(Originalmente publicado por Montly Review en 2007)
A juzgar por los documentos que nos quedan, Tuc铆dides (460-396 a. C.) fue el primer fil贸sofo de la historia que descubri贸 el poder como un fen贸meno humano y no como una virtud que confer铆an los cielos o los demonios. Tambi茅n fue consciente del valor principal del dinero para vencer en cualquier guerra. Podemos agregar otra: Tuc铆dides nunca crey贸 en el principio que tanto gustan repetir quienes no conf铆an en los argumentos, en las revisiones cr铆ticas: “yo s茅 lo que digo porque lo viv铆”. Alguna vez anotamos que esta idea se destruye f谩cilmente con dos observaciones contrarias de quienes vivieron un mismo hecho. Tuc铆dides lo evidenci贸 as铆: “La investigaci贸n ha sido laboriosa porque los testigos no han dado las mismas versiones de los mismos hechos, sino seg煤n las simpat铆as por unos y por otros o segu铆an la memoria de cada uno”.
Seg煤n Tuc铆dides (Historia de la guerra del Peloponeso), para que Esparta entrase en guerra con la dominante Atenas, los corintios se dirigieron a su asamblea retratando a la gran democracia enemiga: “ellos [los atenienses] son innovadores, resueltos en la concepci贸n y ejecuci贸n de sus proyectos; vosotros tend茅is a dejar las cosas como est谩n, a no decir nada y a no llevar a cabo ni siquiera lo necesario” (236). Luego: “al igual que pasa en las t茅cnicas, las novedades siempre se imponen”. (238)
Enterados los embajadores atenienses de este discurso, responden con las siguientes palabras: “por el mismo ejercicio del mando nos vimos obligados desde un principio a llevar el imperio a la situaci贸n actual, primero por temor, luego por honor, y finalmente por inter茅s; y una vez que ya 茅ramos odiados por la mayor铆a, y que algunos ya hab铆an sido sometidos despu茅s de haberse sublevado, y que vosotros ya no erais nuestros amigos como antes, sino que os mostrabais suspicaces y hostiles, no parec铆a seguro correr el riesgo de aflojar. […] Disponer bien de los propios intereses cuando uno se enfrenta a los mayores peligros no puede provocar el resentimiento de nadie”. (244) “Tampoco hemos sido los primeros en tomar una iniciativa semejante, sino que siempre ha prevalecido la ley de que el m谩s d茅bil sea oprimido por el m谩s fuerte; creemos, adem谩s, que somos dignos de este imperio, y a vosotros as铆 os lo parec铆amos hasta que ahora, calculando vuestros intereses, os pon茅is a invocar razones de justicia, razones que nunca ha puesto por delante nadie que pudiera conseguir algo por la fuerza para dejar de acrecentar sus posesiones. […] en todo caso, creemos que si otros ocuparan nuestro sitio, har铆an ver perfectamente lo moderado que somos”. (126) “En todo caso, si vosotros nos vencierais y tomaras la direcci贸n del imperio, r谩pidamente perder铆as la simpat铆a que os hab茅is atra铆do gracias al miedo que nosotros inspiramos.” (249) “Cuando los hombres entran en guerra, comienzan por la acci贸n lo que deber铆a ser su 煤ltimo recurso, pero cuando se encuentran en la desgracia, entonces ya recurren a las palabras” (250).
Tocados en su amor propio, la conservadora y xen贸foba Esparta decide enfrentarse al expansionismo ateniense. Los atenienses, convencidos por Pericles, se niegan a negociar y enfrentan solitarios una guerra que los lleva a la cat谩strofe. “No debemos lamentarnos por las casas y por la tierra —advierte Pericles repitiendo un conocido t贸pico de la 茅poca—, sino por las personas: estos bienes no consiguen hombres, sino que son lo hombres quienes consiguen bienes”. (370)
Sin embargo, la guerra extiende muertos sobre Grecia. M谩s tarde, en un discurso f煤nebre, Pericles (Libro II) nos da testimonio de los ideales y representaciones de los antiguos griegos, que hoy llamar铆amos “preceptos humanistas”. Refiri茅ndose a la costumbre espartana de expulsar a cualquier extranjero de su tierra, Pericles procura un contraste moral: “nuestra ciudad est谩 abierta a todo el mundo, y en ning煤n caso recurrimos a las expulsiones de los extranjeros” (451). En otro discurso completa este retrato ideol贸gico, repitiendo ideas ya formuladas por otros fil贸sofos de Atenas y que olvidaron los conservadores de hoy: “Tengo para m铆, en efecto, que una ciudad que progrese colectivamente resulta m谩s 煤til a los particulares que otra que tenga prosperidad en cada uno de sus ciudadanos, pero que se est茅 arruinando como estado. Porque un hombre cuyos asuntos particulares van bien, si su patria es destruida, 茅l igualmente se va a la ruina con ella, mientras que aquel que es desafortunado en una ciudad afortunada se salva mucho m谩s f谩cilmente”. (484)
Parad贸jicamente, el igualitarismo humanista de Pericles no escapa al patriotismo opresor, al orgullo y a la vanidad del dominio como valores superiores. Como si la clarividencia de la “naturaleza humana” en sociedad se convirtiese en miop铆a al extender la mirada m谩s all谩 de los l铆mites de su propia patria. Entonces recurre a la gloria y al honor de la memoria futura como valor absoluto para cualquier sacrificio. La democracia radical intramuros se convierte en imperialismo hacia fuera: “Daos cuenta de que ella [Atenas] goza del mayor renombre entre todos los hombres por no sucumbir a las desgracias y por haber gastado en la guerra m谩s vidas y esfuerzos que ninguna otra; pensad que tambi茅n ella posee la mayor potencia conseguida hasta nuestros d铆as, cuya memoria, aunque ahora lleg谩ramos a ceder un poco (pues todo ha nacido para disminuir), perdurar谩 para siempre en las generaciones futuras; se recordar谩 que somos los griegos que hemos ejercido nuestro dominio sobre mayor n煤mero de griegos, que hemos sostenido las mayores guerras tanto contra coaliciones como contra ciudades separadas, y que hemos habitado la ciudad m谩s rica en toda clase de recursos y la m谩s grande. […] Ser odiados y resultar molestos de momento es lo que siempre les ha ocurrido a todos los que han pretendido dominar a otros; pero quien se expone a la envidia por los m谩s nobles motivos toma la decisi贸n acertada”. (491)
En su introducci贸n cr铆tica a esta misma edici贸n de Gredos, Julio Calogne Ruiz recuerda que “el objetivo de Esparta no era el dominio sobre nuevas ciudades, sino el de poner fin al incremento progresivo del poder铆o ateniense, marcadamente imperialista. Puesto que todo el poder de Atenas ven铆a de los tributos de los s煤bditos, el pretexto que dio Esparta para combatir era el de liberaci贸n de todas las ciudades griegas”. (20) Luego especula: “muchos atenienses modestos deb铆an de darse cuenta de que su bienestar depend铆a b谩sicamente de la continuidad en la dominaci贸n sobre los aliados sin pensar si esta era justa o injusta” (26).
“La cuesti贸n del poder en el siglo V es —contin煤a Calogne Ruiz—, la del imperialismo de Atenas. Durante tres cuartos de siglo Atenas es un imperio y nada en la vida ateniense puede sustraerse a esa realidad”. (80)
No obstante, esta realidad, que a veces es nombrada de forma expl铆cita por Tuc铆dides, nunca se expresa como tema central en las mayores obras de la literatura y del pensamiento antiguo.
En The World, the Text, and the Critics Edward Said, refiri茅ndose a la literatura de los 煤ltimos siglos, reflexiona sobre la falsa neutralidad pol铆tica de la cultura y la pretendida “libertad absoluta” de la creaci贸n literaria: “Lo que semejantes ideas encubren, mistifican, es precisamente la red que une a los intelectuales con el Estado y con un imperialismo mundial que, en el momento de cada escritura, impone su propia t茅cnica narrativa. […] Lo que deber铆amos preguntarnos es por qu茅 tan pocos ‘grandes novelistas’ han encarado los mayores problemas socioecon贸micos m谩s all谩 de sus propias existencias —como el colonialismo y el imperialismo— y por qu茅, tambi茅n, los cr铆ticos han continuado consagrando este silencio”. (p. 176; traducci贸n nuestra)
Las hist贸ricas virtudes de Atenas —desde nuestro punto de vista humanista—, contrastan con sus defectos; significan fuertes contradicciones que no son reconocidas, sino glorificadas: Atenas se reconoce como una justa democracia al mismo tiempo que defiende su derecho a imponer sus intereses por la fuerza. Tal vez fue el imperio Brit谩nico el 煤ltimo imperio en enorgullecerse de esta condici贸n. Como actualmente el pensamiento especializado y el pensamiento popular est谩n marcados por las corrientes post-colonialistas de los a帽os ’60, el ideol茅xico imperialismo ha pasado a poseer connotaciones negativas, raz贸n por la cual nadie quiere hacerse cargo de semejante distinci贸n.
Jorge Majfud