Una generaci贸n antes de Cristo, Augusto liquid贸 la Rep煤blica romana apelando a la religi贸n, present谩ndose como el preferido de Apolo, poniendo al senado bajo su autoridad y convirti茅ndose en el primer emperador romano. Promovi贸 la natalidad en las clases altas, el moralismo tradicionalista y la literatura patri贸tica, como la Eneida de Virgilio, escrita por encargo, un cl谩sico de la propaganda pol铆tica basada en hechos inexistentes sobre la pasada grandeza de Roma.
Augusto capitaliz贸 la inestabilidad social del momento con un carism谩tico, demag贸gico y estrat茅gico discurso de hacer Roma grande de nuevo bajo el s铆mbolo del 脕guila dorada. Medio milenio m谩s tarde, Aug煤stulo fue el 煤ltimo emperador del Imperio de Occidente, derrotado por los barbaros germanos.
El Imperio americano, el m谩s poderoso de la historia de la humanidad, probablemente sea tambi茅n el m谩s breve. Ha sustentado ese t铆tulo por un d茅cimo del tiempo que dur贸 el Imperio romano en Europa y por un cent茅simo de lo que dur贸 el Imperio de Oriente.
Por su parte, China terminar谩 con esa rara excepci贸n hist贸rica llamada el “Siglo de la humillaci贸n” y volver谩 a ser la mayor potencia econ贸mica, como lo ha sido por milenios. Esperamos que lo aprendido por China de esos cien a帽os no la convierta en un imperio tipo franco-anglosaj贸n y contin煤e su m谩s antigua tradici贸n de no someter pueblos del otro lado del planeta.
Es probable que Trump sea Augusto y Aug煤stulo al mismo tiempo. Podr铆amos desear que el reemplazo de hegemon铆as no cumpla con la violenta Trampa de Tuc铆dides, como no lo cumpli贸 el reemplazo de Gran Breta帽a por Estados Unidos, pero en ese caso hab铆a una continuidad estrat茅gica del capitalismo anglosaj贸n. La hegemon铆a pas贸 de un aliado al otro.
Ahora las diferencias son sustanciales y, sobre todo, la obsesi贸n anglosajona por no permitir ninguna competencia global nos promete un conflicto mayor. Noroccidente se encuentra enfrentando no solo a un nuevo ejemplo de 茅xito, el de China comunista, sino tambi茅n a su propia pobreza nacional y a su derrumbe internacional. Ya no solo exporta violencia, como lo ha hecho hist贸ricamente, sino que la consume en su mercado interno. Como soluci贸n, apela a la narrativa de estilo religioso de siempre, negadora de cualquier evidencia en contra.
Uno de sus sermones m谩s recientes ha sido justificar el 茅xito del socialismo chino con el capitalismo de Estado norteamericano, a pesar de que las corporaciones chinas est谩n por debajo del gobierno comunista, mientras en Occidente est谩n por encima y a pesar de que la econom铆a china est谩 planificada por el gobierno, no por las corporaciones. China posee una econom铆a de mercado (algo que el capitalismo no invent贸, sino que limit贸) pero no es un pa铆s capitalista. Es un pa铆s comunista en un mundo todav铆a capitalista.
M谩s all谩 de su poder material, lo que a Noroccidente le preocupa es lo que lo ha movido por generaciones: la necesitad de abortar ejemplos de 茅xito que no sea “El 煤nico modelo posible”: el capitalismo corporativo. El 茅xito anglosaj贸n no se bas贸 en el capitalismo, sino en el imperialismo ultramarino. Los pa铆ses capitalistas que cumplieron la funci贸n de proveedores coloniales a precio de miseria, fueron m谩s capitalistas que Estados Unidos.
Ahora el ejemplo del 茅xito anglo-capitalista comienza a degradarse por la p茅rdida de poder global y por sus graves contradicciones internas, propias del capitalismo, y afloran de forma cruda: casi un mill贸n de personas viviendo en las calles de Estados Unidos; epidemias de adicci贸n y muertes por sobredosis; masacres peri贸dicas; odio 茅tnico para disimular una despiadada lucha de clase; estudiantes endeudados hasta convertirse en esclavos indenture; diferencias sociales en aumento; criminalidad que no puede ser reducida; fascismo en ascenso y reconocimiento, hasta hace pocos a帽os impensable, de que la democracia liberal (el circo pol铆tico de la plutocracia) ya no sirve; reconocimiento (ahora desde la derecha pobre y de los capitalistas ricos) de que la democracia no funciona y nunca funcion贸; de que los oligarcas han tomado Washington, ahora sin m谩scaras, para terminar de secuestrar eso que se llamaba democracia y multiplicar sus arcas invirtiendo en las guerras del fin del mundo…
Ahora, si por un lado la pol铆tica del ejemplo exitoso (la derecha, por ponerlo de una forma simplificada) y las narrativas sobre la democracia y la libertad han entrado en estado de p谩nico y catarsis de confesi贸n, por el otro (la izquierda), algunos tab煤es y t贸tems se han quebrado para siempre. Por ejemplo, de repente millones de estadounidenses comienzan a considerar obviedades, como:
1. El patriotismo es otra forma de silenciar la verdad y mantener la justicia con los ojos vendados.
2. El problema no es la democracia, sino su substituto: el secuestro de todo un pa铆s y del mundo por parte de la oligarqu铆a tecno-financiera anglosajona.
3. El fracaso del dogma neoliberal de que las corporaciones privadas lo hacen mejor y m谩s barato.
4. La criminalidad y corrupci贸n descontrolada de los gobiernos paralelos, como la NSA, la CIA, Wall Street y Silicon Valley.
5. El quiebre del consenso sobre el rol bondadoso del Imperio. Antes de la confirmaci贸n de Merco Rubio como Secretario de Estado, mientras era esposado en el Capitolio, un activista grit贸 lo que piensan millones: “Rubio es un sediento de sangre… s贸lo quiere mantenernos en un estado de guerra perpetua; liberen a Cuba de las sanciones que matan gente. Libertad para Palestina”. Otros excombatientes fueron arrestados por gritarle a Blinken: “Necesitamos dinero aqu铆, no para bombardear ni帽os en Gaza”.
6. La compra de pol铆ticos, senadores y representantes por parte de los mayores lobbies en Washington. En enero de 2025, el senador Bernie Sanders, refiri茅ndose a Netanyahu y el lobby israel铆 AIPAC, dijo: “la mayor铆a de los estadounidenses no quiere que apoyemos un gobierno que mata ni帽os; pero si lo dices, te vas a enfrentar al AIPAC y otros millonarios y vas a perder las elecciones… Muchos senadores me dicen ‘Dios, lo que est谩 haciendo Netanyahu es monstruoso, pero no puedo votar en contra porque van a destruir mi carrera pol铆tica’. Saben que si no se complace a las corporaciones, perder谩n las elecciones…”
Ninguna de estas cr铆ticas e ideas son nuevas. Muchos venimos escribiendo sobre esto desde los a帽os 90. No desde antes porque no hab铆amos nacido. Lo nuevo es que, al mismo tiempo que la pol铆tica fascista de los superricos toma el poder en la Casa Blanca, apoyados por una mayor铆a de la poblaci贸n consumidora de sus productos, una nueva y creciente minor铆a ha salido del closet con una mayor conciencia de la de fato lucha de clases.
El lunes 20 asume otra vez Donald Trump. Solo su rosto adusto dice mucho. Ni sus seguidores est谩n esperanzados. Como dir铆a Jorge Luis Borges, no los une el amor, sino el espanto. Como escribi贸 la italiana Oriana Fallaci en 2001 y criticamos como el inicio de una Era peligrosa (“El lento suicidio de Occidente” 2002), los une “la rabia y el orgullo”.
Ahora, tampoco debemos perder de vista que cuanto m谩s progresa la derecha nacionalista, fascista y feudocapitalista, m谩s se hace evidente un quiebre que recurra a la izquierda, como siempre―y, como nunca desde hace un siglo, de una forma radical.