Las defensoras de derechos humanos y los movimientos pacifistas y feministas del mundo entero han realizado grandes esfuerzos para consolidar la paz. Sin embargo, en las esferas del poder donde se toman las decisiones finales que repercuten sobre sus vidas, en los procesos de pacificación y reconciliación, las opiniones de las jóvenes y las mujeres siguen siendo, en el mejor de los casos, marginales.
Las mujeres y las niñas que luchan por consolidar la paz y las defensoras de derechos humanos desempeñan una función decisiva antes, durante y después de los conflictos.
Como organizadoras comunitarias, las mujeres perciben mejor los cambios sutiles que pueden indicar un incremento de la violencia en las comunidades. Cuando se silencia o ignora la voz de las mujeres, pueden pasarse por alto las señales de alerta temprana de un conflicto. Durante un conflicto, las defensoras de derechos humanos documentan los ataques y las violaciones. Ayudan a las víctimas y a sus familias y a las comunidades, identifican las necesidades de las mujeres y de los grupos marginados, entre muchos otros factores. Están en primera línea de la respuesta humanitaria.
Las guerras, los conflictos violentos y los extremismos violentos tienen consecuencias desproporcionadas y devastadoras para las mujeres y las niñas, donde la misoginia y siglos de dominación masculina son un hilo común.
En 2022, el número de mujeres y niñas que vivían en países afectados por conflictos era de 614 millones, un 50 por ciento más que cinco años antes. En tales situaciones, miles de mujeres y niñas son atacadas de forma deliberada en zonas de guerra, bien mediante violaciones o por violencia sexual.
Aunque siguen teniendo que enfrentarse a barreras a la hora de participar en los procesos políticos y de paz como resultado de una discriminación de género persistente, valientes defensoras de derechos humanos y consolidadoras de paz continúan estando al frente de las iniciativas para consolidar la paz e impulsar la transformación social.
El mundo necesita que más mujeres y niñas ocupen puestos de liderazgo
La Resolución 1325 (2000) del Consejo de Seguridad reconoce el papel fundamental de las mujeres para mantener la paz y seguridad internacionales. Esta resolución demanda a las partes de un conflicto que eviten en todo momento las violaciones de sus derechos, con el fin de apoyar su participación en las negociaciones por la paz y en la reconstrucción, y que las protejan de la violencia sexual en tiempos de guerra.
Casi un cuarto de siglo después, las defensoras de derechos humanos y las consolidadoras de la paz, así como sus familias, son sometidas cada vez más a amenazas y ataques, como parte de una resistencia y oposición generalizadas y en aumento contra la igualdad de género y los derechos humanos.
Y lo que es más, a pesar de su participación en actividades que reclaman cambios más amplios, las voces de las mujeres y las niñas permanecen insuficientemente representadas de forma ostensible en la vida pública. Ellas son excluidas de forma desproporcionada de los procesos importantes de participación y consultas sobre decisiones cruciales que afectan a sus vidas, incluyendo los procesos de paz y de reconciliación. No obstante, las pruebas vienen a demostrar que su liderazgo y su participación en los gobiernos son vitales para poder reconstruir la paz y promover el desarrollo sostenible.
Solamente será posible conseguir la paz duradera si se cuenta con las opiniones de las mujeres. Las decisiones que afecten a la paz y que no reflejen sus realidades y demandas no serán sostenibles. En situaciones de conflicto, al igual que en tiempos de paz, garantizar los derechos de la mujer supone garantizar los derechos humanos para todos y todas..