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Frente a la reedici贸n del despojo

La historia inconclusa que habita en cada voto

Memoria y resistencia en cada esquina


Emilio Cafassi (Profesor Titular e Investigador de la Universidad de Buenos Aires). cafassi@uba.ar


Mientras el mundo fija su mirada en la encrucijada electoral de Estados Unidos, mis ojos se vuelven hacia Uruguay. No solo porque, al momento de enviar estas l铆neas, la contienda norteamericana permanece irresuelta, sino porque sus repercusiones globales -aunque distantes en esencia- proyectan sombras poco auspiciosas. En cambio, el peque帽o pa铆s del sur est谩 a punto de emprender una rectificaci贸n, un cambio de rumbo frente al desmoronamiento de los 煤ltimos cinco a帽os. En el norte, el espectro del fraude se alzar谩 una vez m谩s, tanto como el grito desgarrado de quien haya triunfado, aunque el verdadero fraude yace en un sistema electoral que, bajo la mascarada del significante “democracia”, amputa la representatividad, distorsiona y desiguala las reglas seg煤n geograf铆as y circunscripciones, transform谩ndose en la grotesca farsa de una dictadura del marketing, condimentada con toda clase de conspiraciones y fake news. El candidato Trump, tal vez asesorado por encuestadoras que predicen su victoria con el arreo de indiferentes, lleg贸 a una convenci贸n de cristianos conservadores para arengarlos con la promesa: “Los amo, tienen que salir a votar. En cuatro a帽os, no tendr谩n que votar nuevamente. Lo habremos solucionado tan bien que no tendr谩n que votar”, revelando as铆 su sincera concepci贸n del papel de la ciudadan铆a en los asuntos de la polis. Uruguay, por su parte, con su arquitectura electoral labrada en la reforma constitucional de 1996 -una mezcla de democracia representativa bajo r茅gimen presidencialista, con lemas y sublemas, y una dosis acotada y compleja de acceso a la democracia directa- ha seguido su curso sin cuestionamientos. Un proceso acaso perfectible, pero sin duda lejano a la pantomima que el pa铆s norteamericano pretende presentar como modelo.

Resultados Electorales F A y Coalici贸n Hipot茅tica (1999-2024)

A帽o

Votos FA

% FA

Votos Coalici贸n Hipot茅tica

% Coalici贸n Hipot茅tica

1999

861.202

40.11 %

1.182.285

55.22%

2004

1.124.761

51.68 %

1.036.786

47.62%

2009

1.105.262

47.96 %

1.119.609

50.32%

2014

1.134.187

47.81 %

1.111.679

48.91%

2019

949.376.0

39.01 %

1.288.945

56.09%

2024

1.058.625

43.94 %

1.130.853

50.17%


Algo de la simulaci贸n originaria result贸, al menos parcialmente, un avance respecto al pasado en el dispositivo uruguayo. Recordemos que, bajo la antigua ley de lemas, los partidos pol铆ticos tradicionales contaban con una variedad de candidatos que abarcaban un amplio espectro ideol贸gico, sin necesidad de un programa unificado para acceder al poder ejecutivo, ya que bastaba la suma de todas las opciones de un mismo partido y el poder autonomizado y discrecional del triunfador. En cambio, desde su fundaci贸n en 1971, el Frente Amplio (FA) ha mantenido una 煤nica candidatura presidencial y un programa com煤n. Dicho sea de paso, el proceso de elaboraci贸n y participaci贸n en este programa se ha sofisticado de manera extraordinaria a nivel interno, permitiendo que cualquier elector conozca con precisi贸n qu茅 pol铆ticas implementar谩 el FA en la vida p煤blica, independientemente de la candidatura que surja en la interna, ya que deber谩 atenerse a dicho programa. Entre otras razones, esta firmeza de principios explica el crecimiento constante del FA, lo que llev贸 a los partidos del r茅gimen a promover la reforma constitucional que elimin贸 la multiplicidad de lemas (dejando solo sublemas) e incorpor贸 el balotaje, una medida que, en la pr谩ctica, anula la vigencia de los programas para las terceras y sucesivas minor铆as, dificultando la configuraci贸n de alianzas. El programa no es una mera formalidad en relaci贸n a la democraticidad de un r茅gimen, a煤n representativo y no imperativo. No es lo mismo que “promesas”.

O, m谩s precisamente, trivializ谩ndolas, como lo hizo sin reparos el candidato de la segunda minor铆a, 脕lvaro Delgado, del Partido Nacional (PN), al presentar esta semana el programa de la autodenominada “Coalici贸n Republicana.” Un programa elaborado a las apuradas mediante el m茅todo computacional del “copy & paste,” un collage de propuestas sueltas e inorg谩nicas rescatadas de programas propios y ajenos, carentes de cohesi贸n. Tard铆amente recordaron la importancia de ofrecer un programa, remed谩ndolo con una grotesca improvisaci贸n en unos d铆as, respaldada fotogr谩ficamente por los rostros tan duros como imperturbables del resto de los candidatos presidenciales de la Coalici贸n. Sin embargo, su vigencia expirar谩 con el triunfo del FA en el balotaje, ya que uno de sus exponentes, el ultraderechista Manini R铆os -experto cobrador de favores pol铆ticos desde sus posiciones minoritarias, aunque nunca con el r茅dito superlativo de la anor茅xica influencia electoral de Mieres- adelant贸 con franqueza que el acuerdo no es program谩tico ni de principios, resumi茅ndolo en una rima consignista: “si estamos en la oposici贸n, no veo el sentido de una coalici贸n”: todo un poeta.

En cualquier caso, la demostraci贸n de chantadas o caradurismo ajeno no garantiza resultados propios. Por el contrario, asistimos a una era internacional de ascenso de toda clase de personajes, otrora impresentables, quienes a煤n en la heterogeneidad, presentan rasgos comunes en el culto a la violencia y el desprecio por la otredad,  misoginia y xenofobia, en exhibiciones de ignorancia sin pudor con exaltaciones personalistas. Uruguay no est谩 exento. Al momento de pensar en la captura de votos para el balotaje, no deja de resultar ir贸nica la siguiente paradoja: mientras hist贸ricamente los partidos tradicionales alud铆an al FA como la “colcha de retazos” por su diversidad ideol贸gica y organizativa, a pesar de presentarse siempre con una 煤nica candidatura y programa, hoy son esos partidos los que apelan a la diversidad aunque ya sin chances de capturar nuevo electorado, sino con la simple esperanza de parar la sangr铆a de los propios. La alianza de c煤pulas y el rejunte de propuestas a煤n con el pegamento fresco, no garantiza id茅ntico acompa帽amiento desde las bases.

Una simple suma algebraica podr铆a llevarlos a desear algo incluso m谩s modesto que una colcha, aunque fuera una mantita hecha de despojos. Si hipotetizamos una unificaci贸n bajo un solo lema, sumando a los cuatro integrantes con representaci贸n parlamentaria (excluyendo al partido ambientalista constitucional por su insignificante performance), habr铆an alcanzado 1.130.853 votos frente a 1.058.625, lo que les habr铆a asegurado no solo una mayor铆a parlamentaria en ambas c谩maras, sino tambi茅n el poder ejecutivo en primera vuelta, ya que habr铆an obtenido el 50,17% del total de votos. Realizar un an谩lisis retrospectivo preciso requerir铆a que la Corte Electoral normativice la presentaci贸n de datos de cada elecci贸n a nivel inform谩tico, dada la discontinuidad y pobreza de lo actualmente disponible en su p谩gina web. No obstante, una revisi贸n aproximada a partir de fuentes menos confiables pero de presentaci贸n regular de resultados me permiti贸 elaborar el cuadro que refleja que, si una coalici贸n hipot茅tica se hubiera presentado desde el a帽o 1999 -cuando debut贸 el r茅gimen electoral actual- hasta la fecha, solo habr铆a perdido en primera vuelta en 2004, pues el FA fue el 煤nico en lograr tal victoria hasta ahora. La coalici贸n habr铆a eludido el balotaje en 1999, 2009, 2019 y en el presente a帽o, qued谩ndose a solo un punto de ganar en primera vuelta en 2014. Sin embargo, ¿est谩n en condiciones de superar las bicentenarias disputas de blancos y colorados, encontrando las convergencias ideol贸gicas y subjetivas que desde afuera les avizoramos? Las experiencias fugaces de convergencia en Montevideo y el Partido de la Gente en 2019, hasta ahora, lo han desmentido.

Mientras la coalici贸n debe preocuparse prioritariamente por retener a los electores de sus fracciones constitutivas, el FA tendr谩 que hacer un esfuerzo por conquistar adhesiones que le fueron esquivas en la primera vuelta. Creo que es muy poco lo que pueda conquistar en la franja de clase media o media alta, de inclinaciones pol铆ticas moderadas e inter茅s por la oxigenaci贸n de sus ingresos. El m谩ximo gesto que podr铆a encontrarse en esta intenci贸n es en el anticipo de la futura designaci贸n del ministro de econom铆a, de perfil cuasi ortodoxo. Me inclino a suponer que en el gran crecimiento del rechazo a las opciones deber铆a anidar buena parte del electorado recuperable, como el que en la elecci贸n del 2019 produjo el crecimiento casi 茅pico en el balotaje. En el art铆culo de la semana pasada grafiqu茅 el alto nivel de descontento reflejado en los votos en blanco y anulados. A ello deben sumarse los 33.718 que solo introdujeron alguna o ambas papeletas con el s铆 de los dos plebiscitos constitucionales que estaban a consideraci贸n de la ciudadan铆a. Como la Corte Electoral al menos hasta ahora no public贸 esta discriminaci贸n, es dif铆cil saber qu茅 tipo de disconformidad expresan esos electores, pero no se trata de un voto indiferente ni marginal, ya que los 118.725 representan cerca del 5% del electorado, suficiente para inclinar definitivamente el fiel de la balanza electoral si una proporci贸n significativa de ellos expresara el descontento por izquierda con el FA, pero a la vez el temor y animadversi贸n ante la experiencia tortuosa de los cinco a帽os de coalici贸n reaccionaria.

El FA deber谩 pelear voto a voto, pero la perspectiva resulta favorable por la naturaleza cualitativa de la recuperaci贸n, adem谩s de los cinco puntos respecto a la primera vuelta de 2019. Por un lado, por el crecimiento en el interior, logrando algunos triunfos hist贸ricos, pero fundamentalmente porque volvi贸 a expresar, electoralmente y de manera potenciada, el car谩cter de clase que nunca perdi贸 en Montevideo. Gan贸 en 59 de los 62 barrios. Solo fue derrotado en los bastiones de la oligarqu铆a y el rentismo: los coquetos barrios costeros de Carrasco, Pocitos y Punta Carretas. Si retomamos la hipot茅tica coalici贸n, esta solo reforzar铆a la tesis de la clara impronta de clase, pues a estos tres barrios acomodados se sumar铆an otros del sureste costero y sus inmediaciones, como Punta Gorda, Malv铆n, Buceo, Parque Rod贸, Parque Batlle, Centro y Tres Cruces. Refuerza la idea de que all铆 ser谩 poco lo que resta por conquistar.

Por el contrario, espero m谩s de los desencantados de izquierda, aquellos a quienes habr谩 que invitar a debatir formas de reinserci贸n y participaci贸n amplia, quienes deber谩n reflexionar si no es el momento de unirse a los vecinos de los barrios menos favorecidos, a los compa帽eros de trabajo, a estudiantes y jubilados que, al no aprobarse el plebiscito, percibir谩n a煤n menos que el salario m铆nimo; a los pobres del interior olvidado, y a todos aquellos que, bajo techos de chapas picadas, resisten la intemperie que augura la demoledora coalici贸n.

El momento de preguntarse si la batalla por cada voto no es tambi茅n una lucha por el recuerdo de las tareas inconclusas, las posibles defecciones, los temores frente a la audacia, que sirvan no solo para resistir la decadencia actual, sino para reanimar al menos algo de la debilitada voluntad emancipatoria.


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