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“Si no les gusta su sistema vayan a China y hagan una revolución”

LA DIRECCIÓN POLÍTICA Y PRÁCTICA SIGUE SIENDO EL PARTIDO COMUNISTA

NOTA 3. Mis conclusiones del viaje a China socialista

OPINIÓN de Sergio Ortiz




Museo del Partido Comunista de China.


CHINA TAMBIÉN CUMPLE EN EL CUIDADO DEL MEDIO AMBIENTE

Hace algunas décadas buena parte de la humanidad empezó a tomar conciencia de la importancia de cuidar el planeta, a partir de los ciclos de sequía, inundaciones y aumentos de la temperatura. Quedó en evidencia que el alto consumo de combustibles fósiles como carbón, petróleo y gas causaban gases de efecto invernadero, que hacían “de paraguas” y repercutían en aumentos de temperatura. No era un fenómeno casual sino el resultado del modelo capitalista de desarrollo, de producir y consumir a cualquier precio, sobre todo los países ricos, con sus fábricas, autos y demás máquinas echando humo por todos sus poros, en tanto los países pobres andaban a pie.


A pesar de que el “prime suspect” era el capitalismo, y en particular Estados Unidos y Europa, no así los países en desarrollo, los culpables echaron las culpas a los 200 países del mundo, diluyendo las suyas, extraordinarias. Y en ese falso descargo, apuntaron contra China como si fuera el principal responsable del calentamiento global. Como toda mentira tenía algo de verdad: desde su gran impulso a la industrialización a partir de 1978, el país asiático era uno de los principales contaminadores, no el único ni el principal. En su defensa hay que decir que en el último cuarto de siglo XX China crecía industrialmente y por lo tanto contaminaba, algo que las potencias imperialistas habían hecho desde la Revolución Industrial o sea más de dos siglos. La otra diferencia, más importante, es que la contaminación capitalista favorecía en sus resultados a un puñado de grandes empresarios y bancos de determinadas potencias, en tanto el crecimiento chino, aún con ese lastre, beneficiaba al conjunto de su población, en forma directa, y al resto del mundo indirectamente.


No fue por esas críticas interesadas sino por su conciencia nacional que China comenzó a cuidar el medio ambiente desde la década del ‘90. El aire que se respiraba, sobre todo en la capital, era entre regular y malo, con algunos días pésimo. Lo pude ver y sufrir en mi anterior visita, en julio de 1990, con una atmósfera pesada alrededor de Beijing. Como el gobierno chino, con los sucesivos presidentes Jian Zemin, Hu Jin tao y luego Xi Jinping, cumple su palabra, trazó sus planes quinquenales para ir emitiendo menos gases. Y no sólo eso, sino también aumentaron sus bosques y plantado de árboles y vegetales en todo el país, así como adhirieron a los tratados internacionales como el Protocolo de Kyoto (1997) y los Acuerdos de París (2015). O sea lo opuesto a las autoridades de Washington, por ejemplo Donald Trump, quien se retiró del acuerdo parisino y en noviembre de 2018 aseguró que lo del cambio climático “no me lo creo”. Él y los actuales gobernantes del mundo capitalista son los responsables de que la declaración de la reciente Conferencia de Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, reunida en Dubai, se limitara a plantear una “transición hacia el abandono de los combustibles fósiles”. Se opusieron al reclamo de una “eliminación progresiva” de esos combustibles.




Paneles solares por todas partes.


China en cambio vino cumpliendo sus compromisos en bajar esos consumos y haciendo sus aportes financieros a las organizaciones internacionales encargadas del cambio climático. La agencia Xinhua el 26/10/2021 publicó: “Para el 2030, la proporción del consumo de energía no fósil será de alrededor de 25 por ciento y las emisiones de dióxido de carbono por unidad del producto interno bruto (PIB) descenderán en más de 65 por ciento en comparación con el nivel registrado en 2005, de acuerdo con el plan”.

Mejoró la calidad del aire y agua de China en 2022. La citada agencia, el 17/01/2023 informó que el Ministerio de Ecología y Medio Ambiente había asegurado que “la proporción de días con buena calidad del aire se situó en el 86,5 por ciento en las ciudades chinas a nivel de prefectura o superior”.


Y no es bla bla bla. Son planes quinquenales que se cumplen.

Y lo vimos durante nuestra visita a China. La atmósfera de Beijing es muchísima más limpia que la de 1990. Todas las motos son eléctricas. El 70 por ciento de los autos eléctricos están en ese país. Los trenes de alta velocidad son eléctricos. Vimos muchos parques de energía eólica y paneles solares. Las aldeas de campesinos tienen en cada casita su calefón solar. El plantado de árboles y plantas de todo tipo es como un deporte nacional que se practica donde haya un pequeño trozo de tierra, en las ciudades y el interior. Parte de los centenares de millones de pobres que fueron sacados de esa condición son ahora los encargados de sembrar y cuidar los bosques, limpiar las cuencas de ríos, etc. Cada año China es un país más verde (en ese sentido, por lo demás sigue siendo rojo, rojito).


EL PARTIDO COMUNISTA LO DIRIGE TODO

El 30 de noviembre el Departamento Internacional del Comité Central del PCCh nos recibió a Irina y a mí. Estaban esperándonos la camarada Wan, junto con el joven Chou y la joven Jin, con quienes hablamos durante una hora. La última vez que nos habíamos reunido con ese organismo fue en 1990, con su entonces vicepresidente Li Bei hai. Ahora estábamos otra vez juntos en su nueva sede, tomando té y conversando sobre los temas de China, Argentina y la situación internacional.


De nuestra parte reafirmamos el apoyo al partido y pueblo hermano en su tarea de modernización china con características propias, e insistimos en la necesidad de un Frente Antiimperialista y Antifascista en defensa de la paz mundial.

Ellos hablaron de que el 26 de diciembre se cumplían 130 años del natalicio de Mao y que están empeñados, según su ideario, en alcanzar la abundancia material, pero también ética, cultural y espiritual, que sea sostenible con el cuidado del medio ambiente y la paz mundial.


Tomé nota de un par de cifras que ilustran la fuerza del Partido Comunista. Eran 53 militantes en 1921, cuando la fundación, y hoy son 98 millones de afiliados, que no están desorganizados como ocurre con los partidos y movimientos burgueses sino nucleados en 5 millones de células comunistas. Es un partido de militantes y cuadros, de vanguardia, ligado por mil vínculos con las masas populares, donde el partido nada como pez en el agua, echa raíces y florece en él.

Sumarse al PCCh no es un mero acto de voluntad sino que el aspirante debe cumplir con varios requisitos durante cierto tiempo y demostrar que su aspiración es “Servir al pueblo”, uno de los artículos permanentes de Mao. ¿Y cuándo se pierde la membresía? Cuando se abandonan esos valores, se incurre en graves errores que no se autocritican ni rectifican, o peor aún en delitos como corrupción, etc. También por cuestiones menores, pero que tienen su importancia. Wang Jin Hu, profesor de la Universidad de Nanjing, dijo en el Foro que cuando pasan 6 meses sin hacer su aporte mensual, el afiliado es despedido. Obvio no es porque ese aporte no realizado lleve a la ruina las finanzas partidarias sino porque rompe un compromiso ideológico y orgánico.


Los capitalistas e imperialistas, pero también los socialdemócratas, revisionistas y trotskistas, critican el sistema político chino basado en la dirección del Partido Comunista de China. Para ellos es una dictadura porque no se ejerce allí el voto tal como se hace en el capitalismo, con varios partidos (que en la práctica suelen ser dos, como demócratas y republicanos en EEUU).

Los que quisieron imponer a China ese sistema partidista estilo yanqui han fracasado, por caso con el motín contrarrevolucionario de junio de 1989 donde los detractores del socialismo portaban réplicas de la Estatua de la Libertad neoyorquina. No se salieron con la suya. Beijing no cayó como el Muro de Berlín, los socialismos del Este Europeo y finalmente la URSS donde habían mentido con que “perestroika y glasnot” significaban “más socialismo con democracia y libertad”.


El socialismo chino es una dictadura democrática popular de la clase obrera y sectores populares, plasmada en una república popular dirigida por el Partido Comunista de China. Su máxima instancia gubernativa es la Asamblea Nacional del Poder Popular, de casi 3.000 miembros, que vota las leyes y elige al presidente. Hay un órgano asesor, el Consejo Consultivo Político del Pueblo Chino, con activa participación de no sólo de comunistas sino también de personas pertenecientes a otros partidos o independientes.


El tercer mandato presidencial para Xi Jinping fue votado democráticamente por la Asamblea Nacional en marzo de 2023 sin ninguna abstención ni voto en contra. Érica Giménez, en Agencia de Noticias PIA detallaba: “Todos los miembros del Comité Permanente de la Asamblea Popular Nacional y del Comité Nacional de la Conferencia Consultiva tienen un mandato de cinco años. La Asamblea Popular Nacional está integrada por 2.980 diputados. La 13ª Asamblea se dividió de la siguiente manera: 2.119, el 71,1%, son miembros del PCCh y 861, 28,9%, pertenecen a los ocho partidos democráticos o son personas sin afiliación política. Mientras que el Comité Nacional de la Conferencia Consultiva, tiene 2.158 miembros, 60,2% de los cuales no forman parte del PCCh. Los miembros de la Conferencia Consultiva son propuestos y recomendados por partidos y grupos, y son elegidos mediante consulta con el PCCh”.


En síntesis, desde 1954 en que se oficializó la I Asamblea Popular Nacional, el socialismo chino adoptó el sistema de gobierno de las asambleas populares, en todos los niveles (país, provincias, distritos) como su forma estatal. Asambleas populares, como en la URSS eran los soviets o consejos de obreros y soldados (campesinos). Ese sistema propio fue generado por la revolución china y por lo visto cumple con las expectativas de su población, sin perjuicio que sea perfectible, como todas las cosas, pero para bien, no para una “perestroika” de ojos rasgados. En Occidente se lo sigue criticando como si fuera una dictadura, poniendo de modelo a las seudo democracias de Wall Street, en rigor plutocracias, como diría el gran Fidel Castro: “gobiernos de los ricos, para los ricos y por los ricos”, como citamos en una de nuestras ponencias.




De 13 delegados y 2 invitados soviéticos al I Congreso, a un partido de 98 millones de afiliados.


NO ES UN SISTEMA PERFECTO

Por cierto que el chino no es un sistema perfecto.

Por ejemplo sigue lidiando con fenómenos de corrupción en altas y medianas esferas dirigenciales. El 11 de octubre pasado la Fiscalía Popular Suprema de China (FPS) ordenó el arresto de Yin Meigen, ex legislador de alto rango en la provincia oriental de Jiangxi, por presunta aceptación de sobornos. Y en diciembre, cuando ya habíamos vuelto a nuestro país, leímos que la Asamblea Popular Nacional iba a revisar un proyecto de enmienda a la ley penal contra sobornadores. Busca endurecer las sanciones penales contra los sobornadores y atacar la corrupción dentro de las empresas privadas. Se elevan las sanciones impuestas a los infractores que sean instituciones, así como a aquellos que ofrezcan sobornos a instituciones, informó Xinhua.


La historia del PCCh es gloriosa y al mismo tiempo que llegó a esa altura también tuvo errores, graves y no tanto, con muchas luchas de líneas, depuraciones, etc. Es un partido que puso énfasis en factores diferentes en tiempos distintos: Mao en la movilización política de las masas y crear las bases económicas del socialismo. Deng en la construcción económica. Y Xi Jinping como una especie de síntesis entre ambos, pues enfatiza en lograr más avances económicos y sociales, pero también en la formación marxista, desde el estudio del Manifiesto Comunista hasta los textos fundacionales del marxismo-leninismo y pensamiento de Mao. Y está a la cabeza de la lucha contra el burocratismo y la corrupción, con inspecciones personales a distintas ciudades y regiones, atendiendo a las rendiciones de cuentas y debatiendo los problemas existentes.


En esa historia tan fabulosa, plasmada en el Museo del Partido Comunista de China, que visitamos el 30 de noviembre pasado, personalmente tomé nota de algunos capítulos omitidos y/o censurados. Uno, la Revolución Cultural Proletaria, que abarcó diez años (1966-1976), está borrada. Otro, la muerte de Mao, que seguramente dio lugar a manifestaciones multitudinarias de pesar y dolor popular, no está registrada (¿por qué? Quizás porque allí habría sido inevitable que aparecieran en las fotos su viuda Chiang Ching y la llamada “banda de los cuatro”). El tercer asunto que no está en ese museo, o al menos yo no lo vi en nuestra rápida recorrida, es la victoria del PCCh sobre el motín contrarrevolucionario de junio de 1989, que la prensa capitalista llamó “la masacre de Tian anmen”. No hubo tal masacre, pero habría sido muy importante la versión oficial china al respecto. A juzgar por los resultados de continuidad del socialismo, a diferencia de lo sucedido en Moscú, fue positivo derrotar ese movimiento burgués pro capitalista. ¿Por qué no está?


Cuando pienso en críticas tan mal intencionadas contra China me viene a la memoria una discusión durante un seminario organizado en marzo de 2015 en Córdoba por CLEPEC, Agencia Xinhua, Electroingeniería y la Universidad Nacional de Córdoba. Luego de la exposición de Gustavo Girado, que tenía a cargo el Posgrado de Estudios Chinos Contemporáneos de la Universidad Nacional de Lanús (UNLa), algunos asistentes preguntaban y cuestionaban el sistema de gobernanza chino. Girado les dio varias respuestas, pero los críticos insistían, con sus valores que parecían cercanos a la democracia “made in USA”. Entonces en un momento les contestó: “si no les gusta el sistema político chino vayan a China y hagan una revolución, porque allí la revolución de 1949 aprobó una Constitución que en su artículo 1 dice que la República Popular China está fundada y dirigida por el Partido Comunista de China”. Fin de la discusión.


El país que visitamos con Irina en nombre del PL sigue siendo así, dirigida por el Partido Comunista, el de la Larga Marcha, el de las victorias sobre el Japón y el Kuomintang, el que hizo de un país atrasado uno muy adelantado, tanto que en vez de arar con bueyes ahora estudia el espacio exterior. Ya llegó al costado oscuro de la Luna y tiene una estación espacial permanente, Tiangong (“palacio celestial”) adonde arriban misiones tripuladas en naves (la Shenzhou-17 fue la sexta al hilo) que permanecen allí 6 meses, hacen estudios, salen al exterior y hasta dan clases en vivo a alumnos de varias escuelas y facultades de China.

Los factores de ese progreso extraordinario son varios pero hay uno decisivo y fundamental: Zhonggguó Gòngchǎndǎng. Traduzco con Wikipedia: Partido Comunista de China.




La alegría de una niñez feliz.





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