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El poder y la elocuencia terraplanista

Jorge Majfud

En 2005, no sin perplejidad, descubr铆 que para algunos de mis estudiantes en la Universidad de Georgia el argumento m谩s s贸lido e incontestable consist铆a en que algo “es verdad porque yo lo creo”. La perplejidad se multiplicaba por varias razones. Las razones del origen de semejante argumento y su actual y devastador efecto en las sociedades del Norte y del Sur, tambi茅n.

El astr贸nomo Carl Sagan fue el cient铆fico m谩s importante de los Estados Unidos en los a帽os 80 y a principios de los 90. National Geographic

Por entonces, yo era un asistente de c谩tedra y, a su vez, estudiante de posgrado que hab铆a llegado con su esposa y sesenta d贸lares en el bolsillo un par de a帽os antes, golpeado por la masiva crisis neoliberal del Cono Sur. Con un salario m铆nimo, pero con los estudios cubiertos por la universidad, vivimos varios a帽os por debajo del nivel oficial de pobreza, pero nuestra austeridad natural, el descubrimiento permanente (desde el sal贸n de clase hasta las reuniones en los parques del campus con decenas de estudiantes de todos los continentes) hab铆an convertido esas limitaciones, el exilio econ贸mico, la intemperie psicol贸gica y la ausencia de cualquier ayuda econ贸mica en una experiencia m谩s bien agradable e inolvidable. Lo mismo el placer por el estudio y la investigaci贸n, sin condiciones y sin la obsesi贸n monetaria, que cada vez escasea m谩s en las nuevas generaciones, seg煤n lo observo en mis nuevos estudiantes y en muchos j贸venes que encuentro en otros pa铆ses.

Por entonces, ven铆amos de un pa铆s peque帽o, sin posibilidades de dictar ni imponerle nada a ning煤n otro (afortunadamente), pero todav铆a con una s贸lida tradici贸n intelectual y pedag贸gica proveniente de la Ilustraci贸n, por lo cual el contraste con Estados Unidos fue evidente en todos los aspectos. Al menos por entonces, en Uruguay no era necesario ser universitario para poseer una s贸lida formaci贸n intelectual. La cultura y el ejercicio civilizado de la discusi贸n cr铆tica sol铆an estar en los caf茅s, en los bares y las librer铆as callejeras. Para m铆 no hay dudas: eran muy superiores a lo que es hoy la educaci贸n comercializada y banalizada de las universidades m谩s caras del mundo capitalista y postcapitalista.

Como anotaba al comienzo, uno de esos descubrimientos que me mantuvieron perplejo desde principios del siglo y por mucho tiempo fue el mecanismo dial茅ctico de los j贸venes que viv铆an en la potencia mundial (“es verdad porque yo lo creo”) y que se parec铆a mucho m谩s al fanatismo pol铆tico y religioso (supongamos que son cosas diferentes) que a alguna excelencia por el pensamiento cr铆tico, cient铆fico e ilustrado al que, desde el Sur, yo asociaba con gente como Carl Sagan. Desde entonces, sospech茅 que este entrenamiento intelectual, esta confusi贸n de la f铆sica con la metaf铆sica (aclarada por Averroes hace ya casi mil a帽os) que cada a帽o se hac铆a m谩s dominante (la fe como valor supremo, aun contradiciendo todas las pruebas objetivas) proven铆a de las majestuosas y millonarias iglesias del sur de Estados Unidos. Ya escrib铆 sobre esto hace muchos a帽os y no quisiera repetirme aqu铆.

Ahora, los h谩bitos adictivos de las nuevas tecnolog铆as, como mirar cada d铆a cien micro videos y responder a cien opiniones antes de terminar de comprenderlas o de leerlas, pese a su brevedad y simpleza, ha destruido las capacidades intelectuales m谩s b谩sicas, desde la simple memorizaci贸n de un poema o de un hecho hist贸rico, desde la concentraci贸n serena en el intento de comprender algo con lo cual discrepamos, hasta el razonamiento de principios matem谩ticos b谩sicos, como de proporci贸n, de  probabilidades o la ecuaci贸n m谩s simple como una regla de tres.

Es m谩s, ya no s贸lo el estudio de la filosof铆a, eso que nos permite un di谩logo civilizado con siglos anteriores de la humanidad, sino tambi茅n las matem谩ticas son cuestionadas como “conocimiento in煤til”. No generan dopamina ni dinero f谩cil e inmediato. No se considera que ambas disciplinas son un ejercicio intelectual insustituible para evitar convertirnos en plantas, en insectos dando vueltas en torno al fuego donde van a morir, en sanguijuelas pegadas a una pantallita luminosa esperando eternamente a que sangre un poco.

Pero s铆 se matan en el gimnasio para sacar m煤sculos que se desinflan en dos semanas o afirmar las nalgas (muy bonitas, eso s铆) para sacudirlas delante de un tel茅fono y ejercitar as铆 su narcisismo en Instagram o TikTok. Ejercitar el m煤sculo gris con un poco de lectura compleja es desacreditado como una p茅rdida de tiempo. Naturalmente, lo dicen porque lo creen y, adem谩s, tienen toda la fuerza del convencimiento del fan谩tico―en este caso, laico.

Una forma que tiene el Narciso de las redes para defenderse del esfuerzo intelectual es etiquet谩ndolo como “lavado de cerebro”. Es decir, acusar a los dem谩s de lo que se sufre de forma objetiva y radical. Nos estamos aproximando a la realidad pol铆tica de nuestro tiempo ¿no? A煤n nos falta otro elemento central.

Debido a la cultura de la competencia y con el prop贸sito de “elevar la autoestima” del ni帽o que se revuelca en el piso porque no le compraron lo que quer铆a, la psicolog铆a Disney se ha encargado de convencer a los hijos desde la tierna infancia de que son todos genios, de que sus opiniones son respetables por el hecho de ser suyas y que, por si fuese poco, tienen el derecho de no fracasar nunca. Que alguien los ayude a comprender que est谩n equivocados se convierte en una ofensa intolerable que responden con una nueva pataleta.

Luego, como muchos nunca maduran en sociedades infantilizadas como las nuestras, responden con violencia. Primero violencia verbal, luego electoral y, finalmente, fascista. Como tampoco pueden hacerse cargo de su tan mentada libertad, culpan a los padres por haber sido padres en alg煤n momento, en lugar de psic贸logos y proveedores incondicionales de entretenimiento y felicidad eterna. Las opiniones de los Bambi y de los Tribilin (como que la Tierra es plana y el progreso del mundo se debe al infinito esfuerzo de individuos multibillonarios como Elon Musk) no solo deben ser respetadas, sino adem谩s deben ser consideradas verdades, verdades alternativas.

As铆, no s贸lo llegamos a una nueva Edad Media donde la verdad se basa en la fe, sino que hasta los terraplanistas han invadido como hordas la esfera p煤blica y han tomado por asalto la pol铆tica y los gobiernos. Ahora tambi茅n van por las universidades, con ciertas posibilidades reales de 茅xito, sino por la destrucci贸n vand谩lica de la privatizaci贸n for profit, al menos por el desangrado a trav茅s del desfinanciamiento y de la p茅rdida de autonom铆a acad茅mica.

Argentina, por mencionar un solo caso. Las Lilia Lemoine, los Ramiro Marra y el mismo presidente Javier Milei son personajes que treinta a帽os atr谩s ni siquiera hubiesen calificado para un casting de un programa humor铆stico como No toca bot贸n. Todos hablan con elocuencia (Psicolog铆a Disney del hijo genio) porque su nivel de vac铆o e ignorancia es tan abrumador que ni siquiera les da para adoptar una m铆nima actitud de modestia (“Es verdad porque yo lo creo”).

Los otros de su especie espantap谩jaros que no alcanzan su visibilidad (otra palabra adoptada que me sorprend铆a en 2005), los votan los defienden a muerte, porque se sienten representados. Al menos en esto tienen raz贸n: est谩n m谩s que bien representados en la dictadura del lumpeado.

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