Ir al contenido principal

Por un 2025 algo más justo

Emilio Cafassi

Necesitaremos contar con muchos brazos para arrastrar colectivamente ese pesado cedazo que, como oculto ejercicio de lógica redentora, nos permita rescatar las conquistas puntuales que un año tan hábil en la demolición olvidó dinamitar o fracasó en envenenar. Lo arrastraremos a pesar de los dolores por los Milei(s) de palos recibidos, los exclusivos y modernos peeling químicos de gas pimienta diseñados para exfoliar resistencias, dejando piel y voluntad en carne viva, irritación y asfixia literal, simbólica y materialmente extorsiva. Confío entonces en que nuestros brazos no solo encontrarán fuerza para arrastrar este trasmallo ético que vamos tejiendo dificultosamente como un juramento silencioso, sino más aún para abrazarnos de continuo. Porque si algo puede torcer el brazo al individualismo insolidario y hegemónico, no serán solo las barricadas políticas, sino la contención humanizante de los cuerpos que, golpeados y mancillados, todavía se buscan, todavía resisten. Tuercen sus brazos, pero para contener, no para doblegar: abrazan.

Sometidos a emociones contradictorias, vemos en el mundo la putrefacción neofascista, una tóxica alquimia de nostalgia represiva, cinismo mendaz, corrupción descarada y ruina popular. Apenas inseminada por embrionarias bengalas perdidas volando como súplicas en medio de un océano de indiferencia. Versión aérea de mensajes en botellas, que esperan ser leídas por un naufragio menos siniestro que el actual. Celebramos la inauguración de un nuevo calendario desde nuestras mesas, con algunas de cuyas sillas dolorosamente vacías gritando en el silencio de la memoria y cientos de nuestros sueños, gravemente postergados. Aunque alegrías y esperanzas conviven con angustias y frustraciones, las primeras se sueltan demostrativas, mientras las últimas buscan refugio en la penumbra de los pliegues del pudor. Deberíamos cuidarnos de que esta diferente percepción subjetiva no nos haga Trump(a), o alguna otra parodia grotesca equivalente.

La metáfora de la picadora de vidas y conciencias humanas que Pink Floyd ilustró animadamente en la película The Wall, se representa fácticamente en la carnicería geopolítica global con decenas de guerras en una competencia por un lugar en el podio del salvajismo. Cuando no son criminales convencidos en su propio odio, Orbán(es) de mercenarios ocupan sus roles en el exterminio. Un neholocausto perpetrado por el sionismo arrasa Gaza y toda Palestina en una limpieza étnica digna del más vergonzoso pasado reciente, y aún así, ni tan yerma, Nitanyahu, ni los médicos sudan en Sudán, sin pretensión de abarcar todo el horror.

El frente de tormenta es extenso y cerrado en casi todo el mundo. Aunque en una esquina ardua, de vientos adversos y cambios frecuentes, donde se acumularon desperdicios de Lacalle, recolectables en Bolsonaros incinerables, la borrasca parece abrirse finalmente, en un Frente Amplio que augura ir abriéndose al sol. Es la esquina geográfica desde la que escribo ahora, insinuando amanecer. No podrá detener las catástrofes climáticas que la indiferencia terraplanista promueve, pero al menos evitará la indiferencia actual hacia las víctimas, mientras lucha por detener y revertir el deterioro ambiental suicida. Otro futuro podrá comenzar y tal vez, como sugiere el refrán popular, con el andar del carro, se acomoden hasta los Meloni(s).

Así pues, se abre una ventana en una esquina del mundo, una hendija por la que se espera cierta frescura. No para dormir el sueño de los justos, sino para mantenerla y expandirla, sin delegaciones ni sustituismos. Deseo que se abra una etapa que nos permita aprender a aprehendernos, en la que podamos amar con propiedad, sin apropiarnos de nadie.

Me encantaría que lo que hacemos para sobrevivir nos potencie la pasión por aquello que nos sustenta. Que individual y colectivamente, encontremos en el humor un medio para producir y nos saque del coma existencial devolviéndonos a la fiesta de vivir sin excusas. Que nos evite postergaciones propias, pero más aún que nos permite solidarizarnos con los postergados.

Aún estamos vivos, entre pestes biopolíticas y políticas a secas, como lo demuestra en este acto leer o escribir. Es hora de que pierdan todas las rutinas y regularidades contra el oficio artesanal y el destello creativo. Que el erotismo, como un río indomable, desborde y ahogue los diques del thanatismo, el fanatismo, la brutalidad y la exclusión, como sea que la nombremos.

Por un 2025 armado con misiles de dignidad que derriben las fuerzas del cielo hasta sacudir la tierra, esta tierra, la nuestra, la única, la real. Tal vez así despierte el volcán insurreccional, cuya lava sepulte los monstruos míticos o reales de la opresión que insisten en llamar eufemísticamente vida, al transcurrir alienado y obscenamente desigual hacia la muerte. 



--
Emilio Cafassi

ARCHIVOS

Mostrar más


OTRA INFORMACIÓN ES POSIBLE

Información internacional, derechos humanos, cultura, minorías, mujer, infancia, ecología, ciencia y comunicación

El Mercurio (elmercuriodigital.es), editado por mercurioPress/El Mercurio de España bajo licencia de Creative Commons
©Desde 2002 en internet
Otra información es posible