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La vida en cuotas: endeudamiento y servidumbre digital

Mariano Quirogal*




Mart铆n empuj贸 el changuito por los pasillos del supermercado. No tiene efectivo en la billetera, pero su tarjeta de cr茅dito est谩 en el bolsillo. Con eso basta. Ya aprendi贸 a comprar distinto: no elige lo que necesita, sino lo que puede financiar. Arroz, fideos, at煤n, un poco de carne. Cada producto que pone en el carrito no es solo comida, es una deuda. Desde hace meses, su sueldo no alcanza para cubrir la canasta b谩sica sin recurrir al cr茅dito. Su econom铆a se convirti贸 en un sistema de pagos diferidos, una serie de cuotas que se acumulan como ladrillos en una pared que nunca termina de construirse.

Cuando llega a la caja, Sof铆a, la cajera, apenas lo mira. No es indiferencia, es resignaci贸n. Hace rato que dej贸 de sorprenderse. La mayor铆a de los clientes pagan con cr茅dito. Antes le preguntaban si hab铆a descuentos con d茅bito, ahora solo buscan promociones de las billeteras virtuales, aunque el descuento sea rid铆culo. El efectivo casi desapareci贸. Sof铆a lo sabe porque ella misma dej贸 de usar. Su sueldo, que ya era bajo, se desintegra antes de llegar a fin de mes. Tambi茅n compra en cuotas, tambi茅n debe m谩s de lo que gana.

Mart铆n pasa la tarjeta y espera el pitido que confirma la transacci贸n. Por un momento se siente aliviado, pero sabe que es moment谩neo. En unos d铆as, la tarjeta reclamar谩 su parte. Si no paga a tiempo, los intereses se lo van a devorar. Se acostumbr贸 a vivir con esa presi贸n, pero eso no significa que no le pese. Antes, endeudarse era para comprar algo grande: una heladera, un televisor, un auto. Ahora, la deuda es parte de la vida cotidiana. No es una excepci贸n, es la regla.

Hipermodernidad: el presente sin futuro

Lo que vive Mart铆n no es solo una crisis econ贸mica, es una manifestaci贸n de la hipermodernidad. En este tiempo, la estabilidad desapareci贸. Todo es inmediato, todo es ef铆mero, incluso el dinero. El salario ya no tiene el mismo peso que antes. No permite planificar, solo sobrevivir. Cada compra es una transacci贸n con el futuro, pero un futuro que nunca llega, porque la deuda se renueva constantemente.

En la hipermodernidad, las personas ya no se definen por lo que tienen, sino por lo que deben. Mart铆n no tiene propiedad, no tiene ahorros, pero tiene cr茅dito. Su identidad financiera no est谩 en su cuenta bancaria, sino en su historial de pagos. Y si falla, el sistema lo castigar谩 sin piedad.

Las billeteras virtuales refuerzan este mecanismo. No son solo herramientas de pago, son dispositivos de control. Saben qu茅 compr谩s, cu谩ndo y d贸nde. Ofrecen descuentos estrat茅gicos que empujar谩n a usar m谩s cr茅dito, dependiendo m谩s de ellas. No te sacan del problema, te hacen parte de 茅l. Y en este sistema, no importa qu茅 tan precaria sea tu situaci贸n, siempre hay alguien dispuesto a prestarte dinero… con intereses, por supuesto.

Tecnofeudalismo: la servidumbre digital

Cuando Mart铆n sale del supermercado, revisa su celular. Le llega un mensaje del banco: “Tu saldo disponible ha disminuido”. Sonr铆e con iron铆a. Ya lo sab铆a. Pero el mensaje no es solo una notificaci贸n, es un recordatorio de su lugar en el sistema. No es due帽o de nada, solo de su deuda.

El tecnofeudalismo es esto: un mundo donde las plataformas son los nuevos se帽ores feudales y los consumidores son los siervos. Antes, el feudalismo cl谩sico funcionaba con tierras y vasallaje. Ahora, el control se ejerce con datos, con acceso restringido, con deuda. La gente no posee bienes, solo paga por usarlos. No tiene ahorros, solo l铆neas de cr茅dito. No tiene poder de decisi贸n, solo opciones dentro de un sistema dise帽ado para mantener atados.

El supermercado no es solo un lugar donde se compran alimentos, es un castillo en este nuevo feudalismo. Los consumidores entran con la promesa de abastecerse, pero salen con m谩s ataduras. El pago con cr茅dito no es solo una transacci贸n, es un contrato impl铆cito de servidumbre. Si no pagas, quedar谩s fuera del sistema. Y estar fuera significa no poder acceder ni siquiera a lo b谩sico.

El viejo capitalismo vend铆a la idea de la movilidad social: si trabajabas duro, pod铆as progresar. El tecnofeudalismo, en cambio, se basa en la permanencia: si est谩s endeudado, nunca vas a salir. Siempre estar谩s en la misma posici贸n, siempre debiendo algo.

Capitalismo de plataformas: el mercado sin competencia

Cuando Mart铆n paga con su tarjeta, su dinero no solo va al supermercado. Una parte de la transacci贸n se la queda la empresa de la tarjeta de cr茅dito. Otra, la billetera virtual que proces贸 el pago. Otra, el banco que maneja la cuenta. Y otra, la fintech que dise帽贸 la infraestructura del sistema. Ninguna de estas empresas produce bienes, pero todas lucran con el consumo.

Este es el capitalismo de plataformas: un sistema donde el poder no est谩 en los fabricantes ni en los comerciantes, sino en las plataformas que manejan las transacciones. No venden productos, venden accesorios. No generan valor, lo extraen. Controlan la infraestructura digital y, con eso, controlan el mercado.

Los supermercados ya no compiten solo entre ellos, sino dentro de este ecosistema. Sus precios dependen de acuerdos con bancos y fintechs. Sus promociones no buscan atraer clientes, sino incentivar el uso de medios de pago espec铆ficos. Quien controla los pagos, controla el consumo.

El c铆rculo vicioso

Mart铆n baja del colectivo y camina a su casa. En su celular, una notificaci贸n de la billetera virtual le sugiere un nuevo pr茅stamo. “¡Ped铆 hasta $50.000 en el acto y pagalo en cuotas!”. Cierra la aplicaci贸n sin responder. Ya no sabe si es una oportunidad o una trampa.

En este mundo, la deuda es el verdadero motor de la econom铆a. No hay crecimiento sin cr茅dito, no hay consumo sin financiamiento. Los bancos, las fintechs y las plataformas saben que la gente no puede pagar todo de una vez, as铆 que les ofrecen pagarlo despu茅s, siempre con intereses.

Mart铆n se acuesta con la sensaci贸n de que nunca va a poder salir de este ciclo. Pero al mismo tiempo, sabe que ma帽ana volver谩 al supermercado, volver谩 a pagar con su tarjeta, volver谩 a recibir el mensaje del banco. As铆 funciona el sistema. As铆 se mantiene el tecnofeudalismo digital.

Ya no somos consumidores, somos deudores permanentes. Ya no compramos, alquilamos nuestra propia supervivencia. Y en este mundo de plataformas, donde todo se mide en pagos diferidos, la pregunta no es cu谩nto tenemos, sino cu谩nto debemos.

*Multiviral 

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