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"Lo que proponía la República no era una revolución comunista, como mucha propaganda pretendía"

Rubén Buren, coordinador de 'La Segunda República' (Pinolia, 2024)

Segunda República española. Fuente: Album

Christian Pérez.- La Segunda República española, ese breve pero intenso periodo, representa una de las etapas más fascinantes y complejas de la historia contemporánea de España. Fue un tiempo de esperanza, de avances sociales y políticos, pero también de tensiones y conflictos que desembocarían en una trágica guerra civil.




El advenimiento de la Segunda República en 1931 fue recibido con júbilo por muchos, como el inicio de una era de progreso democrático. Se implementaron reformas significativas en diversos ámbitos, desde la educación hasta la agricultura, buscando modernizar el país y reducir las desigualdades sociales. Por ejemplo, el bienio reformista trajo consigo cambios importantes como la conquista del voto femenino y la reforma agraria, que buscaban una sociedad más justa e igualitaria. Sin embargo, estas reformas también encontraron resistencia, y el país se vio inmerso en una lucha constante entre las distintas fuerzas políticas.

Por otro lado, el movimiento obrero y sindicalista ganó fuerza durante este periodo, así como el auge del comunismo y otras ideologías que pugnaban por su lugar en el nuevo orden republicano. La sociedad española se polarizaba cada vez más, presagiando los conflictos que estaban por venir.

Finalmente, la tensión acumulada estalló en el alzamiento del 18 de julio de 1936, dando inicio a la Guerra Civil española. Este conflicto marcaría profundamente a la nación y sus ciudadanos, dejando cicatrices que perduran hasta nuestros días.

Nos adentramos en esta ocasión en La Segunda República, recientemente publicado por la editorial Pinolia, a través de su coordinador Rubén Buren. En esta entrevista exclusiva, Buren nos revela las claves de una obra que no solo documenta un tiempo de cambios y desafíos, sino que también invita a la reflexión y al diálogo sobre nuestro pasado colectivo.

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Pregunta. ¿Qué eventos específicos consideras que fueron cruciales para el fin de la monarquía y el establecimiento de la Segunda República Española?

Respuesta. Ante todo el hartazgo de una población sumida en la pobreza, la incultura y en una estructura medieval (que luego fue devuelta y amplificada por el franquismo). Después de la dictadura de Primo de Rivera y de Alfonso XIII, España necesitaba demasiadas reformas y el viejo sistema no las iba a acometer. Muchos pensaron que la República podría dar respuesta a sus ansias, pero el recelo de obreros y campesinos no tardó en llegar ante otro poder burgués.

P. ¿Podrías explicar más sobre las reformas clave que se intentaron durante el Bienio Reformista y cómo estas buscaban transformar España?

R. Estaba todo por hacer, en varios siglos no había habido cambios coyunturales, quizá alguna que otra tímida reforma estatal, pero que nunca llegó a las clases no privilegiadas. Así le pasó a la II República, que no sabía bien por dónde empezar. La principal reforma era la Agraria, con tierras mal gestionadas, apenas productivas, que pertenecían a grandes propietarios, nobles o iglesia. La idea republicana era comprar aquellas tierras para hacer un reparto más equitativo y sacar al campesinado de las extremas condiciones en las que vivían. El problema es que el dinero que necesitaban para comprar esas tierras estaba en manos de los banqueros, muchas veces amigos o familiares de los ricos por lo tanto más cercanos a las clases privilegiadas y que no querían demasiados cambios y tampoco estaban por la labor de ayudar al gobierno republicano. La masa trabajadora no entendió bien por qué no se llevaba a cabo esa ansiada Reforma Agraria y hubo muchísimos enfrentamientos entre los sindicatos y el gobierno. La otra gran reforma seria la educativa: convertir una sociedad iletrada (entre un 30 y un 40 por ciento de analfabetos) en una sociedad escolarizada. Para ello se llevaron a cabo las Misiones Pedagógicas, con la creación de cientos de escuelas y la contratación de miles de profesores que consiguieron llegar hasta los pueblos más recónditos de España. Luego estuvo la lucha por el voto de la mujer, pero no lo llamaría conquista de la República, lo llamaría la conquista de Clara Campoamor, porque fue ella la lo luchó y lo sufrió en sus propias carnes. Podríamos hablar también de la Reforma Laica, el quitar poder a la Iglesia y convertir el país en un territorio laico, donde la iglesia que había funcionado como un estamento más y que ahora se estaba convirtiendo en una fructífera empresa no tuviera más dádivas estatales. Y, por último, la reforma del cuerpo militar. Era conocido que lo militares metían el hocico más de lo debido desde hacía décadas en los asuntos de Estado, gente quizá preparada para llevar un cuartel, pero muchas veces poco hábiles y autoritarios para entender la complejidad de un país. Casualmente la República confió principalmente en militares como Franco, que resultó ser su peor enemigo a la postre. Un traidor en toda regla.
Clara Campoamor. Foto: Wikimedia Wikimedia Commons

P. ¿Cuáles fueron los mayores desafíos al intentar transformar una sociedad de estructura medieval en un país republicano moderno?

R. Apenas había republicanos en España. La derecha de grandes capitales, iglesia y militares era monárquica (para no perder sus privilegios) y conservadora; y la izquierda, compuesta por obreros y campesinos que no se fiaban de otro poder burgués. El desafío era tener tiempo en un momento convulso, con el fascismo acechando y Stalin en el otro lado sometiendo por la fuerza cualquier idea contraria. Y, cómo se vio, no la dejaron tiempo. Además la CEDA, que se hizo con el poder en el 33, no tenía un sustrato muy democrático (por decirlo eufemísticamente). Aquí el comunismo era testimonial, el socialismo y en anarquismo eran las ideas que se habían introducido en la clase trabajadora y eso no lo entendió tampoco Europa, que era más admiradora de Hitler y temerosa de la URSS. Lo que proponía la República no era una revolución comunista, como mucha propaganda pretendía, sobre la Iglesia con la horrible quema de conventos del 31, por ejemplo. La República, no supo, a pesar de su trabajo en el exterior, convencer de sus buenos propósitos ni a los de dentro ni a los de fuera, perseguida siempre por unos medios económicos, periodísticos y fácticos que era filofascistas o, simplemente, monárquicos.

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P. Clara Campoamor es una figura emblemática, ¿qué impacto tuvo su lucha en la política y sociedad de la época?

R. El impacto lo disfrutaron en el exterior, aquí pronto llegó el oscuro franquismo y devolvió a la mujer a su lugar: la inexistencia en la que había estado los últimos siglos. Campoamor luchó contra todo, contra su partido, contra Victoria Kent, contra el Congreso, contra la sociedad… Solo por una idea que ahora nos parece ridícula, por poco discutible: el derecho de la mujer al voto. La infantilización de la mujer era total, era tratada en casi todos los ámbitos como un objeto, o una propiedad, o un símbolo del honor familiar. Luego, cuando por fin consiguieron el voto, la echaron la culpa de la venida de las derechas, eso es otro mito histórico: fueron los sindicatos, sobre todo la CNT el que pidió la abstención en las elecciones del 33, sobre todo después de la represión obrera y campesina (recordemos Casas Viejas). Muchos trabajadores no fueron a votar, muchos que hubieran votado a la izquierda, y salió el gobierno de la CEDA. Desde la izquierda se culpó a la mujer en muchos círculos. Hay que recordar, mas que alguno y alguna les pese, que la izquierda no era menos machista que la derecha en demasiados ámbitos. Si bien, dentro del movimiento libertario o la burguesía de muchas ciudades, la mujer sí que había ido consiguiendo derechos y libertades, la mayoría del país era de un perfil machista, aun mayor que el de ahora. Como tantas luchas republicanas, la de Campoamor se exportó en ese exilio de décadas y otros países disfrutaron de las figuras que habían intentado cambiar la sociedad. Por supuesto, los que sobrevivieron y no fueron fusilados en cunetas y paredones, o no hacinaron las cárceles y campos de concentración franquistas y tuvieron que sostenerse en el exilio interior.

P. ¿Cómo crees que el proyecto educativo de la Segunda República podría haber cambiado el futuro de España si se hubiera implementado completamente?

R. Como tantas cosas, si a la República (con todos sus defectos) le hubieran dejado actuar con espacio y tiempo, España habría cambiado a mejor. Una sociedad iletrada es una sociedad que no puede definir su propio camino y está al servicio de los que sí saben convencerles con mitos y leyendas; y una sociedad con una clase casi esclavizada, tampoco tiene mucho futuro y ya lo de irse a América no era tan fácil como al principio. La iglesia tuvo una responsabilidad global en ponerse al servicio del poder. Luego, después del Concilio Vaticano II, muchos dentro de la iglesia comenzaron una revolución interna y se pusieron al servicio de las personas, pero para eso faltaban muchos años. Por entonces, los privilegios de la iglesia eran tratados como una cosa estatal. La educación debe de ser laica en un país laico, y religiosa para quien la quiera. Pero, como bien se dieron cuenta los propios curas de barrio en los 60 y 70, la iglesia había dejado de ser cristiana hacía mucho tiempo en muchas de sus estructuras.
Rubén Buren, coordinador de 'La Segunda República', recientemente publicado por la editorial Pinolia. Foto del autor.

P. ¿Qué efectos tuvo el exilio de intelectuales y artistas en la cultura española durante y después de la República?

R. Se fue lo mejor, lo más fresco y contundente de la intelectualidad española. A otros los mataron como a Lorca o a muchos anarquistas casi anónimos para la burguesía. Otros tuvieron menos suerte y tuvieron que vivir en el exilio interior cambiándose de nombre y escribiendo novelas del oeste americano con nombre sajón como Eduardo de Guzmán. Todas las ideas de aquella edad de plata se fueron en barco o en tren, a América o a Europa. Otros artistas de nivel se quedaron en las filas franquistas, que también los había, aunque los mayor parte o murió o se exilió. Ni Pemán, ni Vallejo Nájera tenían un discurso medianamente lúcido, aunque por supuesto hay que salvar artistas con mucho nivel como Saenz de Tejada.Bueno. ¿Efectos?… pues imagínate una país con libertad, con ganas de cambio y cerebros llenos de ideas. Pensemos en María Zambrano, Miguel Hernández, Clara Campoamor, Lorca, Montseny, Machado, Juan Ramón, María Lejárraga o Barea juntos dejándolos hacer. Franco quiso convertir a España un cuartel militar de los de entonces, lleno de cánticos ridículos y lugares comunes. Infantilizó a la población, como los oficiales infantilizaban a los soldados rasos. Tardaremos años en recuperar esa libertad de creación y ese equilibrio.

P. ¿Cómo equilibró la República el apoyo y la crítica del movimiento obrero, especialmente durante eventos como la revolución del 34?

R. No lo equilibró, en el primer bienio se intentaron hacer cosas para atraer a la masa obrera, pero sin duda la represión republicana no se correspondió con lo que pregonaban. Los sucesos de Casas Viejas, Asturias o los desmanes en comisarías pronto distanciarían a las corrientes sindicales del poder burgués que sostenía la república. La represión en Asturias fue de las más crueles ejercidas en España, Franco anunció lo que iban a acometer los militares importando sus políticas militares del Riff. Los obreros no eran republicanos, si alguna vez lo fueron o intentaron serlo, la propia república con sus políticas represoras les quitó las ganas. Luego, al estallar la guerra, las cosas fueron diferentes y muchos terminaron como ministros o alcaldes, García Oliver o Melchor Rodríguez. Pero eso es otra historia, en el libro nos interesa la II República, principalmente del 31 al 36.

P. ¿Cómo pasaron los anarquistas de las cárceles a los ministerios y qué significó esto para la política española?

R. Chorros de tinta se han escrito, con razón, fue muy dura la discusión en la propia FAI y CNT. En los momentos de guerra, con todo perdido había que escoger lo menos malo, y esa era la República. El gobierno les abrió las puertas y el sindicato decidió entrar en él. Si fue un error o no, es absurdo pensarlo ahora con los hecho sobre la mesa. La guerra terminó como terminó y la política ficción está para cuando hacemos novelas. Hicieron muchas cosas, tanto García Oliver, como Montseny, Peiró o Juan López. En mi opinión, cuatro personajes clave para entender la época y con unas acciones, diferentes, pero muy interesantes. Las reformas que intentaron acometer y proponer son todavía ahora novedosas: reparto justo de vivienda, leyes para la mujer, las parejas de hecho, etc. Pero en guerra había otras urgencias y cuando terminó venciendo el bando sublevado devolvieron los privilegios a los ricos, englobando aquí la empresa eclesial, los grandes propietarios, militares sublevados, nobleza, etc. El anarquismo tuvo muchos problemas, sobre todo organizativos en guerra, hasta Cipriano Mera cuenta en sus memorias como tuvo que pedir la militarización de sus milicianos, hecho que había criticado duramente en febrero del 36 en Zaragoza. En guerra las cosas fueron muy complicadas, toda Europa era profascistas y nadie apoyó a los obreros españoles por miedo al comunismo. Pero los anarquistas y socialistas se enfrentaron en la guerra varias veces contra el comunismo, luego Stalin impuso el carnet del PCE para recibir material bélico y cualquier tipo de ayuda, controladas siempre por el comisariado (Orlov, Togliatti y compañía). La subida del PCE en pocos meses también la contamos en el libro, de ser un partido anecdótico a ser hegemónico en la izquierda, como pasó en la derecha con la Falange que, por cierto, nunca fue profranquista, admiradores de Mussolini sí, pero nunca de Franco. José Antonio, como estaban las cosas, no veía mal el golpe militar, pero con Mola a la cabeza… quizá pensando en tener un hueco en el poder posterior, eso nunca se sabrá.
Alfonso XIII despacha con Miguel Primo de Rivera después de su nombramiento como jefe de Gobierno y presidente del Directorio militar. Foto: Wikipedia

P. En el capítulo sobre el cine, ¿cómo se relacionan las películas de la época con la lucha de clases y el poder político?

R. Hay muchos tipos de cine dentro del II República, por un lado estaban las salas comerciales donde se ponían todo tipo de cosas y por otro el cine obrero como el de Guerra. La gente al venir del frente quería melodramas y películas divertidas, pensemos que era un momento de continua propaganda política en todos los lados. Puche, Sau o Guerra hicieron cosas muy interesantes que apenas se han valorado en la Transición. También ay que hablar de las decenas de documentales que se rodaron en uno y otro bando. También los socialistas hicieron su propio cine con la UGT, incluso hicieron un noticiario(como luego lo fue el NODO) llamado España al día, si no recuerdo mal. La mezcla entre propaganda y lo comercial ha funcionado bien (que se lo digan a los yanquis, que basan en ello casi toda su política de propaganda exterior). El tema es que los héroes (casi siempre hombres) del cine anarquista no son burgueses, lo que chocaba con el ideal republicano convencional. Luego la CNT (con el SIE) también censuró y comentó muchos de los guiones… mal empezamos, pero en guerra la propaganda y el uso del relato es la que manda. Es verdad que en guerra también el cine cambió y se dedicó a contar cómo era (o debían de ser) las cosas de la retaguardia. En el otro bando la censura tenía que pasar el visto bueno, además de los censores, del gobierno militar y del religioso. Un verdadero desastre. Tengamos en cuenta que los centros cinematográficos por excelencia como lo eran Madrid y Barcelona, se quedaron en la parte republicana. En el bando sublevado se produjeron casi 100 películas y documentales, pero el nivel no era el esperado por la falta de equipos. La mayoría con capital o productoras privadas, ante la falta de equipo y estructuras que se habían quedado en el bando leal a la República. Al llegar el capital alemán ya fue otro cantar y se hicieron producciones de cierto nivel, glorificando la España conservadora. Famoso es el relato del bombardeo de Guernika, en la película de la Falange, donde se afirma sin complejos que el responsable fue la aviación republicana. Por supuesto, interesante es ver las producciones de uno y otro bando en guerra. Una cosa a resaltar es el proteccionismo que intentó la república, como ya había hecho Primo de Rivera, el dictador, de proteger las producciones españolas y el cupo en los cines. Ojalá actualmente se hiciera lo mismo.

P. Desde tu perspectiva, ¿cuáles fueron las principales razones detrás del “estrepitoso fracaso” de la Segunda República?

R. Bueno, lo de estrepitoso es una cosa de la Editorial, imagino que para vender más libros, y el hecho es que el libro está funcionando muy bien. Yo no hubiera dicho “Estrepitoso”, más bien diría triste final. La respuesta a tu pregunta es fácil: hay un golpe de Estado contra un gobierno legal que desemboca en una guerra y en una dictadura. Es el golpe de estado militar, auspiciado por los grandes capitales, nobleza y estamento eclesial el que termina con el período republicano. No es un fracaso, es un asesinato en toda regla.

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