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Cristina Fallarás. 'El final de todo esto'

Todo empezó en los años veinte del siglo XXI. Érase una vez una comunidad de mujeres llamada El Romillo, érase una vez tres muchachas neoyorquinas multimillonarias decididas a ser empresarias desde sus rascacielos de Manhattan y érase una vez una mujer sin nombre, una voz, que cuenta esta historia de cómo el principio del ?nal está ya ocurriendo. Con el ritmo de una novela negra y la crudeza de una profecía descarnada, Cristina Fallarás nos presenta un relato desgarrador y original en el que realidades como las sex-dolls, los medios de comunicación y el odio de los hombres a las mujeres convierten a la violencia sobre el cuerpo de la mujer en la gran protagonista de esta novela.

Cristina Fallarás es escritora y periodista, conocida por su defensa de los derechos de la mujer. En 2018 lanzó el hashtag #Cuéntalo. Ha publicado más de una decena de libros.


"La historia que voy a contar es nuestra parte de la historia, nuestra contribución al final de un mundo. La madre de Caperucita que cada una escondía en su interior -y la conciencia de haber sido Caperucita antes- emergió. El resultado, aquella forma de dinamitar un mundo definitiva y radicalmente, fue obra de todas.

Porque mientras el lobo sea lobo, se las va a comer. Y aquel era un mundo de bosques: cada bosque con su lobo, cada lobo con su apetito y todo apetito, insaciable".

 Esta novela es una profecía que ya se está cumpliendo: todo parecido con la realidad no es casualidad, es la confirmación.

Vuelve una de las pensadoras más certeras del panorama español.

Todo empezó en los años veinte del siglo XXI.

Con el ritmo de una novela negra y la crudeza de una profecía descarnada, Cristina Fallarás nos presenta un relato original, divertido y brutal en el que realidades como las sex dolls, los medios de comunicación y la misoginia convierten la violencia sobre el cuerpo de la mujer en la gran protagonista de esta historia.




“La maternidad es la herramienta del patriarcado para someternos”
Entrevista de EFE
por Esther Rebollo

Periodista, escritora, activista, feminista de pro. Cristina Fallarás (Zaragoza, 1968) publica una nueva novela, ‘El final de todo esto’. Autora de una docena de libros, creadora del hashtag #Cuéntalo en Twitter (X), a raíz de la primera sentencia contra ‘La Manada’, y recopiladora en Instagram de testimonios de mujeres sobrevivientes de la violencia machista, tras el ‘caso Rubiales’, Fallarás es incómoda para el patriarcado y derrocha sinceridad. No tiene pelos en la lengua.

En su última novela cuenta, con el humor de fondo, cómo se van agrupando las mujeres en comunidades para sobrevivir, cuidarse y alejarse de las violencias que las acechan. La obra es un grito contra la violencia institucional que se ejerce contra las madres que protegen a sus hijas de padres violadores. Es un alegato contra una sociedad machista en la que los hombres usan a las mujeres para provocarles dolor.

Fallarás se va al futuro, 20 años más allá, para explicar que en los años veinte del siglo XXI comenzó todo. Así, nos sumerge en un mundo en el que las mujeres van tomando conciencia de las violencias y se rebelan. También trata sobre el uso de los cuerpos. Cuando ya no hay mujeres a las que maltratar, se utilizan muñecas de silicona y materiales blandos, sex dolls, que expulsan sangre cuando son golpeadas, fluidos macabros o aromas que evocan la niñez.

Para construir los personajes, la autora se ha inspirado en sus ‘comadres’, sus amigas convertidas en hermanas. Un lector espontáneo ya le ha dicho a Fallarás que lanovela está entre Tarantino y Almodóvar. La escritora se ríe y tiene razones para hacerlo: hay mucha mujer, humor macabro y mucha violencia. Que se preparen los guionistas…
La violencia más radical de la historia

Pregunta (P): En la novela, sitúa a la protagonista en el futuro, una mujer de avanzada edad que recuerda cómo empezó todo. ¿Estamos ante una distopía?

Respuesta (R): ‘Al final de todo esto’ no es una distopía, es un retrato de la realidad, pero necesito apartarme, alejarme, para mirarla desde otro lugar. Tengo la sensación de que en este momento están sucediendo a la vez el presente y el futuro. El futuro está pasando por debajito y no lo estamos viendo porque los medios de comunicación no nos lo ofrecen. De repente, prolifera el sexo, las películas de pornografía infantil generadas por inteligencia artificial… y, cuando nos enteramos, ya hay millones de imágenes. Cuando todo empezó, en 2022 o 2023, no podíamos mirarlo porque estábamos en el ojo del huracán.

P: En las primeras páginas, advierte de que “todo comenzó en los primeros años 20 de este miserable siglo XXI”. Justo ahora. Sin spoiler, ¿Qué ocurre al final de todo esto?

R: Todo esto es lo que estamos viendo: la violencia más radical en la historia de la humanidad. Nunca antes, jamás, las mujeres habíamos narrado las condiciones en las que vivimos y mucho menos la violencia que recibimos. Ahora lo estamos narrando, millones en solo cinco años, con el #MeToo, el #Cuéntalo, el #SeAcabó y el ‘BalanceTonPorc’ francés, pero no pasa nada. ‘Al final de todo esto’ pasa una gran catástrofe, que está en la novela, porque algunas de nosotras nos planteamos dos posibilidades: enfrentar esa violencia con violencia o apartarnos.


Las protagonistas de mi novela se apartan en comunidades y eso ya está sucediendo en el mundo, mujeres que deciden vivir juntas y solas, apartadas.

Eso está sucediendo en España, en Corea, en Canadá. Yo, por ejemplo, decidí dejar de tratar con hombres. Otras se plantean cómo plantar cara utilizando métodos violentos, entre ellos, puede estar el señalamiento. Hay cierta violencia en el señalamiento que yo apoyo.
Alejarse de los hombres

P: ¿Alejarse de los hombres es una solución para evitar la violencia? ¿Ésta es la revolución que Cristina Fallarás propone?

R: Yo no propongo ninguna revolución. Lo que cuento son los pasos que he ido dando durante muchos años porque, a lo peor, a lo que hemos estado sometidas es al silencio. Me dicen, ¿por qué cuentas lo que haces? ¿por qué cuentas que ahora eres lesbiana? ¿por qué cuentas que te violaban de pequeña? Porque, desde mi activismo, decido contar mi caso y mi solución personal es apartarme de los hombres. Para empezar, tengo que comprender por qué ellos no han respondido a nuestro relato. Millones de nosotras ya hemos dado el paso de relatar las violencias que sufrimos. ¿Por qué no ha pasado nada? ¿Por qué no han movido un pelo? No es verdad que hay aliados, mentira cochina, todo permanece exactamente igual. Tenemos que darnos cuenta de que después de nuestro relato es absolutamente imposible que todo permanezca igual, por eso es imprescindible mirar minuciosamente la realidad.


En Estados Unidos, las grandes masacres no las hace el islamista ni los loquitos, son los incels’, hombres salidos de movimientos misóginos organizados en las redes, de la ‘manosfera’, que llaman a la violencia contra las mujeres. Son hombres blancos y heterosexuales.

P: ¿Existe la posibilidad de sumar a los hombres a la batalla del feminismo?

R: Yo no quiero sumar a los hombres a nada y me importa un pito a estas alturas lo que entiendan o dejen de entender. Son ellos quienes tienen que hacerse su propia transformación. No creo en la pedagogía hacia los hombres, no son idiotas. Si yo creyera que a los hombres hay que enseñarles algo, guiarlos, la mitad de la población pensaría que son imbéciles. Los hombres son igual de listos que las mujeres, sencillamente no les sale del forro moverse.

¿Cómo vamos a pensar que los hombres, la mitad de la humanidad, son tan tontos que no se dan cuenta?, no lo son. Lo que hay es un ejercicio de voluntad en la inacción. Los hombres no actúan porque son los ejecutores y en cuanto se reconocen ejecutores de la violencia se paralizan. Esa voluntad de parálisis no es inocente. No pienso ser yo quien llame a la pedagogía.
La maternidad, como regalo y castigo

P: La maternidad está presente en toda la novela, y la cuestiona, tal y como se interpreta desde una visión patriarcal. Relata cómo las mayores se desprenden de hijos e hijas y las jóvenes deciden no ser madres. ¿Cómo entiende la maternidad?

R: La maternidad está presente en toda mi obra. Una vez que eres madre no dejas de serlo, como regalo y como castigo. Vivimos en una sociedad que castiga brutalmente la maternidad y que la ha usado para someternos, para mantenernos trabajando sin cobrar y crear mecanismos de lucro. Blancos machos nos han usado.

Debemos mirar a la maternidad como una herramienta de opresión, lo que no quiere decir que yo a mi hijo y a mi hija no los voy a querer toda la vida. Pero tenemos que replantearnos qué es la maternidad y, sobre todo, el derecho a la no maternidad. Yo si naciera ahora no sería madre, ni se me pasaría por la cabeza. En Corea, las muchachas están dejando de gestar. Tanto es así que ha bajado la población casi como en una situación de conflicto bélico. Dejan de gestar porque son listas, saben que no se dan las condiciones. En cuanto das a luz, vas a ser castigada, van a doblarte la jornada laboral, no vas a cobrar y además vas a ser culpable. Y ahí voy al meollo, al coño de todo esto, que es la virgen que se preñó sin follar.


Nosotras, pertenecientes a una sociedad muy católica en España, llevamos el baldón del placer y eso afecta a la maternidad. Si no nos damos cuenta, seguiremos viviendo la maternidad con culpa.

Y luego preguntémonos por qué los padres son agresivos con los hijos y las hijas, por la violencia vicaria. En un sistema de violencia machista, las criaturas no son más que un apéndice de la madre

P: ¿Es la maternidad un asunto económico?

R: Absolutamente, la maternidad es un asunto económico, es la herramienta del patriarcado para someternos, sobre todo, imponiéndonos la maternidad. La usan para recluirnos y castigarnos económicamente. Yo me hago cargo de mi hijo y de mi hija. ¿Quién me paga ese trabajo? Nadie ni a mi, ni a la inmesísima mayoría de las madres de este país, me atrevo a decir al 99,9999%. Estará el padre flotando alrededor del proceso de la crianza, del que no participa, y esa no participación es un castigo económico porque tu carrera quedará marcada. Es una losa que te va a impedir crecer porque unas criaturas requieren un trabajo enorme.
Padres violadores

P: ‘El final de todo esto’ es también un grito contra la violencia institucional que se ejerce contra las madres…

R: En este país, y en la mayoría, la violencia institucional es aterradora, como en una película de Stephen King. Yo trato el caso de las madres protectoras en la novela.


Imagínense, el papá viola a la niña o al niño, tú lo denuncias ante los juzgados o la Policía y te quitan a tu hija con ocho o diez años, cuando necesita más que nunca el amparo de una madre porque se están poniendo en evidencia las agresiones sexuales vividas. Te la retiran a ti, al papá lo castigan o no, pero a ti te sumen en una depresión que acaba contigo en un psiquiátrico o en redes mucho más espesas.

¿Por qué te han quitado a tu hija y te han retirado la custodia?, porque lo has denunciado. Así funciona el sistema. Solo se retira el 12% de las custodias a padres maltratadores, es decir, el 88% de ellos tienen a su hija o hijo al lado mientras el juez determina. Esto es atroz.

P: ¿El feminismo desata la furia?

R: El feminismo desata la furia y la rabia, pero no el odio. La diferencia es que ellos odian, nosotras estamos furiosas. Las feministas no odiamos. La pregunta es ¿por qué no están los hombres rabiosos y furiosos consigo mismos y con lo que ha hecho el patriarcado? ¿Es que sólo nos violan a nosotras? Tres de cada diez niños varones o uno de cada cinco –da igual– son abusados sexualmente o agredidos habitualmente en la familia. ¿Por qué no lo hablan? Ese no hablar, esa ponzoña en la que se están recociendo, genera odio. Nosotras no odiamos y esa es la diferencia fundamental entre el feminismo y su contrario, la misoginia.


La periodista, escritora y activista, feminista Cristina Fallarás durante una entrevista con Efeminista en Madrid. EFE/Laura de Grado
Espacios seguros y redes sociales

P: Se marchó de Twitter (X) y luego cerraron por un tiempo su cuenta de Instagram. ¿Dónde están los espacios seguros?

R: Las redes son espacios y medios de comunicación de masas, y en eso radica su utilidad. Los medios tradicionales, da igual El País, El Mundo, el Grupo Vocento, Prisa o Atresmedia, el cine incluido y la industria editorial, no han sido espacios de información, sino de creación de silencios. Deberíamos preguntarnos por qué en los primeros 40 años de democracia, en este país, nadie habló de que había un dictador enterrado con honores de Estado, que estaba el territorio sembrado de fosas o que a las mujeres nos agreden habitualmente.

Las redes sociales aparecen como un medio de masas donde no hay jerarquía, no necesitas permiso, no hay autoridad y son gratis. No hace falta una inversión económica para usarlas. Y, de repente, hay un movimiento enorme, el de las mujeres y los feminismos, que ha quedado al margen de un sistema creado por los medios tradicionales.


Así surge un lugar donde crear memorias colectivas, porque lo interesante es que no crean un relato vertical, ni hegemónico, ni jerárquico, sino por acumulaciones horizontales. Estas memorias colectivas son, primero, indestructibles y, después, muy útiles.

Es cierto que hay un castigo brutal, yo lo recibí después de #Cuéntalo, pero deberíamos plantearnos que todo activismo recibe su castigo y estar preparadas para recibirlo.

P: Ha dicho alguna vez que las mujeres deberían irse de X

R: No conozco otro lugar en el que se ejerza la violencia constante, evidente y manifiesta contra las mujeres. ¿Por qué estamos en un lugar construido contra nosotras? ¿Por qué lo alimentamos económicamente? Si nos vamos todas, se lo dejamos a ellos.


¡Que monten otro Forocoches, bienvenido Twitter Forocoches, bienvenido X Forocoches, con Elon Musk Y Donald Trump a la cabeza!.

Cuando me fui de Twitter y pasé a Instagram, Twitter ya no era útil. Participemos solo en espacios más seguros, busquemos otros sitios. El movimiento #Cuéntalo fue maravilloso y único porque no puede volver a darse. Si ahora yo lanzara #Cuéntalo, al minuto dos habría millones de bots, de haters, abusando y agrediendo. Ya no valdría esa memoria colectiva. Aquel momento de 2018 es irrepetible.

P: Precisamente en ‘Al final de todo esto’ se crea una red impresionante de apoyo para salvar mujeres

R: Me dedico activamente a crear redes de mujeres porque creo que solamente creando redes entre nosotras podremos salir del infierno en el que estamos. Las nuevas tecnologías nos dan una herramienta gratuita que no hemos tenido antes. Aprovechémoslas, mientras nos lo permitan, para crear un relato sin que se den cuenta el señor Twitter, el señor Facebook, el señor Instagram.
Entre Tarantino y Almodóvar

P: Esta novela llega tras una vida de experiencias que ha relatado en libros anteriores: el traumático desahucio, sacar adelante a sus hijos, violencia por su activismo feminista y también agresión sexual en la adolescencia. ¿Cuánto tiene de autobiográfica?

R: Pues la protagonista se llama Cristina [risas]. El componente autobiográfico está en todas mis obras. Esta novela es resultado, a lo bestia, de todo lo que llevo pensando y analizando en los últimos diez años. Trata sobre dónde cruje la realidad y por qué no hay una sola realidad. Empezamos con la realidad virtual, que ya es otra realidad, y otra y otra. He querido cristalizar esas realidades en una obra que fuera un poco gamberra, macarra, dura, divertida, en definitiva, hacer ficción.


Me han dicho que esta novela está entre Tarantino y Almodóvar [risas] y me resulta divertido porque, claro, tiene algo de grotesco, de gamberro y muchísima violencia. Lo que hago es contar mi análisis de la realidad.

P: Las protagonistas están inspiradas en sus comadres, mujeres fuertes y resistentes…

R: Esta novela es un homenaje a mis comadres, a las mujeres que me rodean y que me han salvado la vida. Cuando llegué a Madrid, estaba moribunda, pasé un tiempo matándome y, de repente, encontré y fui construyendo amistades y amores entre mujeres. Esto va más allá de la amistad. La amistad es un concepto que, a veces, me suena a camaradería masculina, de gimnasio, me da asco... Aquí hay amor, es lo que siento por esas mujeres, con las que he construido no solo un espacio seguro, sino una familia.
Desobediencia

P: ¿Ésta es la red?

R: La red son mis ganas de cometer actos ilegales y la certeza de que empezamos a tener las herramientas para hacerlo. Hablar de cometer delitos siempre parece dramático, pero no lo es.


Yo soy muy partidaria de cometer el delito que supone no entregar a tus hijos al padre maltratador. Quizás acabas en la cárcel. Yo me los llevaría a un país donde no haya convenio para devolverte. Pero no obedecería la orden del juez.

La desobediencia civil puede llevarse un poquito más allá, puede rozar el delito o ser flagrante delito. Creo que las mujeres hemos avanzado desobedeciendo la ley, las mujeres hemos avanzado poniendo el cuerpo contra unas normas establecidas. No son normas que debamos acatar y en tanto en cuanto no las acatemos, recibimos castigos o una pena redactada en el Código Penal.

P: ¿Es optimista?

R: ‘Al final de todo esto’ es un libro furiosamente optimista, por eso se narra desde el futuro. No sé si lo hicimos bien o mal, lo importante es que lo hicimos. El libro acaba con una hecatombe y, vale, no sé si estuvo bien aquello que hicimos porque murió y sufrió mucha gente. Lo que sí sé es que hicimos algo.




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