Emezi ha sido traducida al castellano en varias ocasiones: Crononauta ha publicado Mascota, una novela “juvenil” muy elogiada, y la bilbaína editorial Consonni, bajo la extraordinaria labor de traducción de Arrate Hidalgo, ha publicado 3 de sus trabajos hasta el momento.
Su ópera prima y autobiográfica en su mayor parte, Agua dulce, ha aparecido en varias ocasiones en este espacio. Ha sido un título que suele colapsar al leerlo y que habla, tal y como resalta Marta Sofía López, una de las expertas en literaturas africanas que con más pasión defiende el trabajo de Emezi, de “dualidades profundamente arraigadas en el pensamiento occidental (cuerpo/espíritu, yo/otro o macho/hembra) se invalidan y se cancelan recíprocamente en la obra y en la figura pública de Emezi, que se refiere a sí misme con el pronombre singular they (elle)”. Así, con su voz extraña y diferente nos deja plantados en medio de nuestras certidumbres para que veamos que no existen tales. Ya que, al tratar de explicarse, dinamita nuestras bases; aquellas que nos sitúan dentro de un género, una cultura o una espiritualidad determinada, para hacernos ver que pueden ser igual de inconsistentes, o no, que las demás.
La muerte de Vivek Oji, en cambio, tiene una factura más clásica y por tanto es más fácil de leer, desde un lecho coral donde emergen varias voces que construyen/deconstruyen la realidad. “No soy lo que todo el mundo cree que soy” afirma su protagonista habitado por la fragilidad, la sensualidad y las ganas de mostrarse hacia el exterior tal como se es, para estupor de muchos que temen esta exposición. Emezi vuelve a indagar en las posibilidades que se abren ante una sexualidad que no encaja con lo normativo, pero esta vez en el día a día cotidiano. Y la postura, con sus consecuencias, de los que no aceptan lo que consideran «diferente». La obra está dedicada a todas las personas queer y de género fluido en Nigeria, y especialmente a les activistes.
Finalmente, Para Senthuran: Memorias de espíritu negro es una serie de cartas a través de las cuales emerge la Emezi escritora. Se trata de una obra, valiente y a pecho abierto, que arroja un buen puñado de luces sobre sus obras anteriores, lo cual supone un auténtico respiro para los lectores de la nigeriana. Profundamente autobiográfica, la escritora no se anda por las ramas. Muestra su necesidad de ser considerada una gran autora y su apego por el dinero que gana y que le permite llevar una vida con la que siempre había soñado. Pero también expulsa su deseo de transicionar (“nunca me había considerado mujer”) y de saberse no humana. El mundo, plenamente espiritual de Emezi, sus dualidades, que tantas veces son encuadradas bajo el nombre de “locura”, se vuelve a mostrar en estas misivas que ella escribe con seda y fuego a amigos, familiares, amantes…
Vuelve Emezi en Para Senthuran, a enseñar lo que ocurre cuando se quiere publicar un libro que se sale de los parámetros de lo que la industria editorial cree “vendible”. Así, explica cómo Agua dulce no era lo bastante “experiencia inmigrante”. Estamos ante un libro ajeno a estos márgenes tan habituales que encuadran mujer-negra-migrante-africana… para escuchar la voz de un interior binario y torturado, bañado por una espiritualidad que se enraíza en la cosmogonía igbo. Casi nada. Ella tuvo que plantarse ante la rapidez con la que querían etiquetar su obra: búsqueda de identidad. Emezi lo tuvo claro desde el principio: su búsqueda de identidad era «metafísica». Es, sin duda, una cuestión que ya señala la diferencia, al igual que su confesada cesión al usar un lenguaje que fuera entendible por todos.
La nigeriana se descubre como una persona extraordinariamente religiosa. Su rico mundo interior amenaza con perturbar cuando aparece, envuelto en gozo y dolor a partes iguales. No estamos acostumbrados a la eclosión de otras espiritualidades -sobre todo de aquellas que transcurren entre dos lados- y, cuando ocurre, corremos a ponernos el casco sin darnos cuenta de que lo mejor que puede pasarnos es que nos caiga todo hasta el fondo. Una escritura sin miedo, no se puede desperdiciar. Tiempo habrá de comprender.
Para Senthuran es magnética, vibrante y está llena de inspiraciones, completa así Emezi un trío ineludible para inmersión en los universos de una autora que ha venido para mostrar mundos liminales que existen, aunque, a menudo, nos neguemos a reconocerlos.
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Fondo portadas: JyQ (JamonyQueso)
Para Senthuran: Memorias de espíritu negro (Dear Senthuran: A black spirit memoir. 2021) de Akwaeke Emezi. Ed. Consonni, 2024. Traducción Arrate Hidalgo.