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La trampa

 Eduardo Galeano

Por valija diplom谩tica llegan los verdes billetes que financian huelgas y sabotajes y cataratas de mentiras. Los empresarios paralizan a Chile y le niegan alimentos. No hay m谩s mercado que el mercado negro. Largas colas hace la gente en busca de un paquete de cigarrillos o un kilo de az煤car; conseguir carne o aceite requiere un milagro de la Virgen Mar铆a Sant铆sima.




La Democracia Cristiana y el diario «El Mercurio» dicen pestes del gobierno y exigen a gritos el cuartelazo redentor, que ya es hora de acabar con esta tiran铆a roja; les hacen eco otros diarios y revistas y radios y canales de televisi贸n. Al gobierno le cuesta moverse; jueces y parlamentarios le ponen palos en las ruedas, mientras conspiran en los cuarteles los jefes militares que Allende cree leales.

En estos tiempos dif铆ciles, los trabajadores est谩n descubriendo los secretos de la econom铆a. Est谩n aprendiendo que no es imposible producir sin patrones, ni abastecerse sin mercaderes. Pero la multitud obrera marcha sin armas, vac铆as las manos, por este camino de su libertad. Desde el horizonte vienen unos cuantos buques de guerra de los Estados Unidos, y se exhiben ante las costas chilenas. Y el golpe militar, tan anunciado, ocurre.

Allende

Le gusta la buena vida. Varias veces ha dicho que no tiene pasta de ap贸stol ni condiciones para m谩rtir. Pero tambi茅n ha dicho que vale la pena morir por todo aquello sin lo cual no vale la pena vivir.

Los generales alzados le exigen la renuncia. Le ofrecen un avi贸n para que se vaya de Chile. Le advierten que el palacio presidencial ser谩 bombardeado por tierra y aire. Junto a un pu帽ado de hombres, Salvador Allende escucha las noticias. Los militares se han apoderado de todo el pa铆s. Allende se pone un casco y prepara su fusil. Resuena el estruendo de las primeras bombas. El presidente habla por radio, por 煤ltima vez: —Yo no voy a renunciar...

La reconquista de Chile

Una gran nube negra se eleva desde el palacio en llamas. El presidente Allende muere en su sitio. Los militares matan de a miles por todo Chile. El Registro Civil no anota las defunciones, porque no caben en los libros, pero el general Tom谩s Opazo Santander afirma que las v铆ctimas no suman m谩s que el 0,01 por 100 de la poblaci贸n, lo que no es un alto costo social, y el director de la CIA, William Colby, explica en Washington que gracias a los fusilamientos Chile est谩 evitando una guerra civil. La se帽ora Pinochet declara que el llanto de las madres redimir谩 al pa铆s. Ocupa el poder, todo el poder, una Junta Militar de cuatro miembros, formados en la Escuela de las Am茅ricas en Panam谩. Los encabeza el general Augusto Pinochet, profesor de Geopol铆tica. Suena m煤sica marcial sobre un fondo de explosiones y metralla: las radios emiten bandos y proclamas que prometen m谩s sangre, mientras el precio del cobre se multiplica por tres, s煤bitamente, en el mercado mundial.

El poeta Pablo Neruda, moribundo, pide noticias del terror. De a ratos consigue dormir y dormido delira. La vigilia y el sue帽o son una 煤nica pesadilla. Desde que escuch贸 por radio las palabras de Salvador Allende, su digno adi贸s, el poeta ha entrado en agon铆a.


[De Memoria del fuego]





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