Jorge Majfud
Dos cosas hay que nuestro ego subestima o insiste en negar: una es que somos cavern铆colas con tel茅fonos inteligentes. Nuestras predisposiciones m谩s primitivas, y otras no tanto, condicionan nuestra conducta. Sobre todo cuando se trata de conductas sociales (como elecciones presidenciales), las cuales est谩n cruzadas por sentimientos b谩sicos como el miedo y el deseo. La otra es que la historia no ha cambiado tanto como la imaginamos. Juzgamos apariencias, como las diferencias entre una carreta y un autom贸vil sin conductor; no el fondo de la historia. Juzgamos per铆odos como el feudalismo, el capitalismo, la esclavitud y las democracias liberales como especies animales diferentes, cuando unas son la continuaci贸n de las otras por distintos medios. No volver茅 sobre algo que ya exploramos en Moscas en la telara帽a, pero veamos otras de estas continuidades subterr谩neas.
El capitalismo termin贸 con el feudalismo legal pero no con el feudalismo econ贸mico, que es el que realmente importa. Los se帽ores feudales vieron con recelo el creciente poder de los reyes, antecedentes de los Estados modernos, y no dudaron en responder. Descargaron su poder descentralizado limitando el poder centralizado del Estado, excepto en el monopolio de la fuerza militar y de la represi贸n policial. Los se帽ores feudales se convirtieron en las poderosas corporaciones, como la East India Company y todas las compa帽铆as privadas que extendieron este poder allende los mares, convirti茅ndose en una nueva y poderosa forma de imperialismo. Todo en nombre de la libertad, es decir, de la libertad de unos pocos para mandar a unos muchos sin las restricciones de ning煤n gobierno que pudiese limitar la libertad de empresa.
Los se帽ores feudales se convirtieron en los liberales. No s贸lo secuestraron el poder de los capitales de las naciones imperiales, sino tambi茅n banderas populares como la libertad y la democracia. Las mismas banderas que sostuvieron los esclavistas en Am茅rica, es decir, las familias m谩s ricas hasta que dur贸 la esclavitud legal. Luego de la Guerra Civil, los esclavistas se convirtieron en las corporaciones m谩s poderosas de Estados Unidos y continuaron luchando por la democracia y la libertad―de empresa.
Los piratas fueron variaciones de estos liberales feudales. Por siglos, fueron empresas privadas m谩s democr谩ticas que los mismos imperios a los que serv铆an y m谩s democr谩ticas que las empresas privadas de hoy. El capit谩n pata de palo no pod铆a abusar de su poder, por obvias razones, y sus decisiones requer铆an ciertos consensos del resto.
Veamos brevemente algo que, como la nariz, resulta invisible por su proximidad a los ojos: las palabras, esos seres con una larga y profunda memoria.
En Norteam茅rica, los piratas de tierra se llamaron filibusters, nombre que les ven铆a de free-booters―con libertad de saqueo. Eran saqueadores privados, apoyados por los gobiernos m谩s rapaces. No eran muy distintos a aquellos piratas de mar que no s贸lo fueron tolerados, como fue el caso de los piratas ingleses que ayudaron a pagar deudas de la monarqu铆a brit谩nica, sino que muchas veces fueron piratas legalizados por sus gobiernos.
En castellano se los llam贸 bucanereos. Los ingleses buccaneers ten铆an m谩s poder de coacci贸n que cualquier gobierno colonial en los tr贸picos. Con el incremento de su poder, se trasformaron en los corsarios, piratas de monta que lograron que las coronas los legalizaran como empresas privadas al servicio del saqueo. Los piratas con patente de corso no solo eran empresas privadas con sus propias fuerzas de defensa, sino tambi茅n peque帽as democracias con el poder y la vocaci贸n de tomar bienes ajenos, de eliminar la competencia y con una 铆ntima relaci贸n con sus enemigos, los gobiernos centrales. Capitalistas, en una palabra.
Como en la actualidad, sus robos convirtieron a sus puertos principales en Bahamas y Jamaica en las islas m谩s pr贸speras del Caribe.
Como en la actualidad, piratas como Henry Morgan invirtieron sus capitales excedentes en diversos negocios, como las pr贸speras plantaciones a fuerza de mano de obra esclava.
Como en la actualidad, pero con variaciones de 茅poca, algunos lograron convertirse en parlamentarios (Francis Drake) o fueron nombrados caballeros por los reyes de la democr谩tica Inglaterra (Henry Morgan), t铆tulo, influencia y dinero que heredar铆a su simiente. En ocasiones, se convirtieron en veneradas estatuas de bronce.
Como en la actualidad, las corporaciones privadas ten铆an patentes de corso para acosar a otras empresas menores y forzar a los Estados a apoyar su lucha por la democracia y la libertad. La patente no es otra que las m煤ltiples legalizaciones que logran extorsionando a los gobiernos, casi siempre dentro del marco de las layes que ellos mismos lograban que los representantes del pueblo votasen a su favor y para luchar contra la corrupci贸n―ilegal.
La palabra pirata hunde sus ra铆ces en el griego. Hoy es empresario o, m谩s exactamente, el emprendedor, entrepreneur. La l铆nea que divid铆a al emprendedor del pirata, el bueno del malo, era y contin煤a siendo, muy fina. Tres siglos antes del concepto de plusval铆a, en Inglaterra significaba “one who takes another’s work without permission”―aquel que se apropia del trabajo ajeno sin permiso.
En el Imperio brit谩nico, en el franc茅s y en el holand茅s, los corsarios se llamaron piratas. Si hac铆an lo mismo que los piratas pero hab铆an sido legalizados, se llamaban privateers. Los privateers surgieron en el siglo XVII, el siglo de la West, de la East India Company y otras compa帽铆as privadas que saquearon Asia, 脕frica y Am茅rica con dinero de los accionistas en las capitales imperiales de Europa. Privateer era una persona o un grupo empresarial de car谩cter privado. Eran piratas legalizados, con poder de extorci贸n. En lenguaje contempor谩neo, eran paramilitares munidos de armas de guerra, como ca帽ones y acorazados, protegidos por los gobiernos imperiales a cambio de una parte del bot铆n y de colaborar con el acoso geopol铆tico contra otros imperios enemigos y contra sus propias colonias indefensas.
Como tambi茅n lo vimos en Moscas en la telara帽a, el imperialismo europeo de la Era Moderna comenz贸 con la privatizaci贸n de las tierras comunes europeas y continu贸 con las megaempresas privadas a finales del siglo XVI, masacrando a cientos de millones de seres humanos, destruyendo y saqueando pa铆ses pr贸speros, como India, Bangladesh y China, interrumpiendo sus propias revoluciones industriales y convirtiendo al epicentro anglosaj贸n en ejemplo de civilizaci贸n, desarrollo, libertad, democracia y derechos humanos.
Luego, por un par de siglos, el imperialismo pas贸 en gran parte a manos de los gobiernos, como fue el caso de Gran Breta帽a, Francia, B茅lgica y Estados Unidos (en este 煤ltimo caso, se suele olvidar que, en su primer siglo de existencia, fue imperialismo territorial, tan brutal y criminal como cualquier otro). Pero las colonias pol铆ticas de ultramar no eran econ贸micas ni convenientes para la propaganda legitimadora, por lo que se volvi贸 al origen de la privatizaci贸n: ¿para qu茅 hacer del Congo o de Bolivia colonias territoriales si se pod铆a alcanzar el mismo objetivo oblig谩ndolas a privatizar sus recursos m谩s valiosos? ¿Qui茅nes son los compradores de cada una de las privatizaciones forzadas (por elecciones con electores hackeados o por renovadas deudas) sino los mismos corsarios de siempre, con sus generosas y multimillonarias inversiones?
Eso que los corsarios llaman libertad―carajo.