Jens Balzer reinterpreta el concepto de apropiación cultural y lo defiende como conditio sine qua non de toda cultura
La historia de la música pop ha seguido un patrón inquietante por sus implicaciones y su regularidad: músicos que han logrado la corona de un género nacido en el seno de una comunidad a la que no pertenecían. Así ocurrió con Paul Whiteman y el swing, Benny Goodman y el jazz, Elvis Presley y el rock and roll, Eric Clapton y el blues, Eminem y el hip-hop. La apropiación cultural, por lo tanto, no es ningún invento de nuestro tiempo.
Lo que sí le es propio es la popularización del debate en torno a ella. Por primera vez, no solo la denuncian los miembros de la comunidad «expropiada»; también los ajenos. Y no deja de detectarse: en el Baltasar de cabalgata con la cara pintada, en princesas Disney, en canciones de Rosalía, en las rastas de los europeos, en los juegos de indios y vaqueros. La apropiación cultural, como un tentáculo más del colonialismo, saquea las riquezas culturales de comunidades silenciadas u oprimidas.
Jens Balzer asume que, en muchos casos (el del blackfacing de los Baltasares, por ejemplo) esto es así, pero también lamenta que el debate en torno a la apropiación cultural solo se plantee en términos de censura y prohibición. Ética de la apropiación cultural es un intento de completar las posibilidades del concepto, de llevarlo más allá de su fase negativa.
APROPIACIONES LÍCITAS E ILÍCITAS: UNA CUESTIÓN DE ÉTICA
Balzer propone discriminar entre apropiaciones culturales lícitas e ilícitas, cosa que debe hacerse desde una ética de la apropiación.
Empezando por las ilícitas, para Balzer serían todas aquellas que fomenten ideas de pureza, naturaleza, identidad; que consoliden un estereotipo discriminatorio de el afroamericano, el indio, el jamaicano. Paradójicamente, Balzer señala cómo esas ideas unen al apropiador cultural ilícito con su crítico más acérrimo, ya que este último piensa en términos similares. Defender el hip-hop, por ejemplo, como propiedad exclusiva de la comunidad afroamericana implica igualmente connotaciones de pureza y autenticidad.
Según Balzer, esa pureza es sencillamente un mito. Toda cultura es una hibridación de culturas, y defender que el hip-hop pertenece al colectivo afroamericano es negar lo innegable: que el hip-hop también es el fruto del contacto entre culturas diversas. Así, Balzer se apoya en autores como Édouard Glissant, Paul Gilroy y Judith Butler para proponer su definición de apropiación cultural lícita: aquella cuyo fin no sea consolidar ninguna pureza identitaria, sino poner de manifiesto la naturaleza impura, cruzada, de toda cultura, empezando por la propia. Así, la línea semántica afín a Balzer es la que engloba lo criollo, el sampler, lo híbrido y lo drag.
La contra-apropiación sería un ejemplo, para Balzer, de apropiación lícita. Se denuncia la apropiación ilícita y se recupera lo propio, pero esta re-apropiación no deja de ser una apropiación; una lícita, que asume lo que combate y lo eleva, sin eliminarlo, a una categoría superior, como si se tratara de una mutación beneficiosa.
EXTRACTO DEL LIBRO
«¿Qué significa esto para el intento de distinguir, en un sentido ético, entre apropiaciones lícitas e ilícitas? Propongo entender como apropiaciones lícitas las que no aspiran a consolidar ideas de pureza, naturaleza y autenticidad, sino que buscan el traspaso de fronteras, lo híbrido, la superación de todo tipo de cosificación cultural, mostrando al mismo tiempo que toda identidad, en realidad, se transforma sin fin y que la nostalgia de estados de pureza cultural, en definitiva, no es más que eso que Jacques Derrida describió en cierta ocasión como «nostalgia del origen»: la expresión de una nostalgia de metafísica y de totalidad y, por tanto, la expresión de una conciencia falsa, que en la inabarcable multiplicidad del mundo busca lo sencillo, lo puro y lo auténtico, que sin embargo, en realidad, no existe».
EL AUTOR
Jens Balzer, nacido en 1969, es un periodista, crítico musical, guionista de cómics y autor de no ficción alemán en los campos de la cultura pop, la música y los cómics. Vive en Berlín, y colabora en medios como Die Zeit o Rolling Stone. Entre sus libros figuran ¡Salud, Deleuze! (1997, con Martin tom Dieck), Pop. Un panorama del presente (2016) y una historia de la cultura pop desde los años 70: La década desatada. Sonido y espíritu de los 70, (2019), High Energy - Los años 80. La década vibrante (2021) y Sin límite - Los 90. La década de la libertad (2023).
Herder Editorial - 9788425450488
¿Es decente imitar peinados originales de pueblos esclavizados para marcar estilo juvenil sofisticado en metrópolis capitalistas? ¿Que los niños se diviertan jugando a los indios no implica una burla de culturas históricamente expropiadas? ¿Está legitimado moralmente un varón europeo para traducir a una poeta afroamericana?
Hasta hace poco, ni siquiera habríamos entendido el sentido de esta clase de preguntas. Pero hoy, cuando la imparable globalización que todo lo homogeneiza ha suscitado como reacción la reivindicación de indigenismos agraviados, ningún debate cultural es más candente y delicado que el de la apropiación cultural. Por tal se entiende la asimilación y reinterpretación por parte de una cultura privilegiada de significantes propios de culturas discriminadas.
Pero la cultura misma es apropiación y reinterpretación, ya sea de la naturaleza o de otras culturas. En este pertinente ensayo, Jens Balzer plantea este complejo debate ilustrándolo con experiencias generacionales y con la historia contemporánea de la música ligera, que a cualquier lector le resultarán familiares. Si la cultura es esencialmente apropiación, la cuestión no es si la asimilación de motivos culturales foráneos es lícita o no, sino qué formas de apropiación cultural son admisibles por respetuosas y cuáles no por explotadoras.
La historia de la música pop ha seguido un patrón inquietante por sus implicaciones y su regularidad: músicos que han logrado la corona de un género nacido en el seno de una comunidad a la que no pertenecían. Así ocurrió con Paul Whiteman y el swing, Benny Goodman y el jazz, Elvis Presley y el rock and roll, Eric Clapton y el blues, Eminem y el hip-hop. La apropiación cultural, por lo tanto, no es ningún invento de nuestro tiempo.
Lo que sí le es propio es la popularización del debate en torno a ella. Por primera vez, no solo la denuncian los miembros de la comunidad «expropiada»; también los ajenos. Y no deja de detectarse: en el Baltasar de cabalgata con la cara pintada, en princesas Disney, en canciones de Rosalía, en las rastas de los europeos, en los juegos de indios y vaqueros. La apropiación cultural, como un tentáculo más del colonialismo, saquea las riquezas culturales de comunidades silenciadas u oprimidas.
Jens Balzer asume que, en muchos casos (el del blackfacing de los Baltasares, por ejemplo) esto es así, pero también lamenta que el debate en torno a la apropiación cultural solo se plantee en términos de censura y prohibición. Ética de la apropiación cultural es un intento de completar las posibilidades del concepto, de llevarlo más allá de su fase negativa.
APROPIACIONES LÍCITAS E ILÍCITAS: UNA CUESTIÓN DE ÉTICA
Balzer propone discriminar entre apropiaciones culturales lícitas e ilícitas, cosa que debe hacerse desde una ética de la apropiación.
Empezando por las ilícitas, para Balzer serían todas aquellas que fomenten ideas de pureza, naturaleza, identidad; que consoliden un estereotipo discriminatorio de el afroamericano, el indio, el jamaicano. Paradójicamente, Balzer señala cómo esas ideas unen al apropiador cultural ilícito con su crítico más acérrimo, ya que este último piensa en términos similares. Defender el hip-hop, por ejemplo, como propiedad exclusiva de la comunidad afroamericana implica igualmente connotaciones de pureza y autenticidad.
Según Balzer, esa pureza es sencillamente un mito. Toda cultura es una hibridación de culturas, y defender que el hip-hop pertenece al colectivo afroamericano es negar lo innegable: que el hip-hop también es el fruto del contacto entre culturas diversas. Así, Balzer se apoya en autores como Édouard Glissant, Paul Gilroy y Judith Butler para proponer su definición de apropiación cultural lícita: aquella cuyo fin no sea consolidar ninguna pureza identitaria, sino poner de manifiesto la naturaleza impura, cruzada, de toda cultura, empezando por la propia. Así, la línea semántica afín a Balzer es la que engloba lo criollo, el sampler, lo híbrido y lo drag.
La contra-apropiación sería un ejemplo, para Balzer, de apropiación lícita. Se denuncia la apropiación ilícita y se recupera lo propio, pero esta re-apropiación no deja de ser una apropiación; una lícita, que asume lo que combate y lo eleva, sin eliminarlo, a una categoría superior, como si se tratara de una mutación beneficiosa.
EXTRACTO DEL LIBRO
«¿Qué significa esto para el intento de distinguir, en un sentido ético, entre apropiaciones lícitas e ilícitas? Propongo entender como apropiaciones lícitas las que no aspiran a consolidar ideas de pureza, naturaleza y autenticidad, sino que buscan el traspaso de fronteras, lo híbrido, la superación de todo tipo de cosificación cultural, mostrando al mismo tiempo que toda identidad, en realidad, se transforma sin fin y que la nostalgia de estados de pureza cultural, en definitiva, no es más que eso que Jacques Derrida describió en cierta ocasión como «nostalgia del origen»: la expresión de una nostalgia de metafísica y de totalidad y, por tanto, la expresión de una conciencia falsa, que en la inabarcable multiplicidad del mundo busca lo sencillo, lo puro y lo auténtico, que sin embargo, en realidad, no existe».
EL AUTOR
Jens Balzer, nacido en 1969, es un periodista, crítico musical, guionista de cómics y autor de no ficción alemán en los campos de la cultura pop, la música y los cómics. Vive en Berlín, y colabora en medios como Die Zeit o Rolling Stone. Entre sus libros figuran ¡Salud, Deleuze! (1997, con Martin tom Dieck), Pop. Un panorama del presente (2016) y una historia de la cultura pop desde los años 70: La década desatada. Sonido y espíritu de los 70, (2019), High Energy - Los años 80. La década vibrante (2021) y Sin límite - Los 90. La década de la libertad (2023).