible" esparcida por los racistas. Porque, profusamente aireados tales efectos, apenas se incide en sus causas, claramente identificadas: un neocolonialismo voraz que explota de manera inmisericorde unos pa铆ses riqu铆simos, mientras prevalece el discurso caritativo y se subraya la supuesta incapacidad del africano para organizarse y convivir en sociedad. Imagen que perpet煤a un clich茅 inamovible, base de las relaciones entre Occidente y 脕frica; depredaci贸n a la que se suman naciones emergentes como China, India o Brasil. En la mente del ciudadano de otro rinc贸n del Planeta, el africano es la escoria del mundo.
El clich茅 se asent贸 en el subconsciente de los propios africanos, seres acomplejados conscientes de su propia nader铆a, privados de asideros espirituales anta帽o proporcionados por las culturas primigenias, abocados a una insatisfacci贸n 铆ntima no satisfecha por una modernidad asfixiante, convertidos en caricaturas de otros. Carentes de infraestructuras culturales que contrarresten los efectos perversos del discurso 煤nico, rotas las ilusiones ante la certeza de que toda resistencia es in煤til frente a los poderes invisibles que dominan sus vidas, aplastado todo intento de regeneraci贸n y ridiculizado por ello; el pensamiento africano aparece como agostado.
Pero no han claudicado nuestros pensadores. Conocemos mejor que nadie nuestros problemas, reflexionamos sobre ellos y proponemos soluciones. ¿Nos beneficia tal esfuerzo? ¿Importa cuanto podamos pensar o decir? ¿Conviene siquiera nadar a contracorriente, sorteando los mil ardides con que acallan las ideas transgresoras del orden constituido, los intentos de disidencia y racionalizaci贸n, toda propuesta regeneracionista que altere la sordidez de nuestra existencia?
Pero no han claudicado nuestros pensadores. Conocemos mejor que nadie nuestros problemas, reflexionamos sobre ellos y proponemos soluciones.
As铆, el mundo desarrollado est谩 repleto de t茅cnicos y profesionales liberales africanos imposibilitados de ejercer en sus pa铆ses; hueco nunca cubierto por cooperantes y dem谩s funcionarios de la caridad. Pero no es la "comodidad" de Europa y Am茅rica del Norte el motivo de la deserci贸n. ¿Sabe la opini贸n p煤blica norteamericana que las instituciones financieras europeas reciben de 脕frica capitales equivalentes al doble del presupuesto que la Uni贸n Europea destina a cooperaci贸n al desarrollo? ¿Les informan de que 14 pa铆ses africanos pagan a Francia 400.000 millones de euros cada a帽o, a cambio de nada? ¿Por qu茅 no les dicen que el blanqueo de dinero y dem谩s formas de corrupci贸n practicadas por las industrias extractivas privan a los africanos de 157.000 millones de d贸lares anuales? ¿Por qu茅 los africanos que defienden sus caladeros de pesca en Somalia o Nigeria, su principal recurso desde hace siglos, son considerados "piratas" y "terroristas" en Occidente, cuando, adem谩s de destruir su h谩bitat, la pesca ilegal y descontrolada supone p茅rdidas superiores a los 70.000 millones de d贸lares cada a帽o? Son datos f谩ciles de encontrar en Internet, elaborados por instituciones y organismos que nadie sensato considera "revolucionarios". Los conocen sus autoridades, pero ocultan tales efectos, resultados de la gesti贸n de sus empresas en lugares como Guinea Ecuatorial, mi pa铆s, donde sostienen desde hace casi tres d茅cadas la tiran铆a m谩s cruel y corrupta del momento actual. ¿Les parece, ante estas realidades, que son "un lujo" las independencias, que los africanos no merecen la libertad? ¿No suena a reduccionismo simplista el t贸pico de los "Estados fallidos", que, en pleno S. XXI, parece exhumar viejas apetencias imperialistas?
Desde nuestra percepci贸n, ni han fallado nuestros Estados, ni son inviables nuestras naciones, ni poseemos los africanos un gen especial que nos haga inferiores a las dem谩s personas. El fallo es el modelo impuesto en estas seis d茅cadas de independencias sin soberan铆a, el modelo lampedusiano que sustituy贸 a los gobernadores blancos por los capataces negros, encargados de "mantener la estabilidad" en las posesiones para que nada cambiase. Cuanto sucede en 脕frica desde 1956 indica que nunca existi贸 verdadera voluntad de dignificar al africano ni de reconocer su plena humanidad.
Como son ustedes personas mayores, cultas y capacitadas, indaguen y analicen por s铆 mismos cuantos conflictos se producen en 脕frica. Seguro que no encontrar谩n datos que avalen la falacia de las supuestas "guerras tribales" y dem谩s mitos. Descubrir谩n, en cambio, el verdadero rol de empresas, gobiernos y personalidades "respetables" en la perpetuaci贸n de la miseria. Para nosotros, bastar铆a propiciar el 煤nico modelo a煤n por experimentar en 脕frica: la democracia participativa. Bastar铆a que recuper谩semos de verdad la conducci贸n de nuestros destinos, que nos representasen compatriotas honestos y dignos, preocupados por el bienestar de sus semejantes. Necesitamos dirigentes que respeten los derechos de todos, que den valor a la vida humana. Necesitamos l铆deres con solvencia moral e intelectual acreditada, no brutos ignorantes sacados de aldeas rec贸nditas y endiosados s煤bitamente. Necesitamos presidentes y ministros que hablen el lenguaje actual, sin complejos ante nadie, para saber gestionar nuestros intereses. Necesitamos, en fin, recuperar el Humanismo, un concepto que no se encierra 煤nicamente en los millones de libros que abarrotan las bibliotecas de Occidente; el Humanismo tambi茅n est谩 formulado en nuestros refranes y m谩ximas, en nuestra filosof铆a, en nuestros valores tradicionales, aquellos que sean 煤tiles en este siglo.
Necesitamos, en fin, recuperar el Humanismo, un concepto que no se encierra 煤nicamente en los millones de libros que abarrotan las bibliotecas de Occidente; el Humanismo tambi茅n est谩 formulado en nuestros refranes y m谩ximas, en nuestra filosof铆a, en nuestros valores tradicionales, aquellos que sean 煤tiles en este siglo.
No nos reconocemos en esos africanos esperp茅nticos, caricaturescos, que dicen que somos. En Kampala o Kinshasa, en Lom茅, Nairobi, Harare o Malabo, como en Londres y Roma, Madrid, Par铆s, Ottawa o Washington, un ladr贸n es un ladr贸n y un asesino es un asesino. No nos resignaremos a ninguna fatalidad. Sabemos que todo puede ser distinto. Pero mientras el Occidente prefiera en el poder en 脕frica a los liberticidas, a los ladrones y a los asesinos, no nos insulten, por favor, porque Mobutu Sese Seko, Jean-Bedel Bokassa, Idi Amin Dada, F茅lix Houphou毛t-Boigny, His猫ne Habr茅, Omar Bongo, Charles Taylor, Sani Abacha, Ggnassingb茅 Eyad茅ma, Blaise Compaor茅, Yoweri Museveni, Denis Sassou-Nguesso, Robert Mugabe, Jos茅 Eduardo dos Santos o Teodoro Obiang Nguema no nos representan: ni les hemos elegido, ni roban en nuestro nombre, ni para nosotros.
¿C贸mo no escribir, si nuestra primera obligaci贸n es contar las cosas que nadie contar谩 por nosotros? ¿C贸mo callar, si nuestro principal deber es completar las medias verdades? Y mientras vivamos, seguiremos escribiendo, para desenmascarar las falacias, para denunciar la manipulaci贸n, conscientes de que la lucha emprendida por nuestros abuelos y nuestros padres no ha concluido. Si ellos arrancaron la soberan铆a formal, nosotros trazamos el camino hacia la libertad y el desarrollo que disfrutar谩n las generaciones venideras.
No todos los intelectuales africanos escogieron la ardua senda de combatir la censura y la ignorancia, defender el derecho a la vida y a la libertad. Muchos se acomodaron por ambici贸n, cobard铆a o comodidad, poniendo sus capacidades al servicio de las dictaduras. Los muertos se borraron de nuestra memoria, y los vivos pagan su traici贸n en sus conciencias. Consideramos de mayor inter茅s recordar a los miles de africanos que sufrieron y sufren humillaciones, c谩rceles, torturas, exilios y muerte por su fidelidad a la idea de un 脕frica libre, pr贸spera, solidaria y digna. Son aspiraciones por las que nuestros mayores exigieron el fin del colonialismo, reivindicando un Humanismo sin apellidos, fuente de todo progreso. Al ser imposible mencionarlos a todos, me ci帽o a las palabras de Bertolt Brecht, creador del Teatro 脡pico, perseguido por los nazis y asesinado por los comunistas: "Hay hombres que luchan un d铆a y son buenos. Hay otros que luchan un a帽o y son mejores. Hay quienes luchan muchos a帽os, y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles".
Entre nuestros "imprescindibles", destaca el malgache Jacques Rabemananjara, nacido en 1913, co-fundador del Movimiento Democr谩tico por la Renovaci贸n Malgache y diputado electo en la Asamblea Francesa tras la II Guerra Mundial, no ocup贸 su esca帽o—fue detenido, torturado y condenado a cadena perpetua por orden del general Charles de Gaulle, acusado de instigar la rebeli贸n de 1947. Liberado diez a帽os despu茅s, le tuvieron confinado fuera de su pa铆s hasta la independencia. Varias veces ministro y vicepresidente, un golpe de estado en 1972 le llev贸 nuevamente al exilio, donde muri贸 en 2005. Escribi贸 una novela, trece poemarios, tres obras de teatro, dos libros de ensayo y dos vol煤menes que compilan sus numerosos art铆culos.
F茅lix Tchicaya U Tam’si naci贸 en el llamado Congo franc茅s en 1931. Vivi贸 en Francia desde los 15 a帽os hasta la independencia, en 1960. Seguidor de Patrice Lumumba, regres贸 al exilio tras el asesinato de este l铆der nacionalista en enero de 1961, donde falleci贸 en 1988. Su corta obra comprende cuatro poemarios, cuatro novelas y tres piezas teatrales.
Entre nuestros "imprescindibles", destaca el malgache Jacques Rabemananjara, F茅lix Tchicaya U Tam’si, Alenxandre Biyidi Awala, Chinua Achebe, Sony Labou-Tansi.
Alexandre Biyidi Awala, m谩s conocido como Mongo Beti, naci贸 en Camer煤n en 1932. Palp贸 en su infancia las injusticias coloniales, causa de su militancia en el partido de Rub茅n Um Nyob茅, l铆der anticolonialista asesinado por los franceses en 1958. Estudi贸 en Francia, donde permaneci贸 por su oposici贸n a la dictadura de su pa铆s; fund贸 una revista y escribi贸 22 libros de narrativa y ensayo de denuncia de las dictaduras africanas sostenidas desde Europa. Regres贸 a Camer煤n tras su jubilaci贸n, donde se muri贸 poco despu茅s, en 2001, envenenado seg煤n su familia.
Camara Laye naci贸 en Guinea-Conakry en 1928. Becado para perfeccionar su oficio de mec谩nico en Francia, aprovech贸 para estudiar ingenier铆a. Proclamada la independencia en 1958, regres贸 a su pa铆s, y colabor贸 con el presidente Ahmed S茅kou Tour茅 pero la deriva tir谩nica de 茅ste le oblig贸 a exiliarse en Senegal, donde falleci贸 en 1980. Public贸 solo cuatro novelas, pero fundamentales en la literatura africana.
Amadou Kourouma naci贸 en 1927 en Costa de Marfil. De joven se incorpor贸 al ej茅rcito colonial franc茅s, que dejo tras la guerra de Indochina. Proclamada la independencia en 1960, regres贸 a su pa铆s. Sus cr铆ticas al presidente F茅lix Houphouet-Boigny, protegido por Francia, le llevaron a prisi贸n. Su largo exilio transcurri贸 en Argelia, Camer煤n, Togo y Francia. Regres贸 a su pa铆s durante el interregno democr谩tico; su cr铆tica a la guerra civil iniciada en 2002—"una extravagancia que conducir谩 al caos", dijo—le convirti贸 en "enemigo" del poder. Tuvo que huir del pa铆s, muriendo en el exilio en 2003. Tuve la inmensa suerte de conocerle y charlar brevemente con 茅l en septiembre de 2001. Me impresion贸 su desbordante amargura. Su obra, solo cinco novelas, es una de las m谩s s贸lidas de la literatura poscolonial, ir贸nica, plena de desgarradoras im谩genes sobre la realidad del continente.
Mi admiraci贸n y tributo hacia Chinua Achebe es eterna, pues decant贸 mi vocaci贸n literaria, tras descubrir, en mi adolescencia, Todo se desmorona. Naci贸 en Nigeria en 1930. Miembro destacado de la portentosa generaci贸n de intelectuales, cuyo activismo, siendo a煤n estudiantes en la Universidad de Ibad谩n, ser铆a fundamental para articular la conciencia anti-colonial, en Nigeria y pa铆ses vecinos. La convulsa historia de su pa铆s, con la guerra de Biafra como culminaci贸n, marc贸 su vida y su obra. Desde 1972 vivi贸 exiliado en Boston, como profesor en la Universidad de Massachusetts, donde muri贸 en 2013. Desde un sentimiento profundo escrib铆 su necrol贸gica en el diario espa帽ol El Pa铆s, como la de Mongo Beti y, hace poco, la de mi amiga y compatriota Mar铆a Nsue. El inmenso legado de Achebe incluye cinco novelas, ocho libros de relatos, ocho de ensayos pol铆ticos, hist贸ricos y cr铆tica literaria, cuatro de literatura infantil y seis poemarios, en los cuales se posiciona cr铆ticamente ante fen贸menos como golpismo y dictaduras y sus efectos desoladores sobre el individuo.
Sent铆 igualmente cercana la tr谩gica desaparici贸n de Sony Labou-Tansi en Brazzaville, en 1995, dos semanas despu茅s que su esposa. Nacido en Kinshasa (Rep煤blica Democr谩tica del Congo), se estableci贸 en Brazzaville (Rep煤blica de Congo), en la otra orilla del r铆o com煤n, hoy frontera por el arbitrario reparto colonial. Su obra describe las peores pesadillas del africano actual, un mundo esperp茅ntico, absurdo, resumido en una sola frase: "No busquemos m谩s, lo hemos encontrado: el hombre ha sido creado para inventar el infierno". En su breve vida, este corrosivo dramaturgo y director esc茅nico nos leg贸 seis novelas, doce piezas teatrales y cinco libros de poes铆a.
Entre los "imprescindibles" africanos vivos, sobresalen Wole Soyinka y Ngugi wa Thiong’o.
Las s煤plicas de clemencia de numerosas personalidades mundiales—incluido el presidente Bill Clinton—no impidieron el ahorcamiento de Ken Saro-Wiwa en noviembre de 1995, ordenado por el general Sani Abacha, entonces dictador de Nigeria. Escritor, productor de televisi贸n, ecologista y activista de los derechos humanos, su 煤nico delito fue presidir el Movimiento para la supervivencia del Pueblo Ogoni, etnia que padece desde 1958 la continua degradaci贸n del Delta del N铆ger, su h谩bitat, a causa de los vertidos petrol铆feros. Su activismo pac铆fico le cost贸 la vida a los 44 a帽os, sin que importaran sus 15 libros publicados (poes铆a, novela, teatro, ensayo), por los que hab铆a sido postulado al Premio Nobel de Literatura.
Entre los "imprescindibles" africanos vivos, sobresalen Wole Soyinka y Ngugi wa Thiong’o. Galardonado el primero con el Premio Nobel de Literatura en 1986, y el segundo eterno candidato. Sus biograf铆as son conocidas, sobre todo en Estados Unidos, su pa铆s de refugio, donde ejercieron su magisterio acad茅mico. Del nigeriano Soyinka destacan su honestidad militante y su proclama sobre la Tigritud: "El tigre no anuncia su tigritud; salta sobre su presa y la devora", proclam贸, en oposici贸n a la Negritud propuesta por Senghor. En este prol铆fico poeta, novelista, dramaturgo y ensayista no existe la duda: "Hasta que 脕frica no controle su destino, no recuperar谩 su humanidad", declar贸 en 2001. El keniano Ngugi lidera la cruzada para que el africano abandone las "lenguas imperialistas" y adopte las lenguas nativas como veh铆culos de creaci贸n literaria; renunci贸 al ingl茅s para escribir en kikuyu la treintena de libros que abarca su producci贸n: teatro, novela y ensayos de tem谩tica cultural y pol铆tica.
Evoco a los innumerables h茅roes an贸nimos (periodistas, economistas, abogados, profesores, estudiantes…) que sacrifican a diario sus vidas para alimentar la llama de la libertad futura – un futuro quim茅rico.
Termino este periplo incompleto recordando los esfuerzos y sacrificios de otros muchos pensadores y artistas que, en las seis 煤ltimas d茅cadas, se enfrentarona los poderes inicuos que ahondan la sima de la degradaci贸n del negro, en 脕frica y en el mundo. Como cada pa铆s conoce y recuerda a sus h茅roes, aqu铆 solo puedo evocar gen茅ricamente a m煤sicos como el nigeriano Fela Kuti, activista de los derechos humanos muerto en 1997, a los 57 a帽os, a causa del duro castigo sufrido durante veinte a帽os de encarnizada persecuci贸n. Al tambi茅n m煤sico Pierre Claver Zeng, gabon茅s, quien durante d茅cadas fustig贸 a la oligarqu铆a familiar impuesta por Francia desde 1967 hasta hoy; muri贸 en Par铆s en 2010. Sin olvidar a l铆deres religiosos: Rafael Nze Abuy, arzobispo de Malabo (Guinea Ecuatorial), a quien, enfermo, la tiran铆a de Teodoro Obiang impidi贸 salir del pa铆s hasta el 煤ltimo momento y muri贸 en Madrid en 1991. Cristophe Munzihirwa, arzobispo de Bukavu (R. D. de Congo), fue asesinado en 2004. Tambi茅n Engelbert Mveng, jesuita camerun茅s, te贸logo, antrop贸logo e historiador, muerto en Ya煤nde en 1995 en circunstancias nunca aclaradas. Su compatriota Jean-Marc Ela, sacerdote, te贸logo y soci贸logo, perseguido hasta en su exilio canadiense, donde falleci贸 misteriosamente en 2008.
Evoco a los innumerables h茅roes an贸nimos (periodistas, economistas, abogados, profesores, estudiantes . . . ) que sacrifican a diario sus vidas para alimentar la llama de la libertad futura—un futuro quim茅rico: mientras preparaba esta conferencia, hu铆a de Zimbabue del notable poeta Mbizo Chiroso, a causa de la sa帽uda persecuci贸n del dictador Robert Mugabe. Es a ellos, verdaderos protagonistas de esta historia, a quienes debemos expresar nuestra profunda gratitud.
NotasJoseph Konrad reflej贸 un p谩lido retrato en El coraz贸n de las tinieblas.
Joseph Arthur, conde de Gobineau fue autor de Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas (1855) donde desarrolla贸 la teor铆a de la superioridad racial aria.
Fuentes
Feuser, Willfred. 1988. "Wole Soyinka: The Problem of Authenticity." Black Literature Forum 22 (3): 559.
Lab’Ou Tansi, Sony. 2011. Life and a Half. Translated by Alison Dundy. Bloomington: Indiana University Press.
Soyinka, Wole. 1972. “Background and Friezes.” In A Shuttle in the Crypt. London: R. Collings.
Tulio Demicheli, Santiago. 2001. "Soyinka: ‘Hasta que 脕frica no controle su destino, no recuperar谩 su humanidad’." ABC.es, March 24. http://www.abc.es/hemeroteca/historico-24-03-2001/abc/Cultura/soyinka-hasta-que-africa-no-controle-su-destinono-recuperara-su-humanidad_19821.html.
A menudo me preguntan para qu茅 sirve la literatura en las sociedades africanas. Desde fuera, resultan incomprensibles tantas horas de soledad reflexionando sobre los anhelos y las frustraciones del ser humano, en pugna con cada palabra para escoger la m谩s adecuada para incidir en corazones y mentes. Sobre todo, cuando el escritor apenas recoge alg煤n fruto del empe帽o—ni sus potenciales lectores tienen f谩cil acceso a su obra. Parece un esfuerzo in煤til, realizado por vagos o est煤pidos; algunos afirman que somos diletantes que escriben para los blancos, principales consumidores de bienes culturales. Discrepo. No siendo la primera vez que viajo a Estados Unidos, este nuevo periplo prueba que alg煤n escrito nuestro abre la mente—quiz谩s hasta el coraz贸n- de personas honestas, personas que consideran de inter茅s cuanto podamos aportar. Les introduce a realidades desconocidas, o soslayadas por lejanas. Mi presencia aqu铆, como la de otros muchos colegas antes y despu茅s, justifica plenamente nuestro oficio, una de cuyas funciones es comunicar. Al no poder acotarse la comunicaci贸n, nos dirigimos a cualquier lector que desee bucear en nuestras realidades: nuestros compatriotas, quienes deben asomarse al espejo y cotejar si la imagen reflejada se corresponde con sus sue帽os; a la gente de cualquier parte del mundo dotada de sensibilidad, que deben conocer desde nuestra voz nuestro af谩n de cada d铆a. Este es el papel inherente a la literatura en todas las sociedades, en cualquier 茅poca y lugar, con una particularidad: los escritores africanos heredamos el rol desempe帽ado por los trovadores en nuestras culturas milenarias.
A menudo me preguntan para qu茅 sirve la literatura en las sociedades africanas… Parece un esfuerzo in煤til, realizado por vagos o est煤pidos; algunos afirman que somos diletantes que escriben para los blancos, principales consumidores de bienes culturales. Discrepo.
El griot no era un mero buf贸n en la corte de los poderosos, ni ilusionista manipulador de enso帽aciones adormecedoras, sino el elaborador y depositario de las ideas, guardi谩n de la memoria y transmisor de los anhelos colectivos; en suma, el intermediario por excelencia entre la palabra y la acci贸n. En nuestras culturas pre-coloniales, la palabra no era mero sonido desprovisto de significado; no gru帽铆amos, aunque la peligrosa mezcolanza de ignorancia y prejuicios, traducida en racismo por los colonizadores y sus ep铆gonos, considerase nuestras lenguas "dialectos groseros", seg煤n escribi贸 alg煤n tratadista espa帽ol. Nuestros mayores nunca hablaban por hablar; el verbo persuad铆a, orientaba, compromet铆a, defin铆a y calificaba a quien lo expresaba, encerraba cuantos valores subyacen en el alma de un pueblo. En aquellas sociedades "primitivas", la principal diferencia entre un mayor y un joven estaba en la capacidad de razonar y exponer juicios certeros en el momento adecuado, transmitiendo ideas 煤tiles para los ciudadanos. Un mayor dicharachero o mendaz era considerado insensato, no merec铆a respeto, nadie le tomaba en serio. Por otro lado, un joven prudente era captado para asumir responsabilidades en beneficio del conjunto. Enriquecidos hoy con la escritura—que, record茅moslo, no naci贸 en Europa—tales caracter铆sticas adquieren una nueva dimensi贸n. Desprovista de los caprichosos efectos de la memoria f铆sica e inmune al transcurrir del tiempo, la palabra puede ser fijada para recordar permanentemente nuestra trayectoria, el origen, el rumbo y las metas propuestas. Esta concepci贸n explica nuestra desde帽osa indiferencia ante demasiadas palabras sin sentido dirigidas a nuestras culturas, a nuestro continente, a nuestras personas, por gente incapaz de realizar un m铆nimo esfuerzo de empat铆a hacia otras realidades distintas de su rutinaria inmediatez.
Como mayor, podr铆a aconsejar prudencia a los j贸venes, decirles que hagan o铆dos sordos a palabras necias. Pero no lo har茅. Precisamente la edad y la experiencia me obligan a prevenir sobre las consecuencias de tanta necedad esparcida de modo impulsivo, irreflexivo y mal茅volo; la historia vivida y analizada advierte que nuestro desd茅n resulta perjudicial. No debemos seguir callando, limit谩ndonos a esbozar sonrisillas misericordiosas ante ideas insensatas expuestas por ignorantes poderosos. Esa ignorancia, envuelta en soberbia, te帽ida de mala fe, resulta tan peligrosa que, tolerada, conduce a tragedias y genera atrocidades. Sobran ejemplos en la historia de la intolerancia. Los africanos, explotados, vejados y humillados durante los 煤ltimos cinco siglos y medio por otros humanos imbuidos en su jactanciosa autocomplacencia, estamos obligados a contraponer las mentiras con la verdad. Mientras gocemos—todav铆a – de cierta libertad para expresarnos con palabras y escritos, us茅mosla para desenmascarar el discurso tendencioso que estimula instintos mezquinos como el odio. No combatiremos la mentira con mentiras, el insulto con insultos, el odio con m谩s odio. Empleemos armas m谩s eficaces: avergonzarles con su ignorancia, ridiculizar su injustificada altivez y remover en sus corazones el poso de humanidad, de reflexi贸n, que suponemos en todo b铆pedo implume, seg煤n la definici贸n de Plat贸n.
Por eso escog铆 este tema para mi charla aqu铆 y ahora: parafraseando a Wole Soyinka, "alg煤n d铆a ense帽aremos a leer a la soldadesca". Es nuestra responsabilidad ilustrar a quienes, creyendo poseer la verdad absoluta, pudieran descubrir que ignoran las verdades esenciales de la existencia.
Por eso escog铆 este tema para mi charla aqu铆 y ahora: parafraseando a Wole Soyinka, "alg煤n d铆a ense帽aremos a leer a la soldadesca". Es nuestra responsabilidad ilustrar a quienes, creyendo poseer la verdad absoluta, pudieran descubrir que ignoran las verdades esenciales de la existencia. Bastar铆a que leyesen Nations N猫gres et Culture o Civilizaci贸n y barbarie, del historiador senegal茅s Cheik Anta Diop, para obligarles a cerrar la boca. Si leyesen a Nadine Gordimer y Doris Lessing (que no eran negras), no abrir铆an sus bocas. Les bastar铆a saber que el rey belga Leopoldo II asesin贸 a m谩s de 10 millones de congoleses entre 1885 y 1908 para callarles.[1] Su drama es que desconocen su propia historia. Deber铆an saber que los alemanes exterminaron etnias enteras en Namibia, Togo y Tanganika a principios del S. XX. Deber铆an conocer las atrocidades cometidas por oficiales del Ej茅rcito espa帽ol en mi pueblo, donde quemaban beb茅s solo porque les molestaba su llanto. Si leyeran, comprender铆an las emociones de los descendientes de los millones de africanos masacrados por franceses, portugueses, italianos y brit谩nicos que en las cuatro esquinas de 脕frica destruyeron las estructuras sociales y frenaron en seco la evoluci贸n natural de nuestras culturas. Si fuesen honestos, les avergonzar铆an sus antepasados, aventureros glorificados que dominaron el mundo impulsados por la codicia y las hambrunas de la mis茅rrima Europa del S. XV.
No es necesario seguir desgranando argumentos; los ejemplos anotados son suficientes para hacerles callar. No queda lugar para falacias esparcidas durante siglos por esclavistas y colonialistas, cuando Prehistoria, Biolog铆a y Psicolog铆a desmienten supuestas diferencias m谩s all谩 de las distintas tonalidades de la piel que nos envuelve. Al saber que son burdas mentiras las supuestas fatalidades deterministas, es hora de actuar con seguridad, al no existir razones para que interioricemos la inferioridad que nos inocularon, conden谩ndonos a vivir atenazados en la zozobra permanente.
Escribimos para no ser meros cuentacuentos; concebimos nuestro oficio como un s贸lido compromiso 茅tico y moral ante nuestras sociedades dolientes, espectros miserables deambulando sobre suelos inmensamente ricos.
Escribimos para no ser meros cuentacuentos; concebimos nuestro oficio como un s贸lido compromiso 茅tico y moral ante nuestras sociedades dolientes, espectros miserables deambulando sobre suelos inmensamente ricos. Escogimos entre apoyar a los cuerdos o a los locos, a los opresores o a los oprimidos, a los verdugos o a las v铆ctimas. Pavorosa circunstancia cotidiana que convierte la indiferencia en deshumanizaci贸n: el don que poseemos no nos inmunizara ante el dolor ajeno, un dolor colectivo que es nuestro propio dolor. El escritor africano no se encierra en una urna de cristal desde la cual contempla impasible los fen贸menos que describe. No somos, como en Occidente, seres privilegiados que elucubran desde la altura de sus torres de marfil c贸mo deleitar el ocio de los cuerpos bien nutridos. Sabemos que la literatura es arte, proposici贸n; y el arte, para ser tal y no mera artesan铆a, simple imitaci贸n o repetici贸n, no puede olvidar su dimensi贸n est茅tica. Pero no basta la est茅tica en s铆 misma; la belleza es una banalidad, cambiante seg煤n las modas de la 茅poca o el lugar. El africano no concibe el "arte por el arte". No encerramos nuestra creaci贸n en museos y palacios para deleite exclusivo de expertos y poderosos. Aunamos en nuestra obra, literaria o pl谩stica. Est茅tica, 茅tica y utilitarismo, conjunci贸n armoniosa e inseparable que dota a nuestras culturas de los elementos necesarios para motivar las transformaciones sociales, noci贸n que genera t贸picos en quienes desprecian cuanto ignoran. Pero sobre ese tr铆pode descansan nuestras realizaciones desde los albores, instrumentos valios铆simos hoy, cuando sentimos la necesidad de trascender la oralidad y adoptar la escritura, al descubrir que no necesit谩bamos intermediarios que distorsionaban cuanto no comprend铆an. Escribimos, tambi茅n, para expresar nuestras almas desde nuestras almas: un sistema de creencias y valores, los estado de 谩nimo, nuestra percepci贸n del mundo, que bien pudieran beneficiar al resto de la Humanidad.
Afirmemos entonces, con orgullo y seguridad, que los intelectuales negro-africanos tuvieron un papel vanguardista, determinante, en la conquista de la dignidad del g茅nero humano. El pensamiento africano de principios del S. XX, entroncado, como era natural, con su di谩spora afroamericana y caribe帽a, puso al mundo ante sus contradicciones; siendo larga y prolija la enumeraci贸n, pondr茅 un solo ejemplo: ¿libr贸 el mundo una sangrienta y devastadora guerra contra el racismo y el totalitarismo, con importante aportaci贸n de los pueblos colonizados, para que la victoria de la libertad y la democracia beneficiara a una 煤nica raza, a una 煤nica cultura? Record茅moslo: en 1945, la mayor铆a de los habitantes de esta Tierra segu铆a sometida a una opresi贸n tan cruel como la padecida por las razas y pueblos ultrajados por la barbarie nazi. La cuesti贸n fundamental era – es – si libertad, democracia y dignidad son derechos exclusivos acotados a unos pocos, o inherentes a la condici贸n humana. Fueron los intelectuales africanos y afroamericanos quienes llevaron a la conciencia universal un principio b谩sico: la construcci贸n y consolidaci贸n de la paz no puede ignorar ni soslayar los cr铆menes y la explotaci贸n padecidas en los territorios coloniales, disfrazados bajo eufemismos edulcorantes como "civilizaci贸n".
Afirmemos entonces, con orgullo y seguridad, que los intelectuales negro-africanos tuvieron un papel vanguardista, determinante, en la conquista de la dignidad del g茅nero humano.
Si desbrozamos la historia reciente de prejuicios, aparece n铆tido que la Declaraci贸n Universal de los Derechos Humanos de 1948 es el compendio de reivindicaciones de libertad y dignidad formuladas por el V Congreso Panafricano, reunido en Manchester (Inglaterra) en 1945, cuyas conclusiones permitieron extender los valores de la democracia a todas las naciones, pueblos y personas de la Tierra. En ese encuentro participaron las mentes negras m谩s preclaras; entre otros, el afroamericano W. E. B. Du Bois, el jamaicano Georges Padmore y los africanos Nnamdi Azikwe (Nigeria), Jomo Kenyatta (Kenia), Julius Nyerere (Tanzania) y, sobre todo, el ghan茅s Kwame Nkrumah. Ellos acordaron priorizar la liberaci贸n pol铆tica de 脕frica como tarea inmediata, decisi贸n que sustitu铆a la emoci贸n por las ideas, el sentimiento por la acci贸n. Esta determinaci贸n benefici贸 al conjunto de la Humanidad al establecer el respeto y el di谩logo como factores de disuasi贸n de los conflictos, universalizando el derecho de autodeterminaci贸n de los pueblos y aboliendo el "derecho de ocupaci贸n"- eje de las relaciones internacionales a lo largo del S. XIX y pretexto que legitim贸 la ocupaci贸n de 脕frica en la Conferencia de Berl铆n (1884-1885). Lo demuestran la creaci贸n de Naciones Unidas y otros acontecimientos relevantes de la 茅poca, hoy minimizados, olvidados: la creaci贸n de la editorial y su revista Pr茅sence Africaine por el senegal茅s Alioune Diop en 1947, y el I Congreso Internacional de Escritores y Artistas Negros de Par铆s. En septiembre de 1956 se reunieron, entre otros muchos, Aim茅 C茅saire, L茅opold S茅dar Senghor, Jacques Rabemananjara, Richard Wright, Cheik Anta Diop, Mercer Cook, John Davis y Jean Price-Mars.
Es imposible negar que las ideas emanadas de ese decisivo encuentro regulan desde entonces las relaciones culturales entre los pueblos. Conceptos como multiculturalismo, di谩logo de civilizaciones, diversidad e interculturalidad los formularon por primera vez estos intelectuales negros. Marc贸 de modo fruct铆fero no solo las relaciones pol铆ticas y culturales, sino la forma de percibir al "otro"; parec铆a hallada la f贸rmula definitiva que armonizara las relaciones entre las diferentes razas, credos y culturas.
Es de suma importancia recordar estas cosas aqu铆 y ahora, cuando renacen anacr贸nicas cruzadas y movimientos revisionistas, cuando asistimos al intento de exhumar viejas teor铆as que llevaron el horror y el sufrimiento a centenares de millones de personas. Esas ideas supremacistas contenidas, por ejemplo, en la Filosof铆a de la historia de Hegel y en la obra del Conde de Gobineau[2], son el germen de intolerancias y el alimento espiritual de racistas y xen贸fobos. Quiz谩 resulte 煤til poner las cosas en su sitio, cuando se alzan voces de ignorantes poderosos reclamando la recolonizaci贸n de 脕frica y la re-esclavizaci贸n de los negros; 煤til e importante porque tales formulaciones hubiesen sido est茅riles sin la complicidad de influyentes intelectuales no africanos, como Andr茅 Gide, Andr茅 Breton, Jean-Paul Sartre, Albert Camus o Th茅odore Monod, a los que pronto se sumaron Pablo Picasso, Roger Bastide, Basil Davidson, Michel Leiris y otros muchos. De ah铆 nuestra propuesta recurrente: es necesaria una convergencia de objetivos, la complicidad activa entre los dem贸cratas africanos, americanos y europeos para conseguirlo. La lucha contra la intolerancia no concierne a un solo pa铆s, pueblo o raza; conquistar y mantener la libertad y la dignidad nos concierne a cada uno de los integrantes de nuestra especie. Parece hoy incuestionable que, sin aquella conjunci贸n, que culminaba cinco siglos de resistencia contra esclavitudes y opresiones, el colonialismo—convertido en un anacronismo poco despu茅s—no hubiese perdido su fuerza.
Al surgir las independencias a mediados del siglo XX, los intelectuales africanos se encontraron ante un dilema. Hab铆an ideado la rebeli贸n anticolonial y asesorado a los pol铆ticos en la estrategia para recuperar la soberan铆a. Militaban en partidos independentistas, eran activistas sindicales o de movimientos juveniles. Su tarea hab铆a consistido en concienciar a las poblaciones sobre las inmensas ventajas de la libertad. Alcanzado el objetivo prioritario, deb铆an optar entre colaborar con los poderes emergentes, dedicarse a su oficio, apartados de los vaivenes pol铆ticos, o, combatir a quienes les hab铆an contribuido a encumbrar ante la amarga deriva de los nuevos Estados. Bien saben ustedes que pronto fue evidente que las independencias no tra铆an ni libertad ni progreso.
Dilema profundamente humano: un escritor, artista o profesor universitario no est谩 exento de emociones, pasiones e intereses. Por ello estamos contra los mitos, tal como se construyen en las sociedades occidentales: escribir libros no convierte a nadie en 谩ngel incorp贸reo pese a la coherencia exigible.
Dilema profundamente humano: un escritor, artista o profesor universitario no est谩 exento de emociones, pasiones e intereses. Por ello estamos contra los mitos, tal como se construyen en las sociedades occidentales: escribir libros no convierte a nadie en 谩ngel incorp贸reo pese a la coherencia exigible. Resulta inevitable que alguno se gu铆e por su est贸mago en lugar de las ideas—como anot贸 Chinua Achebe—y oculte la sensibilidad tras la seguridad. En cualquier lugar y tiempo, el ser humano reacciona igual ante ciertos desaf铆os. Los africanos resistieron juntos la barbarie colonial; pero con las independencias, surgieron las divergencias metodol贸gicas, t谩cticas, de enfoque, prioridades y objetivos. Aflor贸 una pluralidad ideol贸gica que hab铆a estado solapada durante la opresi贸n. Reduccionismos simplistas consideran a todos los negros iguales cuando la raza no es un uniforme; cada cual adopta sus actitudes seg煤n su tendencia y expectativas. Sucedi贸 en otros lugares: no toda la portentosa 茅lite cultural de la Rep煤blica de Weimar tuvo el valor de enfrentarse a la barbarie hitleriana. La inmensa mayor铆a busc贸 acomodo en aquella siniestra estructura, fen贸meno repetido en los pa铆ses del "socialismo real": las academias cient铆ficas y human铆sticas, el periodismo y el mundillo literario se nutrieron de "intelectuales org谩nicos" al servicio del estalinismo.
No somos distintos los africanos, cuando la naturaleza humana es tan poco proclive al hero铆smo pocos prefieren el escarnio, la marginaci贸n, la pobreza, la c谩rcel, el exilio y hasta el martirio antes que secundar la iniquidad. Si valoramos, adem谩s, la brutal presi贸n del totalitarismo sobre mentes y cuerpos, al alimentarse las tiran铆as de adhesiones inquebrantables y lealtades absolutas hasta en el crimen, hallaremos otra raz贸n que imposibilita la unidad de acci贸n frente a la opresi贸n del negro sobre el negro que sustituy贸 a la opresi贸n del colonizador. Dif铆cilmente comprensible en sociedades como la norteamericana, una objetiva contextualizaci贸n requiere situarnos en pa铆ses subdesarrollados, donde, a menudo, la 煤nica fuente de ingresos y supervivencia es el dedo portentoso del dictador. Realidades que inutilizan determinados ejercicios ut贸picos tendentes a buscar comportamientos id铆licos impropios de nuestra especie, que ensalza el hero铆smo precisamente por su infrecuencia.
Ser铆a imposible trazar aqu铆 la historia pormenorizada de cuanto acontece en cada una de las 55 naciones africanas en 60 a帽os de supuesta "libertad", ni detallar el comportamiento de sus 茅lites culturales ante tales convulsiones. Tenemos todos en la mente la imagen de 脕frica, paradigma de todos los desastres: crueles dictaduras vitalicias; enfermedades, hambrunas, guerras e inestabilidad permanentes; millones de refugiados; ignorancia y desprecio del saber; miseria lacerante, que contrasta con la opulencia vergonzante de oligarqu铆as insaciables; l铆deres insensibles al sufrimiento de sus compatriotas; asombrosa ineficacia, que cuestiona la capacidad de raciocinio de muchos dirigentes; nula protecci贸n a ni帽os y ancianos; violencia y cosificaci贸n de la mujer . . . en suma, conculcaci贸n sistem谩tica de todos los derechos fundamentales, reflejada en los pavorosos 铆ndices de desarrollo humano; tragedias cotidianas contempladas impasibles ante la masiva emigraci贸n de nuestros j贸venes:. pavorosos efectos descritos en la literatura africana del 煤ltimo medio siglo.
Reduccionismos simplistas consideran a todos los negros iguales cuando la raza no es un uniforme; cada cual adopta sus actitudes seg煤n su tendencia y expectativas.
Le铆dos en otros mundos, parecer铆a que nuestros libros legitiman la estampa del "脕frica imposible" esparcida por los racistas. Porque, profusamente aireados tales efectos, apenas se incide en sus causas, claramente identificadas: un neocolonialismo voraz que explota de manera inmisericorde unos pa铆ses riqu铆simos, mientras prevalece el discurso caritativo y se subraya la supuesta incapacidad del africano para organizarse y convivir en sociedad. Imagen que perpet煤a un clich茅 inamovible, base de las relaciones entre Occidente y 脕frica; depredaci贸n a la que se suman naciones emergentes como China, India o Brasil. En la mente del ciudadano de otro rinc贸n del Planeta, el africano es la escoria del mundo.
El clich茅 se asent贸 en el subconsciente de los propios africanos, seres acomplejados conscientes de su propia nader铆a, privados de asideros espirituales anta帽o proporcionados por las culturas primigenias, abocados a una insatisfacci贸n 铆ntima no satisfecha por una modernidad asfixiante, convertidos en caricaturas de otros. Carentes de infraestructuras culturales que contrarresten los efectos perversos del discurso 煤nico, rotas las ilusiones ante la certeza de que toda resistencia es in煤til frente a los poderes invisibles que dominan sus vidas, aplastado todo intento de regeneraci贸n y ridiculizado por ello; el pensamiento africano aparece como agostado.
Pero no han claudicado nuestros pensadores. Conocemos mejor que nadie nuestros problemas, reflexionamos sobre ellos y proponemos soluciones. ¿Nos beneficia tal esfuerzo? ¿Importa cuanto podamos pensar o decir? ¿Conviene siquiera nadar a contracorriente, sorteando los mil ardides con que acallan las ideas transgresoras del orden constituido, los intentos de disidencia y racionalizaci贸n, toda propuesta regeneracionista que altere la sordidez de nuestra existencia?
Pero no han claudicado nuestros pensadores. Conocemos mejor que nadie nuestros problemas, reflexionamos sobre ellos y proponemos soluciones.
As铆, el mundo desarrollado est谩 repleto de t茅cnicos y profesionales liberales africanos imposibilitados de ejercer en sus pa铆ses; hueco nunca cubierto por cooperantes y dem谩s funcionarios de la caridad. Pero no es la "comodidad" de Europa y Am茅rica del Norte el motivo de la deserci贸n. ¿Sabe la opini贸n p煤blica norteamericana que las instituciones financieras europeas reciben de 脕frica capitales equivalentes al doble del presupuesto que la Uni贸n Europea destina a cooperaci贸n al desarrollo? ¿Les informan de que 14 pa铆ses africanos pagan a Francia 400.000 millones de euros cada a帽o, a cambio de nada? ¿Por qu茅 no les dicen que el blanqueo de dinero y dem谩s formas de corrupci贸n practicadas por las industrias extractivas privan a los africanos de 157.000 millones de d贸lares anuales? ¿Por qu茅 los africanos que defienden sus caladeros de pesca en Somalia o Nigeria, su principal recurso desde hace siglos, son considerados "piratas" y "terroristas" en Occidente, cuando, adem谩s de destruir su h谩bitat, la pesca ilegal y descontrolada supone p茅rdidas superiores a los 70.000 millones de d贸lares cada a帽o? Son datos f谩ciles de encontrar en Internet, elaborados por instituciones y organismos que nadie sensato considera "revolucionarios". Los conocen sus autoridades, pero ocultan tales efectos, resultados de la gesti贸n de sus empresas en lugares como Guinea Ecuatorial, mi pa铆s, donde sostienen desde hace casi tres d茅cadas la tiran铆a m谩s cruel y corrupta del momento actual. ¿Les parece, ante estas realidades, que son "un lujo" las independencias, que los africanos no merecen la libertad? ¿No suena a reduccionismo simplista el t贸pico de los "Estados fallidos", que, en pleno S. XXI, parece exhumar viejas apetencias imperialistas?
Desde nuestra percepci贸n, ni han fallado nuestros Estados, ni son inviables nuestras naciones, ni poseemos los africanos un gen especial que nos haga inferiores a las dem谩s personas. El fallo es el modelo impuesto en estas seis d茅cadas de independencias sin soberan铆a, el modelo lampedusiano que sustituy贸 a los gobernadores blancos por los capataces negros, encargados de "mantener la estabilidad" en las posesiones para que nada cambiase. Cuanto sucede en 脕frica desde 1956 indica que nunca existi贸 verdadera voluntad de dignificar al africano ni de reconocer su plena humanidad.
Como son ustedes personas mayores, cultas y capacitadas, indaguen y analicen por s铆 mismos cuantos conflictos se producen en 脕frica. Seguro que no encontrar谩n datos que avalen la falacia de las supuestas "guerras tribales" y dem谩s mitos. Descubrir谩n, en cambio, el verdadero rol de empresas, gobiernos y personalidades "respetables" en la perpetuaci贸n de la miseria. Para nosotros, bastar铆a propiciar el 煤nico modelo a煤n por experimentar en 脕frica: la democracia participativa. Bastar铆a que recuper谩semos de verdad la conducci贸n de nuestros destinos, que nos representasen compatriotas honestos y dignos, preocupados por el bienestar de sus semejantes. Necesitamos dirigentes que respeten los derechos de todos, que den valor a la vida humana. Necesitamos l铆deres con solvencia moral e intelectual acreditada, no brutos ignorantes sacados de aldeas rec贸nditas y endiosados s煤bitamente. Necesitamos presidentes y ministros que hablen el lenguaje actual, sin complejos ante nadie, para saber gestionar nuestros intereses. Necesitamos, en fin, recuperar el Humanismo, un concepto que no se encierra 煤nicamente en los millones de libros que abarrotan las bibliotecas de Occidente; el Humanismo tambi茅n est谩 formulado en nuestros refranes y m谩ximas, en nuestra filosof铆a, en nuestros valores tradicionales, aquellos que sean 煤tiles en este siglo.
Necesitamos, en fin, recuperar el Humanismo, un concepto que no se encierra 煤nicamente en los millones de libros que abarrotan las bibliotecas de Occidente; el Humanismo tambi茅n est谩 formulado en nuestros refranes y m谩ximas, en nuestra filosof铆a, en nuestros valores tradicionales, aquellos que sean 煤tiles en este siglo.
No nos reconocemos en esos africanos esperp茅nticos, caricaturescos, que dicen que somos. En Kampala o Kinshasa, en Lom茅, Nairobi, Harare o Malabo, como en Londres y Roma, Madrid, Par铆s, Ottawa o Washington, un ladr贸n es un ladr贸n y un asesino es un asesino. No nos resignaremos a ninguna fatalidad. Sabemos que todo puede ser distinto. Pero mientras el Occidente prefiera en el poder en 脕frica a los liberticidas, a los ladrones y a los asesinos, no nos insulten, por favor, porque Mobutu Sese Seko, Jean-Bedel Bokassa, Idi Amin Dada, F茅lix Houphou毛t-Boigny, His猫ne Habr茅, Omar Bongo, Charles Taylor, Sani Abacha, Ggnassingb茅 Eyad茅ma, Blaise Compaor茅, Yoweri Museveni, Denis Sassou-Nguesso, Robert Mugabe, Jos茅 Eduardo dos Santos o Teodoro Obiang Nguema no nos representan: ni les hemos elegido, ni roban en nuestro nombre, ni para nosotros.
¿C贸mo no escribir, si nuestra primera obligaci贸n es contar las cosas que nadie contar谩 por nosotros? ¿C贸mo callar, si nuestro principal deber es completar las medias verdades? Y mientras vivamos, seguiremos escribiendo, para desenmascarar las falacias, para denunciar la manipulaci贸n, conscientes de que la lucha emprendida por nuestros abuelos y nuestros padres no ha concluido. Si ellos arrancaron la soberan铆a formal, nosotros trazamos el camino hacia la libertad y el desarrollo que disfrutar谩n las generaciones venideras.
No todos los intelectuales africanos escogieron la ardua senda de combatir la censura y la ignorancia, defender el derecho a la vida y a la libertad. Muchos se acomodaron por ambici贸n, cobard铆a o comodidad, poniendo sus capacidades al servicio de las dictaduras. Los muertos se borraron de nuestra memoria, y los vivos pagan su traici贸n en sus conciencias. Consideramos de mayor inter茅s recordar a los miles de africanos que sufrieron y sufren humillaciones, c谩rceles, torturas, exilios y muerte por su fidelidad a la idea de un 脕frica libre, pr贸spera, solidaria y digna. Son aspiraciones por las que nuestros mayores exigieron el fin del colonialismo, reivindicando un Humanismo sin apellidos, fuente de todo progreso. Al ser imposible mencionarlos a todos, me ci帽o a las palabras de Bertolt Brecht, creador del Teatro 脡pico, perseguido por los nazis y asesinado por los comunistas: "Hay hombres que luchan un d铆a y son buenos. Hay otros que luchan un a帽o y son mejores. Hay quienes luchan muchos a帽os, y son muy buenos. Pero los hay que luchan toda la vida: esos son los imprescindibles".
Entre nuestros "imprescindibles", destaca el malgache Jacques Rabemananjara, nacido en 1913, co-fundador del Movimiento Democr谩tico por la Renovaci贸n Malgache y diputado electo en la Asamblea Francesa tras la II Guerra Mundial, no ocup贸 su esca帽o—fue detenido, torturado y condenado a cadena perpetua por orden del general Charles de Gaulle, acusado de instigar la rebeli贸n de 1947. Liberado diez a帽os despu茅s, le tuvieron confinado fuera de su pa铆s hasta la independencia. Varias veces ministro y vicepresidente, un golpe de estado en 1972 le llev贸 nuevamente al exilio, donde muri贸 en 2005. Escribi贸 una novela, trece poemarios, tres obras de teatro, dos libros de ensayo y dos vol煤menes que compilan sus numerosos art铆culos.
F茅lix Tchicaya U Tam’si naci贸 en el llamado Congo franc茅s en 1931. Vivi贸 en Francia desde los 15 a帽os hasta la independencia, en 1960. Seguidor de Patrice Lumumba, regres贸 al exilio tras el asesinato de este l铆der nacionalista en enero de 1961, donde falleci贸 en 1988. Su corta obra comprende cuatro poemarios, cuatro novelas y tres piezas teatrales.
Entre nuestros "imprescindibles", destaca el malgache Jacques Rabemananjara, F茅lix Tchicaya U Tam’si, Alenxandre Biyidi Awala, Chinua Achebe, Sony Labou-Tansi.
Alexandre Biyidi Awala, m谩s conocido como Mongo Beti, naci贸 en Camer煤n en 1932. Palp贸 en su infancia las injusticias coloniales, causa de su militancia en el partido de Rub茅n Um Nyob茅, l铆der anticolonialista asesinado por los franceses en 1958. Estudi贸 en Francia, donde permaneci贸 por su oposici贸n a la dictadura de su pa铆s; fund贸 una revista y escribi贸 22 libros de narrativa y ensayo de denuncia de las dictaduras africanas sostenidas desde Europa. Regres贸 a Camer煤n tras su jubilaci贸n, donde se muri贸 poco despu茅s, en 2001, envenenado seg煤n su familia.
Camara Laye naci贸 en Guinea-Conakry en 1928. Becado para perfeccionar su oficio de mec谩nico en Francia, aprovech贸 para estudiar ingenier铆a. Proclamada la independencia en 1958, regres贸 a su pa铆s, y colabor贸 con el presidente Ahmed S茅kou Tour茅 pero la deriva tir谩nica de 茅ste le oblig贸 a exiliarse en Senegal, donde falleci贸 en 1980. Public贸 solo cuatro novelas, pero fundamentales en la literatura africana.
Amadou Kourouma naci贸 en 1927 en Costa de Marfil. De joven se incorpor贸 al ej茅rcito colonial franc茅s, que dejo tras la guerra de Indochina. Proclamada la independencia en 1960, regres贸 a su pa铆s. Sus cr铆ticas al presidente F茅lix Houphouet-Boigny, protegido por Francia, le llevaron a prisi贸n. Su largo exilio transcurri贸 en Argelia, Camer煤n, Togo y Francia. Regres贸 a su pa铆s durante el interregno democr谩tico; su cr铆tica a la guerra civil iniciada en 2002—"una extravagancia que conducir谩 al caos", dijo—le convirti贸 en "enemigo" del poder. Tuvo que huir del pa铆s, muriendo en el exilio en 2003. Tuve la inmensa suerte de conocerle y charlar brevemente con 茅l en septiembre de 2001. Me impresion贸 su desbordante amargura. Su obra, solo cinco novelas, es una de las m谩s s贸lidas de la literatura poscolonial, ir贸nica, plena de desgarradoras im谩genes sobre la realidad del continente.
Mi admiraci贸n y tributo hacia Chinua Achebe es eterna, pues decant贸 mi vocaci贸n literaria, tras descubrir, en mi adolescencia, Todo se desmorona. Naci贸 en Nigeria en 1930. Miembro destacado de la portentosa generaci贸n de intelectuales, cuyo activismo, siendo a煤n estudiantes en la Universidad de Ibad谩n, ser铆a fundamental para articular la conciencia anti-colonial, en Nigeria y pa铆ses vecinos. La convulsa historia de su pa铆s, con la guerra de Biafra como culminaci贸n, marc贸 su vida y su obra. Desde 1972 vivi贸 exiliado en Boston, como profesor en la Universidad de Massachusetts, donde muri贸 en 2013. Desde un sentimiento profundo escrib铆 su necrol贸gica en el diario espa帽ol El Pa铆s, como la de Mongo Beti y, hace poco, la de mi amiga y compatriota Mar铆a Nsue. El inmenso legado de Achebe incluye cinco novelas, ocho libros de relatos, ocho de ensayos pol铆ticos, hist贸ricos y cr铆tica literaria, cuatro de literatura infantil y seis poemarios, en los cuales se posiciona cr铆ticamente ante fen贸menos como golpismo y dictaduras y sus efectos desoladores sobre el individuo.
Sent铆 igualmente cercana la tr谩gica desaparici贸n de Sony Labou-Tansi en Brazzaville, en 1995, dos semanas despu茅s que su esposa. Nacido en Kinshasa (Rep煤blica Democr谩tica del Congo), se estableci贸 en Brazzaville (Rep煤blica de Congo), en la otra orilla del r铆o com煤n, hoy frontera por el arbitrario reparto colonial. Su obra describe las peores pesadillas del africano actual, un mundo esperp茅ntico, absurdo, resumido en una sola frase: "No busquemos m谩s, lo hemos encontrado: el hombre ha sido creado para inventar el infierno". En su breve vida, este corrosivo dramaturgo y director esc茅nico nos leg贸 seis novelas, doce piezas teatrales y cinco libros de poes铆a.
Entre los "imprescindibles" africanos vivos, sobresalen Wole Soyinka y Ngugi wa Thiong’o.
Las s煤plicas de clemencia de numerosas personalidades mundiales—incluido el presidente Bill Clinton—no impidieron el ahorcamiento de Ken Saro-Wiwa en noviembre de 1995, ordenado por el general Sani Abacha, entonces dictador de Nigeria. Escritor, productor de televisi贸n, ecologista y activista de los derechos humanos, su 煤nico delito fue presidir el Movimiento para la supervivencia del Pueblo Ogoni, etnia que padece desde 1958 la continua degradaci贸n del Delta del N铆ger, su h谩bitat, a causa de los vertidos petrol铆feros. Su activismo pac铆fico le cost贸 la vida a los 44 a帽os, sin que importaran sus 15 libros publicados (poes铆a, novela, teatro, ensayo), por los que hab铆a sido postulado al Premio Nobel de Literatura.
Entre los "imprescindibles" africanos vivos, sobresalen Wole Soyinka y Ngugi wa Thiong’o. Galardonado el primero con el Premio Nobel de Literatura en 1986, y el segundo eterno candidato. Sus biograf铆as son conocidas, sobre todo en Estados Unidos, su pa铆s de refugio, donde ejercieron su magisterio acad茅mico. Del nigeriano Soyinka destacan su honestidad militante y su proclama sobre la Tigritud: "El tigre no anuncia su tigritud; salta sobre su presa y la devora", proclam贸, en oposici贸n a la Negritud propuesta por Senghor. En este prol铆fico poeta, novelista, dramaturgo y ensayista no existe la duda: "Hasta que 脕frica no controle su destino, no recuperar谩 su humanidad", declar贸 en 2001. El keniano Ngugi lidera la cruzada para que el africano abandone las "lenguas imperialistas" y adopte las lenguas nativas como veh铆culos de creaci贸n literaria; renunci贸 al ingl茅s para escribir en kikuyu la treintena de libros que abarca su producci贸n: teatro, novela y ensayos de tem谩tica cultural y pol铆tica.
Evoco a los innumerables h茅roes an贸nimos (periodistas, economistas, abogados, profesores, estudiantes…) que sacrifican a diario sus vidas para alimentar la llama de la libertad futura – un futuro quim茅rico.
Termino este periplo incompleto recordando los esfuerzos y sacrificios de otros muchos pensadores y artistas que, en las seis 煤ltimas d茅cadas, se enfrentarona los poderes inicuos que ahondan la sima de la degradaci贸n del negro, en 脕frica y en el mundo. Como cada pa铆s conoce y recuerda a sus h茅roes, aqu铆 solo puedo evocar gen茅ricamente a m煤sicos como el nigeriano Fela Kuti, activista de los derechos humanos muerto en 1997, a los 57 a帽os, a causa del duro castigo sufrido durante veinte a帽os de encarnizada persecuci贸n. Al tambi茅n m煤sico Pierre Claver Zeng, gabon茅s, quien durante d茅cadas fustig贸 a la oligarqu铆a familiar impuesta por Francia desde 1967 hasta hoy; muri贸 en Par铆s en 2010. Sin olvidar a l铆deres religiosos: Rafael Nze Abuy, arzobispo de Malabo (Guinea Ecuatorial), a quien, enfermo, la tiran铆a de Teodoro Obiang impidi贸 salir del pa铆s hasta el 煤ltimo momento y muri贸 en Madrid en 1991. Cristophe Munzihirwa, arzobispo de Bukavu (R. D. de Congo), fue asesinado en 2004. Tambi茅n Engelbert Mveng, jesuita camerun茅s, te贸logo, antrop贸logo e historiador, muerto en Ya煤nde en 1995 en circunstancias nunca aclaradas. Su compatriota Jean-Marc Ela, sacerdote, te贸logo y soci贸logo, perseguido hasta en su exilio canadiense, donde falleci贸 misteriosamente en 2008.
Evoco a los innumerables h茅roes an贸nimos (periodistas, economistas, abogados, profesores, estudiantes . . . ) que sacrifican a diario sus vidas para alimentar la llama de la libertad futura—un futuro quim茅rico: mientras preparaba esta conferencia, hu铆a de Zimbabue del notable poeta Mbizo Chiroso, a causa de la sa帽uda persecuci贸n del dictador Robert Mugabe. Es a ellos, verdaderos protagonistas de esta historia, a quienes debemos expresar nuestra profunda gratitud.
NotasJoseph Konrad reflej贸 un p谩lido retrato en El coraz贸n de las tinieblas.
Joseph Arthur, conde de Gobineau fue autor de Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas (1855) donde desarrolla贸 la teor铆a de la superioridad racial aria.
Fuentes
Feuser, Willfred. 1988. "Wole Soyinka: The Problem of Authenticity." Black Literature Forum 22 (3): 559.
Lab’Ou Tansi, Sony. 2011. Life and a Half. Translated by Alison Dundy. Bloomington: Indiana University Press.
Soyinka, Wole. 1972. “Background and Friezes.” In A Shuttle in the Crypt. London: R. Collings.
Tulio Demicheli, Santiago. 2001. "Soyinka: ‘Hasta que 脕frica no controle su destino, no recuperar谩 su humanidad’." ABC.es, March 24. http://www.abc.es/hemeroteca/historico-24-03-2001/abc/Cultura/soyinka-hasta-que-africa-no-controle-su-destinono-recuperara-su-humanidad_19821.html.