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¿Podría Argelia convertirse en un estado federal y laico?

Rabah Arkam

Desde su independencia en 1962, la República Argelina Democrática y Popular ha adoptado toda una serie de constituciones que, en ocasiones enmendadas o complementadas, han regido el sistema político del país.

El Estado unitario ha fracasado estrepitosamente desde la independencia. Urge encontrarb otra forma de Estado que permita que cada especificidad y cada identidad cultural pueda expresarse en un espacio de libertad.

¡Que la República Argelina Democrática y Popular se convierta en un Estado federal! Existe una necesidad urgente de un nuevo pacto nacional y republicano que implique de manera imperativa e inevitable el establecimiento de un federalismo real y fuerte. El poder estatal unitario y centralista ha fracasado miserablemente en promover el desarrollo de este gigantesco país norafricano y el bienestar de su pueblo.

La Historia es la base fundamental de un país. En Argelia, la historia oficial ha sido distorsionada, pisoteada desde la independencia y violada por los dignatarios del régimen sobre el hecho de que los argelinos, en su mayoría amazigh, son árabes. Por lo tanto, hemos construido «la casa argelina» sobre paja, cenizas y cimientos falsos; los pilares no respetan las paredes, el techo no protege a los niños de las inclemencias.

Entre las poblaciones de habla bereber de Argelia, Cabilia siempre ha sido celosa de su autonomía territorial, consciente de su identidad diferenciada por su propia lengua y costumbres ancestrales. El regionalismo que conlleva la identidad cabila ha sido instrumentalizado por el poder político como una amenaza a la unidad del país, mientras que el movimiento cultural bereber formaba parte de una perspectiva nacionalista o «argelina».

En otro sentido, para seguir falseando la historia al hacer del islam la religión del Estado desde 1962, los líderes argelinos han socavado la fe pacífica de sus antepasados, profanado su espíritu de apertura y libertad de conciencia y, al mismo tiempo, han privilegiado la religión islámica en detrimento de otras creencias. Al institucionalizar el islam con fines políticos, o más precisamente la política con fines islamistas, han alimentado un monstruo que, décadas después, destruiría el país.

Un Estado nuevo, moderno y justo no se desarrollará si no rompemos radicalmente con el continente y el contenido del que le precede, es decir, si no hacemos dos revoluciones en paralelo, institucional y civilizatoria, jurídica y cultural. El movimiento ciudadano argelino, si quiere evitar evaporarse en folclore y amateurismo, debe reflexionar, a corto y largo plazo, tanto sobre el sistema de gobierno a adoptar como sobre los valores de las futuras instituciones. El lema «Argelia es una e indivisible, árabe y musulmana» debe ser enterrado y sustituido por «Argelia es plural, federal y laica».

Rabah Arkam

Activista de derechos humanos y causa de la identidad amazigh (bereber) en el norte de África, defiende la democracia, la libertad y el laicismo en Argelia

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