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Pascual se fue

Jorge Majfud

Un atardecer, en un estacionamiento de Jacksonville Beach, un polic铆a me pregunt贸 por qu茅 estaba caminando sin dirigirme a ninguna parte. Lo mir茅 y pens茅 en la justificaci贸n puritana del sexo: es solo para reproducir feligreses.

Virgilio Aguilar M茅ndez,  guatemalteco acusado de la muerte de un polic铆a en Florida

Because I feel like it (porque se me antoja) ―le contest茅, y continu茅 caminando.

En realidad, yo estaba molesto por otra raz贸n. Tal vez el polic铆a hab铆a preguntado con intenci贸n de ayudar en algo. Debi贸 pensar unos segundos y, finalmente, se volvi贸 al patrullero. Pens茅: ¿qu茅 hubiese pasado si yo fuera un joven centroamericano y con miedo a ser deportado? Habr铆a contestado las preguntas del polic铆a, intimidado y revelando que tal vez estaba all铆 de forma ilegal, rob谩ndole el trabajo a alguien que no quer铆a o no pod铆a hacer mi trabajo. Habr铆a terminado detenido.

Unos meses despu茅s, desayun茅 con otra de esas historias que le quitan a uno las ganas de no hacer nada por un d铆a. El d铆a anterior, un viernes a las 9:00 de la noche, Virgilio Aguilar M茅ndez volv铆a a su modesta habitaci贸n del Motel Super 8 de Jacksonville que compart铆a con otros tres trabajadores, cuando un oficial de la polic铆a lo detuvo.

El sargento Michael Kunovich entendi贸 que el joven de 18 a帽os, quien iba hablando por tel茅fono con su madre, era sospechoso y decidi贸 interrogarlo, aunque no hab铆a recibido ninguna denuncia contra 茅l.

Los guatemaltecos sin papeles son bajitos y hablan mam o alguna otra lengua ancestral. Pocos hablan espa帽ol con fluidez. Menos ingl茅s, por lo que Aguilar no contest贸 las preguntas ni se tir贸 al suelo a tiempo, como se lo hab铆a ordenado el sargento. Se limit贸 a repetir la frase que mejor sab铆a decir: “I am sorry”.

―¿D贸nde vives? You, where…?

Aguilar le se帽al贸 la puerta de la habitaci贸n que compart铆a con sus amigos.

―¿Qu茅 est谩s haciendo?

Eating ―dijo Aguilar, cuando logr贸 entender los gestos.

―¿Y por qu茅 no est谩s comiendo dentro del motel? ―insisti贸 el sargento.

―No understand. I’m sorry.

―¿Llevas armas? ¿Guns?

―No. No. I am sorry.

A pesar de que Aguilar no hab铆a reaccionado con violencia, el sargento us贸 su pistola el茅ctrica para inmovilizar al sospechoso. Lo mismo hicieron los otros tres oficiales que arribaron minutos despu茅s.

El joven obrero, que puso nerviosos a los cuatro corpulentos oficiales, ten铆a 18 a帽os, med铆a 1,65 metros y pesaba 52 kilogramos. Luego de la violenta detenci贸n, los oficiales decomisaron un cuchillo en posesi贸n de Aguilar (que el joven llamaba family), pero no encontraron ni drogas ni armas en la modesta habitaci贸n de los cuatro trabajadores.

Poco despu茅s, el sargento Kunovich colaps贸 por una arritmia card铆aca y muri贸 en un hospital. Aguilar fue acusado de homicidio, mientras una multitud acud铆a a la iglesia Joseph Catholic Church al sur de Jacksonville.

―Nuestra hermandad estar谩 siempre con cualquier oficial que haya sido asesinado de forma violenta en el cumplimiento de su deber ―dijo Brian Briska, quien viaj贸 desde Nueva York en representaci贸n de la Hermandad de los Ca铆dos.

En su cuenta oficial de Twitter, el gobernador libertario de Florida, Ron DeSantis, public贸:

El sargento Michael Kunovich fue asesinado en cumplimiento de su deber por un inmigrante ilegal que se aprovech贸 de nuestras fronteras abiertas. Oramos por la familia Kunovich y por toda la comunidad”.

Orar es barato; pensar cuesta un poco m谩s. Las c谩maras policiales y la investigaci贸n revelaron otra cosa, pero Aguilar continu贸 preso.

Unos meses despu茅s, llamaron a Hortensia Salcedo, una de mis colegas de la universidad, para otro de sus trabajos habituales. Hortensia es de Venezuela y una amiga muy cercana. La suelen llamar como traductora en los hospitales, cada vez que un inmigrante indocumentado se mete en problemas y no sabe de qu茅 se trata.

―Siempre salgo llorando de all铆 ―me dijo una vez―, pero, al menos, ayudo a esa gente.

Renunci贸 a un trabajo mejor pago en uno de los hospitales m谩s prestigiosos del pa铆s, al cual la recomend茅, porque descubri贸 que la tarjeta de identificaci贸n que deb铆a llevar era un GPS.

La 煤ltima vez, le pidieron que ayudarse con el caso de otro guatemalteco, llamado Pascual. Seguramente no por casualidad, otro viernes de noche Pascual hab铆a salido con sus compa帽eros de trabajo a relajarse, luego de una semana intensa, una de esas rompe hombres con rutinas que pocos aqu铆 aguantar铆an por las dos primeras horas del lunes. Como Pascual y sus amigos no pueden conducir, tampoco pueden ir muy lejos.

Esa noche cenaron en un almac茅n hispano y bebieron unas cervezas. Como estaba cansado, Pascual decidi贸 irse antes a dormir, pero equivoc贸 la calle y se perdi贸. Para peor, hab铆a dejado su tel茅fono en la habitaci贸n.

Alguien not贸 que hab铆a un hombrecito de aspecto extra帽o que iba de un lado para el otro sin direcci贸n precisa y llam贸 a la polic铆a. Cuando lleg贸 el patrullero, Pascual no supo qu茅 decirles. ¿C贸mo decirles que estaba perdido? Lost? Pascual no parec铆a una amenaza. Caminaba como si tuviera una pierna rota.

El patrullero lo llev贸 a un hospital. Al d铆a siguiente lleg贸 Hortensia. De inmediato se dio cuenta que Pascual hablaba mam y apenas entend铆a castellano.

―¿Usted sabe d贸nde est谩? ―le pregunt贸.

―No ―dijo Pascual.

Hortensia lo mir贸 a los ojos y record贸 otros casos, en los cuales las enfermeras le hab铆an dicho que el internado ten铆a S铆ndrome de Down, pero ella sab铆a que no, que era un maya quich茅 sin dominio del ingl茅s.

―Usted est谩 en un hospital psiqui谩trico.

―Es que yo camino as铆 porque nac铆 con un defecto en la rodilla ―dijo Pascual―. No puedo quedarme aqu铆. Si no voy a trabajar el lunes, pierdo el trabajo y mi familia en Guatemala me necesita. Si no le pago al coyote, la van a visitar.

Pascual se hab铆a endeudado por diecisiete mil d贸lares para que un coyote lo pasara por la frontera. Una visa legal hubiese sido cien veces m谩s barata, pero las embajadas de Estados Unidos no le dan visas a los pobres. La legalidad es para gente bien.

―Usted est谩 en un psiqui谩trico.

―Es que mi rodilla no tiene arreglo.

―¿Por qu茅 est谩 aqu铆?

―Me perd铆. Yo nunca tomo cerveza y una solita hizo que me perdiera.

―¿D贸nde vive?

―No s茅. Si veo la calle s茅 c贸mo llegar.

Hortensia llam贸 a Jes煤s, la esposa de Pascual en Guatemala, pero hablaba tectiteco.

―Tengo que trabajar el lunes ―se lament贸 Pascual―. Si no env铆o el dinero, los coyotes van a ir por mi esposa.

Luego de una hora sin saber qu茅 hacer con Pascual, Hortensia le pregunt贸:

―¿Recuerda alg煤n comercio que est茅 cerca de su casa?

―Uno de colombianos…

Hortensia trat贸 de recordar alg煤n store colombiano en la zona. Record贸 uno por Baymeadows. Busc贸 en Google Street View y le mostr贸 una foto.

―S铆, es ese. Est谩 cerca de donde vivo.

Hortensia habl贸 con las enfermeras del hospital.

―Pascual no debe estar aqu铆. No tiene ning煤n problema psiqui谩trico. Su problema es otro.

―Pero el doctor debe evaluarlo y eso lleva tiempo…

―D茅jenlo ir. Llamen a un Uber. Aqu铆 tienen la direcci贸n.

Hortensia volvi贸 el lunes.

―¿Y Pascual? ―pregunt贸.

―Pascual se fue ―dijo la enfermera en voz baja.

Jorge Majfud

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