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La adarga de ida y vuelta


Enrique Su谩rez Figaredo 

Suele representarse a don Quijote embrazando una rodela de acero (aunque bien pudo ser de cuero o madera). Es as铆 durante la mayor parte del Quijote de 1605, pero en las primeras l铆neas de la novela leemos que Alonso Quijano dispon铆a de una «adarga antigua» (se hac铆an de cuero) con la que afrontar谩 sus primeras aventuras. Sin que se nos informe del motivo para la sustituci贸n, nuestro hidalgo, ya acompa帽ado de Sancho Panza, sale de nuevo de su casa llevando «una rodela que pidi贸 prestada a un su amigo» (dQ1-7). Habremos de suponer que la adarga tampoco sobrevivi贸 a la furia del mozo de mulas que acompa帽aba a los mercaderes toledanos. Dicho mozo,

que no deb铆a de ser muy bien intencionado, oyendo decir al pobre ca铆do tantas arrogancias, no lo pudo sufrir sin darle la respuesta en las costillas. Y lleg谩ndose a 茅l, tom贸 la lanza, y despu茅s de haberla hecho pedazos, con uno dellos comenz贸 a dar a nuestro don Quijote tantos palos, que, a despecho y pesar de sus armas, le moli贸 como cibera…, y acudiendo por los dem谩s trozos de la lanza, los acab贸 de deshacer sobre el miserable ca铆do. (dQ1-4).


No se menciona expl铆citamente la adarga entre los pertrechos que recogi贸 Pedro Alonso en su encuentro con don Quijote en el camino de regreso a la aldea:

Recogi贸 las armas, hasta las astillas de la lanza, y liolas sobre Rocinante. (dQ1-5)


Sea como fuere, don Quijote se valdr谩 de la rodela prestada durante treinta cap铆tulos. La 煤ltima alusi贸n a la rodela la encontramos en la avalancha de sucesos vividos en la venta de Juan Palomeque:

Sali贸 en esto don Quijote, armado de todos sus pertrechos, con el yelmo, aunque abollado, de Mambrino en la cabeza, embrazado de su rodela y arrimado a su tronco o lanz贸n. (dQ1-37).


Desde ah铆 al final, desaparece la rodela y reaparece la adarga:

脡l, sin responder palabra, se quit贸 el cordel de la mu帽eca, y, levant谩ndose en pie, subi贸 sobre Rocinante, embraz贸 su adarga, enristr贸 su lanz贸n y, tomando buena parte del campo, volvi贸 a medio galope, diciendo: —Cualquiera que dijere que yo he sido con justo t铆tulo encantado, como mi se帽ora la princesa Micomicona me d茅 licencia para ello, yo le desmiento, le rieto y desaf铆o a singular batalla. (dQ1-44)

…… 

sali贸 al encuentro de don Quijote enarbolando una horquilla o bast贸n con que sustentaba las andas en tanto que descansaba, y recibiendo en ella una gran cuchillada que le tir贸 don Quijote, con que se la hizo dos partes, con el 煤ltimo tercio que le qued贸 en la mano dio tal golpe a don Quijote encima de un hombro —por el mismo lado de la espada, que no pudo cubrir el adarga—, con tan villana fuerza, que el pobre don Quijote vino al suelo muy mal parado. (dQ1-52).


No cabe pensar que Cervantes use indistintamente «adarga» y «rodela» como sin贸nimos de «escudo», que siempre emplea para referirse a la moneda (equivalente a 16 reales de plata). En fin, ¡cosas de Cervantes! Renuncio a meterme en elucubraciones sobre el porqu茅 de la sorprendente resurrecci贸n de la adarga. Quiz谩 lo haga alg煤n d铆a.

Enrique Su谩rez Figaredo 

Sociedad Cervantina de Alc谩zar de San Juan


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