Por Daniel Campione*
Se ha reeditado hace muy poco tiempo Borges a contraluz, un bello libro de Estela Canto, quien pas贸 a la historia del ambiente literario argentino como “la novia de Borges”. En realidad no fue tal cosa y s铆 una novelista de peso cuyas obras esperan para salir del olvido.
Estela Canto.
Borges a contraluz.
1陋 edici贸n. Ciudad Aut贸noma de Buenos Aires. Emec茅, 2023.
298 p谩ginas.
Estela Canto fue una escritora que deber铆a ser conocida (y le铆da) por derecho propio y no s贸lo por su intrincado v铆nculo con Jorge Luis Borges. Se desempe帽贸 tambi茅n como periodista y milit贸 en pol铆tica desde la izquierda, con lo que dej贸 su sello en diversos circuitos intelectuales y pol铆ticos.
Por ahora, cabe la esperanza de que alguna editorial con 谩nimo de correr riesgos vuelva a publicar algunas de sus novelas. Tenemos ya, en cambio, a este libro en torno al autor de “Poema conjetural”, cuya publicaci贸n original data de 1989, tres a帽os despu茅s de la muerte del escritor y cinco antes del fallecimiento de la autora.
Borges trasl煤cido.
Cabe reparar en el acierto del t铆tulo. Alguien que no poseyera el lenguaje depurado y cuidadoso de la escritora tal vez hubiera optado por el m谩s coloquial y rudo “a contrapelo”. Lo que no corresponder铆a a la delicadeza con la que se ocupa de ir a contracorriente de algunos prejuicios, lugares comunes y generalizaciones excesivas en torno al idolatrado narrador.
Es 茅sta una obra sobre el genial escritor y al mismo tiempo una autobiograf铆a incompleta de quien fuera su “novia” durante algunos a帽os. La que asimismo mantuvo, con intermitencias, una amistad de por vida con quien llamaba “Georgie”.
Uno de los atractivos de este libro es que, siendo autobiogr谩fico, no es autojustificatorio. Ni siquiera lo es en lo que respecta a su relaci贸n sentimental con Borges. Hasta en alg煤n pasaje se autocalifica como “insensible” y se adjudica insuficiente comprensi贸n de lo que pasaba por la compleja mente del escritor.
Si bien nunca luce implacable hacia J.L.B., no le ahorra objeciones y cr铆ticas. Hasta se anima en alg煤n espacio en el que el narrador, ensayista y poeta parece inexpugnable. Cuestiona, por ejemplo, que haya sido un gran erudito de cultura enciclop茅dica, como casi todos dan por supuesto.
Respalda esa afirmaci贸n al atribuir a Borges un deficiente conocimiento de literaturas tan conspicuas como la francesa o la rusa as铆 como ignorar a figuras de la talla de Goethe. Lo mismo que un contacto m谩s bien superficial con corrientes de pensamiento de singular riqueza, como el budismo y el hinduismo.
Al mismo tiempo cuestiona algunos de sus gustos e inclinaciones, tales como su persistente dedicaci贸n al estudio del ingl茅s antiguo y la primitiva literatura anglosajona. La eval煤a como una producci贸n arcaica y rudimentaria.
Eso no quita que le reconoce al autor de Ficciones la inusual capacidad de volver atractivo cualquier tema, a trav茅s de su fina comprensi贸n y su apasionamiento por lo que le resultaba cautivante. Lo que hac铆a olvidar lo arbitrarias que pod铆an ser sus elecciones est茅ticas.
Asimismo se encara con el v铆nculo borgeano con la sociedad y la pol铆tica, campo en el que el escritoraparece m谩s vulnerable. La autora no se ensa帽a con 茅l, pero marca con claridad sus incomprensiones. Alguna de ellas consciente y voluntaria, como su negativa a entender nada del peronismo y su propensi贸n a justificar todo lo que fuera “anti”.
Sin embargo no le echa todo el fardo, ya que se encarga de mostrar la determinante influencia de su entorno social sobre su modo de percibir (mal) al pa铆s. Lo que no le impide resaltar sus desvar铆os en pol铆tica, en particular los posteriores a 1955. En ese lapso, J.L.B justific贸 a todas las dictaduras, s贸lo por ser antiperonistas.
Incluida la 煤ltima, a la que aplaudi贸 durante un buen tramo, a despecho de la magnitud in茅dita de sus atrocidades.
E.C. tambi茅n fue antiperonista, si bien de otra procedencia e inclinaciones. Estuvo enrolada en la izquierda intelectual e incluso sostuvo a帽os de militancia en el Partido Comunista. La extracci贸n social es otro factor diferencial. Descendiente de una familia uruguaya, de antepasados ilustres pero sin fortuna, no se deja deslumbrar por lo que no trepida en denominar, “oligarqu铆a argentina”.
Ni siquiera la amistad con el matrimonio de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo modifica sus pareceres. A lo sumo los percibe como exponentes rescatables de esa clase social, por cierto a causa de sus valores humanos y su talento literario y no por sus opiniones acerca de la esfera p煤blica.
A la hora de fustigar a alg煤n emblema de la “oligarqu铆a”, la elegida es Victoria Ocampo, a la que pinta dotada de una prepotencia casi ilimitada. Y a la que en su visi贸n acompa帽aba una vocaci贸n m谩s inclinada al “gran mundo” que a las preocupaciones art铆sticas y literarias.
En estrecho v铆nculo con lo anterior, se refiere al desconocimiento o la visi贸n distorsionada de J.L.B. a prop贸sito de todo lo popular. Un 谩mbito al que s贸lo exalta a trav茅s de malevos y cuchilleros idealizados, a los que sit煤a en un tiempo y espacio irreales, o en todo caso ya enterrados hace d茅cadas.
Remarca adem谩s que el escritor admiraba hasta la desmesura a expresiones burdas y esquem谩ticas de un coraje f铆sico que lamentaba no poseer. Desentra帽a all铆 un machismo expandido hacia la brutalidad y el crimen, representado en el acto homicida te帽ido de homosexualidad que constituye el nudo del relato “La Intrusa”. O en el cuasi suicidio en aras de no ser imputado de cobarde del protagonista de “El Sur”.
En cuanto a la personalidad de Borges, lo caracteriza como un hombre atado a m煤ltiples convencionalismos, carente de sentido pr谩ctico en aspectos elementales de la vida e incapaz hasta su vejez de buscar su propia felicidad.
Apreciaci贸n que no la priva de reconocer su camino de superaci贸n cuando, ya consagrado, recibi贸 amplios reconocimientos e incluso la fama a煤n entre quienes jam谩s lo hab铆an le铆do. Al sentirse admirado y sujeto de atenci贸n general, su autoestima habr铆a dado un vuelco favorable, que llev贸 a su vida en otra direcci贸n.
A diferencia de muchos detractores, E.C. visualiza como parte de ese impulso superador la peculiar vida de pareja de los 煤ltimos a帽os con Mar铆a Kodama. Y se帽ala el talante de felicidad del escritor al compartir su vida con ella, por m谩s que ya fuera un anciano cercano a la muerte.
Leer a Borges, comprenderlo, no idealizarlo.
La obra tiene extensos pasajes intimistas. A veces linda con lo chismogr谩fico. Nadie se confunda, no se reduce a eso ni es su rasgo principal.
Como para demostrarlo con creces la autora dedica varios cap铆tulos al an谩lisis de sus cuentos, vincul谩ndolos con el itinerario vital y sobre todo con la mentalidad del autor. En particular agudos nos parecen los trechos dedicados a El Zahir y El Aleph.
Sin vanagloriarse en exceso, E.C. pone el punto sobre la huella que dej贸 en algunas producciones de Borges. La locaci贸n del primero de los cuentos mencionados en la misma esquina de Monserrat donde ella viv铆a es un ejemplo. Se le une en el segundo la superposici贸n, no explicitada pero transparente, entre la presente ausencia de Beatriz Viterbo y la experiencia de amor desafortunado que Borges vivi贸 con ella.
Canto se dedica as铆 a bucear en el significado profundo de varias piezas de la narrativa borgeana, con algunos toques de originalidad, a煤n a costa de contrariar las interpretaciones m谩s aceptadas.
Entre las vertientes atractivas del escrito tambi茅n se encuentra la reconstrucci贸n virtual del Buenos Aires de Borges, en particular el de lo que 茅l llamaba el Barrio Sur, la zona en la que viv铆a Estela y lo conduc铆a a otro campo geogr谩fico y social que el que sol铆a frecuentar. Si escribi茅ramos acerca de una ficci贸n, podr铆amos decir que el Parque Lezama y una zona de Constituci贸n son mudos protagonistas del relato.
Otro sitio evocado m谩s de una vez es el Jard铆n Zool贸gico. La autora refleja con renovados matices producto de la vivencia directa, un episodio muy renombrado: La fascinaci贸n del escritor por un enorme tigre de Bengala alojado all铆.
La descripci贸n v铆vida del 谩mbito espacial y social urbano es particularmente atrayente para las d茅cadas de 1940 y 1950, entre una ciudad que se hund铆a en la historia y otra que surg铆a, renovada y alterada por la presencia del peronismo. En etapas posteriores, ya con Borges limitado en sus recorridos por la ceguera, la calle Florida y otros lugares cercanos a su domicilio de la calle Maip煤 toman la primac铆a.
Estela no acepta para s铆 el r贸tulo de “novia”. En parte porque el v铆nculo nunca se consum贸 en el plano sexual. Y, quiz谩s sobre todo, a consecuencia de que ella se limit贸 a dejarse querer, sin nunca enamorarse de J.L.B, como explica reiteradas veces. En esa l铆nea se inscribe la ya muy conocida an茅cdota de que Estela no se neg贸 en redondo a una propuesta de casamiento. Pero la condicion贸 a que tuvieran una relaci贸n f铆sica antes, de lo que Borges no se sinti贸 capaz.
Es verdad que el libro contiene aspectos de la vida del frustrado candidato al Nobel que est谩n ya trillados: La tutela inflexible que sobre 茅l ejerc铆a su madre, Leonor Acevedo; el desastroso primer matrimonio que contrajo a sus 60 a帽os, la modestia con la que vivi贸 hasta el fin de sus d铆as, sus devociones literarias m谩s difundidas, etc.
Ello no le quita valor, sobre todo si se piensa en un universo de lectores que no est谩 necesariamente al tanto de lo mucho que se ha escrito y se escribe sobre el insigne escritor.
E.C. le deja la palabra a Borges al reproducir cartas que 茅l le enviaba. M谩s all谩 de la atracci贸n que puede ejercer cualquier escrito suyo, no forman un agregado decisivo. Gracias a la escritura de Estela, el libro seguir铆a siendo el mismo sin la reproducci贸n de esa correspondencia.
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Repetidas veces Canto endilga a los argentinos en general una escasez de lectura y m谩s a煤n de comprensi贸n de la obra borgeana. Considera que, ya consagrado en el plano internacional, se le prest贸 una reverencia ilimitada y pueril, poco digna de su estatura intelectual. Nos parece innegable que en las casi 300 p谩ginas de su libro, Canto arrima elementos valiosos para mitigar el conocimiento superficial de la obra y el enaltecimiento sin matices de su autor.
Y, quiz谩s sin propon茅rselo, nos revela por a帽adidura a una muy buena prosista y penetrante observadora de cosas y personajes. Am茅n de capaz de emitir juicios literarios de sumo inter茅s.
Al dar vuelta la 煤ltima p谩gina, quien esto escribe se sinti贸 embargado por la sensaci贸n de conocer mejor a J.L.B. Y a la vez la de haber establecido una conexi贸n con una de las muchas mujeres cuya consideraci贸n p煤blica sucumbi贸 a manos de la fama y el 茅xito de los varones que las rodeaban. Es hora de repararlo.