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José LuisVillacañas: “Las dictaduras de Franco y de Pinochet crearon su nueva clase política”

"Creo que es un retroceso civilizatorio dejar de creer en las posibilidades que tiene la democracia, de resolver los problemas de las poblaciones y las sociedades"

"La justicia transicional no reclama venganza, lo que reclama, ciertamente, es la documentación, el conocimiento, la investigación, el reconocimiento también por parte de los victimarios de que estuvieron en condiciones de cometer crímenes contra la humanidad. El problema de todo esto no es la justicia penal, el problema de todo esto es la legitimidad de los herederos sociales de la dictadura cuyas posiciones de poder, de prestigio, de relevancia, de cargos, serían puestas en peligro si tuvieran que ser relacionadas con un origen en la violencia de una dictadura"

Por Rodrigo Córdova (El Mostrador. Chile)

El catedrático y filósofo español, que participará este martes (el pasado martes día 12 de septiembre) en el Seminario Internacional “Democracia y Memoria” de la UDP, analizó el panorama actual de la clase política que no logra encontrar territorios comunes para conmemorar los 50 años del Golpe de Estado. Para Villacañas, el diagnóstico es preocupante, pues habla de una derecha que dirime en función de “quién dirige, de quién lleva la agenda”. Entre sus análisis sostiene que justificar el golpe militar es “un retroceso civilizatorio” y revisar el contexto previo del ataque a La Moneda “no es proporcional y no se puede justificar con ese argumento”. A su juicio, las dictaduras como la de Franco y Pinochet trajeron una “nueva clase política, una nueva clase económica, que generó una nueva estructura y la destrucción de una clase política (la anterior).

José Luis Villacañas. Foto Agencia Uno


El intelectual español José Luis Villacañas, catedrático de Historia de Filosofía de la Universidad Complutense de Madrid, columnista y fundador del departamento de Filosofía y Sociedad de la misma analizó el escenario político actual en clave histórica, y particularmente emitió un diagnóstico sobre las derechas actuales, la chilena, y la arremetida del ala más extrema al ruedo político.

El catedrático -que participará en el Seminario Internacional “Democracia y Memoria”, que organiza la Universidad Diego Portales este martes 12 de septiembre en el Centro Cultural Gabriela Mistral a las 8:30 horas- en conversación con El Mostrador revisó las similitudes y diferencia entre la política española y la chilena, y entre el general Francisco Franco y del dictador Augusto Pinochet.

-¿Cómo evalúa que en Chile exista un acuerdo respeto de la democracia y los derechos humanos, pero la derecha no acepte firmar un compromiso con otros sectores políticos?

-Este fenómeno sólo se puede evaluar desde la perspectiva de lo que constituye, a mi modo de ver, el peligro más importante de nuestras democracias actuales. Estamos en una situación de altísimo riesgo, una situación de gran incertidumbre, una situación donde estamos en un parte de la historia donde sabemos que las mismas estructuras, las mismas formas de capitalismo, la misma forma de acumulación que servían hasta ahora pueden estar en peligro de manera inmediata. Imagínate, con un gran descubrimiento científico que acelere la fusión nuclear y que arruine para siempre toda la cuestión de los combustibles fósiles o que efectivamente el cambio climático genere una aceleración y lleve consigo desplazamientos humanos.

Estamos en un momento de una altísima incertidumbre y los actores conservadores quieren generar un estado de ánimo fanatizando de sus fieles. Generar cortes de seguimiento incondicionales de sus intereses políticos y, por lo tanto, no van a generar ningún tipo de consenso porque sus propios postulados, sus propios intereses, sus propios puntos de vista, no pueden ser universalizados. Son intereses que ya sabemos que son parciales. Esto se demuestra de una manera muy clara, con la voluntad de separar lo que hasta ahora era inseparable el camino de la ciencia y de la técnica del camino del capitalismo. El hecho de que el capitalismo tenga que basarse en negar la posibilidad de la ciencia, negar la posibilidad de transformación de la ciencia que hasta ahora había sostenido el capitalismo, indican que ellos mismos no se dan futuro, y esto reclama defensores incondicionales de sus intereses y, por lo tanto, es importante que nos demos cuenta que, de la misma manera que este capitalismo ha roto sus vínculos con la ciencia, ha roto sus vínculos con la democracia. Por lo tanto, no pueden escenificar que hay un consenso básico democrático sino permanentemente la separación, la diferencia y la enemistad.

-Esto operaría entonces en términos simbólicos, porque el contenido de la carta del Gobierno no es muy diferente a la de Chile Vamos…

-Claro, porque el problema de lo que se está dirimiendo aquí es quién dirige, quién lleva la agenda, quién establece el ritmo, quién establece el control de la temporalidad. De esto se trata porque evidentemente no pueden romper del todo con un dispositivo democrático, pero tienen que tornar lo conflictual de manera permanente para que no se ponga en cuestión la capacidad de liderazgo en la que ellos están instalados.

-Desde el oficialismo, las izquierdas, hablan de un retroceso civilizatorio luego que legisladores de derecha abiertamente justificaran el Golpe de Estado del 73…

-El retroceso civilizatorio está fundamentalmente relacionado con que nuestras sociedades han dejado de considerar que su futuro es expansivo. Estamos hablando de sociedades que están sometidas a un estrés de nuevo orden mundial que hace difícil, en estos momentos, hacer previsiones acerca de lo que puede suceder en la humanidad en los próximos 20 o 30 años. En estas condiciones, observo que lo que podemos llamar la sociedad occidental organizada sobre el libre comercio, capitalista y sobre la democracia, ha perdido su empuje expansivo desde el punto de vista mundial y tiene serios problemas para confiar en sí misma en la medida en que estratos muy importantes de sus poblaciones no pueden en modo alguno mantener la lógica del progreso que había sido lo que alimentaba la forma de vida de nuestras sociedades históricas. Desde este punto de vista sí que hay un retroceso civilizatorio.

-¿Qué más logra explicar ese estrés?

-Este mismo estrés es el que explica el Golpe de Estado de 1973 en Chile. Era el mismo estrés de la sociedad norteamericana, del núcleo de la sociedad democrática mundial con una pérdida de confianza en sí misma radical, con la percepción de que estaban perdiendo la batalla mundial. Fue este miedo, fue esta histeria que genera el Gobierno de Nixon la que determinó que no se pudiera tolerar lo que era un gobierno democrático en Chile que, en definitiva, no implicaba la dictadura del proletariado. Pero sí implicaba, ciertamente, que la gran potencia central del mundo democrático (EE.UU) estaba perdiendo terreno de sus relaciones internacionales. Todo está en Nixon con aquella historia previa que llevó al Golpe de Estado.

-¿En qué otro sentido ve el retroceso civilizatorio?

-Esto es un retroceso civilizatorio porque consiste, fundamentalmente, en que después de pensar que el mundo de la democracia liberal iba a mantener su dominio sobre la totalidad de la tierra y que la historia se había acabado, según dice Fukuyama, nos muestra con toda claridad que volvemos a perder terreno desde el punto de vista estrictamente de lo que es la relaciones internacionales, volvemos a estar a la defensiva como sociedades democráticas y, por lo tanto, volvemos a ver peligros de manera paranoide allí donde en el fondo no lo hay. El peligro verdadero no es que haya una dictadura del proletariado, como no lo hubo con Allende, no es en modo alguno que el comunismo vuelva a triunfar, el peligro verdadero es que ellos no ven alternativa a seguir manteniendo un control excesivo completamente ajeno a las perspectivas de la humanidad. Este es el problema real. En este sentido, creo que es un retroceso civilizatorio dejar de creer en las posibilidades que tiene la democracia, de resolver los problemas de las poblaciones y las sociedades.

-¿Cómo opera la justicia cuando se busca superar hechos traumáticos de una sociedad?

–Los procesos de justicia transicional son extremadamente complejos y es muy difícil caracterizarlos desde el punto de vista penal. Hay que acordarnos de lo que fue el proceso de Sudáfrica cuando se tuvo que juzgar el apartheid. Creo que de esos procesos transicionales, lo fundamental no es tanto la clausura desde el punto de vista de la justicia penal, si no la clausura desde la justicia epistemológica. Decía el arzobispo Desmond Tutu que estamos dispuestos a perdonar, pero queremos saber qué. Ese es el punto. Lo que no se puede es otorgar un perdón genérico, abstracto universal sin conocimiento. La justicia transicional no reclama venganza, lo que reclama, ciertamente, es la documentación, el conocimiento, la investigación, el reconocimiento también por parte de los victimarios de que estuvieron en condiciones de cometer crímenes contra la humanidad. El problema de todo esto no es la justicia penal, el problema de todo esto es la legitimidad de los herederos sociales de la dictadura cuyas posiciones de poder, de prestigio, de relevancia, de cargos, serían puestas en peligro si tuvieran que ser relacionadas con un origen en la violencia de una dictadura. Esta es la cuestión real, el hecho de que la dictadura, tanto la de Franco como la de Pinochet, generó toda una nueva clase dirigente. Generaron toda una nueva clase económica, generó una nueva estructura y la destrucción de una clase política.

Quienes emergen al poder no pueden tolerar que en el origen está la criminalidad de una dictadura como tal y creo que esta es la clave que impide que se reconozca la alteración radical de la estructura social que produjo una dictadura.

-¿Cómo es esa clase dirigente?

– La dictadura trae su propia clase política, económica y social. Claro que están instalados por la dictadura, pero no pueden reconocerse como herederos. Quieren presentarse como si fueran los dirigentes naturales del país, pero no son los dirigentes naturales del país. Claro, son los dirigentes que han generado precisamente esa dictadura como tal.

-En el debate de la conmemoración de los 50 años, la oposición ha querido instalar el debate sobre la responsabilidad del Gobierno de Salvador Allende en la situación previa que derivó en un Golpe “inevitable”. ¿Qué opinión le merece ese argumento?

-Creo que ese argumento es completamente injusto desde cualquier punto de vista. Basta con observar la desproporción entre lo que podemos llamar el estado de tensión que se pudo generar en los momentos previos del golpe y el estado de tragedia completa para todo un pueblo que generó el Golpe. No hay proporción entre esas dos cosas. El hecho justo de la tensión previa al golpe puede ser entendido como una demostración de que la democracia estaba funcionando. La democracia no funciona solo cuando hay un consenso pleno, la democracia funciona cuando los conflictos no están en condiciones de pasar a mayores, cuando no están en condiciones de producir violencia. El gobierno de Allende fue uno que mantuvo permanentemente las tensiones democráticas y solo desde una perspectiva muy limitadamente democrática se puede considerar que ese estado de tensión es una tragedia. La real tragedia fue lo que sucedió después. Fue llevar a gente al exilio, a producir todas las violaciones de derechos humanos, las muertes y las desapariciones.

Tenemos que decirlo: sin la histeria de la diplomacia norteamericana y sus vínculos poderosísimos de sus agencias discretas con la oficialidad militar no habría habido absolutamente ningún motivo desde el punto de vista democrático para realizar una tragedia que transformó el país de arriba abajo sin el consentimiento de la ciudadanía. Porque todas las políticas que implementó Pinochet estaban soportadas, se sabe, por apenas el 15% de la población. Esto no era proporcional y no se puede justificar con ese argumento.

-¿Cómo analiza el avance de la extrema derecha en la conmemoración de los 50 años del Golpe?

-Creo que los países como Chile y España tienen una peculiaridad y es que son eslabones débiles de las relaciones internacionales. Kelsen decía que el verdadero soberano es siempre el sistema estatal mundial. Ese es el único verdadero soberano y las variaciones de esas relaciones internacionales son completamente decisivas para el posicionamiento de los actores internos. Nosotros no somos potencia, no estamos en condiciones de resistir las extraordinarias corrientes financieras, económicas, culturales, políticas, religiosas que afectan a nuestros propios países. Estamos en un momento de contradicciones internas muy poderosas de las sociedades occidentales y las contradicciones del núcleo duro que determina las relaciones internacionales se proyectan sobre nosotros de un modo completamente imponente. En este sentido, lo hemos visto en toda Europa, en Italia, lo hemos visto en toda América. Estamos hablando de la contradicción que en cierto modo opera ya, en el seno de EE.UU. como país hegemónico de las relaciones internacionales. Lo que está sucediendo entre los intereses representados por el señor Trump y los intereses representados por Hollywood o Netflix o Amazon o Twitter, ya no son intereses que pudieran ser orgánicamente establecidos en su coherencia, son intereses que generan perspectivas de futuro completamente diversas y diferentes. Estas generan nuevas relaciones internacionales, generan nuevos aliados internacionales porque en el fondo estamos hablando de un mundo completamente interconectado.

-¿Esto había pasado antes?

-Esto sucedió en 1973, sucedió en la España de 1936, sucedió cuando Franco hace, a partir de 1959, una apertura inicial del modelo por el cual se configura el capitalismo español. Luego, de una manera diferente porque era otro tiempo, sucede en Chile en 1973, pero el problema siempre es el mismo: las democracias son un poco más fuertes para resistir todas esas violencias internacionales. Las dictaduras son muy débiles y no resisten en absoluto, porque la propia debilidad de un dictador hace que tenga que vender más barato al país. Esto se vio con Pinochet y se vio con Franco de manera permanente.

Esta ha sido la manera en que en el fondo el capitalismo financiero internacional ha entrado en nuestros países con una proyección gigantesca y con aliados políticos claros. Esto, según vaya evolucionando la necesidad de este tipo de programa de futuro de la gran empresa de acumulación de capital, así tendremos que padecer, de un modo u otro, en nuestro países estas alianzas. La única e importante diferencia entre Chile y España, en mi opinión, consiste en que España se ha protegido de algún modo con el modelo de la Unión Europea. De tal modo que no se ha enfrentado ni se puede enfrentar ni se puede someter de manera completa a la influencia estadounidense. Tiene que ser una influencia equilibrada. En Chile y en América Latina esto no ha sucedido. La influencia de EE.UU todavía no puede ser equilibrada por procesos internos de construcción regional. Esto os hace mucho más vulnerables, como se ve en Argentina, como se ha visto en Venezuela o en Colombia.




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